Vivimos tiempos en los que se hacen cosas muy raras en nombre de la libertad.
Si no reflexionamos mucho, el hombre cuando piensa en libertad piensa que consiste en hacer lo que le venga en gana. Claro, ese concepto podría abarcar muchas cosas: libertad para leer, estudiar, pensar, reflexionar, decidir... Pero también libertad para asesinar, para esclavizar, para violar... Que ésos también son ejercicios que se pueden hacer haciendo uso de tu libre albedrío.
Lo digo porque últimamente se emplea el término libertad para hacer estas cosas: se quiere libertad de horarios y de salarios para tener esclavos; en nombre de la libertad se invaden países y se masacran pueblos, con torturas y violaciones a mansalva; en su nombre se da rienda suelta a la avaricia más corrupta, dado que nunca los ricos han sido tan ricos como ahora y los pueblos están muriéndose de hambre.
Pero estos últimos son los conceptos que nuestros poderosos quieren. No entienden que libertad es, sobre todo y ante todas las cosas, que los hombres tengamos agua y comida; que los pueblos tengamos salud y educación pública; que tengamos un techo donde refugiarnos; que los hombres tengamos libre acceso a la información para que pensemos con la verdad como instrumento y no con la mentira.
En el fondo es verdad: libertad es hacer lo que nos venga en gana. Pero para eso necesitamos primero estar comidos y bebidos; estar sanos física y mentalmente; que tengamos un lecho donde dormir; que el trabajo no nos ocupe todo nuestro tiempo y no sea penoso; en definitiva, un hombre libre es aquél que, basándonos en la pirámide de Maslow, tiene los tres primeros niveles de la pirámide satisfechos. Es evidente que el neoliberalismo en modo alguno satisface las necesidades de la gran mayoría de la humanidad, luego el neoliberalismo, pese a llevarlo en la raíz de la palabra, un sistema que hace de todo menos hacer a los hombres LIBRES; el neoliberalismo es otra dictadura más y el alma máter de todas las dictaduras actuales.
La libertad de un hombre empieza donde termina la libertad de otro, dice el aforismo.
Ahora lo que se está haciendo con mentiras, con dinero y con armas es invadir la libertad de los hombres, es matar la libertad de la inmensa mayoría.
Es un tiempo de abolir leyes porque "restringen la libertad." Recordad que las leyes se hicieron, entre otras cosas, para preservar la libertad de los más débiles sobre los más fuertes. Se legisló para evitar el abuso. Sin leyes, paradójicamente, se "legitima" el abuso. Que no os vendan jamás que abolir una ley puede daros más libertad. Os están engañando, el eliminar una ley o restringirla puede hacernos más esclavos.
Viva la libertad, la auténtica. Esa que no nos venden.
viernes, abril 27, 2007
Hay muchas razones por las que quiero ser profesor, pero una sobresale sobre todas las demás: en España ahora se habla de fracaso en la educación de nuestros jóvenes por culpa de la dejación que ha hecho la sociedad en una cosa tan fundamental. Los jóvenes de hoy, dicen, hacen cosas que jamás han hecho antes. Sin embargo, conozco a muchos chavales y creo que no son, ni de lejos, esos brutos que nos pintan los medios de comunicación; cierto es que siempre habrá algún descerebrado que haga una estupidez como la de grabar con un móvil una agresión a un compañero, pero también es verdad que si nadie de una generación precedente a ésta ha grabado bestialidades en los móviles ha sido, simplemente, porque éstos no existían. Ahora, agresiones, todas las imaginables. A manta. No le podemos reprochar nada a nuestros retoños.
Tampoco es cierto que los que están en el gremio al que quiero pertenecer sean todas personas cercanas a la santidad, tocados de un humanismo redentor que salvará a la humanidad de la barbarie. Los hay mejores y los hay peores. Y perdonadme si peco de egocéntrico, pero creo que hubiera obtenido mejores resultados académicos si hubiera tenido una muestra de apoyo más o de cercanía por parte de los que me dieron clase. Hace poco volví a ver a un profesor que tuve en la Escuela y no se acordaba de quién era yo. No hay peor forma de mostrarle a uno su insignificancia, aunque sé que en la vida profesional de un docente cualquiera pasan miles de personas y es muy difícil acordarse de todos. Pero qué demonios, cómo duele que alguien al que recordarás mientras vivas no se acuerde de ti.
Como veis, también soy crítico con los que me han enseñado, precisamente porque la huella dejada en mí ha sido imborrable. Son muchas más las cosas buenas que malas las que me han transmitido los profesores. Por eso, la razón fundamental por la que quiero ser profesor es precisamente por ese respeto y cariño que llegan a tener los alumnos con el paso de los años hacia sus docentes y sobre todo, me motiva muchísimo el colaborar en la enseñanza de mi país para mejorarla. en este tema, no quiero ver el toro desde la barrera. Quiero participar activamente en la formación de las nuevas generaciones.
y debo conseguirlo.
Tampoco es cierto que los que están en el gremio al que quiero pertenecer sean todas personas cercanas a la santidad, tocados de un humanismo redentor que salvará a la humanidad de la barbarie. Los hay mejores y los hay peores. Y perdonadme si peco de egocéntrico, pero creo que hubiera obtenido mejores resultados académicos si hubiera tenido una muestra de apoyo más o de cercanía por parte de los que me dieron clase. Hace poco volví a ver a un profesor que tuve en la Escuela y no se acordaba de quién era yo. No hay peor forma de mostrarle a uno su insignificancia, aunque sé que en la vida profesional de un docente cualquiera pasan miles de personas y es muy difícil acordarse de todos. Pero qué demonios, cómo duele que alguien al que recordarás mientras vivas no se acuerde de ti.
Como veis, también soy crítico con los que me han enseñado, precisamente porque la huella dejada en mí ha sido imborrable. Son muchas más las cosas buenas que malas las que me han transmitido los profesores. Por eso, la razón fundamental por la que quiero ser profesor es precisamente por ese respeto y cariño que llegan a tener los alumnos con el paso de los años hacia sus docentes y sobre todo, me motiva muchísimo el colaborar en la enseñanza de mi país para mejorarla. en este tema, no quiero ver el toro desde la barrera. Quiero participar activamente en la formación de las nuevas generaciones.
y debo conseguirlo.
jueves, abril 26, 2007
No se deben hacer caso de las ideas preconcebidas: nunca vi una película de Bergman porque siempre me lo han presentado como un director complicado y difícil de entender; yo no es que tenga las entendederas muy bien, y menos ahora que me levanto temprano y tengo que preparar las oposiciones, pero el otro día nos pusimos a ver mi chica y yo "el séptimo sello" y la verdad, nos gustó bastante; hasta creo que la entendimos y todo.
Además, mi mujer y yo asumimos las posturas del caballero protagonista y su escudero: ella es el escudero, porque no cree en Dios ni en el más allá y piensa que a este mundo se viene a pasarlo bien; mientras, yo asumo la visión del mundo del caballero, es decir, me atormenta la posibilidad que después de todo, no haya nada. A mí, como a él, me obsesiona la idea de lo absurdo que sería la vida si después de la muerte no continuase de algún modo. Creo que ambos con su presencia en pantalla resolvían más dudas que mil congresos de metafísica.
Jolines, si tan difícil no debe ser el cine de Bergman. Hubo secuencias en las que nos reímos y todo, y eso contrasta con la imagen que se tiene de los suecos en general y de Bergman en particular, me refiero al tópico de que son gente seria a más no poder y con ganas de suicidarse. A mí sólo me entran ganas de suicidarme cuando tengo que montar un mueble de IKEA, firma sueca, por cierto. A lo mejor hay una causa directa entre los suicidios y el bricolaje que Ikea nos obliga a hacer a los manazas, no lo sé ¡Es realmente difícil montar sus muebles, pese a la sencillez de diseño de la que presumen!
Sin embargo, Bergman, por lo que yo vi en esta película, opera en sentido contrario al de la multinacional del mueble: poseedor de una cabeza bien amueblada, nos ofrece un conjunto muy bello perfectamente montado formado por piezas que son muy complicadas para el profano del "bricolaje" filosófico.
Hay algún loco que fomenta la creencia de Bergman es el responsable intelectual de la elevada tasa de suicidios en Suecia, por los temas que siempre trató. No estoy de acuerdo.
Me he comprado un armario en Ikea y mira tú por donde, cuando estaba desembalándolo, me he dado cuenta de que tenía que escribir esta entrada para deciros que, contra lo que normalmente se cree, el pensar sobre la vida no tiene por qué ponerle a uno triste, pero el montar un mueble de ikea por un manazas sí que puede conducir, desde la desesperación, a la destrucción y a la nada.
He dicho.
Además, mi mujer y yo asumimos las posturas del caballero protagonista y su escudero: ella es el escudero, porque no cree en Dios ni en el más allá y piensa que a este mundo se viene a pasarlo bien; mientras, yo asumo la visión del mundo del caballero, es decir, me atormenta la posibilidad que después de todo, no haya nada. A mí, como a él, me obsesiona la idea de lo absurdo que sería la vida si después de la muerte no continuase de algún modo. Creo que ambos con su presencia en pantalla resolvían más dudas que mil congresos de metafísica.
Jolines, si tan difícil no debe ser el cine de Bergman. Hubo secuencias en las que nos reímos y todo, y eso contrasta con la imagen que se tiene de los suecos en general y de Bergman en particular, me refiero al tópico de que son gente seria a más no poder y con ganas de suicidarse. A mí sólo me entran ganas de suicidarme cuando tengo que montar un mueble de IKEA, firma sueca, por cierto. A lo mejor hay una causa directa entre los suicidios y el bricolaje que Ikea nos obliga a hacer a los manazas, no lo sé ¡Es realmente difícil montar sus muebles, pese a la sencillez de diseño de la que presumen!
Sin embargo, Bergman, por lo que yo vi en esta película, opera en sentido contrario al de la multinacional del mueble: poseedor de una cabeza bien amueblada, nos ofrece un conjunto muy bello perfectamente montado formado por piezas que son muy complicadas para el profano del "bricolaje" filosófico.
Hay algún loco que fomenta la creencia de Bergman es el responsable intelectual de la elevada tasa de suicidios en Suecia, por los temas que siempre trató. No estoy de acuerdo.
Me he comprado un armario en Ikea y mira tú por donde, cuando estaba desembalándolo, me he dado cuenta de que tenía que escribir esta entrada para deciros que, contra lo que normalmente se cree, el pensar sobre la vida no tiene por qué ponerle a uno triste, pero el montar un mueble de ikea por un manazas sí que puede conducir, desde la desesperación, a la destrucción y a la nada.
He dicho.
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la cabeza amueblada de los suecos
miércoles, abril 25, 2007
Menos mal que el niño que todavía está latente en mí todavía tiene ilusiones. Menos mal que cuando abro los periódicos gratuitos, todavía me muestran noticias que me hacen soñar: han descubierto un planeta a 20,5 años-luz de la Tierra que gira en torno a una estrella enana roja que puede ser apto para la vida porque según los científicos, la temperatura del planeta y su composición es muy similar al del nuestro.
Sería maravilloso que el planeta fuera un gran mar con algo de tierra envuelto de oxígeno y que nosotros pudiéramos ir allí acompañados de todo tipo de plantas y animales para empezar desde cero un mundo a imagen y semejanza del nuestro.
Me acuerdo que hace tiempo soñé que los hombres habían logrado colonizar otro planeta y allí que me iba con mi familia, a hacer nuestro hogar. El planeta se presentaba a mis ojos color arena, debe ser que no les había dado tiempo a llenarlo de plantas. Recuerdo, que el gobernador de la ciudad donde íbamos a vivir nos recibió y nos mostró las cosas más emblemáticas de la ciudad. Entre ellas, nos enseñó una planta de producción de SEAT Ibiza, qué cosa más absurda. Espero que los montaran con motores que no fueran con combustible venenoso, como aquí, porque ya que hemos contaminado una atmósfera, ¿para qué contaminar dos?
Cuando me levanté tenía una enorme sensación de placidez por ese futurista sueño. Pocas veces me he despertado tan feliz como entonces. Qué bonita es la esperanza.
Ahora, con esa noticia en el periódico, me he acordado de ese maravilloso sueño, y parece que está un poco más cerca de hacerse realidad, aunque sólo un poquito, porque medios para ir allí no tenemos ninguno. 20, 5 años luz es una distancia muy grande para recorrerla en cohete; necesitaríamos algo parecido a los tele transportadores de Star Treck (creo que unos científicos andan en ello, sin resultados a la vista) Por otro lado, creo que no tenemos todavía los suficientes conicimientos para el cuidado de las plantas y los animales. Si la selva amazónica es esquilmada y los animales se extinguen sin remedio, ¿cómo vamos a ser capaces de montar un ecosistema a partir de cero sino somos capaces de restaurar el nuestro?
Cabe la posibilidad también de que allí tengamos toda clase de seres vivos, pero creo que esa perspectiva no me agrada. Con lo sádicos que somos los seres humanos, no pararíamos hasta aniquilar toda la vida existente. Ya se sabe que a nosotros, los homo sapiens, todo bicho que no sea mamífero, peludo y con ojos grandes nos produce un deseo irrefrenable de matarlo. Muchos dirán que los loros son una excepción ¿Pero quién no ha querido matar a un loro especialmente impertinente?
Ese mundo debe estar vacío porque yo no puedo responder del instinto asesino de mi especie. Por supuesto, tampoco debe haber seres con una inteligencia similar a la nuestra, porque tal y como están las cosas hoy en día, ya nos apañaríamos para "neoliberalizar" sus derechos y hacerles nuestros esclavos, que no son otra cosa que la figura contractual más rentable que un amo haya inventado nunca. A lo mejor tienen suerte y con sus gérmenes nos matan, pero con el malhumorados que son los nuestros, fortalecidos además que están por nuestros propios antibióticos, es probable que entren en acción antes que los suyos.
Espero, si logramos hacer un viaje a ese mundo, que esté vacío, porque si está lleno...
...Que Dios pille confesados a esos pobres extraterrestres.
Sería maravilloso que el planeta fuera un gran mar con algo de tierra envuelto de oxígeno y que nosotros pudiéramos ir allí acompañados de todo tipo de plantas y animales para empezar desde cero un mundo a imagen y semejanza del nuestro.
Me acuerdo que hace tiempo soñé que los hombres habían logrado colonizar otro planeta y allí que me iba con mi familia, a hacer nuestro hogar. El planeta se presentaba a mis ojos color arena, debe ser que no les había dado tiempo a llenarlo de plantas. Recuerdo, que el gobernador de la ciudad donde íbamos a vivir nos recibió y nos mostró las cosas más emblemáticas de la ciudad. Entre ellas, nos enseñó una planta de producción de SEAT Ibiza, qué cosa más absurda. Espero que los montaran con motores que no fueran con combustible venenoso, como aquí, porque ya que hemos contaminado una atmósfera, ¿para qué contaminar dos?
Cuando me levanté tenía una enorme sensación de placidez por ese futurista sueño. Pocas veces me he despertado tan feliz como entonces. Qué bonita es la esperanza.
Ahora, con esa noticia en el periódico, me he acordado de ese maravilloso sueño, y parece que está un poco más cerca de hacerse realidad, aunque sólo un poquito, porque medios para ir allí no tenemos ninguno. 20, 5 años luz es una distancia muy grande para recorrerla en cohete; necesitaríamos algo parecido a los tele transportadores de Star Treck (creo que unos científicos andan en ello, sin resultados a la vista) Por otro lado, creo que no tenemos todavía los suficientes conicimientos para el cuidado de las plantas y los animales. Si la selva amazónica es esquilmada y los animales se extinguen sin remedio, ¿cómo vamos a ser capaces de montar un ecosistema a partir de cero sino somos capaces de restaurar el nuestro?
Cabe la posibilidad también de que allí tengamos toda clase de seres vivos, pero creo que esa perspectiva no me agrada. Con lo sádicos que somos los seres humanos, no pararíamos hasta aniquilar toda la vida existente. Ya se sabe que a nosotros, los homo sapiens, todo bicho que no sea mamífero, peludo y con ojos grandes nos produce un deseo irrefrenable de matarlo. Muchos dirán que los loros son una excepción ¿Pero quién no ha querido matar a un loro especialmente impertinente?
Ese mundo debe estar vacío porque yo no puedo responder del instinto asesino de mi especie. Por supuesto, tampoco debe haber seres con una inteligencia similar a la nuestra, porque tal y como están las cosas hoy en día, ya nos apañaríamos para "neoliberalizar" sus derechos y hacerles nuestros esclavos, que no son otra cosa que la figura contractual más rentable que un amo haya inventado nunca. A lo mejor tienen suerte y con sus gérmenes nos matan, pero con el malhumorados que son los nuestros, fortalecidos además que están por nuestros propios antibióticos, es probable que entren en acción antes que los suyos.
Espero, si logramos hacer un viaje a ese mundo, que esté vacío, porque si está lleno...
...Que Dios pille confesados a esos pobres extraterrestres.
martes, abril 24, 2007
Llego a mi nuevo curro, y me dice un compañero de otra compañera: "No te fíes de ésta, es un bicho, más mala que un pinchazo en un ojo."
Me dejó en un mar de dudas, porque no sabía si del que no me debería fiar era de él, dado que las personas que de entrada hablan mal de otras son de muy poco fiar.
Voy a estar poco tiempo en este nuevo curro, como viene a ser mi costumbre últimamente; creo que no voy a tener el ambiente laboral más idóneo. Espero que no me lleve ninguna cornada, aunque veo difícil que no me la den.
La experiencia que todos tenemos de una persona que habla mal de otra es que, finalmente, acaba hablando mal de ti frente a terceros. Me he encontrado con muy pocos casos que no haya constatado que haya sido así, y en los que no lo he podido comprobar ha sido porque no he investigado lo suficiente.
Encima, no sé a qué atenerme: será malo el que habla mal de la otra, la otra o ambos. ¿O me harán malo a mí?
Decía un amigo que no se puede caer bien a todo el mundo y que no nos debemos atormentar si mal caemos a la gente. Cuando dejas de atormentarte por no caer bien a la gente es cuando definitivamente has abandonado el adolescente que eras y que de vez en cuando salía, curiosamente para recordarte que alguna vez fuiste un niño en busca de aprobación.
Normalmente, los mecanismo de defensa suelen ser las causas de las agresiones, no descubro nada nuevo. Las malas ideas que contaminan los ambientes laborales son casi todas mecanismos de defensa.
Por un lado, lamento que este trabajo vaya a durar poco, porque se presenta una oportunidad de aprender a manejarme en este tipo de situaciones. Todavía no he conseguido salir airoso del todo de este tipo de conflictos. Por otro lado, sospecho que tiene que haber sitios mejores en donde trabajar. Seguiré buscando, qué remedio.
Estoy atravesando un río de bilis que en su crecida amenaza con llevarme corriente abajo ¡Qué horror, con lo mal que me sienta el verde!
Me dejó en un mar de dudas, porque no sabía si del que no me debería fiar era de él, dado que las personas que de entrada hablan mal de otras son de muy poco fiar.
Voy a estar poco tiempo en este nuevo curro, como viene a ser mi costumbre últimamente; creo que no voy a tener el ambiente laboral más idóneo. Espero que no me lleve ninguna cornada, aunque veo difícil que no me la den.
La experiencia que todos tenemos de una persona que habla mal de otra es que, finalmente, acaba hablando mal de ti frente a terceros. Me he encontrado con muy pocos casos que no haya constatado que haya sido así, y en los que no lo he podido comprobar ha sido porque no he investigado lo suficiente.
Encima, no sé a qué atenerme: será malo el que habla mal de la otra, la otra o ambos. ¿O me harán malo a mí?
Decía un amigo que no se puede caer bien a todo el mundo y que no nos debemos atormentar si mal caemos a la gente. Cuando dejas de atormentarte por no caer bien a la gente es cuando definitivamente has abandonado el adolescente que eras y que de vez en cuando salía, curiosamente para recordarte que alguna vez fuiste un niño en busca de aprobación.
Normalmente, los mecanismo de defensa suelen ser las causas de las agresiones, no descubro nada nuevo. Las malas ideas que contaminan los ambientes laborales son casi todas mecanismos de defensa.
Por un lado, lamento que este trabajo vaya a durar poco, porque se presenta una oportunidad de aprender a manejarme en este tipo de situaciones. Todavía no he conseguido salir airoso del todo de este tipo de conflictos. Por otro lado, sospecho que tiene que haber sitios mejores en donde trabajar. Seguiré buscando, qué remedio.
Estoy atravesando un río de bilis que en su crecida amenaza con llevarme corriente abajo ¡Qué horror, con lo mal que me sienta el verde!
lunes, abril 23, 2007
¿Cuándo desaparecerán las corbatas de la vestimenta masculina?¿Alguien me lo puede decir? ¿Por qué se lleva tanto tiempo usando corbatas?
Cuando yo era pequeño, las corbatas me parecían peces puestos boca abajo. La moda de aquel entonces era el llevar corbatas satinadas, normalmente en colores fríos. Me recordaban mucho a las pescadillas que alineadas están encima del hielo del puesto del mercado de mi barrio.
Una corbata no sirve para nada; no quita el frío y encima comprime el pescuezo, dando sensación de ahogo al que la lleva. Sin embargo, los hombres, en otra declaración de amor hacia lo inútil, superficial e incómodo las siguen llevando, generación tras generación.
se dice que los primeros en llevar algo parecido a una corbata fueron unos guerreros de los tiempos del emperador chino Qin Shi, allá por el siglo III después de Cristo. Mucho más adelante, en el siglo XVII, la corbata se empezó a ser moda en Europa. Los primeros en llevarla en el continente fueron, al parecer, el regimiento croata del ejército austro-húngaro. ¡Pues vaya condena la que nos trajo el ejército austro-húngaro!
No es raro que la corbata esté asociada al poder, y más sabiendo que la impuso un ejército. El hombre moderno ha crecido viendo en la televisión a políticos y empresarios con sus bien anudadas corbatas. La corbata es elemento más importante del uniforme de los que manejan los hilos. En España, un hombre con traje pero sin corbata equivale a un sindicalista o a un miembro de la farándula.
Intentos de erradicarlas ha habido muchos. El más famoso de ellos, el que se dio en Rusia con la Revolución de Octubre de 1917. Un señor ruso y calvo decidió que ya estaba bien eso de llevar corbatas, que los cuellos deberían pertenecer al pueblo.
Pero llegó otro señor calvo y ruso con una mancha en la cabeza que decidió que el pueblo ruso no estaba preparado para dejar de llevar corbatas permanentemente. Desde entonces, los rusos con corbata no han parado de crecer y el hambre en Rusia también.
Dudo que desaparezcan las corbatas. A los gobernantes norteamericanos, pese a no ser una un invento de su madre patria, les gustan mucho porque hacen señor y porque les permite distinguir a quién tratar bien y a quién tratar a patadas.
Muchos me dirán que Saddam Hussein llevaba frecuentemente corbatas, pero les recuerdo de que también llevaba sombrero; la verdadera realidad de esta historia es que el atacar Irak fue por razón de tener un dictador claramente desfasado en moda masculina. Cuídese mucho Hugo Chávez de ponerse sombrero.
¿Dejaremos alguna vez de llevar esos pescados que van desde la nuez hasta la panza? Difícil es saberlo. Esto tiene visos de durar. Sarkozy, el candidato conservador al Elíseo, lleva idénticas corbatas que las que hace treinta años llevara Adolfo Suárez, el primer presidente español de la democracia. Además, también son iguales sus trajes oscuros.
Algún insensato pensará que la mejor forma de que la gente de hoy deje de llevar corbata es cortándoles la cabeza. Al se le haya pasado tamaña sandez por el magín pido que medite mejor sobre el problema de las corbatas.
¿Acaso tu padre no llevó corbata el día de su boda?
Cuando yo era pequeño, las corbatas me parecían peces puestos boca abajo. La moda de aquel entonces era el llevar corbatas satinadas, normalmente en colores fríos. Me recordaban mucho a las pescadillas que alineadas están encima del hielo del puesto del mercado de mi barrio.
Una corbata no sirve para nada; no quita el frío y encima comprime el pescuezo, dando sensación de ahogo al que la lleva. Sin embargo, los hombres, en otra declaración de amor hacia lo inútil, superficial e incómodo las siguen llevando, generación tras generación.
se dice que los primeros en llevar algo parecido a una corbata fueron unos guerreros de los tiempos del emperador chino Qin Shi, allá por el siglo III después de Cristo. Mucho más adelante, en el siglo XVII, la corbata se empezó a ser moda en Europa. Los primeros en llevarla en el continente fueron, al parecer, el regimiento croata del ejército austro-húngaro. ¡Pues vaya condena la que nos trajo el ejército austro-húngaro!
No es raro que la corbata esté asociada al poder, y más sabiendo que la impuso un ejército. El hombre moderno ha crecido viendo en la televisión a políticos y empresarios con sus bien anudadas corbatas. La corbata es elemento más importante del uniforme de los que manejan los hilos. En España, un hombre con traje pero sin corbata equivale a un sindicalista o a un miembro de la farándula.
Intentos de erradicarlas ha habido muchos. El más famoso de ellos, el que se dio en Rusia con la Revolución de Octubre de 1917. Un señor ruso y calvo decidió que ya estaba bien eso de llevar corbatas, que los cuellos deberían pertenecer al pueblo.
Pero llegó otro señor calvo y ruso con una mancha en la cabeza que decidió que el pueblo ruso no estaba preparado para dejar de llevar corbatas permanentemente. Desde entonces, los rusos con corbata no han parado de crecer y el hambre en Rusia también.
Dudo que desaparezcan las corbatas. A los gobernantes norteamericanos, pese a no ser una un invento de su madre patria, les gustan mucho porque hacen señor y porque les permite distinguir a quién tratar bien y a quién tratar a patadas.
Muchos me dirán que Saddam Hussein llevaba frecuentemente corbatas, pero les recuerdo de que también llevaba sombrero; la verdadera realidad de esta historia es que el atacar Irak fue por razón de tener un dictador claramente desfasado en moda masculina. Cuídese mucho Hugo Chávez de ponerse sombrero.
¿Dejaremos alguna vez de llevar esos pescados que van desde la nuez hasta la panza? Difícil es saberlo. Esto tiene visos de durar. Sarkozy, el candidato conservador al Elíseo, lleva idénticas corbatas que las que hace treinta años llevara Adolfo Suárez, el primer presidente español de la democracia. Además, también son iguales sus trajes oscuros.
Algún insensato pensará que la mejor forma de que la gente de hoy deje de llevar corbata es cortándoles la cabeza. Al se le haya pasado tamaña sandez por el magín pido que medite mejor sobre el problema de las corbatas.
¿Acaso tu padre no llevó corbata el día de su boda?
domingo, abril 22, 2007
Ayer celebraron su cumpleaños dos amigos y mi hermano, y nos fuimos toda la pandilla a celebrarlo.
¡Qué resaca más espantosa tengo!
Debo de mentalizarme de que no aguanto tan bien el alcohol como antes.
Cuando estaba en la universidad, solía beber como un cosaco. Para qué negarlo. Si hubiera sido un personaje de una angelical telecomedia americana, ya me hubieran metido en un centro de rehabilitación de alcohólicos anónimos. Esa mojigatería ejemplarizante que exhiben algunos productos audiovisuales del imperio me pone de los nervios.
Yo, cuando tenía diecinueve años, llegaba un viernes por la noche, me bebía el agua de los floreros y al día siguiente estaba como una rosa. Encima, llegando al alba a mi casa. Dormía unas pocas horas, y a la noche siguiente estaba en perfecto estado de revista y presentable otra vez para una nueva juerga.
Ahora me bebo medio florero, llego a las cuatro y no me recupero en todo el día. Además, ayer estuve bailando un merengue con mi chavala (¡Sólo uno!) y tengo unas agujetas en mis voluminosos gemelos que me están matando. Menos mal que no me hizo caso y no nos arrancamos a bailar un hustle. Ayer, con los copazos que llevaba encima, tenía muchas ganas de emular a John Travolta en fiebre del sábado noche, pero mi mujer me disuadió de hacerlo, pese a mis histriónicas súplicas. Si sobria ya es más sensata que yo, imagináos estando borracho.
Ayer no debí portarme muy mal porque hoy mi chica no está enfadada conmigo. Confieso que anteriores juergas algunas riñas me costaron; es que he desarrollado una habilidad más o menos existosa: simular que estoy sobrio cuando estoy "en pedo" como diría mi amigo Sonofotlon; aunque creo que por tal simulación nunca me darían el Oscar.
¡Cómo me duele la cabeza! Debe ser ese maldito licor de coco con piña, que está ahora de moda, que me pedí para ver cómo sabía. Bueno, eso y la cerveza, el vino, el ron con cola, y el whisky y... ya no me acuerdo de más de lo que bebí.
Bueno, creo que era algo más de medio florero.
¡Qué resaca más espantosa tengo!
Debo de mentalizarme de que no aguanto tan bien el alcohol como antes.
Cuando estaba en la universidad, solía beber como un cosaco. Para qué negarlo. Si hubiera sido un personaje de una angelical telecomedia americana, ya me hubieran metido en un centro de rehabilitación de alcohólicos anónimos. Esa mojigatería ejemplarizante que exhiben algunos productos audiovisuales del imperio me pone de los nervios.
Yo, cuando tenía diecinueve años, llegaba un viernes por la noche, me bebía el agua de los floreros y al día siguiente estaba como una rosa. Encima, llegando al alba a mi casa. Dormía unas pocas horas, y a la noche siguiente estaba en perfecto estado de revista y presentable otra vez para una nueva juerga.
Ahora me bebo medio florero, llego a las cuatro y no me recupero en todo el día. Además, ayer estuve bailando un merengue con mi chavala (¡Sólo uno!) y tengo unas agujetas en mis voluminosos gemelos que me están matando. Menos mal que no me hizo caso y no nos arrancamos a bailar un hustle. Ayer, con los copazos que llevaba encima, tenía muchas ganas de emular a John Travolta en fiebre del sábado noche, pero mi mujer me disuadió de hacerlo, pese a mis histriónicas súplicas. Si sobria ya es más sensata que yo, imagináos estando borracho.
Ayer no debí portarme muy mal porque hoy mi chica no está enfadada conmigo. Confieso que anteriores juergas algunas riñas me costaron; es que he desarrollado una habilidad más o menos existosa: simular que estoy sobrio cuando estoy "en pedo" como diría mi amigo Sonofotlon; aunque creo que por tal simulación nunca me darían el Oscar.
¡Cómo me duele la cabeza! Debe ser ese maldito licor de coco con piña, que está ahora de moda, que me pedí para ver cómo sabía. Bueno, eso y la cerveza, el vino, el ron con cola, y el whisky y... ya no me acuerdo de más de lo que bebí.
Bueno, creo que era algo más de medio florero.
sábado, abril 21, 2007
Tengo yo un amigo que es ingenioso metiéndose con la gente, pero sus bromas son demasiado hirientes. En el grupo todos éramos objeto de sus puyas y gustaba quedar bien ante las chicas haciéndonos a uno de nosotros objeto de su pimpampum verbal. Había veces que sus bromas eran vitriólicas a más no poder y no sentaban bien, pero no iba a dejar de hacerlas; al fin de al cabo, el darwinismo social montado encima de la burla más cruel le beneficiaba porque le hacía atractivo según para quien.
Los hombres somos violentos, qué duda cabe. Cuando voy al zoo, con los animales con los que más me paro es con los monos de culo rojo. No me paro con las sorprendentes y pacíficas jirafas, ni con los nobles aunque fieros leones; me paro con los monos del culo rojo, porque considero que con sus tretas y puyas, con su lascivia, son los seres más parecidos a nosotros. En los escudos heráldicos hay muchos leones. Pero si hay un animal que nos define, es esa clase de mono. Debería ser el animal que más debiera aparecer en los escudos.
Como los monos del culo rojo, mi amigo es muy peludo, y claro, hubo alguien de la pandilla que vio una buena posibilidad de contrarrestar sus burlas despiadadas. En otros tiempos, ser peludo era señal de belleza masculina; recuérdese el refrán: el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso.
Pero desde no hace mucho, en la tele empezaron a salir modelos masculinos totalmente imberbes. Se empezaron a dar anuncios de clínicas en los cuales se veía a hombres haciéndose la fotodepilación. Lo que en su día fue una ventaja social se transformó para nuestro amigo en un martirio. Hubo un primero que le llamó mono y después fueron todos. Era mucha la bilis que había generado en los demás, tenía demasiadas cuentas pendientes. Hizo verdad aquello de quien a hierro mata, a hierro muere.
Alguna vez, de las pocas veces que he hablado en serio con él, me ha dicho que cree firmemente que la vida o agredes o te agreden. Es verdad amigo, pero también es verdad que nunca se sabe cuándo va a salir a la luz tu punto flaco, así que mejor no agredir mucho.
Llegó el verano y la pandilla hicimos una excursión. Mi amigo apareció con camiseta sin mangas y un pantalón corto. La risa esta vez fue más fuerte que en otras ocasiones. No era por ver al viento sus peludas pantorrillas y sus no menos velludos hombros. Al contrario. Fue porque sus piernas, otrora velludas, ahora aparecían totalmente lisas, como si mi amigo fuera un niño de San Ildefonso. Sus hombros estaban lisos y sonrosados como los de Gwineth Paltrow en una entrega de los Oscar. Mi amigo, que tantas veces humilló, fue ahora doblemente humillado. No pasó buen día en nuestra compañía, aunque aguantó las puyas con flema británica. Era eso o enemistarse para siempre con todos los presentes.
Dice el refranero que detrás de cada burla hay algo en serio. Mi amigo siempre nos decía que no nos tomáramos en serio sus comentarios que eran sólo bromas. Ya. ¿Pero por qué te depilaste?
¿Acaso no era broma que tenías mucho pelo?
Los hombres somos violentos, qué duda cabe. Cuando voy al zoo, con los animales con los que más me paro es con los monos de culo rojo. No me paro con las sorprendentes y pacíficas jirafas, ni con los nobles aunque fieros leones; me paro con los monos del culo rojo, porque considero que con sus tretas y puyas, con su lascivia, son los seres más parecidos a nosotros. En los escudos heráldicos hay muchos leones. Pero si hay un animal que nos define, es esa clase de mono. Debería ser el animal que más debiera aparecer en los escudos.
Como los monos del culo rojo, mi amigo es muy peludo, y claro, hubo alguien de la pandilla que vio una buena posibilidad de contrarrestar sus burlas despiadadas. En otros tiempos, ser peludo era señal de belleza masculina; recuérdese el refrán: el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso.
Pero desde no hace mucho, en la tele empezaron a salir modelos masculinos totalmente imberbes. Se empezaron a dar anuncios de clínicas en los cuales se veía a hombres haciéndose la fotodepilación. Lo que en su día fue una ventaja social se transformó para nuestro amigo en un martirio. Hubo un primero que le llamó mono y después fueron todos. Era mucha la bilis que había generado en los demás, tenía demasiadas cuentas pendientes. Hizo verdad aquello de quien a hierro mata, a hierro muere.
Alguna vez, de las pocas veces que he hablado en serio con él, me ha dicho que cree firmemente que la vida o agredes o te agreden. Es verdad amigo, pero también es verdad que nunca se sabe cuándo va a salir a la luz tu punto flaco, así que mejor no agredir mucho.
Llegó el verano y la pandilla hicimos una excursión. Mi amigo apareció con camiseta sin mangas y un pantalón corto. La risa esta vez fue más fuerte que en otras ocasiones. No era por ver al viento sus peludas pantorrillas y sus no menos velludos hombros. Al contrario. Fue porque sus piernas, otrora velludas, ahora aparecían totalmente lisas, como si mi amigo fuera un niño de San Ildefonso. Sus hombros estaban lisos y sonrosados como los de Gwineth Paltrow en una entrega de los Oscar. Mi amigo, que tantas veces humilló, fue ahora doblemente humillado. No pasó buen día en nuestra compañía, aunque aguantó las puyas con flema británica. Era eso o enemistarse para siempre con todos los presentes.
Dice el refranero que detrás de cada burla hay algo en serio. Mi amigo siempre nos decía que no nos tomáramos en serio sus comentarios que eran sólo bromas. Ya. ¿Pero por qué te depilaste?
¿Acaso no era broma que tenías mucho pelo?
viernes, abril 20, 2007
Estaban mis suegros dando un paseo tranquilamente por la calle. De repente, un proyectil salió de la nada. Era un balón, menos mal. Es una situación que se daba mucho en las ciudades antaño, y que ahora ocurre menos por eso del descenso de la natalidad. Normalmente, la cosa transcurría como sigue:
-Un anciano gruñón recibe un balonazo. Se queja a los chicos que le han tirado el balón, tildándoles a veces de sinvergüenzas que van sin cuidado. Los chicos recogen el balón entre disculpas y transcurridos unos breves instantes, reanudan el juego. Mientras, el anciano dolorido, se va lamentándose del impacto y ahí acababa la cosa.
Pero con mi suegro no fue así:
-Un septuagenario (no gruñón) recibe un balonazo. Dolorido, hace amago de cogerlo, casi instintivamente. En esto, se acercan dos chavales entre gritos e insultos al pobre agredido "porque les va a pinchar el balón". Le exigen la devolución del balón. El anciano pide explicaciones, pero los jóvenes, lejos de pedir perdón, se ponen en actitud ofensiva y preparada para la pelea. Ante esta situación, mis suegros optan por irse para evitar males mayores.
Cuando llegaron a casa, consternados, nos relataron los hechos, lo que dio lugar a un debate en la familia sobre qué es lo que está fallando en la educación a nuestros jóvenes. Alguien dice que lo que falla es que no hacen caso de las cosas que les dicen sus mayores, que no han aprendido valores éticos. Yo pienso que no. Ellos hacen exactamente lo que les inculca la sociedad:
-Ven en la tele adultos que se gritan e insultan, que van bien vestidos con ropas de marca porque su mala educación está muy bien remunerada.
-Ven en la tele películas en las cuales la gente va avasallando sin respeto, ya sea una película de ejecutivos agresivos o de pandillas juveniles.
-Ven en la tele que con la violencia se consigue éxito en la vida y que es la mejor forma de buscar soluciones.
-Ven en la tele películas con mutilaciones, torturas, ejecuciones de retorcido estilo. Además, el que las hace, normalmente se casa o se junta con la chica.
-Ven en la tele que jamás nadie pide perdón y en la series que sí lo hacen son pastelonas y malas, "para chicas".
En conclusión, yo creo firmemente que los jóvenes que dieron un balonazo a mis suegros sí que han aprendido lo que la sociedad les ha enseñado. De hecho, si fuera un examen práctico de conducta social y yo fuera su profesor, les pondría un diez; han actuado de acuerdo a los valores que han aprendido en la televisión y en la escuela, donde los triunfadores graban videos donde agreden a otros y los cuelgan en Internet.
A mí siempre me ha parecido mucho más perniciosa la violencia que la pornografía; sin embargo, siempre ha sido más fácil ver violencia. Realmente muy fácil ¿quién no ha visto pegar un tiro a alguien?¿Quién no ha visto cercenar un brazo con un hacha? ¿Acaso le han pedido disculpas a este último?
¿Cómo es posible que nos escandalicemos porque no nos piden perdón cuando nos agreden con un balón?
-Un anciano gruñón recibe un balonazo. Se queja a los chicos que le han tirado el balón, tildándoles a veces de sinvergüenzas que van sin cuidado. Los chicos recogen el balón entre disculpas y transcurridos unos breves instantes, reanudan el juego. Mientras, el anciano dolorido, se va lamentándose del impacto y ahí acababa la cosa.
Pero con mi suegro no fue así:
-Un septuagenario (no gruñón) recibe un balonazo. Dolorido, hace amago de cogerlo, casi instintivamente. En esto, se acercan dos chavales entre gritos e insultos al pobre agredido "porque les va a pinchar el balón". Le exigen la devolución del balón. El anciano pide explicaciones, pero los jóvenes, lejos de pedir perdón, se ponen en actitud ofensiva y preparada para la pelea. Ante esta situación, mis suegros optan por irse para evitar males mayores.
Cuando llegaron a casa, consternados, nos relataron los hechos, lo que dio lugar a un debate en la familia sobre qué es lo que está fallando en la educación a nuestros jóvenes. Alguien dice que lo que falla es que no hacen caso de las cosas que les dicen sus mayores, que no han aprendido valores éticos. Yo pienso que no. Ellos hacen exactamente lo que les inculca la sociedad:
-Ven en la tele adultos que se gritan e insultan, que van bien vestidos con ropas de marca porque su mala educación está muy bien remunerada.
-Ven en la tele películas en las cuales la gente va avasallando sin respeto, ya sea una película de ejecutivos agresivos o de pandillas juveniles.
-Ven en la tele que con la violencia se consigue éxito en la vida y que es la mejor forma de buscar soluciones.
-Ven en la tele películas con mutilaciones, torturas, ejecuciones de retorcido estilo. Además, el que las hace, normalmente se casa o se junta con la chica.
-Ven en la tele que jamás nadie pide perdón y en la series que sí lo hacen son pastelonas y malas, "para chicas".
En conclusión, yo creo firmemente que los jóvenes que dieron un balonazo a mis suegros sí que han aprendido lo que la sociedad les ha enseñado. De hecho, si fuera un examen práctico de conducta social y yo fuera su profesor, les pondría un diez; han actuado de acuerdo a los valores que han aprendido en la televisión y en la escuela, donde los triunfadores graban videos donde agreden a otros y los cuelgan en Internet.
A mí siempre me ha parecido mucho más perniciosa la violencia que la pornografía; sin embargo, siempre ha sido más fácil ver violencia. Realmente muy fácil ¿quién no ha visto pegar un tiro a alguien?¿Quién no ha visto cercenar un brazo con un hacha? ¿Acaso le han pedido disculpas a este último?
¿Cómo es posible que nos escandalicemos porque no nos piden perdón cuando nos agreden con un balón?
jueves, abril 19, 2007
Hace unos pocos meses, unos medios de comunicación, con nulos conocimientos en química por lo que se vio después, soltaron el bulo de que los islamistas acusados de preparar el 11-M estaban relacionados con los etarras, porque ambos grupos tenían la costumbre de usar ácido bórico, al parecer, para la creación de explosivos. Se consultó con expertos en sustancias como ésta, y según ellos, el uso de ácido bórico tiene más éxito eliminando el olor de los pies o cucarachas que su utilización en la fabricación de explosivos.
Por consiguiente, lo único que demostraba esto, es que etarras y terroristas de al qaeda tenían el mismo interés por cuidar su higiene personal y del hogar.
Sin embargo, el periodismo más sensacionalista de este país puso el grito en el cielo, pues con el ánimo de salvaguardar el honor maltrecho del anterior gobierno conservador, se inventó una teoría sobre una conspiración entre terrorismo islámico y terrorismo etarra... ¡Con la complicidad de los propios cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado español! Creer una cosa así era demencial.
Sin embargo, durante meses, cuando me conectaba a Internet, vi en los foros sobre política que había gente que daba crédito a tan absurda teoría; pensé que el mundo se había vuelto loco. Confieso que empecé a elucubrar en qué idioma hablarían los terroristas islámicos y los terroristas vascos entre ellos. De los últimos me imaginaba que se negarían hablar en español. Suponiendo que ese fuera el único idioma occidental que entendiesen los de alqaeda...
¿Cómo le diría, usando el lenguaje de las señas, un vasco a un musulmán, que lo mejor para hacer una buena bomba es emplear ácido bórico?
En fin, gracias a sus mentiras, los propagadores de tan absurda teoría incrementaron su audiencia en radio y la venta de periódicos en prensa. La engañifa salió muy bien: por un lado daba alas y esperanza al grupúsculo más ultra del sector conservador de la sociedad española (el sector conservador moderado e inteligente nada de esto se creyó, sírvase como ejemplo el honroso y monárquico diario ABC, que nunca dio pábulo a esas teorías) y por otro lado se hacía una buena campaña de lavado de imagen de los
líderes de la derecha de este país.
Sin embargo, estos últimos ya pagaron en su día sus engaños para permanecer en el gobierno. Yo me pregunto: ¿Cuándo pagarán esos periodistas que intentaron maliciosamente y durante meses el engañar a todo el pueblo español? Me da rabia que, escudándose en la libertad de prensa, nos hayan intentado engañar a todos, y de hecho lo han conseguido hacer a una buena parte de la población. No me parece justo esa patente de corso que tienen estos perversos plumillas.
Si todos pagamos por nuestros engaños, más deben pagar los que tienen la especial función de dar información veraz; no entiendo cómo siguen de rositas y llenándose los bolsillos de dinero.
Parece ser que la prensa tradicional pierde lectores frente a Internet. Es lógico, cada vez somos más los que tenemos la sensación de que no es razonable dar dinero por mentiras. Ya está bien. Quiero que al abrir un periódico, sea de la ideología que sea, no me mienta. Ahora tengo la sensación de que su servidumbre no es hacia mí como lector, sino para una oscura junta de accionista que me quiere bien manipulado.
La prensa actual está matando al ciudadano. Contribuye a transformarlo en lacayo, en súbdito. Si no, no insultarían tanto a nuestra inteligencia.
Qué cerca están las utopías negativas de Aldous Huxley y George Orwell. Cuánto te equivocaste, George, tu 1984 no vendría a través del comunismo. Lo está trayendo el capitalismo. A marchas forzadas y con tinta negra.
Por consiguiente, lo único que demostraba esto, es que etarras y terroristas de al qaeda tenían el mismo interés por cuidar su higiene personal y del hogar.
Sin embargo, el periodismo más sensacionalista de este país puso el grito en el cielo, pues con el ánimo de salvaguardar el honor maltrecho del anterior gobierno conservador, se inventó una teoría sobre una conspiración entre terrorismo islámico y terrorismo etarra... ¡Con la complicidad de los propios cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado español! Creer una cosa así era demencial.
Sin embargo, durante meses, cuando me conectaba a Internet, vi en los foros sobre política que había gente que daba crédito a tan absurda teoría; pensé que el mundo se había vuelto loco. Confieso que empecé a elucubrar en qué idioma hablarían los terroristas islámicos y los terroristas vascos entre ellos. De los últimos me imaginaba que se negarían hablar en español. Suponiendo que ese fuera el único idioma occidental que entendiesen los de alqaeda...
¿Cómo le diría, usando el lenguaje de las señas, un vasco a un musulmán, que lo mejor para hacer una buena bomba es emplear ácido bórico?
En fin, gracias a sus mentiras, los propagadores de tan absurda teoría incrementaron su audiencia en radio y la venta de periódicos en prensa. La engañifa salió muy bien: por un lado daba alas y esperanza al grupúsculo más ultra del sector conservador de la sociedad española (el sector conservador moderado e inteligente nada de esto se creyó, sírvase como ejemplo el honroso y monárquico diario ABC, que nunca dio pábulo a esas teorías) y por otro lado se hacía una buena campaña de lavado de imagen de los
líderes de la derecha de este país.
Sin embargo, estos últimos ya pagaron en su día sus engaños para permanecer en el gobierno. Yo me pregunto: ¿Cuándo pagarán esos periodistas que intentaron maliciosamente y durante meses el engañar a todo el pueblo español? Me da rabia que, escudándose en la libertad de prensa, nos hayan intentado engañar a todos, y de hecho lo han conseguido hacer a una buena parte de la población. No me parece justo esa patente de corso que tienen estos perversos plumillas.
Si todos pagamos por nuestros engaños, más deben pagar los que tienen la especial función de dar información veraz; no entiendo cómo siguen de rositas y llenándose los bolsillos de dinero.
Parece ser que la prensa tradicional pierde lectores frente a Internet. Es lógico, cada vez somos más los que tenemos la sensación de que no es razonable dar dinero por mentiras. Ya está bien. Quiero que al abrir un periódico, sea de la ideología que sea, no me mienta. Ahora tengo la sensación de que su servidumbre no es hacia mí como lector, sino para una oscura junta de accionista que me quiere bien manipulado.
La prensa actual está matando al ciudadano. Contribuye a transformarlo en lacayo, en súbdito. Si no, no insultarían tanto a nuestra inteligencia.
Qué cerca están las utopías negativas de Aldous Huxley y George Orwell. Cuánto te equivocaste, George, tu 1984 no vendría a través del comunismo. Lo está trayendo el capitalismo. A marchas forzadas y con tinta negra.
miércoles, abril 18, 2007
No sé si será igual en otros países, pero en el mío, si hay una mala costumbre, es la de recurrir al insulto y al escarnio con una facilidad pasmosa: la prueba es encender la tele o la radio, y ver que en cualquier programa o tertulia basura, la gente insulta con una alegría que en otros tiempos hubiera costado un duelo con armas de fuego.
La prueba más fehaciente, es que cuando a alguien le sucede algo bueno, se suele decir algo así: "¡qué hijoputa!" Visto desde fuera, parece que el que lo dice no se alegra del la buena suerte del otro, sino que le envidia y recurre al escarnecimiento por no poder compartir su suerte.
No es infrecuente oír en los institutos de mi país frases tan poco dignas como: "Me follo a tu/vuestras madre/s" que a mí todavía me causan dentera. El sujeto afectado tiene dos opciones: o liarse a puñetazos con el ofensor u ofensores, o restar hierro a tan fuertes palabras, y creedme que tal vez ésta sea la mejor opción, porque tan extendido está tan
feas palabras, que si un pobre alumno tuviera que lavar el honor de una madre cuando se las dicen, acabaría todos los días hecho unos zorros por muy fuerte y bien plantado que fuese.
Decía Hemingway en su libro "Por quién doblan las campanas" que no había idioma como el español para las palabrotas. Aquí se puede ofender de mil maneras posibles, y no es otra cosa que una prueba de nuestro pasado violento, que abarca tambiénla tradición oral.
Os podría dar aquí un gran catálogo de insultos en español, pero me vais a permitir que recurra a vuestra imaginación.
Seguro que la ofensa que penséis a partir de ahora, por muy imaginativa y original que os parezca, la ha inventado antes un español.
Perdón por estas terribles aportaciones a la humanidad y a la Historia Universal de la infamia.
No somos nada refinados, de acuerdo. En el fondo es lo que pasa con los que han tenido imperios, como nos sucedió a nosotros, como les sucede a los norteamericanos.
Se necesita gente bárbara para apuntalar un imperio.
Todo empieza en cómo tratas al vecino.
La prueba más fehaciente, es que cuando a alguien le sucede algo bueno, se suele decir algo así: "¡qué hijoputa!" Visto desde fuera, parece que el que lo dice no se alegra del la buena suerte del otro, sino que le envidia y recurre al escarnecimiento por no poder compartir su suerte.
No es infrecuente oír en los institutos de mi país frases tan poco dignas como: "Me follo a tu/vuestras madre/s" que a mí todavía me causan dentera. El sujeto afectado tiene dos opciones: o liarse a puñetazos con el ofensor u ofensores, o restar hierro a tan fuertes palabras, y creedme que tal vez ésta sea la mejor opción, porque tan extendido está tan
feas palabras, que si un pobre alumno tuviera que lavar el honor de una madre cuando se las dicen, acabaría todos los días hecho unos zorros por muy fuerte y bien plantado que fuese.
Decía Hemingway en su libro "Por quién doblan las campanas" que no había idioma como el español para las palabrotas. Aquí se puede ofender de mil maneras posibles, y no es otra cosa que una prueba de nuestro pasado violento, que abarca tambiénla tradición oral.
Os podría dar aquí un gran catálogo de insultos en español, pero me vais a permitir que recurra a vuestra imaginación.
Seguro que la ofensa que penséis a partir de ahora, por muy imaginativa y original que os parezca, la ha inventado antes un español.
Perdón por estas terribles aportaciones a la humanidad y a la Historia Universal de la infamia.
No somos nada refinados, de acuerdo. En el fondo es lo que pasa con los que han tenido imperios, como nos sucedió a nosotros, como les sucede a los norteamericanos.
Se necesita gente bárbara para apuntalar un imperio.
Todo empieza en cómo tratas al vecino.
martes, abril 17, 2007
Tengo un amigo que está un poco harto de su curro. Trabaja en una subcontrata de una subcontrata que a su vez es contratada por la Comunidad de Madrid. Su sueldo, por una jornada completa, no llega a los setecientos euros, una barbaridad, como podéis ver. No sabe si es mejor el darse con un canto en los dientes.
Están con él compañeros que ganan lo mismo que él, es decir, que trabajan como mulas para poder llevarse a casa tan exigua nómina. Pero tiene dos compañeras que, además, tienen la vaga ilusión de que pueden prosperar en la empresa, cuando, según lo que me ha contado él, la prosperidad que les puede llegar es trasladarles a un sitio que esté más cerca de casa y ganar setecientos euros. Ahí es nada.
Pero toda subcontrata debe tener una buena zanahoria para sus empleados: "es posible que nos den más proyectos", les dice su jefa. La experiencia nos dice que, de venir más proyectos, serán otros trabajadores los que los hagan, por setecientos euros al mes, más un poquito de lo que suba el coste de la vida.
Pero dentro de lo malo, mi amigo está contento; al menos, este año tiene curro y tendrá vacaciones, eso sí, sin paga extraordinaria; no como otros años, que le ha tocado el premio de que le contraten por el mes de agosto.
Y sería todavía mejor si no tuviera a dos compañeras que, pasándose por lo del arco del triunfo lo de la fraternidad y la igualdad, hacen todo lo que pueden para fastidiarle la vida a él y a otros compañeros. Dice el refranero que la esperanza es lo último que se pierde, y ellas no han perdido la esperanza en, quién sabe, en ganar setecientos euros "en los nuevos proyectos de la empresa"; o en ganar la magnífica cantidad de ¡novecientos euros! Por ser supervisoras que estresen lo suficiente a los setecientoseuristas para sacar la producción.
Tal vez por ello, ellas hacen todo lo posible por estar muy bien posicionadas en esto de la competitividad de baja estofa.
Una vez, en uno de mis trabajos temporales, conocí a alguien que era como ellas; hablaba mal ante los jefes de los compañeros, hacía la vida imposible a todas las personas con las que le tocaba trabajar y siempre tuvo la esperanza de ser de los elegidos a los que hicieran el soñado contrato fijo. Por supuesto, nada de eso sucedió y su maquiavelismo absurdo de nada le sirvió para librarse de las colas del INEM.
En una entrada anterior dije que estamos viviendo tiempos diferentes que la generación que nos precede: ellos, efectivamente, entraban desde lo más bajo en una empresa, y con el tiempo y un poco de suerte lograban tener una posición económica mejor y un puesto de trabajo mejor dentro de la empresa. Ahora no sucede nada de eso. Más o menos cada año o cada campaña, se sustituyen unos obreros por otros, de tal manera que el progreso personal de cada uno queda totalmente imposibilitado.
Mi amigo calla y hace su trabajo. Resiste como puede los envites de esas dos malas compañeras y su esperanza es la de poder estar el mayor tiempo posible en la empresa, aunque sabe que los días están contados, ya no hace caso de la zanahoria que le ponen en la frente.
De la posibilidad de que le suban su injustificable sueldo, de una mejora general de sus condiciones laborales, ni se lo plantea. Sabe que necesitaría, para que eso sucediese, que incluso las harpías se uniesen con él y con todo los demás; pero las harpías están ocupadas.
Están ocupadas de darse un tortazo con su propio individualismo.
Están con él compañeros que ganan lo mismo que él, es decir, que trabajan como mulas para poder llevarse a casa tan exigua nómina. Pero tiene dos compañeras que, además, tienen la vaga ilusión de que pueden prosperar en la empresa, cuando, según lo que me ha contado él, la prosperidad que les puede llegar es trasladarles a un sitio que esté más cerca de casa y ganar setecientos euros. Ahí es nada.
Pero toda subcontrata debe tener una buena zanahoria para sus empleados: "es posible que nos den más proyectos", les dice su jefa. La experiencia nos dice que, de venir más proyectos, serán otros trabajadores los que los hagan, por setecientos euros al mes, más un poquito de lo que suba el coste de la vida.
Pero dentro de lo malo, mi amigo está contento; al menos, este año tiene curro y tendrá vacaciones, eso sí, sin paga extraordinaria; no como otros años, que le ha tocado el premio de que le contraten por el mes de agosto.
Y sería todavía mejor si no tuviera a dos compañeras que, pasándose por lo del arco del triunfo lo de la fraternidad y la igualdad, hacen todo lo que pueden para fastidiarle la vida a él y a otros compañeros. Dice el refranero que la esperanza es lo último que se pierde, y ellas no han perdido la esperanza en, quién sabe, en ganar setecientos euros "en los nuevos proyectos de la empresa"; o en ganar la magnífica cantidad de ¡novecientos euros! Por ser supervisoras que estresen lo suficiente a los setecientoseuristas para sacar la producción.
Tal vez por ello, ellas hacen todo lo posible por estar muy bien posicionadas en esto de la competitividad de baja estofa.
Una vez, en uno de mis trabajos temporales, conocí a alguien que era como ellas; hablaba mal ante los jefes de los compañeros, hacía la vida imposible a todas las personas con las que le tocaba trabajar y siempre tuvo la esperanza de ser de los elegidos a los que hicieran el soñado contrato fijo. Por supuesto, nada de eso sucedió y su maquiavelismo absurdo de nada le sirvió para librarse de las colas del INEM.
En una entrada anterior dije que estamos viviendo tiempos diferentes que la generación que nos precede: ellos, efectivamente, entraban desde lo más bajo en una empresa, y con el tiempo y un poco de suerte lograban tener una posición económica mejor y un puesto de trabajo mejor dentro de la empresa. Ahora no sucede nada de eso. Más o menos cada año o cada campaña, se sustituyen unos obreros por otros, de tal manera que el progreso personal de cada uno queda totalmente imposibilitado.
Mi amigo calla y hace su trabajo. Resiste como puede los envites de esas dos malas compañeras y su esperanza es la de poder estar el mayor tiempo posible en la empresa, aunque sabe que los días están contados, ya no hace caso de la zanahoria que le ponen en la frente.
De la posibilidad de que le suban su injustificable sueldo, de una mejora general de sus condiciones laborales, ni se lo plantea. Sabe que necesitaría, para que eso sucediese, que incluso las harpías se uniesen con él y con todo los demás; pero las harpías están ocupadas.
Están ocupadas de darse un tortazo con su propio individualismo.
lunes, abril 16, 2007
La gente no te comprende: Tú tienes una novia a la que quieres una barbaridad, pero mucho, mucho. Además, manejas un cotarro importantísimo, el Banco Mundial. La quieres tanto que decides, en prueba de tu amor eterno, concederle un puestazo increíble con un sueldo más increíble todavía. Es lógico, tenéis que empezar una vida en común y los pisos están muy caros. Además, la casa Mercedes acaba de sacar un nuevo coupé y con algo hay que pagarlo. Seamos lógicos: nadie en su sano juicio, siendo el jefe, no pondría a su novia en un puestazo. Sería de tontos el no hacerlo.
Nunca has sido el más popular del barrio, pues eres un tío raro: te han visto chupar un peine para arreglarte ese flequillo pasado de moda que llevas; te han visto, al quitarte los zapatos, unos tomates impresentables en los calcetines (vamos, hombre, con el dineral que has ganado siempre, y no tienes para comprarte unos buenos calcetines); por si fuera poco, no eres agraciado físicamente, y das la pinta de ser uno de esos excéntricos que pasan por la vida cuyo pecado no es ser raros, pero sí el ser malas personas.
Si se piensa fríamente, es lógico lo que haces, con las dificultades que has tenido para ligar siempre, hasta que empezaste a tener, como premio a tu servidumbre, esos puestazos reservados a unos pocos mortales. De hecho, eres de esa clase de hombres con la suerte de estar agraciados por la erótica del poder, y si eres un poco lúcido, sabes que sin ella, difícilmente podrías tener a esa mujer a tu lado, que estando con un elemento de tu calaña, no demuestra otra cosa que una ambición inconmensurable.
Eres un enclenque y un cobarde, pero en el barrio siempre has estado con el más fuertote. Fuiste uno de los promotores de una buena carnicería, y sabes que la policía jamás os tocará un pelo por ello, (yo tampoco tocaría el tuyo, lleno de babas como está), sin embargo, vais por el mundo nadando en dinero y en el respeto que no os merecéis. Demostráis la falsedad de ese aforismo de que el bien siempre triunfa.
En fin, ahora estás crecido porque tus amigotes de la banda te respaldan. Sabes que si no fuera así, si en el mundo hubiera justicia, lo de menos es que dimitieras por esta última corrupción. Tienes un crimen aún mayor, pero todavía tienes quien te defienda.
Si Dios no lo remedia, morirás en tu cama, en tu casa. Con tu novia.
Nunca has sido el más popular del barrio, pues eres un tío raro: te han visto chupar un peine para arreglarte ese flequillo pasado de moda que llevas; te han visto, al quitarte los zapatos, unos tomates impresentables en los calcetines (vamos, hombre, con el dineral que has ganado siempre, y no tienes para comprarte unos buenos calcetines); por si fuera poco, no eres agraciado físicamente, y das la pinta de ser uno de esos excéntricos que pasan por la vida cuyo pecado no es ser raros, pero sí el ser malas personas.
Si se piensa fríamente, es lógico lo que haces, con las dificultades que has tenido para ligar siempre, hasta que empezaste a tener, como premio a tu servidumbre, esos puestazos reservados a unos pocos mortales. De hecho, eres de esa clase de hombres con la suerte de estar agraciados por la erótica del poder, y si eres un poco lúcido, sabes que sin ella, difícilmente podrías tener a esa mujer a tu lado, que estando con un elemento de tu calaña, no demuestra otra cosa que una ambición inconmensurable.
Eres un enclenque y un cobarde, pero en el barrio siempre has estado con el más fuertote. Fuiste uno de los promotores de una buena carnicería, y sabes que la policía jamás os tocará un pelo por ello, (yo tampoco tocaría el tuyo, lleno de babas como está), sin embargo, vais por el mundo nadando en dinero y en el respeto que no os merecéis. Demostráis la falsedad de ese aforismo de que el bien siempre triunfa.
En fin, ahora estás crecido porque tus amigotes de la banda te respaldan. Sabes que si no fuera así, si en el mundo hubiera justicia, lo de menos es que dimitieras por esta última corrupción. Tienes un crimen aún mayor, pero todavía tienes quien te defienda.
Si Dios no lo remedia, morirás en tu cama, en tu casa. Con tu novia.
domingo, abril 15, 2007
Hace unos pocos años, suficientes para asustarme por lo rápido que pasa el tiempo, estaba trabajando por cuatro duros como vendedor en un gran centro comercial y quería cambiar cuanto antes a un trabajo mejor remunerado. Vivía con mis padres todavía, y ya era cercano el salto para vivir independizado con mi chica, con lo que necesitaba más dinero que el que me daban en esos grandes almacenes de cuyo nombre no debería acordarse nadie a la hora de hacer sus compras.
Mi vida estaba, como ahora, en un momento de incertidumbre, de miedo por un futuro incierto. Pero sonó el teléfono. Me llamaban de una Universidad madrileña pública. Me ofrecían un contrato de auxiliar administrativo, por tiempo indeterminado. Dudé por unos instantes, pues donde estaba entonces sí ofrecían ciertas garantías de estabilidad, aunque con sueldo de miseria. Qué demonios, merecía la pena arriesgarse.
Salí por la puerta grande del supermercado. Cuando vi los emolumentos en mi contrato lo que me iba a pagar mensualmente la Universidad, aunque eran también modestos, no eran miserables como los del centro comercial. Supe que no me había equivocado. Esa tarde de junio fui feliz, y para celebrarlo, me fui a merendar a una cafetería. Me comí un sandwich mixto con huevo. Una celebración modesta, pero suficiente para lo que me había ocurrido.
A medida que fue transcurriendo el tiempo, y en la universidad me hizo uno, dos, tres, hasta cuatro contratos, en las cafeterías de los campus comí muchos mixtos con huevo. Me encantaban. Era el sabor de haber conseguido mi parcelita en el mundo. Era absolutamente maravillosos, ese pan crujiente, ese queso derretido, el jamón york caliente, ese huevo... Era el sabor de la victoria.
Los años, por desgracia, pasan muy pronto, y yo me comía los mixtos con huevo demasiado deprisa. Mi chica siempre me regaña por comer demasiado deprisa, por no saborear la comida. A veces pienso que debería haberme comido los mixtos con huevo con más calma, más pausadamente. Sabe Dios cuándo podré saborear con calma y en paz otra vez un sandwich mixto con huevo.
Se acabó mi tiempo como trabajador en la universidad y ya no volví a saborear los mixtos con huevo de sus cafeterías. Una pena, perdonad por mi lamento.
Esta noche soñé que salía por las calles de mi ciudad una tarde, a buscar una cafetería para poder saborear un mixto con huevo. Entré en varias, y en unas no tenían pan y en otras o les faltaba el jamón york o el queso. El sueño terminó cuando valoraba la posibilidad de en lugar de merendarme un sandwich, comerme un donuts.
Entonces, me desperté preguntándome qué demonios tendrán que ver Sigmund Freud y los sandwich mixtos con huevo.
Qué cosa más absurda, ¿Verdad?
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sobre los sandwich mixtos con huevo
sábado, abril 14, 2007
Hoy es sábado. Salid. Disfrutad de vuestras parejas. Salid, en caso de no tener una, a buscarla. Es primavera. Es verdad que es tiempo para amar.
Hoy he llevado mi chica a un parque precioso, en un paseo romántico. Hemos recordado nuestro tiempo de novios, he recordado que soy feliz, aunque a veces se me olvide ser feliz.
Hemos visto la naturaleza en su esplendor. He tenido esperanza de tener muchas más primaveras, esperanza porque esas primaveras las vean mis hijos. He visto ánades y sus polluelos. Nos hemos sentado en el césped y me he sentido muy bien.
Hemos tomado una cerveza en una terraza. He disfrutado de los rayos de sol cayendo en mi cara, me he relamido de puro gusto la espuma que quedaba en mi bigote.
Te equivocaste por muy poco, mi querido Guillén: a veces y sólo a veces el mundo está bien hecho.
El paisaje a veces se te muestra sonriente, y estás más predispuesto a ser feliz.
Siempre quiero quedarme en mi casa, pero no está mal, de vez en cuando, acudir al locus amoenus.
Si venís en primavera a Madrid, no dejéis de acudir al jardín del Capricho, cerca de la Alameda de Osuna.
Hoy he llevado mi chica a un parque precioso, en un paseo romántico. Hemos recordado nuestro tiempo de novios, he recordado que soy feliz, aunque a veces se me olvide ser feliz.
Hemos visto la naturaleza en su esplendor. He tenido esperanza de tener muchas más primaveras, esperanza porque esas primaveras las vean mis hijos. He visto ánades y sus polluelos. Nos hemos sentado en el césped y me he sentido muy bien.
Hemos tomado una cerveza en una terraza. He disfrutado de los rayos de sol cayendo en mi cara, me he relamido de puro gusto la espuma que quedaba en mi bigote.
Te equivocaste por muy poco, mi querido Guillén: a veces y sólo a veces el mundo está bien hecho.
El paisaje a veces se te muestra sonriente, y estás más predispuesto a ser feliz.
Siempre quiero quedarme en mi casa, pero no está mal, de vez en cuando, acudir al locus amoenus.
Si venís en primavera a Madrid, no dejéis de acudir al jardín del Capricho, cerca de la Alameda de Osuna.
viernes, abril 13, 2007
Hoy, contraviniendo mi costumbre, encendí la tele mientras desayunaba. Zapeé un poco, y comprobé en un vistazo rápido que las cadenas generalistas ocupan esa franja horaria en tertulias, en las cuales gente que ocupa la franja de edad del poder, es decir, los que tienen cincuenta años o un poco más, hablan de los eventos consuetudinarios y no consuetudinarios, que diría Machado. Son forjadores de opinión. Influyen con sus ideas en el destino del país. Son todos políticos o periodistas de renombre. Hay una única persona que tiene una edad cercana a la mía, el escritor Juan Manuel de Prada, que siempre se preocupó en parecer algo más mayor de lo que en realidad es, no sé si por conseguir su parcelita entre los que manejan el cotarro. No le reprocho su actitud; Juan Manuel de Prada siempre me cayó bien y cada cual se salva como puede. Ya en su día, Felipe González se hizo pintar canas en las patillas para parecer mayor.
En cuanto a los periodistas y políticos que veo, les brillan las canas naturales con los focos y se nota que llevan tiempo mandando becarios en las redacciones y departamentos. Hace unos veinte años, cuando muchos de ellos tenían mi edad o incluso la de los becarios, ya estaban partiendo el bacalao en puestos de responsabilidad.
Espido Freire expresó muy bien en su libro sobre los mileuristas que la del 68 es una generación que van a tardar en soltar el poder. Les ponía como una generación agresiva. En un blog de bastante calidad, la página definitiva, les ponía aún peor: que era la generación que por primera vez iba a dejar a la siguiente con un status quo peor al que ellos se encontraron. En fin, yo digo que la culpa no es tanto de ellos como de nuestra propia mansedumbre, por otra parte, inducida por ellos, tan agresivos como son.
No lo sé; por de pronto, ya no tenemos, como ellos, un contrato fijo, y con ello se nos corta la posibilidad de ascender desde lo más bajo a lo más alto en una empresa. Nuestras hipotecas son más largas y más costosas que las de ellos, ni nos plantearemos, como muchos de ellos, el cambiar nuestro piso por otro más grande o un chalet. Y, por supuesto, ya podemos relegar al mundo de las ideas lo de tener una residencia en la playa, cosa que por otro lado no está mal, por lo hormigonado que está nuestro litoral.
Ellos se defienden como saben, es decir, machacando al contrario: "Os morís de hambre en una panadería""Lo tenéis todo hecho y por eso no lucháis por nada""Yo, a tu edad me levantaba a las cinco de la mañana""Vosotros no habéis vivido el franquismo, no sabéis verdaderamente lo que es la falta de libertad""A vosotros os lo han dado todo hecho" Frases de este estilo las hemos estado escuchando toda la vida, como si nosotros hubiéramos tenido la culpa de haber nacido en mejores condiciones que ellos, como si nosotros tuviéramos que pedirles perdón por existir.
Lo que sucede es que en el fondo no se ha producido la lucha generacional que se da en todas las épocas. Ellos, como padres, nos provocan, y nosotros, en contra de nuestro deber de hijos, no respondemos, no les exigimos el relevo. Por eso, esta mañana, cuando he encendido la tele, no he visto más que a cincuentones opinando sobre el destino del país, más una sola excepción. Yo estaba de espectador y me sentía un poco triste, porque sabía que mi opinión valía tanto o más que la de ellos, y por ese motivo la estoy poniendo aquí.
En este país se dará la paradoja en un futuro no muy lejano en que los pensionistas tendrán mejor paga que los propios trabajadores. Es un tema que ya está trayendo a de cabeza a los grandes economistas, cincuentones por cierto. Yo les propongo una solución, así a vuela pluma: que aumenten los salarios de los que tienen de treinta y cinco años para abajo, con contrato fijo por supuesto, para así poder cotizar lo suficiente para que tener para todos.
Tenemos que mover ficha, no nos queda otra. Ellos lo hicieron muy bien. Estos últimos treinta años han sido, en términos de bienestar, los mejores que nunca ha tenido España. Mi temor es que no nos toque a nosotros conducir el coche en cuesta abajo y sin frenos, todo porque a ellos se les olvidó hacer la revisión.
¿O se lo teníamos que haber hecho nosotros?
En cuanto a los periodistas y políticos que veo, les brillan las canas naturales con los focos y se nota que llevan tiempo mandando becarios en las redacciones y departamentos. Hace unos veinte años, cuando muchos de ellos tenían mi edad o incluso la de los becarios, ya estaban partiendo el bacalao en puestos de responsabilidad.
Espido Freire expresó muy bien en su libro sobre los mileuristas que la del 68 es una generación que van a tardar en soltar el poder. Les ponía como una generación agresiva. En un blog de bastante calidad, la página definitiva, les ponía aún peor: que era la generación que por primera vez iba a dejar a la siguiente con un status quo peor al que ellos se encontraron. En fin, yo digo que la culpa no es tanto de ellos como de nuestra propia mansedumbre, por otra parte, inducida por ellos, tan agresivos como son.
No lo sé; por de pronto, ya no tenemos, como ellos, un contrato fijo, y con ello se nos corta la posibilidad de ascender desde lo más bajo a lo más alto en una empresa. Nuestras hipotecas son más largas y más costosas que las de ellos, ni nos plantearemos, como muchos de ellos, el cambiar nuestro piso por otro más grande o un chalet. Y, por supuesto, ya podemos relegar al mundo de las ideas lo de tener una residencia en la playa, cosa que por otro lado no está mal, por lo hormigonado que está nuestro litoral.
Ellos se defienden como saben, es decir, machacando al contrario: "Os morís de hambre en una panadería""Lo tenéis todo hecho y por eso no lucháis por nada""Yo, a tu edad me levantaba a las cinco de la mañana""Vosotros no habéis vivido el franquismo, no sabéis verdaderamente lo que es la falta de libertad""A vosotros os lo han dado todo hecho" Frases de este estilo las hemos estado escuchando toda la vida, como si nosotros hubiéramos tenido la culpa de haber nacido en mejores condiciones que ellos, como si nosotros tuviéramos que pedirles perdón por existir.
Lo que sucede es que en el fondo no se ha producido la lucha generacional que se da en todas las épocas. Ellos, como padres, nos provocan, y nosotros, en contra de nuestro deber de hijos, no respondemos, no les exigimos el relevo. Por eso, esta mañana, cuando he encendido la tele, no he visto más que a cincuentones opinando sobre el destino del país, más una sola excepción. Yo estaba de espectador y me sentía un poco triste, porque sabía que mi opinión valía tanto o más que la de ellos, y por ese motivo la estoy poniendo aquí.
En este país se dará la paradoja en un futuro no muy lejano en que los pensionistas tendrán mejor paga que los propios trabajadores. Es un tema que ya está trayendo a de cabeza a los grandes economistas, cincuentones por cierto. Yo les propongo una solución, así a vuela pluma: que aumenten los salarios de los que tienen de treinta y cinco años para abajo, con contrato fijo por supuesto, para así poder cotizar lo suficiente para que tener para todos.
Tenemos que mover ficha, no nos queda otra. Ellos lo hicieron muy bien. Estos últimos treinta años han sido, en términos de bienestar, los mejores que nunca ha tenido España. Mi temor es que no nos toque a nosotros conducir el coche en cuesta abajo y sin frenos, todo porque a ellos se les olvidó hacer la revisión.
¿O se lo teníamos que haber hecho nosotros?
jueves, abril 12, 2007
Los médicos tienen ganada su buena fama. Nada que objetar. Pero dentro de los facultativos españoles se ha desarrollado una fea tradición mucho más antigua que la bordería de House:
consiste en no hacer el saludo de cortesía cuando se cruzan con otras personas o no devolverlo cuando se lo han dado. Claro que, como en todo, hay honrosas excepciones.
Mi sobrina comenzó este año los estudios de medicina. Le está yendo bien, pero le delatan sus orígenes; no proviene de una familia de seguidores de Hipócrates, así que devuelve el saludo a todo el mundo, desde el bedel hasta el catedrático. En cambio, sus compañeros, más avisados de la tradición galénica en cuanto a comportamiento social se refiere, suelen no devolver ningún saludo, ni siquiera a sus condiscípulos, salvo, según me dice mi querida sobrina, cuando uno de esos condiscípulos ha sacado una nota que es digna de admiración.
Yo he estado trabajando en un centro de salud, y puedo confirmaros por experiencia propia que la costumbre de la no salutación es cosa muy extendida, entre veteranos y noveles, entre féminas y varones; el ser galeno implica no devolver los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches para no entablar conversación que de lugar a equívocos. Por eso, si os veis en el trance de estar perdidos en los pasillos un Hospital o ambulatorio español, os recomiendo no preguntar nunca a un médico, aunque no os quepa duda de que sabe perfectamente la respuesta: os podéis encontrar con un mohín de desprecio e indiferencia con poco esfuerzo por el disimulo. Preguntad mejor a las sufridas señoras de la limpieza, que ellas, por sus conocimientos de los edificios y por buenas maneras, os contestarán con amplitud de detalles a vuestras dudas.
Insisto: no todos los galenos están cortados por el mismo patrón, pero la mayoría es silenciosa cuando les lanzas los buenos días. Una anécdota: se metieron dos médicos ya maduros, en el ascensor de una gran Hospital madrileño. Se cierran las puertas. El ascensor asciende un instante para después pararse en una planta que no era donde nos bajábamos ninguno, y se sube una señorita joven, también médico, que nos dice a todos un sonoro y bien pronunciado buenos días. Todos los presentes respondimos, salvo los galenos, un poco molestos con la señorita por no haber aprendido en la facultad la elemental lección de la no salutación galénica española. Era obvio que los tres se conocían, pero también es verdad que cuanto mayor se hace el ser humano, más guardián de las tradiciones es. Estos galenos, que mientras para otras cosas eran bien modernos, como la de untarse la cara con potingues para aparentar morenez en pleno invierno, sin embargo, se mostraron bien clásicos con la señorita a la hora de guardar la tradición de no devolver el saludo a sus inferiores. Por una razón o por otra, no la consideraban de su cuerda.
Consultando el programa de asignaturas con mi sobrina, intentamos averiguar dónde venía la asignatura, que debería ser troncal por su importancia, que se llamara algo así como: "No devolver el saludo ajeno: Teoría y práctica" No venía nada. Parece ser que es una materia que se aprende por tradición oral. O más bien no; se aprende por tradición no oral.
En fin. Vaya por delante mi admiración para todo aquél que ejerce la medicina (lo digo sin ironía). Si, además, devuelve los saludos, menos peldaños les quedan para alcanzar la perfección humanística.
Bueno, me despido. A todos los que no son médicos que devuelven el saludo y a los que sí lo son y lo devuelven...
Buenos días.
consiste en no hacer el saludo de cortesía cuando se cruzan con otras personas o no devolverlo cuando se lo han dado. Claro que, como en todo, hay honrosas excepciones.
Mi sobrina comenzó este año los estudios de medicina. Le está yendo bien, pero le delatan sus orígenes; no proviene de una familia de seguidores de Hipócrates, así que devuelve el saludo a todo el mundo, desde el bedel hasta el catedrático. En cambio, sus compañeros, más avisados de la tradición galénica en cuanto a comportamiento social se refiere, suelen no devolver ningún saludo, ni siquiera a sus condiscípulos, salvo, según me dice mi querida sobrina, cuando uno de esos condiscípulos ha sacado una nota que es digna de admiración.
Yo he estado trabajando en un centro de salud, y puedo confirmaros por experiencia propia que la costumbre de la no salutación es cosa muy extendida, entre veteranos y noveles, entre féminas y varones; el ser galeno implica no devolver los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches para no entablar conversación que de lugar a equívocos. Por eso, si os veis en el trance de estar perdidos en los pasillos un Hospital o ambulatorio español, os recomiendo no preguntar nunca a un médico, aunque no os quepa duda de que sabe perfectamente la respuesta: os podéis encontrar con un mohín de desprecio e indiferencia con poco esfuerzo por el disimulo. Preguntad mejor a las sufridas señoras de la limpieza, que ellas, por sus conocimientos de los edificios y por buenas maneras, os contestarán con amplitud de detalles a vuestras dudas.
Insisto: no todos los galenos están cortados por el mismo patrón, pero la mayoría es silenciosa cuando les lanzas los buenos días. Una anécdota: se metieron dos médicos ya maduros, en el ascensor de una gran Hospital madrileño. Se cierran las puertas. El ascensor asciende un instante para después pararse en una planta que no era donde nos bajábamos ninguno, y se sube una señorita joven, también médico, que nos dice a todos un sonoro y bien pronunciado buenos días. Todos los presentes respondimos, salvo los galenos, un poco molestos con la señorita por no haber aprendido en la facultad la elemental lección de la no salutación galénica española. Era obvio que los tres se conocían, pero también es verdad que cuanto mayor se hace el ser humano, más guardián de las tradiciones es. Estos galenos, que mientras para otras cosas eran bien modernos, como la de untarse la cara con potingues para aparentar morenez en pleno invierno, sin embargo, se mostraron bien clásicos con la señorita a la hora de guardar la tradición de no devolver el saludo a sus inferiores. Por una razón o por otra, no la consideraban de su cuerda.
Consultando el programa de asignaturas con mi sobrina, intentamos averiguar dónde venía la asignatura, que debería ser troncal por su importancia, que se llamara algo así como: "No devolver el saludo ajeno: Teoría y práctica" No venía nada. Parece ser que es una materia que se aprende por tradición oral. O más bien no; se aprende por tradición no oral.
En fin. Vaya por delante mi admiración para todo aquél que ejerce la medicina (lo digo sin ironía). Si, además, devuelve los saludos, menos peldaños les quedan para alcanzar la perfección humanística.
Bueno, me despido. A todos los que no son médicos que devuelven el saludo y a los que sí lo son y lo devuelven...
Buenos días.
miércoles, abril 11, 2007
Recientemente, el Washington Post hizo un experimento: Cogió a uno de los mejores violinistas del mundo, y le propuso tocar las mejores piezas de música clásica, con el mejor violín del mundo, el Stradivarius, en la estación de L'Enfant Plaza, en el metro de Washington federal. El violinista consiguió 32 dólares en dicha estación. Pocos días antes, verle tocar costaba, en uno de los asientos más baratos en el Boston Symphony Hall, 100 dólares.
Con todo, Joshua Bell confesó estar muy agradecido con la gente que dejó unos pocos centavos hasta reunir los 32 dólares. Seguro que más que con cualquiera de los que dejaron unos cientos de dólares por los mejores asientos en alguno de sus conciertos.
En el metro, sólo unos pocos se pararon a escucharlo. Entre esos pocos, un joven funcionario, sin nociones de música clásica, que se paró porque la musica del violinista le hizo "sentir en paz".
Yo me pregunto qué conclusiones se pueden establecer de todo esto. Bueno, la principal, que una obra de creación, sea cara o barata, la escuche una minoría o una mayoría, no se mide su calidad en los dividendos que genere. Sin andarme por las ramas: que Britney Spears y similares han hecho y hacen una música de mierda, ya se oiga en el metro o en un gran estadio, y que su calidad no se mide en lo que ganen o en afluencia de público.
La segunda conclusión, es que la gran masa ciudadana que tomamos el metro no somos el mejor público para escuchar música. Yo confieso que han sido pocas las veces que me he parado a escuchar a un músico en el metro, más que nada porque el metro es el transporte por antonomasia de los que van estresados porque llevan prisa a hacer su viaje a ninguna parte.
La tercera conclusión, que este experimento es un poco tendenciosillo; se ha hecho a sabiendas de cuál iba a ser el resultado. He visto muchos grupos de música muy buenos condenados al anonimato, he leído piezas literarias, tanto en papel como en formato electrónico magníficas y que nunca han conseguido llegar ni al gran público ni a la élite. Ciudadano Kane nunca ha llenado cines y en su estreno pasó totalmente desapercibido.
¿Qué quiere decir todo esto? No lo sé. En el artículo dicen que esto demuestra que "la belleza se encuentra en el ojo de quien mira" Pues mire, creo que no. Pero podemos estar viendo mierda, ver belleza y no ser moscas.
En fin, que con esto del arte, no vamos a ninguna parte.
Con todo, Joshua Bell confesó estar muy agradecido con la gente que dejó unos pocos centavos hasta reunir los 32 dólares. Seguro que más que con cualquiera de los que dejaron unos cientos de dólares por los mejores asientos en alguno de sus conciertos.
En el metro, sólo unos pocos se pararon a escucharlo. Entre esos pocos, un joven funcionario, sin nociones de música clásica, que se paró porque la musica del violinista le hizo "sentir en paz".
Yo me pregunto qué conclusiones se pueden establecer de todo esto. Bueno, la principal, que una obra de creación, sea cara o barata, la escuche una minoría o una mayoría, no se mide su calidad en los dividendos que genere. Sin andarme por las ramas: que Britney Spears y similares han hecho y hacen una música de mierda, ya se oiga en el metro o en un gran estadio, y que su calidad no se mide en lo que ganen o en afluencia de público.
La segunda conclusión, es que la gran masa ciudadana que tomamos el metro no somos el mejor público para escuchar música. Yo confieso que han sido pocas las veces que me he parado a escuchar a un músico en el metro, más que nada porque el metro es el transporte por antonomasia de los que van estresados porque llevan prisa a hacer su viaje a ninguna parte.
La tercera conclusión, que este experimento es un poco tendenciosillo; se ha hecho a sabiendas de cuál iba a ser el resultado. He visto muchos grupos de música muy buenos condenados al anonimato, he leído piezas literarias, tanto en papel como en formato electrónico magníficas y que nunca han conseguido llegar ni al gran público ni a la élite. Ciudadano Kane nunca ha llenado cines y en su estreno pasó totalmente desapercibido.
¿Qué quiere decir todo esto? No lo sé. En el artículo dicen que esto demuestra que "la belleza se encuentra en el ojo de quien mira" Pues mire, creo que no. Pero podemos estar viendo mierda, ver belleza y no ser moscas.
En fin, que con esto del arte, no vamos a ninguna parte.
martes, abril 10, 2007
Me he comprado un cacharro de última generación para grabarme los temarios de las oposiciones, y lo que más me sorprende de todo lo que trae es que me dice "I love you" cuando lo enciendo. Lo que nos cuesta a los hombres expresar sus sentimientos y lo poco que les cuesta a ciertas máquinas. Deberíamos aprender todos de mi reproductor mp4.
¿A que nadie ha visto un reproductor de mp4 como el mío con problemas de depresión? Es lógico: no tiene problemas para decir lo que siente por ti. No pasa día que no me lo diga, cuando lo enciendo para grabar mis lecciones de la oposición, para escuchar música...
Claro que mi cacharro peca un poco de promiscuidad: se lo dice a todo el que lo enciende; es mostrárselo a alguien y decirle "I love you"
Es más, mi mujer me lo coge a escondidas ¿No tienes suficiente, cariño, con el amor que yo te doy, que me tienes que coger el mp4 para que te ame también?
Mi cacharro es japonés, y debe obedecer a esa obsesión que tienen los japoneses por hacer máquinas que imiten a la perfección el comportamiento humano, de ahí su obsesión por los autómatas ¿Pero dónde han visto los japoneses seres humanos que cuando los enciendas digan I love you sin venir a cuento? Los japoneses deben mejorar el comportamiento de las máquinas porque humanos así no existen. Claro que, los japoneses son muy suyos según para qué cosas. Nunca comprenderé porqué en todas las series mangas que hacen, los personajes se pongan a correr cuando ven a un ser querido a lo lejos, y cuando llegan junto a él se paren en seco sin darle un abrazo y cubrirle de besos ¿Entonces, para qué corren? Así que, si en un futuro, vuestro televisor japonés eche a correr hacia vosotros, no os preocupéis; en cuanto llegue a vuestro lado se parará en seco y sólo tendréis que decirle "I love you".
Yo, en verdad, prefiero la tecnología alemana. Tengo una lavadora "made in Germany" y todavía no me ha dicho buenos días desde que estamos juntos, y eso que vive en mi casa y la protejo de la lluvia. El pueblo alemán tiene fama de no exteriorizar sus sentimientos y a tal fama se deben; será por eso que la tecnología que fabrican no es propensa ni al llanto ni a la efusividad en general. No tenéis más que escuchar el GPS instalado en un coche alemán, para oír la frialdad con que la señorita que hay metida (que por cierto, qué bien ha aprendido español) te dice: "gire a la derecha.""Gire a la izquierda.""En la siguiente rotonda, coja la segunda salida." Desde luego, la señorita es muy competente como guía, pero está claro que en el trabajo no va a hacer amigos.
En fin, me voy a escuchar unas lecciones grabadas amorosamente por mi mp4. Después del trabajo, le acostaré en la camita de terciopelo que le han puesto en su caja, le contaré un cuento, y le daré un besito de buenas noches.
Hasta luego, corazones.
lunes, abril 09, 2007
Leo en el blog Manhattarattanttan una frase que me inquieta:
"En NY te sientes comodo porque a todos les interesa saber qué haces pero no saber quién eres."
¿Y qué pasa con los que, por circunstancias de la vida, no hacemos nada? Me refiero, claro está, a nada profesional. Porque ahora SOY un buen esposo, un buen hijo, un buen hermano, un buen cuñado, un buen yerno; SOY un potencial buen profesor, un potencial buen auxiliar administrativo, un potencial buen vendedor de palomitas, un potencial buen basurero, entre muchas potenciales labores. Pero lo que se dice hacer laboralmente, no hago nada, salvo las penosas tareas de buscar trabajo y prepararme las oposiciones.
¿Qué haces? En estos tiempos que corren es más importante esa pregunta que qué eres. Gustándole esa pregunta frente a la otra, el tipo que escribe ese blog se acaba de cargar la gran pregunta de toda la filosofía existente, desde el siglo IV antes de Cristo cuando los griegos, inteligentes como eran, fueron los primeros en interesarse por el quiénes somos, por el quién soy yo. Así hasta hoy, cuando los neoyorquinos decicieron que eso no era lo relevante y un español lo apoyó.
Pero claro, este cambio de preferencia obedece a los nuevos patronos: qué haces y si me apuras, cuánto ganas. No importa quién eres, como estás y en qué piensas, esa pregunta que tanto el gusta hacer las mujeres a sus parejas y que suelen hacer justamente cuando el hombre no piensa en nada.
El hombre del blog se siente a gusto con los neoyorquinos porque sólo le preguntan qué haces. Normal. Si tú le preguntas a alguien quién eres, con un poco de mala suerte, empezará con un rollo existencial y terminará hablándote de sus miserias cotidianas tan insignificantes que sólo le interesarán a él y te aburrirán a ti.
La única tristeza que no te aburre es la tuya. La única circunstancia interesante es la tuya.
El problema subyaciente de esta pregunta es que, implícitamente, trae consigo un silogismo atroz: "Si no haces, para mí no eres nada" O sea, que el ejecutivo es más ser que el indigente, que por no hacer, no es nada; el otro, por hacer mucho, es alguien para todos.
Qué tiempos más malos para los que estamos y no podemos contestar qué hacemos, porque para los neoyorquinos y para este tipo no somos nada.
Ha cambiado todo. Más vale que encuentre enseguida la respuesta a la pregunta de lo que hago, porque si no hago, a pesar de que me levante todas las mañanas, de que tenga sueños, de que ame, y de todo lo demás que hago y que suele hacer un ser humano, no soy nada.
Espero no encontrarme nunca con el tipo en Nueva York, ni aquí en Madrid.
"En NY te sientes comodo porque a todos les interesa saber qué haces pero no saber quién eres."
¿Y qué pasa con los que, por circunstancias de la vida, no hacemos nada? Me refiero, claro está, a nada profesional. Porque ahora SOY un buen esposo, un buen hijo, un buen hermano, un buen cuñado, un buen yerno; SOY un potencial buen profesor, un potencial buen auxiliar administrativo, un potencial buen vendedor de palomitas, un potencial buen basurero, entre muchas potenciales labores. Pero lo que se dice hacer laboralmente, no hago nada, salvo las penosas tareas de buscar trabajo y prepararme las oposiciones.
¿Qué haces? En estos tiempos que corren es más importante esa pregunta que qué eres. Gustándole esa pregunta frente a la otra, el tipo que escribe ese blog se acaba de cargar la gran pregunta de toda la filosofía existente, desde el siglo IV antes de Cristo cuando los griegos, inteligentes como eran, fueron los primeros en interesarse por el quiénes somos, por el quién soy yo. Así hasta hoy, cuando los neoyorquinos decicieron que eso no era lo relevante y un español lo apoyó.
Pero claro, este cambio de preferencia obedece a los nuevos patronos: qué haces y si me apuras, cuánto ganas. No importa quién eres, como estás y en qué piensas, esa pregunta que tanto el gusta hacer las mujeres a sus parejas y que suelen hacer justamente cuando el hombre no piensa en nada.
El hombre del blog se siente a gusto con los neoyorquinos porque sólo le preguntan qué haces. Normal. Si tú le preguntas a alguien quién eres, con un poco de mala suerte, empezará con un rollo existencial y terminará hablándote de sus miserias cotidianas tan insignificantes que sólo le interesarán a él y te aburrirán a ti.
La única tristeza que no te aburre es la tuya. La única circunstancia interesante es la tuya.
El problema subyaciente de esta pregunta es que, implícitamente, trae consigo un silogismo atroz: "Si no haces, para mí no eres nada" O sea, que el ejecutivo es más ser que el indigente, que por no hacer, no es nada; el otro, por hacer mucho, es alguien para todos.
Qué tiempos más malos para los que estamos y no podemos contestar qué hacemos, porque para los neoyorquinos y para este tipo no somos nada.
Ha cambiado todo. Más vale que encuentre enseguida la respuesta a la pregunta de lo que hago, porque si no hago, a pesar de que me levante todas las mañanas, de que tenga sueños, de que ame, y de todo lo demás que hago y que suele hacer un ser humano, no soy nada.
Espero no encontrarme nunca con el tipo en Nueva York, ni aquí en Madrid.
domingo, abril 08, 2007
Salimos de una película que nos habla de éxito, y nos olvidamos que es tan importante en esta vida los actores como la palomitera que nos ha vendido el refresco y las palomitas; ella ha contribuido como los que están en la pantalla a nuestra felicidad aquella tarde. Sin embargo, olvidamos su cara más fácilmente que la del actor o actriz protagonista.
Vivimos en la cultura del desprecio de lo necesario frente al culto a lo superfluo. La gente cree que no necesita gente que le haga las palomitas, los bocadillos, que le ponga el café, que le reponga las estanterías del supermercado, que les cosa, que les ponga los ladrillos de sus casas, que le limpie las oficinas, que le limpie a sus hijos y ancianos. Todas esas personas hacen algo fundamental. Sin embargo, están muy mal pagadas porque hay muchos para sustituirles, pese a hacer algo que es imprescindible.
Dicen que cuando más responsabilidad tienes más debes cobrar. No estoy de acuerdo. Ahora es el tiempo en que más se paga la responsabilidad. Quizá demasiado. Ahora el ejecutivo de cualquier compañía gana 600 veces más que el último currito. Es un absurdo: La importancia de un ejecutivo nunca es 600 veces superior a la de un currito, y a veces es incluso menos.
Pero ahora, el limpiar, el cuidar, el dar de comer vale muy poco. En España, te pagan 300 euros al mes, por veinte horas semanales, seiscientos si haces una jornada de 40 horas semanales por cualquier trabajo de reponedor o vendedor de comida rápida (los mc job que quiere quitar del diccionario de lengua inglesa la multinacional McDonald "porque hiere la sensibilidad de sus empleados"). Con seiscientos euros no se paga un alquiler ni se tiene para comer aquí. Joven palomitera, si no tuvieras a tu familia a tu lado, que te proporciona la casa y paga las facturas de la luz que tú no podrías pagar, te puedo asegurar que estarías abocada a la indigencia.
Lo malo es que según la ley del mercado, hay que pagar poco los que pueden dar de comer, poner ladrillos, limpiar y cuidar. Sin embargo, son las cuatro cosas fundamentales del hombre. Lo demás, es pura , es pura simulación de lo imprescindible.
Y bueno, termina por hoy mi exposición de lo evidente. Se ha dicho esto mismo tantas veces y de tantas formas distintas, que me daba reparo tocar el tema otra vez. Se debería haber hecho caso a los que dijeron esto mismo antes que yo, que eran voces mucho más autorizadas que la mía. Me aburro hasta yo de escribirlo.
Aburren los tópicos que desgraciadamente son reales.
Vivimos en la cultura del desprecio de lo necesario frente al culto a lo superfluo. La gente cree que no necesita gente que le haga las palomitas, los bocadillos, que le ponga el café, que le reponga las estanterías del supermercado, que les cosa, que les ponga los ladrillos de sus casas, que le limpie las oficinas, que le limpie a sus hijos y ancianos. Todas esas personas hacen algo fundamental. Sin embargo, están muy mal pagadas porque hay muchos para sustituirles, pese a hacer algo que es imprescindible.
Dicen que cuando más responsabilidad tienes más debes cobrar. No estoy de acuerdo. Ahora es el tiempo en que más se paga la responsabilidad. Quizá demasiado. Ahora el ejecutivo de cualquier compañía gana 600 veces más que el último currito. Es un absurdo: La importancia de un ejecutivo nunca es 600 veces superior a la de un currito, y a veces es incluso menos.
Pero ahora, el limpiar, el cuidar, el dar de comer vale muy poco. En España, te pagan 300 euros al mes, por veinte horas semanales, seiscientos si haces una jornada de 40 horas semanales por cualquier trabajo de reponedor o vendedor de comida rápida (los mc job que quiere quitar del diccionario de lengua inglesa la multinacional McDonald "porque hiere la sensibilidad de sus empleados"). Con seiscientos euros no se paga un alquiler ni se tiene para comer aquí. Joven palomitera, si no tuvieras a tu familia a tu lado, que te proporciona la casa y paga las facturas de la luz que tú no podrías pagar, te puedo asegurar que estarías abocada a la indigencia.
Lo malo es que según la ley del mercado, hay que pagar poco los que pueden dar de comer, poner ladrillos, limpiar y cuidar. Sin embargo, son las cuatro cosas fundamentales del hombre. Lo demás, es pura , es pura simulación de lo imprescindible.
Y bueno, termina por hoy mi exposición de lo evidente. Se ha dicho esto mismo tantas veces y de tantas formas distintas, que me daba reparo tocar el tema otra vez. Se debería haber hecho caso a los que dijeron esto mismo antes que yo, que eran voces mucho más autorizadas que la mía. Me aburro hasta yo de escribirlo.
Aburren los tópicos que desgraciadamente son reales.
sábado, abril 07, 2007
Lo recuerdo perfectamente. Yo tenía ocho años. Estaba recién levantado, y papá dijo unas palabras que determinarían el destino de mi familia:
-Ya nos han dado el coche nuevo. Lo tengo aparcado en frente de la calle.
Entonces lo vi: hermoso, limpio, reluciente. Era un Talbot Solara. Los cromados de las puertas brillaban en contraposición de la perfecta negrura de las ruedas y de los parachoques. Los intermitentes tenían un naranja impecable, al igual que la luz roja del freno. Los cristales no tenían ni máculas ni rayaduras que afeasen su aspecto. Era, sin duda para un niño de ocho años, el mejor coche que había en el mundo. Pero todavía me aguardaban más maravillas en su interior.
Bajé corriendo las escaleras. Casi me llevo por delante a una vecina torturada por los peldaños y la artrosis, en malvada connivencia. Me increpó, pero yo sólo tenía oídos para el claxon de mi estupendo y flamante coche.
Llegué hasta él; se me salía el corazón por la boca. Entonces, mi padre, metió la llave en la puerta del conductor y... ¡Fiiiiip! Para mi sorpresa, los seguros de las cuatro puertas se abrieron a la vez ¿Podía haber algo más prodigioso? Sí, sí lo había. Cuando mi padre giró la llave de contacto, una feria de luces rojas montaron un tiovivo en el cuadro de instrumentos. Pensé que mi padre iba a arrancar el motor para poder escuchar la poderosa mecánica de nuestro vehículo... pero no. Antes de eso, mi padre, nos sorprendió a mí y a mis dos hermanos con un prodigio del que seguro no estarían preparados para verlo ni los mejores alquimistas medievales.
Accionó un botón y...
¡Dzzzzzzzip!
No me lo podía creer. Con un simple botón se subían las lunas de las puertas delanteras.
¡Dzzzzzzzop!
¡No sólo eso, también se bajaban. ¿A qué mente privilegiada se le pudo ocurrir eso? ¿A Edison, ése que inventó la alfombra voladora? Seguro que no, los elevalunas eran inventos demasiado buenos para él. Seguro que los inventó algún genio de los de verdad. Como Maradona.
-Estos botones, hijos, cuando los aprietas ponen en marcha los elevalunas eléctricos, y tienen de bueno...eeeeh...que no tienes que dar vueltas con una manivela... y te cansas menos en los viajes.
-¡Pero qué guay, papá! Este si que es un coche bueno, y no el otro, que tenía las puertas llenas de manivelas y se estropeaba enseguida el motor. Seguro que era por no tener elevalunas eléctricos.
Aquella noche no dormí, porque supe que en mi casa había sucedido algo muy importante. Yo entonces no lo sabía, pero lo intuía:
Habíamos ascendido dentro de la pirámide social de mi calle.
En mi barrio entonces sólo había un coche con elevalunas eléctricos: el mío. Los niños se asomaban a mirarle. No era para menos: su avanzada tecnología en mecanismos para subida y bajada de cristales, su tapicería de terciopelo gris, la calidad del plástico del salpicadero, entre otras cosas, llamaban la atención de cualquier experto en materia automovilística, y en mi calle había un buen puñado de expertos entre la gente menuda. Mi calle se dividía entre los eruditos de los coches y los eruditos del balompié, que eran los más. Entre los primeros, destacaba mi vecino del cuarto izquierda, que acababa de completar el álbum de cromos dedicado a las marcas de coches, tenía un tambor de Colón lleno de miniaturas y además su padre estaba mirando el comprarse uno de los de verdad.
-Joder tío, pues sí es bueno el coche de tu padre
-Es porque trae elevalunas.
En el colegio, empecé a sentirme respetado. Todos los niños me miraban con admiración: ninguno de sus padres tenía un coche con elevalunas eléctricos y eso me hizo sentir importante. Cuando íbamos con el coche, la gente nos saludaba cuando mi padre tocaba el claxon, y a mí no me cabía duda de que estaban pensando: "Ahí va esa familia pudiente del coche con alzacristales eléctricos." No me podía sentir más feliz y más pavo.
Pero como suele pasar en esta vida perra, un día estás arriba y al siguiente estás abajo:
-¿Sabes una cosa, Opo? Mi padre se ha comprado un Renault 18.
Un sudor frío empezó a correrme por la espalda. El tono de voz de ese chico no me gustaba. Intenté aparentar calma ante sus palabras, pero apenas si pude balbucear las preguntas que me estaban quemando en el cerebro:
-¿Se abren todas las puertas a la vez cuando tu padre mete la llave?
- Sí, por supuesto.
-¿Y se bajan las ventanas apretando un botón?
-Hombre, claro.
-No me lo creo. A verlo
Casi de inmediato, llegamos al sitio donde estaba aparcado el coche. El padre del chaval estaba abrillantándolo.
-¿Qué pasa, chavales?
-Hola Papá. Vengo a enseñarle el coche al hijo de Puri y Alfonso.
-Ved todo lo que queráis pero no me lo manchéis
-Papá..
-¿Qué?
-Que no se cree Opo que nuestro coche tiene elevalunas eléctricos.
-¿Pues cómo no los va a tener? Ahora los traen todos. De esta categoría, claro está. Además, este coche es mejor que el de tu padre, es diésel y gasta mucho menos.
No pude más. Me fui corriendo a mi casa y me tumbé en mi cama. Estuve llorando buena parte de la tarde, y mi pesar era tan grande que ya no me acordaba que hace pocos días había perdido media escafandra de mi airgamboys astronauta.
Pasaron los años, y mi barrio se llenó de coches con elevalunas eléctricos, con servo dirección, con ABS, con airbag, con ESP, con ordenador de a bordo y después, con GPS. Eso sí, todos seguían siendo o gasolina o diésel y sus dueños seguían discutiendo cúal de las dos posibilidades era la mejor.
Y esta mañana, mientras conducía, estaba meditando acerca de lo que nos gusta a los seres humanos lo superfluo e inútil en general, de ahí que surjan cosas como las estatuas de dudoso gusto que ponen en las rotondas de mi ciudad, la colección primavera-verano de la pasarela de Milán o las peleas entre hinchas en los estadios de fútbol. Entonces, apreté el botón para subir la ventana y ésta se quedó donde estaba. He tenido que dejar el coche en un depósito porque no se podía dejar en la calle con la ventana abierta. Entonces, me acordé de las manivelas y de Maradona.
Diego, no te lo podremos perdonar nunca.
¡Vaya faena has hecho al mundo entero inventando los elevalunas eléctricos y el fútbol!
viernes, abril 06, 2007
El libro segundo dedicado a la comedia de Aristóteles debe ser el libro no leído más conocido del mundo, gracias sobre todo a la novela de Umberto Eco, el nombre de la Rosa. El libro es falta irremplazable en el acervo cultural de Occidente. Nada menos, lo que el tiempo nos ha quitado es la interpretación aristotélica de una de las dos caras más importantes de la vida: la comedia.
La influencia de Aristóteles en la cultura occidental es innegable, aunque muchos no saben que su primer traductor fue el filósofo y médico musulmán Averroes, así que ¡Oh, sorpresa! Uno de los pilares de la cultura occidental fue traducido por este eminente musulmán. Que tomen nota esos que alientan todo lo que pueden el choque de civilizaciones.
Pero el éxito de Aristóteles fue, sobre todo, porque la Iglesia Católica, en cierto modo, se apropió de él y lo interpretó como Dios le dio a entender, y nunca mejor dicho. También es verdad que escogió de todas sus enseñanzas lo que le interesaba. La Iglesia siempre fue una gran publicista de lo que le interesaba, y silenciaba o eliminaba lo que no.
No se me malinterprete: no voy a acusar sin pruebas de la desaparición del segundo libro de la poética: se perdió en la noche de los tiempos, y la desaparición intencionada es una hipótesis más; sería estupendo que estuviera en un anaquel perdido de la biblioteca Vaticana, pero creo que eso es un buen argumento para el Código da Vinci II que poco tiene que ver con la realidad.
Lamentablemente, quizás hubiera estado bien tener esas meditaciones de Aristóteles para que la comedia estuviera en el lugar que le corresponde: a la misma altura que la tragedia. Realmente nunca lo ha estado, pese a ser una de las dos caras de la misma moneda. los que cultivan la comedia no son tan respetados como los autores que nos han hecho llorar o se han puesto estupendos de puro serios. Es algo que me parece injusto. No sé si os acordaréis de la polémica que hubo por la concesión del premio Nóbel a Darío Fo ¡El Nóbel a un cómico!¿A quién se le ha ocurrido tamaño dislate?
Un libro puede cambiar la percepción de la realidad; con su desaparición, el segundo tratado sobre poética de Aristóteles cambió la forma de percibir la comedia. De haber podido leerlo, el pensamiento occidental hubiera ido por otros derroteros, seguro.
Es una pena que a la comedia nunca se la haya tomado en serio. Salvo Aristóteles, que le escribió un libro.
La influencia de Aristóteles en la cultura occidental es innegable, aunque muchos no saben que su primer traductor fue el filósofo y médico musulmán Averroes, así que ¡Oh, sorpresa! Uno de los pilares de la cultura occidental fue traducido por este eminente musulmán. Que tomen nota esos que alientan todo lo que pueden el choque de civilizaciones.
Pero el éxito de Aristóteles fue, sobre todo, porque la Iglesia Católica, en cierto modo, se apropió de él y lo interpretó como Dios le dio a entender, y nunca mejor dicho. También es verdad que escogió de todas sus enseñanzas lo que le interesaba. La Iglesia siempre fue una gran publicista de lo que le interesaba, y silenciaba o eliminaba lo que no.
No se me malinterprete: no voy a acusar sin pruebas de la desaparición del segundo libro de la poética: se perdió en la noche de los tiempos, y la desaparición intencionada es una hipótesis más; sería estupendo que estuviera en un anaquel perdido de la biblioteca Vaticana, pero creo que eso es un buen argumento para el Código da Vinci II que poco tiene que ver con la realidad.
Lamentablemente, quizás hubiera estado bien tener esas meditaciones de Aristóteles para que la comedia estuviera en el lugar que le corresponde: a la misma altura que la tragedia. Realmente nunca lo ha estado, pese a ser una de las dos caras de la misma moneda. los que cultivan la comedia no son tan respetados como los autores que nos han hecho llorar o se han puesto estupendos de puro serios. Es algo que me parece injusto. No sé si os acordaréis de la polémica que hubo por la concesión del premio Nóbel a Darío Fo ¡El Nóbel a un cómico!¿A quién se le ha ocurrido tamaño dislate?
Un libro puede cambiar la percepción de la realidad; con su desaparición, el segundo tratado sobre poética de Aristóteles cambió la forma de percibir la comedia. De haber podido leerlo, el pensamiento occidental hubiera ido por otros derroteros, seguro.
Es una pena que a la comedia nunca se la haya tomado en serio. Salvo Aristóteles, que le escribió un libro.
jueves, abril 05, 2007
El otro día, en una charla de bar, con reciente espuma de cerveza en los labios, empezamos, cómo no, a hablar de política. Si se hubiera tomado la decisión de tomar la Bastilla en los bares españoles, no les quepa duda a los borbones que seguirían reinando en Francia. En España, las únicas cabezas que ruedan son las de las aceitunas y los dictadores tienen costumbre de morirse en la cama. Eso sí, que no me den una pistola, que mato a mi hermano.
En esas charlas de bar de decibelios por las nubes, de fritanga en los techos, de cambiar el mundo a fuerza de soplidos, una amiga mía, que siempre que hablamos se confiesa apolítica, que le encantan los realities de televisión, que a pesar de haber sido una sesuda universitaria le encanta hablar de banalidades, dijo una cosa que en su boca no dejó de sorprenderme:
-Hugo Chávez es un loco y un fascista al que deberían derrocar ya antes de que mande a Venezuela a la ruina.
-Einnnn?
Se me atragantó la cerveza ¿De dónde saca mi amiga esas ideas, ella que se jacta de su desinterés en la política, que se queda en casa los domingos de votación? ¿Cómo es posible que le indigne tanto el presidente de un país al que nos separan miles de kilómetros, y sin embargo dejarle indiferente la presidenta de la Comunidad de Madrid? Mi sorpresa era mayúscula, porque nunca he oído de su boca nada al respecto de su presidenta de la Comunidad de Madrid o del oponente de ésta.
Hubiera olvidado esta anécdota, si después, en una celebración familiar, no hubiera oído a mi tío lo siguiente:
-Chávez, de seguir así, va a acabar con Venezuela. Yo no sé cómo no ha entrado todavía los marines en Caracas.
Pero Dios mío ¿Qué le ha hecho Chávez a mis allegados? Me fui corriendo a conectarme a Internet, a ver si encontraba páginas web en las que dijeran que Chávez come niños. Bueno, parece ser que todavía no se los come. Busqué más. Nada. Sólo que Chávez es un tal y es un cual...pero... ¿Cómo va la economía de Venezuela?¡No dice nada! Por cierto ¿Hizo pucherazo, como el segundón Bush la primera vez? Parece ser que no, había observadores internacionales que validaron la reelección del venezolano. ¿Entonces está el pueblo contento? Parece ser que sí, salvo cuatro multimillonarios que hacen lo que pueden para cargárselo.
¿Por qué se creen con derecho para derrocar a un presidente democráticamente elegido?
Si Chávez ha pasado todos los controles existentes que debe pasar un demócrata, entonces... ¿por qué no le respetan? ¿Por qué exportan al mundo toda esa mala uva, parte de la cual ha sido inoculada a mis allegados?¿Quién ayuda a propagar ese virus que tiene como fin último el matar la fama de Chávez?¿Tanto poder tienen esos multimillonarios bananeros?.
Leí en Internet un artículo en el que decía no se qué de una conspiración para derrocar a Chávez de las grandes corporaciones mediáticas europeas y estadounidenses, pero yo no me lo creo. ¡Pero si siempre han ido en pos de la verdad y de la democracia!
¿Por qué querrían derrocar a un presidente democráticamente elegido?
En esas charlas de bar de decibelios por las nubes, de fritanga en los techos, de cambiar el mundo a fuerza de soplidos, una amiga mía, que siempre que hablamos se confiesa apolítica, que le encantan los realities de televisión, que a pesar de haber sido una sesuda universitaria le encanta hablar de banalidades, dijo una cosa que en su boca no dejó de sorprenderme:
-Hugo Chávez es un loco y un fascista al que deberían derrocar ya antes de que mande a Venezuela a la ruina.
-Einnnn?
Se me atragantó la cerveza ¿De dónde saca mi amiga esas ideas, ella que se jacta de su desinterés en la política, que se queda en casa los domingos de votación? ¿Cómo es posible que le indigne tanto el presidente de un país al que nos separan miles de kilómetros, y sin embargo dejarle indiferente la presidenta de la Comunidad de Madrid? Mi sorpresa era mayúscula, porque nunca he oído de su boca nada al respecto de su presidenta de la Comunidad de Madrid o del oponente de ésta.
Hubiera olvidado esta anécdota, si después, en una celebración familiar, no hubiera oído a mi tío lo siguiente:
-Chávez, de seguir así, va a acabar con Venezuela. Yo no sé cómo no ha entrado todavía los marines en Caracas.
Pero Dios mío ¿Qué le ha hecho Chávez a mis allegados? Me fui corriendo a conectarme a Internet, a ver si encontraba páginas web en las que dijeran que Chávez come niños. Bueno, parece ser que todavía no se los come. Busqué más. Nada. Sólo que Chávez es un tal y es un cual...pero... ¿Cómo va la economía de Venezuela?¡No dice nada! Por cierto ¿Hizo pucherazo, como el segundón Bush la primera vez? Parece ser que no, había observadores internacionales que validaron la reelección del venezolano. ¿Entonces está el pueblo contento? Parece ser que sí, salvo cuatro multimillonarios que hacen lo que pueden para cargárselo.
¿Por qué se creen con derecho para derrocar a un presidente democráticamente elegido?
Si Chávez ha pasado todos los controles existentes que debe pasar un demócrata, entonces... ¿por qué no le respetan? ¿Por qué exportan al mundo toda esa mala uva, parte de la cual ha sido inoculada a mis allegados?¿Quién ayuda a propagar ese virus que tiene como fin último el matar la fama de Chávez?¿Tanto poder tienen esos multimillonarios bananeros?.
Leí en Internet un artículo en el que decía no se qué de una conspiración para derrocar a Chávez de las grandes corporaciones mediáticas europeas y estadounidenses, pero yo no me lo creo. ¡Pero si siempre han ido en pos de la verdad y de la democracia!
¿Por qué querrían derrocar a un presidente democráticamente elegido?
miércoles, abril 04, 2007
Según la época, existen lugares comunes a los que suelen acudir los escritores para citarse con las musas. A finales del siglo diecinueve y principios del veinte, a los escritores españoles les gustaba ir a los zaguanes. Los zaguanes, según mis recuerdos de la infancia, de veranos pasados en un pueblo de Castilla, son esos lugares fresquitos (a consecuencia de los anchos muros que se construían antes) de una casa que comunican directamente con la calle y eran donde se recibía a la gente. Los zaguanes eran lugares estupendos para colocar unas sillas de enea e invitar al visitante a un jarro de vino.
Con lo unido que ha estado el vino a la literatura, normal que a nuestros escritores les gustaran los zaguanes.
Lamentablemente, los zaguanes comenzaron a desaparecer con la generación de escritores de Camilo José Cela, que por cierto, a nada que metiera el campo en sus novelas y en sus libros de viajes, ya aparecían los zaguanes a tutiplén. En las ciudades no hay zaguanes, esos lugares tan literarios, tan placenteros y tan suprefluos. En las ciudades vivimos hacinados en pisos. Un zaguán es inconcebible, porque para que exista un zaguán debe haber ante todo, unas ganas de pasar el rato en paz. La vida en ciudad hay de todo, menos paz y espacio para un zaguán.
Casi todos los escritores que escribieron sobre zaguanes castellanos vivían en ciudades grandes en las que un zaguán era algo exótico:
"El zaguán parecía una fresca tiniebla(...)" (Ortega y Gasset)
"Sale la luz de una casa. Acerquémonos. La casa tiene un ancho zaguán: a un lado hay un viejo telar; al otro, delante de una mesa en que se ve un atril de música, hay un viejecito de pelo blaco y un niño." (Azorín)
""el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa". (Joaquín Sabina)
Bueno, menos mal que el maestro Sabina nos recuerda que los zaguanes nunca terminaron por desaparecer del todo.
Ahora es Semana Santa y queda ya poco para volver a mi pueblo de Castilla, donde se pueden ver zaguanes y no conformarte conque sólo sean escenarios de tus sueños .
Beatus ille aquél que en un zaguán besó al vino o besó al amor.
Con lo unido que ha estado el vino a la literatura, normal que a nuestros escritores les gustaran los zaguanes.
Lamentablemente, los zaguanes comenzaron a desaparecer con la generación de escritores de Camilo José Cela, que por cierto, a nada que metiera el campo en sus novelas y en sus libros de viajes, ya aparecían los zaguanes a tutiplén. En las ciudades no hay zaguanes, esos lugares tan literarios, tan placenteros y tan suprefluos. En las ciudades vivimos hacinados en pisos. Un zaguán es inconcebible, porque para que exista un zaguán debe haber ante todo, unas ganas de pasar el rato en paz. La vida en ciudad hay de todo, menos paz y espacio para un zaguán.
Casi todos los escritores que escribieron sobre zaguanes castellanos vivían en ciudades grandes en las que un zaguán era algo exótico:
"El zaguán parecía una fresca tiniebla(...)" (Ortega y Gasset)
"Sale la luz de una casa. Acerquémonos. La casa tiene un ancho zaguán: a un lado hay un viejo telar; al otro, delante de una mesa en que se ve un atril de música, hay un viejecito de pelo blaco y un niño." (Azorín)
""el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa". (Joaquín Sabina)
Bueno, menos mal que el maestro Sabina nos recuerda que los zaguanes nunca terminaron por desaparecer del todo.
Ahora es Semana Santa y queda ya poco para volver a mi pueblo de Castilla, donde se pueden ver zaguanes y no conformarte conque sólo sean escenarios de tus sueños .
Beatus ille aquél que en un zaguán besó al vino o besó al amor.
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sobre un "locus" que hecho de menos
martes, abril 03, 2007
Parece ser que estamos de cumpleaños. Los blog cumplen diez años. Debemos dar gracias a David Winer por inventarlos, porque verdaderamente han traído democracia a esta cosa tan dictatorial que era la sociedad de la información; creo que no soy el único que piensa que ésto era antes nada más que una merienda de negros. En cierta manera, lo sigue siendo, pero ahora se parece más a una vaca espantándose las moscas con el rabo. las moscas somos, por supuesto, los que hacemos y leemos bitácoras.
En lo personal, estoy muy agradecido al tipo. No encontraba yo la manera idónea de dar rienda suelta a mis inquietudes literarias. Como mis poemas no son para ganar premios, y dudo que algún editor se digne a publicarme mis novelas, tengo aquí la plataforma idónea para hacer volar mi creatividad, poner en negro sobre blanco mis ilusiones, esperanzas, reivindicaciones y demás.
Creo que esta posibilidad que nos ha abierto Internet nos ha hecho más libres. Siempre nos están alertando sobre la necesidad de control y en estos diez años hemos visto que el mundo es mejor sin necesidad de control. La gente sabe más ahora. Tenemos la posibilidad de que nos lean y que nuestras opiniones cuenten. Estoy seguro de que muchos desalmados serían a ojos del mundo menos desalmados si Internet no les hubiera quitado el velo que oculta su maldad. Internet es el espejo de Dorian Grey en el que no se quieren mirar muchos poderosos; es el niño que dice que el rey está desnudo.
Me río de aquéllos que anuncian los peligros de los blog ¿Peligros para quién? ¿Para ti, astuto lector, que ahora miras cualquier diario de información tradicional con recelo, consciente de que más de una vez te han engañado? ¿Para ti, creador y bloguero, que te ha posibilitado el dar rienda suelta a tu creatividad?
En los imperios que ha habido en el mundo, generalmente se ha dado lo peor y lo mejor. Los norteamericanos no son la excepción, y fue un norteamericano el que creó Internet y otro el que creó el concepto de blog, y ambas cosas sirvieron para que el mundo entero hablara mal del tercer norteamericano, el que tiene oval el despacho y la cabeza.
Es una lástima que yo no pueda contarme entre los pioneros que empezaron a escribir blog en castellano. Siempre tengo la sensación de que a todo llego tarde. Sin embargo, más vale tarde que nunca.
En lo personal, estoy muy agradecido al tipo. No encontraba yo la manera idónea de dar rienda suelta a mis inquietudes literarias. Como mis poemas no son para ganar premios, y dudo que algún editor se digne a publicarme mis novelas, tengo aquí la plataforma idónea para hacer volar mi creatividad, poner en negro sobre blanco mis ilusiones, esperanzas, reivindicaciones y demás.
Creo que esta posibilidad que nos ha abierto Internet nos ha hecho más libres. Siempre nos están alertando sobre la necesidad de control y en estos diez años hemos visto que el mundo es mejor sin necesidad de control. La gente sabe más ahora. Tenemos la posibilidad de que nos lean y que nuestras opiniones cuenten. Estoy seguro de que muchos desalmados serían a ojos del mundo menos desalmados si Internet no les hubiera quitado el velo que oculta su maldad. Internet es el espejo de Dorian Grey en el que no se quieren mirar muchos poderosos; es el niño que dice que el rey está desnudo.
Me río de aquéllos que anuncian los peligros de los blog ¿Peligros para quién? ¿Para ti, astuto lector, que ahora miras cualquier diario de información tradicional con recelo, consciente de que más de una vez te han engañado? ¿Para ti, creador y bloguero, que te ha posibilitado el dar rienda suelta a tu creatividad?
En los imperios que ha habido en el mundo, generalmente se ha dado lo peor y lo mejor. Los norteamericanos no son la excepción, y fue un norteamericano el que creó Internet y otro el que creó el concepto de blog, y ambas cosas sirvieron para que el mundo entero hablara mal del tercer norteamericano, el que tiene oval el despacho y la cabeza.
Es una lástima que yo no pueda contarme entre los pioneros que empezaron a escribir blog en castellano. Siempre tengo la sensación de que a todo llego tarde. Sin embargo, más vale tarde que nunca.
lunes, abril 02, 2007
Aparte de los blog de los amigos que he ido haciendo en internet, leo con interés el blog de Martín Varsavsky, un argentino que lleva ya montadas aquí en España tres empresas de telecomunicaciones. Recomiendo leer su blog a toda aquella persona que quiera iniciarse en el proceloso mundo de los negocios; de Varsavsky puede aprender bastantes lecciones. O no, porque casi nunca habla del "método Varsavsky" para ser emprendedor y rico en pocas semanas. Yo creo que es porque Martín es de esa clase de personas que sabe hacer las cosas pero no sabe cómo explicarlas; o necesitaría mucho tiempo y muchos blog para explicarlas.
Varsavsky fue, a mi juicio, muy amable por reflexionar sobre el por qué de los bajos sueldos que se pagaban en España; recordemos que mi país es una de las diez economías más fuertes del mundo; sin embargo, la gran masa de población recibe unos sueldos bastante penosos; os puedo decir que hay un gran descontento entre las capas más bajas de la sociedad. Sin duda, mi país ha escogido la peor cara del neoliberalismo vampírico y especulador.
Martín Varsavsky, aunque neoliberal, rechaza muchas de las cosas de este neoliberalismo a la española: critica los penosos sueldos que paga, por ejemplo, Telefónica (se debe referir a su empresa subsidiaria, Atento)y también habla, elevando el tono de la crítica, de los monopolios de las Telecomunicaciones que están pegándose la gran vida a costa de trabajadores y consumidores. Pienso que el denunciarlo es una actitud que le honra, aunque, todo hay que decirlo, habla mal de sus potenciales competidores con algo de interés; desprestigiarles forma parte de la batalla.
En cuanto a los licenciados mileuristas, también nos da estopa: dice que por problemas de mentalidad de la universidad española, se nos educa para ser curritos y no para ser emprendedores, se nos forma como si fuésemos discos duros a los que hay que llenar de información (la expresión es mía) y no almas creativas que con su inventiva generan puestos de trabajo. Claro, la gente como yo se puso de uñas y la tomaron con el pobre Martín, al que le llovieron palos a mansalva.
Intentando interpretar la idiosincrasia española, olvidó una parte muy importante del carácter español: nosotros podemos criticar nuestro país y nuestras costumbres todo lo que nos dé la real gana; que consulte el que quiera las hemerotecas y la literatura españolas, que las encontrará llenas de quejidos y llantos por nuestro país, sin embargo, que venga uno de fuera a enmendarnos la plana, que recibirá la del pulpo y la del otro. Eso es lo que le pasó al sorprendido Varsavsky. Esperemos que los españoles aprendamos de una vez por todas a aceptar las críticas foráneas.
Es que algo de razón sí que tiene: al español le tira más el ser funcionario que el ser emprendedor (yo soy la prueba de ello) y que de éso se han aprovechado las
empresas españolas. Pero también creo que no todos tenemos por qué ser emprendedores; se minusvalora la importancia del obrero en una empresa. Eso sí que es el error Varsavsky y en general, el error neoliberal.
Tal vez, el señor Martín, de tanto montar nuevas empresas, no concede el valor del día a día, la función de los obreros. Sin obreros, por mucho que quiera el constructor, no hay edificios. Sin la paga que se da a los obreros, no hay mercado. Afortunadamente, el señor Varsavsky esto último sí que lo tiene claro.
La sumisión española, que desdeña al emprendedor, tal vez se deba a que fuimos durante cuarenta años un país católico y dominado por un fascista. Ser sumiso es buen salvoconducto para sobrevivir en los totalitarismos, y cuando murió el dictador nos quedó a todos en la cabeza un "sistema operativo" a prueba de errores libertarios, creativos o emprendedores.
No eche la culpa a la universidad, señor Varsavsky. Métase en el bar de un barrio cualquiera. Escuche las voces de los españoles. En el suelo, entre huesos de aceituna y servilletas de papel arrugados, acaban todas nuestras reivindicaciones y nuestros deseos de ser emprendedor. Y los decibelios, parafraseando al poeta, juguetes de viento son.
Varsavsky fue, a mi juicio, muy amable por reflexionar sobre el por qué de los bajos sueldos que se pagaban en España; recordemos que mi país es una de las diez economías más fuertes del mundo; sin embargo, la gran masa de población recibe unos sueldos bastante penosos; os puedo decir que hay un gran descontento entre las capas más bajas de la sociedad. Sin duda, mi país ha escogido la peor cara del neoliberalismo vampírico y especulador.
Martín Varsavsky, aunque neoliberal, rechaza muchas de las cosas de este neoliberalismo a la española: critica los penosos sueldos que paga, por ejemplo, Telefónica (se debe referir a su empresa subsidiaria, Atento)y también habla, elevando el tono de la crítica, de los monopolios de las Telecomunicaciones que están pegándose la gran vida a costa de trabajadores y consumidores. Pienso que el denunciarlo es una actitud que le honra, aunque, todo hay que decirlo, habla mal de sus potenciales competidores con algo de interés; desprestigiarles forma parte de la batalla.
En cuanto a los licenciados mileuristas, también nos da estopa: dice que por problemas de mentalidad de la universidad española, se nos educa para ser curritos y no para ser emprendedores, se nos forma como si fuésemos discos duros a los que hay que llenar de información (la expresión es mía) y no almas creativas que con su inventiva generan puestos de trabajo. Claro, la gente como yo se puso de uñas y la tomaron con el pobre Martín, al que le llovieron palos a mansalva.
Intentando interpretar la idiosincrasia española, olvidó una parte muy importante del carácter español: nosotros podemos criticar nuestro país y nuestras costumbres todo lo que nos dé la real gana; que consulte el que quiera las hemerotecas y la literatura españolas, que las encontrará llenas de quejidos y llantos por nuestro país, sin embargo, que venga uno de fuera a enmendarnos la plana, que recibirá la del pulpo y la del otro. Eso es lo que le pasó al sorprendido Varsavsky. Esperemos que los españoles aprendamos de una vez por todas a aceptar las críticas foráneas.
Es que algo de razón sí que tiene: al español le tira más el ser funcionario que el ser emprendedor (yo soy la prueba de ello) y que de éso se han aprovechado las
empresas españolas. Pero también creo que no todos tenemos por qué ser emprendedores; se minusvalora la importancia del obrero en una empresa. Eso sí que es el error Varsavsky y en general, el error neoliberal.
Tal vez, el señor Martín, de tanto montar nuevas empresas, no concede el valor del día a día, la función de los obreros. Sin obreros, por mucho que quiera el constructor, no hay edificios. Sin la paga que se da a los obreros, no hay mercado. Afortunadamente, el señor Varsavsky esto último sí que lo tiene claro.
La sumisión española, que desdeña al emprendedor, tal vez se deba a que fuimos durante cuarenta años un país católico y dominado por un fascista. Ser sumiso es buen salvoconducto para sobrevivir en los totalitarismos, y cuando murió el dictador nos quedó a todos en la cabeza un "sistema operativo" a prueba de errores libertarios, creativos o emprendedores.
No eche la culpa a la universidad, señor Varsavsky. Métase en el bar de un barrio cualquiera. Escuche las voces de los españoles. En el suelo, entre huesos de aceituna y servilletas de papel arrugados, acaban todas nuestras reivindicaciones y nuestros deseos de ser emprendedor. Y los decibelios, parafraseando al poeta, juguetes de viento son.
domingo, abril 01, 2007
Hay frases en mi vida que han tenido una trascendencia tremenda. Son claves de mi vida:
-¿quedamos mañana para ir al cine?
-Se va abrir una bolsa de trabajo. Podrías apuntarte al examen que van a hacer
Estas frases, tan normales, son el origen de mi matrimonio y de uno de los mejores trabajos que he tenido. De la última, recuerdo que me apunté sin esperanzas, hice el examen sin convicción, pero en contra de lo que yo preveía posibilitó, al aprobarlo, el que yo consiguiera un buen trabajo, aunque temporal. De la primera, ya he hablado muchas veces de las consecuencias que ha tenido en mi vida.
-¿Por qué no escribes un blog?
Efectivamente, la idea no fue mía. Acción y reacción. El primer motor de este blog es una propuesta que un amigo me hizo. O sea, que estas líneas que escribo son producto de la idea que tuvo otro. Todo lo bueno que me pase por escribir este blog se lo deberé, en parte, al que me hizo esa sugerencia. Por de pronto, he conseguido una cosa que llevo ansiando muchos años: escribir algo parecido a un libro. Antes no me veía capaz.
Ahora, en la época del incongruente individualismo, donde la única influencia que se acepta es la de los medios de comunicación de masas y de la publicidad, no debemos desdeñar el consejo y la sugerencia de los que nos quieren. Pueden estar equivocados, pero sus fines son mucho más altruistas que los de un aparentemente simpático anuncio de refresco. El fin último de un anuncio de refresco no es lo bien que tú te sientas bebiendo el líquido, sino los dineros que dejas en la caja; las arrugas de tu cara le importan menos al anunciante de cremas que su cuenta corriente.
El consejo gratuito y desinteresado puede ser muy rentable para el que lo recibe. La sugerencia hecha a vuela pluma te puede cambiar la vida. Tal vez por eso, los bancos imitan en su publicidad al consejo del amigo. pero tanta hipocresía salta a la vista del cliente avisado. Hay un banco que se jacta de tratar a sus clientes de tú, así lo dice en su publicidad. Sin embargo, de sus tratos con él nada sacaremos de provecho. Encima, no nos guardan el respeto debido. Si queréis un consejo, coged sólo los consejos y las sugerencias de los próximos. Huid como de la peste de los que os vienen de la telvisión o la prensa. Quien da consejos para su propio beneficio está robando al prójimo. Ya sabéis vosotros que nos han robado mucho.
-¿quedamos mañana para ir al cine?
-Se va abrir una bolsa de trabajo. Podrías apuntarte al examen que van a hacer
Estas frases, tan normales, son el origen de mi matrimonio y de uno de los mejores trabajos que he tenido. De la última, recuerdo que me apunté sin esperanzas, hice el examen sin convicción, pero en contra de lo que yo preveía posibilitó, al aprobarlo, el que yo consiguiera un buen trabajo, aunque temporal. De la primera, ya he hablado muchas veces de las consecuencias que ha tenido en mi vida.
-¿Por qué no escribes un blog?
Efectivamente, la idea no fue mía. Acción y reacción. El primer motor de este blog es una propuesta que un amigo me hizo. O sea, que estas líneas que escribo son producto de la idea que tuvo otro. Todo lo bueno que me pase por escribir este blog se lo deberé, en parte, al que me hizo esa sugerencia. Por de pronto, he conseguido una cosa que llevo ansiando muchos años: escribir algo parecido a un libro. Antes no me veía capaz.
Ahora, en la época del incongruente individualismo, donde la única influencia que se acepta es la de los medios de comunicación de masas y de la publicidad, no debemos desdeñar el consejo y la sugerencia de los que nos quieren. Pueden estar equivocados, pero sus fines son mucho más altruistas que los de un aparentemente simpático anuncio de refresco. El fin último de un anuncio de refresco no es lo bien que tú te sientas bebiendo el líquido, sino los dineros que dejas en la caja; las arrugas de tu cara le importan menos al anunciante de cremas que su cuenta corriente.
El consejo gratuito y desinteresado puede ser muy rentable para el que lo recibe. La sugerencia hecha a vuela pluma te puede cambiar la vida. Tal vez por eso, los bancos imitan en su publicidad al consejo del amigo. pero tanta hipocresía salta a la vista del cliente avisado. Hay un banco que se jacta de tratar a sus clientes de tú, así lo dice en su publicidad. Sin embargo, de sus tratos con él nada sacaremos de provecho. Encima, no nos guardan el respeto debido. Si queréis un consejo, coged sólo los consejos y las sugerencias de los próximos. Huid como de la peste de los que os vienen de la telvisión o la prensa. Quien da consejos para su propio beneficio está robando al prójimo. Ya sabéis vosotros que nos han robado mucho.
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