martes, marzo 13, 2007



La gente suele ver programas del tipo Gran Hermano para distraerse con el comportamiento de exhibicionistas montaraces. Sin embargo, creo que es más interesante tener un acuario, porque los peces tienen vidas que merece la pena contar.
Yo trato mejor a mis peces que mi sociedad me trata a mí. Tienen la luz y los alimentos garantizados, no como yo, que con un revés que me dé el destino se puede ir mi vida al garete. Simplemente, conque me falte el trabajo el día de mañana. Con ésto podéis ver que nos tratan peor que a animales. Pero me voy a dejar de duelos y quebrantos, que, como dijo el Cervantes que yo me invento, mejor quedan en el plato.
Sin embargo, aunque mis peces eso del comer lo tienen garantizado mientras vivan, pasan por otras penas. Procedo a decíroslas.
Tengo un neón que es de una especie que les gusta vivir en compañía. Lo compré en una tienda de animales, junto con otros doce. Lamentablemente, con las subidas de temperatura del verano, se me fueron muriendo todos hasta quedar sólo el que os digo.
Es una fuerza de la naturaleza. Pese a su soledad en el acuario, el tío aguanta con carros y carretas. Sin duda es el más pequeño de mis peces, pero pese a su insignificancia es mi favorito. Los neones van uniformados en rojo y azul, y mi neón me recuerda a esos soldados que vienen de la guerra dejando atrás a muchos compañeros y amigos. Mi neón es un superviviente, y venga desde aquí un sentido homenaje.
Tengo, en cambio, un guppy que pasa por otros sufrimientos. Yo quería comprar un macho y una hembra, pero desgraciadamente el de la tienda me vendió dos machos por error. El otro macho que le acompañaba era un guppy fuerte, de cola ancha, panzudo y de vivos colores. Le hace la vida imposible por el dominio de las hembras. De resultas de ese acoso, mi pobre guppy se esconde en las algas y ya empieza a languidecer. De tan delgado que está, en vez de un pez parece un puro. Esa situación me recuerda a todos los acosos del mundo. La violencia de los peces es de la misma naturaleza que la humana. Por desgracia, no sé cuanto me durará mi guppy, yo creo que poco. Tampoco sé qué camino tomar para hacerle la vida más fácil. A veces me dan ganas de mandar al otro a la taza del váter, que no es otro el sitio que se merece. Por cierto, la taza del váter es el cementerio de los elefantes para peces, aunque yo desaconsejo meter un elefante en dicha taza.
Luego tengo dos apuesto Guramis que son como esos matrimonios ya maduros que pasean por el parque una hermosa tarde de primavera. Mis Guramis son majestuosos, pasean sus barbas... un momento, yo creía que eran macho y hembra...Ah, pues no. Son macho y macho. Bueno, entonces son como esa pareja de ancianos amantes que ocultaron su amor al mundo durante tantos años y ahora pueden sacar su plata majestuosa liberados de prejuicios inmorales.
Luego tengo una xifo hembra que es como esa viejecita sabia a la que todas piden consejo. Es la decana de la pecera. Su colita está torcida, como si sufriera esclerosis de huesos y es una gran superviviente: ella sufrió la terrible subida de temperatura que diezmó los habitantes de la pecera y vio cómo morían algunos de sus hijos y su marido. No puedo más que sentir respeto hacia la que ha tenido tantas tragedias en su familia.
Os podría decir más, pero no voy lo suficientemente borracho. Ya os he dicho que mirar una pecera con según qué sustancias os puede abrir todo un universo. Seguiremos informando.