miércoles, enero 02, 2008


En Francia, el cartel de estos señores que aquí veis está censurado. Sí, el país que siempre ha ido a la vanguardia en cuestión de libertades, derechos y todas esas cosas buenas que son y han sido dignas de admiración en nuestra patria. O de envidia, sí, que los franceses siempre nos han dado por el culotte, que se traduce por calzón, no seáis mal pensados vosotros también.
Ahí les tenéis: dos mocetones, presumiblemente en los prolegómenos del acto sexual, o sea, justo antes de que el uno le sople la nuca al otro ¿Y qué? ¡Cuántos suspiros habrá habido esta nochevieja, cuánta lujuria, y nadie se escandaliza por ver a una pareja disfrutando en la penumbra! ¿Qué importancia tiene el erotismo violeta de ese cartel? No entiendo la sorpresa y la polémica. Hombres desnudos se han visto por docenas en el cine, por ejemplo. Nadie se escandalizó en su día por ver a un gladiador semidesnudo repartiendo mandobles. En mi humilde opinión, a mí me parece más inmoral un asesinato que dos personas amándose, pero a lo mejor estoy equivocado.
Hace una semana Sarkozy paseó, más hinchado que un pavo real, junto a la bellísima Carla Bruni, entre las pirámides de Egipto, emulando al otro gran conquistador francés, Napoleón. Dejó claro que la grandeur de Francia pasa por el amor heterosexual, que es el único que nos quiere vender este flamante jefe de estado. En definitiva: pasa por su entrepierna. Él ha venido para poner orden en Francia, y nos enseña lo que es el verdadero amor. Él y su chica son la verdadera representación del amor en Francia, y no esos gladiadores abrazados.
Censuran el cartel no porque fomenta el uso del preservativo, sino porque fomenta las ganas de acostarse con un gladiador en lugar de con Carla Bruni, cosa que debe de ofender muchísimo a Sarkozy, después de estar tanto tiempo haciendo de David Beckham en los alrededores del Nilo. Este hombre no descansa. Cuando yo estuve en París todavía no se habían celebrado la segunda vuelta de las elecciones francesas: pues bien, por cada afiche de Ségolène Royal que vi en los quioscos de prensa, había diez de Nicolás Sarkozy. Ésos son los carteles que un galo debe admirar. El presidente galo se esfuerza mucho por salir en todo tipo de papeles, no sólo en los carteles. Para ello trabaja mucho, el pobre. Que todo el mundo tenga claro que no estaba en Egipto de vacaciones; sin duda alguna, era un viaje de trabajo. Todos los franceses deberán amar a Carla Bruni y admirar a su presidente, así se ve en el póster preparado para el imaginario colectivo nuestros vecinos del norte y es el que ahora debe aparecer en los quioscos franceses.
Que haya censura en el país vecino no debe extrañarnos. Hay una terrible ola de conservadurismo a nivel mundial y Francia no debe quedar ajena a ella, que en eso consiste la globalización. Que antaño fuera ejemplo tolerancia no la exonera de nada y si hay que prohibir la fotografía de dos tipos besándose, se prohíbe y a otra cosa.
Siempre nos quedarán las fotos de los besos de Carla Bruni.