sábado, mayo 26, 2007

Yo provengo de una de las regiones que desde siempre ha tenido el mejor vino, pues mis ancestros se criaron cerca de la Ribera del Duero y llevo bebiendo vino desde que tengo ocho años (así estoy de la cabeza). Como opinión autorizada que soy y corriéndome vino por mis venas y siendo baño de mis neuronas, me creo en derecho a teorizar sobre el vino y sobre el torrente de estulticia que genera.
los vinos son como los trajes: el que le sienta bien a uno no tiene por qué sentar bien a otro. A mí los vinos me sientan bien casi todos, tal vez sea debido a que se me atrofió el paladar en los botellones que hacía de joven, donde mezclábamos vino peleón con Coca-Cola (la combinación viene muy bien contra el estreñimiento, os lo digo yo que me ha solucionado muchos problemas de "evacuación intestinal infrecuente") Confieso que tanta ingesta de mezcla barata de jarabe capitalista con peleón vino español debió atrofiar mi gusto para los taninos. Creo que ya no puedo diferenciar si un vino estuvo en tonel de roble o en bidón de gasoil.
En una de sus abundantes cartas a su madre don Pedro Muñoz Seca decía que en cuestiones de ríos y de rías la gente dice muchas tonterías. Con el vino pasa igual, y más si bebes mucho. Que si tiene roble, vainilla, aromas afrutados; que si la acidez; que si los taninos por aquí y por allá. El vino ofrece a la humanidad ávida de lo banal una sinfonía de posibilidades.
La cultura del vino nace del irrefrenable deseo del hombre de establecer categorías. Es una mezcla de la cultura del borracho, viticultores con afanes de lucro y señores que se hacen llamar enólogos y que no han encontrado otra forma mejor de ganarse la vida.
El vino, todo el mundo lo sabe, tenía en las mesas de tiempos pretéritos una función similar a la del pan: era considerado un alimento básico. Hasta que la gente empezó a construir un universo de estupidez en torno a él y desde entonces el vino sólo sirve para que veamos a un tonto metiendo la nariz en una copa y nos convierta en dos tontos.
Lo cierto es que el vino es símbolo del estado de los hombres, y no sólo del estado de embriaguez: un hombre que agarra en la calle un tetrabrik de vino peleón es la imagen de siempre de la pobreza; un hombre al que un camarero enseña ceremoniosamente una botella y le hace oler el tapón es siempre la imagen de la riqueza. Con razón mucha gente define al vino como río de la vida.
Recordad una cosa: sólo es buen vino el que os gusta.
En todo esto estaba pensando mientras me daban a probar un vino que decían ser de los mejores y casi me da una arcada. Tengo el gusto atrofiado, pero no tonto. Estaba picado.
Eso sí, me hizo alucinar: Todos aquellos que simulaban un deleite sin igual aparecieron ante mí como reyes desnudos.