Deberíamos estar de enhorabuena. En España la gente se manifiesta. Pero no estoy contento. En España la gente se manifiesta, mayormente, por tonterías. Veamos cuatro ejemplos de manifestaciones recientes:
- Manifestación en defensa del derecho a la vivienda, junio de 2006: 900 personas
- Manifestación en pro de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid, octubre 2006: unas 50000 personas, tirando por lo alto
- Manifestación en contra de las bodas de homosexuales, mayo de 2005: 166000 personas
- Manifestación contra la política antiterrorista del gobierno, idéntica a la que practicó el partido de la oposición cuando gobernaba, marzo 2007: 366000
Necesito acudir a los clásicos, porque los hombres modernos con su actitud no me están ayudando nada en lo de aclararme las ideas. Acudo al libro II de Aristóteles dedicado a la retórica. Define topoi como "las ideas generales, de la memoria colectiva". Viene a decir nuestro sabio Aristóteles que hay topoi comunes y generales, es decir, los puntos de vista de aceptación general. Ahondando en esa idea aristotélica, un tal Perelman en su "tratado de argumentación", clasifica ese topoi como "topoi de cantidad" (para el hombre contemporáneo como usted y como yo), es decir "una cosa vale más que otra por razones cuantitativas" Aún más: "ha de seguirse la opinión de la mayoría."
O sea, que si nos atenemos a los Topoi de Aristóteles y que Perelman redefinió, en este país, por cantidad de gente, es más importante que los homosexuales no se casen que todo el mundo lo tenga fácil para acceder una vivienda. O es más importante que el gobierno no haga una política antiterrorista idéntica a la de la oposición cuando gobernó, que eso de que la Comunidad de Madrid siga teniendo una sanidad pública de calidad.
No entiendo nada.
Pensando en estas cosas, patidifuso y consternado, decidí que debería dar un paseo para despejarme, pero al ver que llovía, opté por quedarme en casa. Entonces me acordé de esa vieja fábula en la que un monarca decidió, aconsejado por su sabio, quedarse en casa porque la lluvia de fuera volvía locos a la gente que empapaba. Se quedaron él y su sabio entre los muros de palacio, y la gente devenida en loca se reía de ellos porque les consideraban a ellos los locos.
¿Qué hago ahora? ¿Arremeto contra los homosexuales, que nada me han hecho? ¿O me meto contra la política antiterrorista del gobierno, aún sabiendo que es idéntica a la realizada por todos los gobiernos de la democracia de este país?
O tal vez, como le dijeran a Claudio en la novela de Robert Graves:
"Ser un tonto que se hace pasar por tonto"