lunes, enero 22, 2007


Hace poco regalé a mi chica unos Walkie talkies porque era uno de sus regalos anhelados que de niña nunca le hicieron. Ella, por su parte, me regaló hace unos años un Titanic para construir de la marca TENTE. Unos amigos míos se compraron unos coches de radiocontrol y quedan para hacer carreras. Estos son unos pocos ejemplos de una moda de ahora: la de que te regalen (o comprarte tú) las cosas que deseaste de niño pero que tus padres nunca te dieron.
Todos estamos ya en la treintena ¿Qué nos pasa a los treintañeros de hoy en día? ¿Estamos desincronizados, somos relojes que atrasan? Muchos vivimos en casa de nuestros padres, y los que no vivimos, somos unos caraduras que echamos de menos "la silla mágica" de mamá ¿En qué consiste? Consiste en que tiramos la ropa sucia en una silla y al cabo de dos o tres días aparece milagrosamente limpia, planchada y con olor a suavizante, no a sobaca mora.
Por otro lado, queremos imitar la forma de vestir de los veinteañeros y comprobamos con horror que las marcas que ellos utilizan no coinciden necesariamente con las que anhelábamos nosotros. Nos damos cremas hidratantes porque ya nos van saliendo las primeras arrugas y nos preocupa tener el culete prieto y tonificado.
Si somos solteros, nos metemos en el Meetic para ver si encontramos veinteañeros o veinteañeras a los que poder ligar, y si alguna vez lo conseguimos estar con uno/una, somos nosotros los que nos adaptamos a ellos/ellas y no al revés.
Mucha gente dice que esa manifestación de inmadurez es cosa de treintañeros españoles, que los de fuera se extrañan de lo tarde que hacemos las cosas . Pero qué queréis que os diga: los treintañeros de la serie Friend no demostraban ser muy maduros.
El problema general es que empezamos a sentir el vértigo por lo rápido que se nos pasa la vida. Parece que queremos echar el freno de mano, pararnos un poco en el sitio donde estamos y permanecer inalterables otros diez años más. Paren el mundo, que me bajo porque no quiero hacerme mayor.
Cuando mi mujer,(a la que me resisto llamar mi mujer y le digo mi chica, por eso de los de ser mayor), me regaló el Tente, sentí por un breve instante la emoción del niño que lo recibe, pero por otro lado vino la tristeza de que un periodo de mi vida se está acabando, bueno, se ha acabado ya, y que toca ser adulto otros treinta años más, hasta la vejez, donde tal vez se me permita volver a ser niño otra vez.
Después de consrtruir el Tente, una de sus cuatro chimeneas desapareció como desapareciera el casco del Airgamboys del que una vez hablé.
Quizá el hacerte mayor es saber que tienes algo que se va a perder.
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