lunes, noviembre 05, 2007


A mí a quien me recuerda es al sheriff de las películas vestido de negro que entra en el saloon y todo el mundo se calla. Hablo de Javier Goméz Bermúdez, un andaluz como aquel otro gran juez, Baltasar Garzón. Va camino de convertirse en otro juez estrella. Andalucía ha tenido buenos hijos poetas, de los mejores que ha dado España; lo que no sabíamos es que iba a ser también la madre de magníficos jueces, porque con sus luces y sus sombras, tanto el uno como el otro han contribuido desde su puesto y con su sapiencia a hacer un mundo mejor. Si García Lorca defendió con su venerable pluma todas las causas perdidas de los inocentes, ellos hicieron que muchos inocentes no perdieran su causa.
Javier Gómez Bermúdez tiene la personalidad de un sheriff del Oeste, así lo pudimos comprobar cuando los malos intentaban subírsele a las barbas. y el juez les paró los pies con una voz potente y grave, además de una de esas miradas que ganan duelos sin disparar un solo tiro. Cuestión de autoridad. Muchos no hubieran podido disimular el temblor de piernas, aún llevando toga. Seguramente, Arturo Pérez Reverte le dedique un artículo, mejor si cabe que éste, pues de gente curtida y fajada es rendido admirador. Vaya si lo es. También le gusta la gente de rostro impenetrable. A este paso, a Gómez Bermúdez le escribe una novela.
Si Yul Brynner levantara la cabeza se la volvería a afeitar en homenaje del justo hombre andaluz; y le echaría una mano con los malos, que desde la sentencia le crecen más al juez que el cabello. Empezando por un tal Pedro J. Ramírez, predicador que lleva años haciendo, diciendo y mintiendo en este poblado lo que le viene la real gana y al que nadie le para los pies porque los feligreses le temen más que le respetan. Y dice en su homilía acerca del juicio (final): "el Génesis atribuye a Salomón un pecado de soberbia, al vincular la exhibición de su sabiduría -siempre es peligroso pasarse de listo, dicho sea con carácter general- con el pecado de Adán y Eva de comer el fruto del árbol prohibido del conocimiento".
-Buena homilía, sí señor- dice uno al salir de misa- Lo que no me ha quedado claro es si hablaba del Sheriff o de sí mismo.
-¿De sí mismo? No te lo crees tú ni borracho.
Mientras, en su despacho, Gómez Bermúdez, mientra ve desde la ventana salir de misa a la gente, sonríe satisfecho por el deber cumplido. Y se pregunta cuánto tiempo le queda de seguir siendo el justo juez. Y cuánto tardarán en llamarle el perro andaluz.