viernes, enero 19, 2007

No me extraña que los hijos de don Quijote sean franceses. Los franceses saben un rato de idealismo. Aquí, en España, a los idealistas se les capa de idealismo como a los pollos a nada que se hacen un poco mayores. Somos un país refranero y nuestros refranes son un perfecto manual contra el idealismo. País refranero y puñetero.
Ayer estuve viendo una película de preestreno que se titulaba "Más extraño que la ficción" Una de las partes que desarrollaba la trama era el amor entre el inspector de Hacienda, gris protagonista, y una romántica y bondadosa pastelera. Leches, no me cabía en mi cabeza moldeada a golpes de realismo, que no de lucidez.¡Cómo se van a enamorar una pastelera y un inspector, siendo además éste mucho mayor que la primera!
Soy español, y el español no cree en los sueños.
Las cosas son porque sí, y es imposible que en la vida real a un inspector de hacienda le diga que sí una pastelera. La película se basa en el trato que se da a la realidad y a la ficción, pero lo cierto es que la parte "real" de la película es tan ficticia como la parte "imaginaria" de la película. ¡A un español se la van a dar con queso estos americanos!
Los españoles no soñamos, la realidad es lo que es. Por eso, Julio Verne no es español y dudo que Pérez Galdós lo fuera. Don Benito quería una vida mejor para las gentes que lo rodeaban y aunque autor inscrito en el realismo, hizo que alguno de sus personajes soñaran. Sacrilegio. En España nada debe cambiar y aquí no se sueña.
El español siempre debe estar con los pies en la tierra. Aunque estemos en medio de arenas movedizas. Sabina ya lo dijo en una canción: "en la farmacia puedes preguntar. Tienen pastillas para no soñar"
Se llaman Prozak.