viernes, junio 22, 2007

Hombre Occidental,
tu miedo al oriente, ¿es miedo
a dormir o a despertar?
(Antonio Machado)

En sólo tres versos ha dicho uno de los dilemas que se le presenta al hombre: ¿tenemos miedo de saber o queremos seguir en la ignorancia? Don Antonio nos dice: en la vida de cada uno es un viaje a Oriente, donde el sol se pone, donde está nuestro crepúsculo. El miedo a la muerte. Tal vez haya vida ultraterrena y tal vez no. Es un viaje que forzadamente hemos de hacer. Al final, sabremos cuál es la respuesta.
Pero yo prefiero darle otra interpretación: en realidad es el viaje que realiza el hombre al conocimiento. El hombre a lo largo de la vida, tiene dos caminos: o permanecer ignorante (dormido) o intentar la búsqueda de explicaciones a lo que le rodea (despierto). Si decide pasar su vida dormido, no tendrá más que miedos: a lo desconocido, a lo inexplorado, a lo extraño; si por contra, elige el estar despierto,
puede que haga descubrimientos insospechados que le hagan vivir en plenitud. Pero despertarse da miedo, nunca se sabe lo que deparará el nuevo día. Quedarse dormido da más miedo todavía: es una cárcel rodeada de fantasmas que están esperando a que salgas.
El viaje a Oriente es un viaje forzado, da igual en el estado de conciencia en que se haga. Todos estamos obligados a hacerlo. Las primeras rutas del hombre fueron hacia Oriente. Se partió de África, se llegó a Europa y a Asia y de ahí, utilizando un congelado estrecho de Bering, a América. ¿Qué les obligo a los primeros hombres a hacer tan fenomenal viaje? ¿Qué les movió a hacer un viaje tal de vientos gélidos? ¿Acaso la terrible duda de saber qué hay más allá?
A veces no tengo ganas de viajar, pero sé que mi naturaleza no es ser un árbol agarrado por sus raíces. Nuestro destino es saber; poco sentido tiene tener miedo a ello. Los ojos no ven, saben, que diría otro gran poeta, Jorge Guillén.
Decía el crítico inglés Samuel Johnson refiriéndose a la existencia humana lo siguiente: "la naturaleza humana declina enfrentarse a la muerte cara a cara". Eso vale para algunos hombres, pero no para otros. Si fuera consustancial de la naturaleza humana el arrodillarse ante la muerte, ningún hombre hubiera llegado al estrecho de Bering.
No nos queda otra que despertarnos y como dice la cultura popular: "ya dormiremos cuando estemos muertos"
O cuando hayamos cruzado el estrecho de Bering.