Hace unos pocos meses, unos medios de comunicación, con nulos conocimientos en química por lo que se vio después, soltaron el bulo de que los islamistas acusados de preparar el 11-M estaban relacionados con los etarras, porque ambos grupos tenían la costumbre de usar ácido bórico, al parecer, para la creación de explosivos. Se consultó con expertos en sustancias como ésta, y según ellos, el uso de ácido bórico tiene más éxito eliminando el olor de los pies o cucarachas que su utilización en la fabricación de explosivos.
Por consiguiente, lo único que demostraba esto, es que etarras y terroristas de al qaeda tenían el mismo interés por cuidar su higiene personal y del hogar.
Sin embargo, el periodismo más sensacionalista de este país puso el grito en el cielo, pues con el ánimo de salvaguardar el honor maltrecho del anterior gobierno conservador, se inventó una teoría sobre una conspiración entre terrorismo islámico y terrorismo etarra... ¡Con la complicidad de los propios cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado español! Creer una cosa así era demencial.
Sin embargo, durante meses, cuando me conectaba a Internet, vi en los foros sobre política que había gente que daba crédito a tan absurda teoría; pensé que el mundo se había vuelto loco. Confieso que empecé a elucubrar en qué idioma hablarían los terroristas islámicos y los terroristas vascos entre ellos. De los últimos me imaginaba que se negarían hablar en español. Suponiendo que ese fuera el único idioma occidental que entendiesen los de alqaeda...
¿Cómo le diría, usando el lenguaje de las señas, un vasco a un musulmán, que lo mejor para hacer una buena bomba es emplear ácido bórico?
En fin, gracias a sus mentiras, los propagadores de tan absurda teoría incrementaron su audiencia en radio y la venta de periódicos en prensa. La engañifa salió muy bien: por un lado daba alas y esperanza al grupúsculo más ultra del sector conservador de la sociedad española (el sector conservador moderado e inteligente nada de esto se creyó, sírvase como ejemplo el honroso y monárquico diario ABC, que nunca dio pábulo a esas teorías) y por otro lado se hacía una buena campaña de lavado de imagen de los
líderes de la derecha de este país.
Sin embargo, estos últimos ya pagaron en su día sus engaños para permanecer en el gobierno. Yo me pregunto: ¿Cuándo pagarán esos periodistas que intentaron maliciosamente y durante meses el engañar a todo el pueblo español? Me da rabia que, escudándose en la libertad de prensa, nos hayan intentado engañar a todos, y de hecho lo han conseguido hacer a una buena parte de la población. No me parece justo esa patente de corso que tienen estos perversos plumillas.
Si todos pagamos por nuestros engaños, más deben pagar los que tienen la especial función de dar información veraz; no entiendo cómo siguen de rositas y llenándose los bolsillos de dinero.
Parece ser que la prensa tradicional pierde lectores frente a Internet. Es lógico, cada vez somos más los que tenemos la sensación de que no es razonable dar dinero por mentiras. Ya está bien. Quiero que al abrir un periódico, sea de la ideología que sea, no me mienta. Ahora tengo la sensación de que su servidumbre no es hacia mí como lector, sino para una oscura junta de accionista que me quiere bien manipulado.
La prensa actual está matando al ciudadano. Contribuye a transformarlo en lacayo, en súbdito. Si no, no insultarían tanto a nuestra inteligencia.
Qué cerca están las utopías negativas de Aldous Huxley y George Orwell. Cuánto te equivocaste, George, tu 1984 no vendría a través del comunismo. Lo está trayendo el capitalismo. A marchas forzadas y con tinta negra.