sábado, noviembre 03, 2007


En la naturaleza no existe la línea recta. Sin embargo, nuestras ciudades están llenas de ellas. Las calles, los edificios, todo. Eso es porque nuestras urbes es el sitio contra natura por excelencia. Pensamos los humanos que nos hemos ido a las ciudades por propia voluntad. En realidad, ha sido la naturaleza la que nos ha desterrado, pues ¿en qué otro sitio podría meter criaturas tan irregulares, dañinas y llenas de imperfecciones?
La línea recta es un artificio que nos hemos creado para generar la ilusión de que somos seres perfectos que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Una recta siempre se asocia a un camino a la excelencia y la línea curva se asocia al camino del caos, cuando uno se desvía, vuelve al mismo sitio, da los mismos pasos para alcanzar la ninguna parte. Pero la línea recta no existe. Queremos creer que sí, pero en realidad nos estamos engañando. Dicen que la línea recta en posición horizontal expresa equilibrio, calma, estabilidad; la línea recta vertical sugiere elevación, movimiento ascendente, actividad. En el imperio de la nada en el que vivimos no hay calma, equilibrio, ni mucho menos con estabilidad, que es la cualidad que con los años va ansiando cada vez más gente, pero sí hay actividad y hay elevación, pues cada vez se quiere subir más alto, hacia el cielo, hacia la nada.
En nuestros rascacielos hay elevación y actividad. Son el símbolo máximo de civilización actual y parten de lo inexistente: simbolizan la seguridad quimérica del nuestra civilización y siguen una línea ascendente que se proyecta al vacío; la batalla perdida contra nuestra propia insignificancia, nuestra caducidad, nuestro fin, que no seré yo de los pesimistas que digan que será pronto.
Vamos por la calle mirando hacia el suelo porque en el fondo nos avergonzamos de ser tan ilusos. Las torres que construimos son monumentos a la fantasía del hombre, al desafío de una batalla que sabemos que está perdida: la batalla contra la naturaleza, que sin contemplaciones nos ha encarcelado en las ciudades llenas de líneas rectas que no existen ni existirán jamás.