Si algo ha traído Internet al mundo, sin duda es, la verdadera libertad. Si algo nos ha enseñado Internet es quiénes son aquéllos que nos han estado coartando nuestra libertad, a veces sin darnos cuenta.
Coartar significa, según el diccionario, "estorbar o limitar por medios no físicos la acción, la potestad o la voluntad de alguien". Es, digamos, lo que hacen esas sociedades de autores que, cuando demandan a alguien que, haciendo uso o ejercicio de la tan traída y llevada libertad, se descarga archivos para su uso y disfrute personal; cuando ponen demandas contra gente por el hecho de opinar que aquello que hacen no está bien; o cuando actúan como lobbies ajenos a la voluntad popular para que sus lacayos los gobernantes, legislen a su voluntad, que no es la del pueblo.
Decía Ortega y Gasset -más o menos- que la fuente de todo derecho es lo que está basado en la voluntad de la gente, que el derecho se ajusta a las prácticas cotidianas. No puedes hacer que se legisle en contra de la voluntad del pueblo, que en este caso es otra cosa de tener el acceso total a las obras de creación para su uso y disfrute personal de cada uno. En definitiva, si nos atenemos al espíritu de las palabras de ese gran filósofo, no se puede penalizar que la gente se descargue cosas, porque eso va en contra del deseo generalizado de la sociedad, como no se puede atentar contra la libertad de expresión poniendo demandas a los que critican libremente ciertas prácticas que a mi modo de ver tienen algo de mafiosas.
En cierta manera, esto no es un síntoma más de lo que ya llevaba sospechando desde que tenía unos quince años, que era un idealista y tenía unas ganas enormes de cambiar este mundo sin derechos ni justicia: pensaba que vivimos una gran dictadura, la dictadura del dinero, donde las oligarquías hacen lo que quieren y hacen que gobernantes y legisladores actúen a su capricho; no es otra cosa que la dictadura del dinero.
El mercado actual es un gran buque de esclavos destinados a alimentar el gran monstruo romano. Internet supuso una vía de agua de ese gran buque y lo están tratando de tapar a base de papel judicial. Ojalá que ese papel, por muy voluminoso y pesado que sea, se deshaga con el agua entrante y no detenga jamás la vía que se está produciendo en el barco de esclavos actual.
Creo sinceramente que el dinero es la mayor cadena que tenemos los esclavos actuales. Lo único que me consuela es que la cadena de los que más dinero tienen es más pesada, más grande, más odiosa que la nuestra; ¡pero hasta dónde llega su lamento! Hasta llevar a los tribunales a una pobre gente que no deja de ser esclava.