"el umbral de dolor de las familias es muy alto" "las personas de cierta edad compraron las casas con tipos de interés al 16%" Se habrá quedado a gusto.
El que ha dicho tan crueles palabras es D. Pedro Solbes Mira, de profesión, ministro de hacienda español y aspirante a sádico de prostíbulo. Es un hombre que sabe lo que dice; ha ocupado un buen número de puestazos importantes. Es un hombre de talento; le han llamado en dos legislaturas para la cartera de Hacienda . Ha tenido la cartera de asuntos económicos y monetarios de la Unión Europea. Ahí es nada.
Os preguntaréis ¿Cómo puedo yo, pobre y minúsculo parado, poner en entredicho las palabras de tal eminencia gris? Pues porque el señor Solbes ha omitido otras cosas que hacen que piense que nos está comiendo la merienda, y porque una verdad dicha a medias es una mentira de doble fondo. Y basándonos en esto último, el Señor Solbes ha mentido como un bellaco. Sí, es cierto que tenían los de su generación, que por cierto, es la de mis padres, tipos de interés muy altos ,pero aún con intereses tan altos, los pisos se solían pagar de media en diez años ¡CON UN SÓLO SUELDO! Ahora, pese a que los tipos de interés son más bajos, se necesitan dos sueldos y no menos de cuarenta años para pagar una casa normalita en el extrarradio de una gran ciudad. Y no sólo eso: don Pedro Solbes habla desde la seguridad que da ganar más de siete mil euros mensuales y la vivienda (o viviendas, que es posible que tenga más de una o dos) pagada, no como la mayoría de los españoles, que ganan en su mayoría sólo mil, un sueldo a todas luces inconstitucional, porque según el artículo 35 de nuestra constitución :
"1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo."
Mil euros es un sueldo inconstitucional, pues no resuelve las necesidades de una familia y encima, las mujeres ganan menos que los hombres, con lo que hay discriminación de sexo. Y el señor Pedro Solbes, que debería ser guardián de nuestros derechos por su condición de máximo servidor público, en lugar de eso, aplaude la resignación y el incumplimiento de nuestros derechos fundamentales. Bravo.
Probablemente, el señor Solbes, cuando deje esta menudencia de la política (para gente como él ser ministro es una menudencia) entrará en algún consejo de administración de alguna megaempresa donde ganará todavía más que de ministro. No la fruslería de 7000 euros mensuales, no. Hablo de los 600000 euros al año, con contrato blindado, que suelen ganar esa gente por decir que la megaempresa debe superar los beneficios del año pasado.
Hubo otro ministro de hacienda, socialista también, que igualmente animó a los españoles con las siguientes palabras: "hay que apretarse el cinturón"
El ministro en cuestión se llamaba Miguel Boyer y poco después de dejar la cartera ministerial, compró para su señora y para él una estupenda casa con deciocho cuartos de baño. Curiosa forma de apretarse el cinturón. Por cierto, ahora es presidente de una gran compañía dedicada al petróleo. Aplaude las líneas de actuación de los gobiernos conservadores, de hecho, se le suele ver en los saraos que organiza el partido conservador de aquí. Las últimas fotos que he visto de él le he encontrado más gordo. Tendrá que aflojarse el cinturón.
¡Pobres de nosotros! Si son los propios socialdemócratas los que dicen y hacen estas cosas...¿Quién defenderá a partir de ahora a las clases bajas?
Nosotros sí que tenemos poderosísimas razones para decir lo que el conde de Romanones:
-¡joder, qué tropa!
lunes, diciembre 18, 2006
No sé vosotros, pero mi vida es una sucesión de errores de los que no me arrepiento. Situaciones que he provocado, en muchos casos ridículas, unas veces por el exceso de bebida, otras por no sopesar debidamente la situación en la que me veía envuelto, otras por dar prioridad a unas cosas frente a otras. Pero el caso es que, de resultas de todo ésto, me encuentro aquí reflexionando y poniéndolo en negro sobre blanco para vosotros.
Alguna gente piensa que si pudiera reescribir su vida lo haría de otra manera, o que si pudiera dar marcha atrás en la moviola, pues que lo haría para no cometer esa torpeza que parecía insignificante, pero que ha tenido consecuencias desastrosas en su vida. Por ejemplo, en una reunión con compañeros, algo dicho a vuelapluma, sin meditarlo, sin querer hacer daño,y te has granjeado un nuevo grupo de enemigos. No pensaste que les iban a caer tus palabras así de mal, pero al cabo de un tiempo más o menos breve, sufres las consecuencias de unas palabras que no tenían por objetivo el causar dolor o molestia. Crees que éso son cosas de las almorranas y de no las palabras.
Hay quien dice por ahí que somos la suma de nuestros errores y nuestros aciertos, que nuestro conocimiento de la vida depende tanto de los unos como de los otros. Otros llegan más lejos: del error, por muy doloroso que sea el resultado, se aprende más que del acierto.
Como dijo Quevedo: "¿siempre hay que sentir lo que se dice, nunca decir lo que se siente?" Cicerón siempre habló laudatoriamente de la prudencia, pese a que será una de los senadores que más "largaban" en su época (desgraciadamente pagó por ello) y Baltasar Gracián es otro que alabó sobre la prudencia en un libro. Y digo unos pocos ejemplos, porque a lo largo del tiempo han sido muchos que han escrito sobre la prudencia como valor para desenvolverte bien en la vida. Pero, para el que quiere ir más allá no es buena cosa el ser prudente. Ya sabemos que la prudencia es un corsé que viene muy mal para que se produzca la inspiración. Afortunadamente, ni Quevedo, ni Cicerón y casi que ni Gracián fueron prudentes siempre. De haber sido más temerosos, no hubieran salido tan buenos escritores. No es buena cosa para el que quiere vivir , (o vivenciar, como dirían algunos filósofos), paralizarse por la prudencia.
La prudencia, creo, es más cualidad para gobernantes que para el resto de personas, y creo que Gracián pensaba en ellos más que en ningún otro.
Lo que me motivó a escribir este artículo es el pensar que si no fuera por los errores cometidos en mi vida, no hubiera tenido el acierto de estar con mi chica. Digamos que pensé que mis errores habían sido las puertas que yo he tenido que abrir y que finalmente me han conducido al acierto de estar con mi chica. Lo cierto es que ella me quiere pese a mis errores. Pienso que si no hubiéramos cometido "la imprudencia" de unir nuestras vidas, ahora seríamos más infelices.
Ser audaz, o te conduce a un paso adelante o te manda diez pasos atrás, pero no podemos quedarnos en el camino pensando en los golpes que podemos recibir. La vida es un riesgo que debemos de correr. Hay que seguir andando, sí, con un poco de prudencia, vale, pero no dejando que ésta te paralice en tu camino.
Después de todo, nunca nos libraremos de la duda de si es correcto o no lo que hacemos.
Alguna gente piensa que si pudiera reescribir su vida lo haría de otra manera, o que si pudiera dar marcha atrás en la moviola, pues que lo haría para no cometer esa torpeza que parecía insignificante, pero que ha tenido consecuencias desastrosas en su vida. Por ejemplo, en una reunión con compañeros, algo dicho a vuelapluma, sin meditarlo, sin querer hacer daño,y te has granjeado un nuevo grupo de enemigos. No pensaste que les iban a caer tus palabras así de mal, pero al cabo de un tiempo más o menos breve, sufres las consecuencias de unas palabras que no tenían por objetivo el causar dolor o molestia. Crees que éso son cosas de las almorranas y de no las palabras.
Hay quien dice por ahí que somos la suma de nuestros errores y nuestros aciertos, que nuestro conocimiento de la vida depende tanto de los unos como de los otros. Otros llegan más lejos: del error, por muy doloroso que sea el resultado, se aprende más que del acierto.
Como dijo Quevedo: "¿siempre hay que sentir lo que se dice, nunca decir lo que se siente?" Cicerón siempre habló laudatoriamente de la prudencia, pese a que será una de los senadores que más "largaban" en su época (desgraciadamente pagó por ello) y Baltasar Gracián es otro que alabó sobre la prudencia en un libro. Y digo unos pocos ejemplos, porque a lo largo del tiempo han sido muchos que han escrito sobre la prudencia como valor para desenvolverte bien en la vida. Pero, para el que quiere ir más allá no es buena cosa el ser prudente. Ya sabemos que la prudencia es un corsé que viene muy mal para que se produzca la inspiración. Afortunadamente, ni Quevedo, ni Cicerón y casi que ni Gracián fueron prudentes siempre. De haber sido más temerosos, no hubieran salido tan buenos escritores. No es buena cosa para el que quiere vivir , (o vivenciar, como dirían algunos filósofos), paralizarse por la prudencia.
La prudencia, creo, es más cualidad para gobernantes que para el resto de personas, y creo que Gracián pensaba en ellos más que en ningún otro.
Lo que me motivó a escribir este artículo es el pensar que si no fuera por los errores cometidos en mi vida, no hubiera tenido el acierto de estar con mi chica. Digamos que pensé que mis errores habían sido las puertas que yo he tenido que abrir y que finalmente me han conducido al acierto de estar con mi chica. Lo cierto es que ella me quiere pese a mis errores. Pienso que si no hubiéramos cometido "la imprudencia" de unir nuestras vidas, ahora seríamos más infelices.
Ser audaz, o te conduce a un paso adelante o te manda diez pasos atrás, pero no podemos quedarnos en el camino pensando en los golpes que podemos recibir. La vida es un riesgo que debemos de correr. Hay que seguir andando, sí, con un poco de prudencia, vale, pero no dejando que ésta te paralice en tu camino.
Después de todo, nunca nos libraremos de la duda de si es correcto o no lo que hacemos.
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