sábado, diciembre 29, 2007

Muchos de los que tengan mi edad se acordarán de ellos, en estos tiempos de frío que nos obligan a todos a ir bien tapados: me refiero a los plumíferos Roc-neige ¿Porque me acuerdo ahora de ellos? Porque tengo frío y porque sus poseedores tenían aspecto de no tenerlo llevando esas prendas. y por la razón que daré al final de este artículo.
A principios de los noventa, si uno quería diferenciarse de los demás, debería acudir al centro comercial mas próximo o tienda y hacerse con una de esas prendas. El precio que deberían abonar los padres del sujeto en cuestión por una de ellas, unos 170 euros, era bastante elevado para aquel entonces e incluso para ahora. Pero a buen seguro, muchos progenitores lo pagaron con gusto para no tener que aguantar más los ruegos, súplicas, chantajes emocionales y demás a los que les sometieron sus hijos hasta comprar los calentitos plumíferos.
Tales prendas daban al torso del sujeto en cuestión aspecto de ser a un Bibendum un tanto colocado en ácido, pues los colores que solían tener los plumíferos eran bastante estridentes, a gusto de la adolescencia de la época: amarillo con negro; rosa fosforito con azul; verde fosforito con gris (también con azul); rojo estridente con gris ceniza(para suavizar); rosa fosforito con más rosa fosforito (para las chicas, más cortito y entallado que el de los chicos); y por último, en la variante más lujosa y cara, antelina marrón para hombros junto con... azul, el color de las clases altas.
Las prendas daban cuerpo a los tirillas y tal vez por eso eran los primeros en comprársela, aparte de que su elevado precio elevaba el estatus social dentro del instituto. Si eras poseedor de un Roc-neige, un polo Lacoste y un pantalón vaquero Chevignon (por no decir la marca más famosa) te daba el aplomo tan necesitado para un adolescente de la época para moverte en la discoteca o pub. Para el varón adolescente de la época, un Roc-neige era el pasaporte bulboso al tan ansiado morreo discotequero. Muchos hacían ostentoso depósito en el ropero del local de tan deseada prenda, pues su desaparición (bastante frecuentes eran los hurtos de los que la dejaban tirada en cualquier parte del local) era una tragedia personal de imponderables proporciones.
Al tener como relleno plumón había que tener mucho cuidado con este tipo de prendas. Según marcaba en las indicaciones, nunca se debía de lavar en la lavadora y sólo debía hacerse en seco, es decir, que no quedaba más remedio que llevarla al tinte si se querían conservar en óptimas condiciones de uso. Como era un esfuerzo económico bastante grande para las casas proletarias que el que cada vez que se mancharan se tuvieran que llevar al tinte, algunas sufridas madres optaron por meter las prendas de sus hijos en las lavadoras, y entonces adquirían en verdad un aspecto bastante penoso, perdiendo su esplendoroso volumen inicial, esponjosidad y redondeces michelíticas. Entonces las prendas entraban en ese periodo en el cual solían ser heredadas por los padres, en una herencia cuyo camino era de abajo a arriba, bastante diferente a lo que es tradicional y que indica quién llevaba los anoraks en la casa.
La otra opción era no lavarlas nunca, y muchas prendas cogieron un aspecto bastante feo por la cantidad de roña que llevaban encima. Con ello, el poseedor o poseedora perdía el prestigio inicial conferido por esa compra textil. Como contraposición, a nadie se le ocurría robarlas en la discoteca ni aunque estuvieran tiradas en el suelo, cosa que no era raro de ver, pues se formaban unas torretas de anoraks en invierno que terminaban por caerse para que después un montón de adolescentes hurgaran entre las ruinas y unos de ellos dijera: "¡Hostia! He perdido la cartera. Mi madre me va a matar! Menos mal que por lo menos no se llevaron mi rojnais" Y no extrañaba, con la porquería que presentaba la prenda en cuestión.
En fin. De todo esto me acordaba yo cuando he visto en EbaY que subastaban un Roc -Neige al módico precio de 35 euros. Ver para creer. Ojalá hubiera pillado esa oferta entonces, yo que nunca tuve uno, pero que tanto me hubiera gustado tenerlo, que pese a mi carácter apocado, me gustaba fardar como el que más. Ahora, sin embargo, no me lo voy a comprar, pese a su baratura. Roc-neige ha perdido precio pero también ha perdido valor, que no es lo mismo, como diría Cela.
Desconozco qué es lo que hoy en día valoran en el vestir los adolescentes. Espero comprobarlo en septiembre del año que viene. Pero es seguro que también tienen marcas y modas por las que perder el culo como nosotros, los chavales de antaño. Y qué le vamos hacer. Todo pasa y todo llega, y de lo que no pasamos nadie son de las modas, que no son más que las señales externas de la eterna estupidez humana. Algún día me marcharé a un sitio más civilizado donde no haga tanto frío.