Es verdad que la tele enseñó a los de mi generación, y no sólo con el Barrio Sésamo, también con muchos otros programas y de manera sorprendente. Por ejemplo, por una serie italiana de cuyo nombre no me acuerdo supe, a mis nueve añitos, que hay dos clases de personas: las pragmáticas y las idealistas.
En una de los episodios de esa serie, un pintor abstracto se enfrentaba un dilema: tenía un cuadro que había hecho seis agujeros con un punzón sobre el lienzo blanco, y un promotor dudaba en ponerlo para la venta en su galería, dado que la situación de los seis agujeros no le convencía, pues percibía cierto desequilibrio en la composición. Le insinuó al artista, que para corregir tan fea disposición agujeril, pusiera un agujero más, con lo cual, el artista se puso de uñas, pues era sacrificar su arte por burdos intereses mercantiles.
Sin embargo, la compañera del idealista pintor no lo veía igual: el cuadro, con siete agujeros bien puestos iba a ser pagado muy bien, por lo cual, intentó convencerle, mediante buenas palabras, de que nada pasaba si le ponía un agujero más, ¿qué sacrificio era para él el coger un punzón y hacerle otro agujero? Ninguno. Total, la obra era una tomadura de... Una tomadura de dinero que les venía muy bien para pagar las facturas, siempre preocupantes para el común de los mortales y más si eres un bohemio. Pero el pintor estaba erre que erre, que él no podía traicionarse, venderse por un plato de lentejas y etcétera. Entonces, la mujer, ni corta ni perezosa, cogió un punzón y como siete pecados capitales, en el cuadro hubo siete agujeros. El hombre, horrorizado, lloró tamaña traición como si hubiera perdido Granada con su Alhambra y todo. No hay nada que más duela en el mundo a un falocentrista que sea una mujer la que penetre, contraviniendo el orden natural de las cosas.
Os confieso que mi mente de nueve años no pergeñó esta retorcida explicación con ínfulas sicoanalíticas que se me acaba de ocurrir. Pero no sé por qué, la pequeña subtrama de la serie que os he descrito se me quedó grabada en el sector que tiene mi cerebro para los recuerdos inútiles a conservar a largo plazo. De hecho, no me acuerdo de qué iba la serie en su conjunto ¿De un piloto de aviones, quizá? ¿De sus amigos? ¿De los pasajeros que montan en los aviones que él pilota?
No lo sé, el caso es que de todas las anécdotas que contaba la serie me quedé con la del pintor abstracto y su señora. Estos personajes eran dos representaciones de las dos variantes que tiene el género humano para conducirse por la vida. Lo más destacable de estas variantes es que el personaje que simbolizaba el pragmatismo era la mujer ¿O no? ¿Acaso es práctico juntarse con un bohemio?
Todo esto pensé yo mientras estaba viendo a los seres más prácticos y racionales de todo el universo televisivo: los CSI de las Vegas. No podía recordar si el episodio que estaba viendo en ese momento lo había visto antes ya o era la primera vez que lo veía. Habían matado a una rubia ¿Eso no había sucedido antes en algún episodio? En casi todos, me responde el cadáver de la rubia desde la mesa del forense. Creo que es hora de irme a la cama.
Sin duda, prefiero las series de antes. Podían ser más aburridas que las de ahora, pero algo te enseñaban. Al menos te dejaban algo para guardar en tu cerebro antes de dormirte viéndolas.