martes, septiembre 11, 2007

Es una suerte tener buena memoria para el pasado. Te ayuda a entender mejor tu presente y a valorarlo en su justa medida. Recuerdo ahora, que empieza a quebrarse mi ánimo con la llegada del otoño, las hojas amarillas y todo eso, otros otoños más grises que los que se me presenta éste, cuando otras carencias mayores quebraban mi ánimo y yo veía que las noches se presentaban con una negrura mayor que nunca. Pero entonces, como ahora, había una pequeña luz que brillaba. Era, como ya sabéis, pues los suspenses que genero son de fáciles deducciones y desenlaces, la esperanza que todo iba a ir mejor.
Suelen, los que están a mi alrededor conseguir sus objetivos vitales antes que yo los míos. La razón, tal vez que me pierdo con facilidad en los vericuetos de la vida, y cuando me quiero dar cuenta, otros que tienen una edad parecida a la mía me han tomado la delantera.
Pero qué le vamos hacer: a mí me llegan las cosas tarde, pero suelen ser muy buenas cuando llegan. Decía Fernando Fernán Gómez que a él le llegaban las cosas diez años más tarde. A mí me ha pasado algo así: las cosas buenas me han llegado con una demora de diez años también. Esperemos que a partir de ahora se adelanten los plazos, pero más espero todavía que sigan llegando los sueños cumplidos.
La esperanza es el mejor antídoto contra la depresión. Yo creo que gracias a mis ilusiones, parafraseando a Khalil Gibran, siempre he visto brillar el sol entre las nubes después de una larga tormenta. La esperanza combate el miedo a los truenos y protege de los rayos. Tal vez sin ella no sobrevirías a una tormenta; el sueño del hombre despierto, decía Aristóteles que era.
He conseguido muchas de las cosas que eran causa de mi frustración y de mi pena, y no creáis que eran cosas materiales, que me importa una higa lo que vale cualquier objeto. Ahora son otras las causas de mi pesar y espero tener las fuerzas que tuve entonces para conseguirlas. Para ello cuento con mi mejor amuleto: mi mujer, que gracias a ella he logrado uno de uno de mis mayores éxitos vitales: conseguir el amor verdadero. Llegaste tarde, pero llegaste.
Tuve, tengo y tendré fracasos. Y dado que últimamente me está dando por citar, para terminar, escribiré una frase de Samuel Johnson:
"Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción".
Pues eso, que no os extingáis.