viernes, abril 13, 2007

Hoy, contraviniendo mi costumbre, encendí la tele mientras desayunaba. Zapeé un poco, y comprobé en un vistazo rápido que las cadenas generalistas ocupan esa franja horaria en tertulias, en las cuales gente que ocupa la franja de edad del poder, es decir, los que tienen cincuenta años o un poco más, hablan de los eventos consuetudinarios y no consuetudinarios, que diría Machado. Son forjadores de opinión. Influyen con sus ideas en el destino del país. Son todos políticos o periodistas de renombre. Hay una única persona que tiene una edad cercana a la mía, el escritor Juan Manuel de Prada, que siempre se preocupó en parecer algo más mayor de lo que en realidad es, no sé si por conseguir su parcelita entre los que manejan el cotarro. No le reprocho su actitud; Juan Manuel de Prada siempre me cayó bien y cada cual se salva como puede. Ya en su día, Felipe González se hizo pintar canas en las patillas para parecer mayor.
En cuanto a los periodistas y políticos que veo, les brillan las canas naturales con los focos y se nota que llevan tiempo mandando becarios en las redacciones y departamentos. Hace unos veinte años, cuando muchos de ellos tenían mi edad o incluso la de los becarios, ya estaban partiendo el bacalao en puestos de responsabilidad.
Espido Freire expresó muy bien en su libro sobre los mileuristas que la del 68 es una generación que van a tardar en soltar el poder. Les ponía como una generación agresiva. En un blog de bastante calidad, la página definitiva, les ponía aún peor: que era la generación que por primera vez iba a dejar a la siguiente con un status quo peor al que ellos se encontraron. En fin, yo digo que la culpa no es tanto de ellos como de nuestra propia mansedumbre, por otra parte, inducida por ellos, tan agresivos como son.
No lo sé; por de pronto, ya no tenemos, como ellos, un contrato fijo, y con ello se nos corta la posibilidad de ascender desde lo más bajo a lo más alto en una empresa. Nuestras hipotecas son más largas y más costosas que las de ellos, ni nos plantearemos, como muchos de ellos, el cambiar nuestro piso por otro más grande o un chalet. Y, por supuesto, ya podemos relegar al mundo de las ideas lo de tener una residencia en la playa, cosa que por otro lado no está mal, por lo hormigonado que está nuestro litoral.
Ellos se defienden como saben, es decir, machacando al contrario: "Os morís de hambre en una panadería""Lo tenéis todo hecho y por eso no lucháis por nada""Yo, a tu edad me levantaba a las cinco de la mañana""Vosotros no habéis vivido el franquismo, no sabéis verdaderamente lo que es la falta de libertad""A vosotros os lo han dado todo hecho" Frases de este estilo las hemos estado escuchando toda la vida, como si nosotros hubiéramos tenido la culpa de haber nacido en mejores condiciones que ellos, como si nosotros tuviéramos que pedirles perdón por existir.
Lo que sucede es que en el fondo no se ha producido la lucha generacional que se da en todas las épocas. Ellos, como padres, nos provocan, y nosotros, en contra de nuestro deber de hijos, no respondemos, no les exigimos el relevo. Por eso, esta mañana, cuando he encendido la tele, no he visto más que a cincuentones opinando sobre el destino del país, más una sola excepción. Yo estaba de espectador y me sentía un poco triste, porque sabía que mi opinión valía tanto o más que la de ellos, y por ese motivo la estoy poniendo aquí.
En este país se dará la paradoja en un futuro no muy lejano en que los pensionistas tendrán mejor paga que los propios trabajadores. Es un tema que ya está trayendo a de cabeza a los grandes economistas, cincuentones por cierto. Yo les propongo una solución, así a vuela pluma: que aumenten los salarios de los que tienen de treinta y cinco años para abajo, con contrato fijo por supuesto, para así poder cotizar lo suficiente para que tener para todos.
Tenemos que mover ficha, no nos queda otra. Ellos lo hicieron muy bien. Estos últimos treinta años han sido, en términos de bienestar, los mejores que nunca ha tenido España. Mi temor es que no nos toque a nosotros conducir el coche en cuesta abajo y sin frenos, todo porque a ellos se les olvidó hacer la revisión.
¿O se lo teníamos que haber hecho nosotros?