Una amiga nuestra ejerce de profesora en Los Ángeles, Estados Unidos. Ayer nos llamó. Lo que nos contó nos llenó de alarma y preocupación:
Resulta que una conocida suya que también imparte docencia en la populosa ciudad se vio involucrada en un choque con otro automóvil, siendo el causante de la negligencia el otro conductor, razón que le fue suficiente para que, cobardemente, se diera a la fuga. La docente le persiguió por unos kilómetros hasta que le perdió la pista y tuvo que darse por vencida. Afortunadamente, los desperfectos del coche no eran muchos y dejó correr el asunto.
Pero se presentó la policía en su casa. La preguntaron si se había visto involucrada en un accidente. Ella, bien por las barreras idiomáticas, bien porque los modos y maneras de la policía californiana imponen mucho, decidió que lo mejor era olvidarse del asunto, y les dijo que no había tenido ningún percance con el coche. Los policías se dieron por satisfechos y optaron por marcharse.
Sin embargo, le pesaba sobre su conciencia el haber mentido a la policía, y después de meditarlo por unas horas, decidió acudir al puesto de policía más cercano y contar la verdad del asunto.
Lamentablemente, esa buena predisposición o arrepentimiento, según se mire, no fue bien valorada por las fuerzas del orden. Inmediatamente, la arrestaron pues parece ser que en ese país está penado el mentir a las fuerzas del orden.
Los agentes de policía la trataron con inmensa brutalidad. La desnudaron y miraron en ciertas partes de su cuerpo -que no estimo oportuno poner aquí- por ver si tenía droga. Según parece, por tener rasgos latinos, las agentes de color se emplearon con especial ensañamiento con ella, profiriéndola insultos y humillaciones. En la celda fue aún peor: el resto de las reclusas estuvieron golpeándola a placer. De resultas del trato vejatorio inferido por agentes de la ley y reclusas, cuando sus compañeros fueron a pagar la fianza la encontraron con que tenía el cuerpo lleno de moratones, aparte de haber sufrido un terrible daño sicológico.
Está pendiente de juicio, pues mentir a la autoridad puede llegar a tener pena de cárcel.
¿Será esto fruto de la famosa PATRIOT ACT, que mandó hacer George Bush a John Ashcroft? Esa ley, aparte de cargarse unos cuantos derechos civiles y libertades, dio mayores licencias a los que se supone velan por la seguridad.
La pobre está viviendo un calvario que en otros lugares más "civilizados" no hubieran tenido las funestas consecuencias del "país de las libertades", donde todo se exagera, se lleva al extremo y se da lugar a situaciones tan anómalas como la que os he relatado, que es cierta punto por punto por increíble que parezca.
Me imagino que aquí, en España -me voy a poner patriotero, lo reconozco- pese a tener una democracia más joven que la de los Estados Unidos el asunto se hubiera llevado con mayor corrección. Por de pronto, no hacía falta llevar a una persona a la cárcel si finalmente ha dicho la verdad.
Con cosas así, dan ganas de no ir nunca a ese país. Ahora sus amigos y conocidos están todos muy nerviosos por ese asunto y con ganas de volver a casa.
Se están acabando los tiempos en los que Estados Unidos pueda dar lecciones de algo a los demás países del globo.