domingo, abril 22, 2007

Ayer celebraron su cumpleaños dos amigos y mi hermano, y nos fuimos toda la pandilla a celebrarlo.
¡Qué resaca más espantosa tengo!
Debo de mentalizarme de que no aguanto tan bien el alcohol como antes.
Cuando estaba en la universidad, solía beber como un cosaco. Para qué negarlo. Si hubiera sido un personaje de una angelical telecomedia americana, ya me hubieran metido en un centro de rehabilitación de alcohólicos anónimos. Esa mojigatería ejemplarizante que exhiben algunos productos audiovisuales del imperio me pone de los nervios.
Yo, cuando tenía diecinueve años, llegaba un viernes por la noche, me bebía el agua de los floreros y al día siguiente estaba como una rosa. Encima, llegando al alba a mi casa. Dormía unas pocas horas, y a la noche siguiente estaba en perfecto estado de revista y presentable otra vez para una nueva juerga.
Ahora me bebo medio florero, llego a las cuatro y no me recupero en todo el día. Además, ayer estuve bailando un merengue con mi chavala (¡Sólo uno!) y tengo unas agujetas en mis voluminosos gemelos que me están matando. Menos mal que no me hizo caso y no nos arrancamos a bailar un hustle. Ayer, con los copazos que llevaba encima, tenía muchas ganas de emular a John Travolta en fiebre del sábado noche, pero mi mujer me disuadió de hacerlo, pese a mis histriónicas súplicas. Si sobria ya es más sensata que yo, imagináos estando borracho.
Ayer no debí portarme muy mal porque hoy mi chica no está enfadada conmigo. Confieso que anteriores juergas algunas riñas me costaron; es que he desarrollado una habilidad más o menos existosa: simular que estoy sobrio cuando estoy "en pedo" como diría mi amigo Sonofotlon; aunque creo que por tal simulación nunca me darían el Oscar.
¡Cómo me duele la cabeza! Debe ser ese maldito licor de coco con piña, que está ahora de moda, que me pedí para ver cómo sabía. Bueno, eso y la cerveza, el vino, el ron con cola, y el whisky y... ya no me acuerdo de más de lo que bebí.
Bueno, creo que era algo más de medio florero.