viernes, marzo 23, 2007

Hace pocos días murió José Luis Coll. Era parte de uno de los mejores dúos cómicos que jamás ha dado España. La otra parte, era el que murió hace unos años, Luis Sánchez Pollack, Tip.
Eran enormes, geniales. Juntos hacían el mejor humor blanco que haya hecho nadie. Por desgracia, nadie ha seguido su estela. Si tenemos que buscar otra pareja que les haga sombra, los únicos que se les acercaron fueron Martes y Trece.
Curiosa pareja la de Tip y Coll. El uno alto, religioso, tradicional y de derechas; el otro, bajito, disoluto y de izquierdas. Ambos muy inteligentes. Tip, además, era una bellísima persona, con una bondad que desarmaba a los que tuvieron la suerte de conocerle. Os recomiendo que si podéis, os hagáis con los vídeos de sus trabajos. Cuentan que cuando murió, dejó a su compañero desorientado, huérfano. José Luis Coll reconoció alguna vez que jamás pudo reponerse de la muerte de su amigo del alma, pues Tip era de los que daba a los demás razones para vivir.
Recuerdo que ambos hicieron un programa en una cadena de Televisión privada que se llamaba "este país necesita un repaso" Yo no hacía más que esperar las intervenciones de Tip, y os puedo asegurar que jamás, jamás me defraudaba. Era un torrente de ingenio y espontaneidad. Me iba siempre a la cama con una sonrisa en la boca, con el diafragma roto de tanto reír. Mientras, Coll siempre aportaba un comentario inteligente, un juego de palabras lleno de ironía, que más parecía de un anglosajón que de un latino.
Hoy me he acordado de ellos porque vivimos días en que parece que las dos Españas que
ambos representaban son irreconciliables. Parece que es como si hubiéramos dejado de vernos los unos a los otros como lo que somos, hermanos, como lo eran ellos, y no nos vemos más que como monstruos deformados por nuestras respectivas ideologías. Me da lástima que nuestros gobernantes vuelvan a repetir el mismo error que cometieron los de nuestros abuelos, que mi país vuelva a ser escenario de la obra "Caín, Abel y una mancha de sangre caída en el suelo".
Ahora hay mucho enfrentamiento. Sólo hay que echar un vistazo a la prensa y a ciertos foros y no ves más que odio entre gentes de uno y otro lado del espectro ideológico: ¿Dónde está esa concordia de la que tanto se habla en los campanudos discursos?
Hay una imagen de Tip y Coll que no se me borra de la mente: están de espaldas, vestidos con chaqué, dándose la mano ("dame la manita Pepe Lui", decía una de sus divertidas canciones)
¿Se estarán avergonzando de nosotros y por eso nos dan la espalda?
Ahora leo cosas de la gente de uno y otro lado que escribe con las vísceras, con el colmillo retorcido, y me da mucha pena y miedo; yo no quiero ni pensar en otra lucha fratricida en mi país.
Me gustaría que todos reflexionásemos sobre el ejemplo que sin quererlo nos dieron esos maravillosos cómicos que tanto se quisieron, pese a ser de ideologías diametralmente opuestas. No nos merecemos, ni los de una parte ni los de la otra, una nueva fosa de sangre. Pensemos en todo lo que hemos conseguido juntos.
No soporto más enfrentamiento. Pido a los políticos que nos representan, de los dos partidos más importantes, más el poder mediático de los dos lados del abanico, que dejen de jugar con los instintos más bajos del pueblo.
Más que nada, porque ya no tenemos a esos dos sabios que con la risa nos ayudaban a ser más personas y menos bestias.
Si mis gustos y hábitos fueran seres vivos, diría que han mutado con el paso de los años. Lo digo porque llega el fin de semana y me doy cuenta de que lo que yo proyecto hacer hoy en día nada tiene que ver con lo que yo quería hacer cuando tenía veinte años. Me refiero, claro está, a que cuando tenía veinte años lo que yo quería hacer es irme a los bares a tomarme unos cuantos copazos y ligar con chicas; ahora mi ideal de buen fin de semana es ver con mi doña unas películas, y salir, como mucho, a tomar unas cervezas. Y, por supuesto, llegando a casa antes de la una.
Creo que me estoy haciendo viejuno. Aparte, que cuando me excedo con el alcohol tengo después unas resacas espantosas. Sin embargo, antes, podía tomarme las copas que quisiera, que a la mañana siguiente estaba como una rosa y sin resaca. Además, en perfecto estado de revista para irme de juerga otra vez.
No es porque yo lo diga, pero yo me he corrido unas buenas juergas. Lo bueno que tiene el vivir en un país como España es que nunca te va a faltar la diversión. En eso, las agencias de viaje no os engañan para convenceros de que os vengáis acá. Mi país es un sitio donde el que quiere pasárselo bien, se lo pasa bien.
Aquí gusta la tertulia, que no es otra cosa que una reunión de amigos en amena charla. La literatura española se ha hecho en bares, desde Quevedo, que fue un gran dipsómano. Famosas son las tertulias del Café Gijón. Hay muchos cuadros y fotografías que representan escritores españoles delante de un café, una copa y lo que se tercie. Yo soy muy amigo de los bares, y aunque ahora estoy con esa moda tan nórdica de quedarme en casa viendo películas, maldita sea, pienso que las charlas de un bar es el mejor pasatiempo que puede tener un hombre, mucho mejor desde luego que el amodorrarse al ordenador y a la videoconsola. Si me apuráis, puede llegar a ser más benéfico para el alma que una visita al psicólogo.
Ya lo dijo Bernardo Piuma: " El que al mundo vino y no toma vino, ¿a qué vino? " No reniego de ninguna de mis borracheras, ni de aquéllas en las que caí en lo patético, en lo ridículo o en las que, simplemente, caí. Son tan gratos mis recuerdos que no me importaría revivirlos. Acaso mejorarlos.
No deberíamos perder el fin de semana en los centros comerciales; no deberíamos perderlo, tampoco, con las consolas. Reunámonos todos en los bares a disfrutar de la amena charla, que ya llegó la primavera, y mal que me pese, tendré que agachar las orejas cuando mi chica me diga:
¿Otra vez te vas a quedar todo el finde en casa?