No es buena noticia con la que nos hemos despertado hoy, qué duda cabe. Me refiero a eso tan esotérico para mí que es la bolsa: ha habido un desplome y todavía están por ver las consecuencias. Y pese a que el común de los mortales pasamos del mercado bursátil, creo que nos va a afectar mucho en nuestra vida cotidiana. La bolsa nos ignora todo el tiempo hasta que se pone malita, la pobre. Desgraciadamente, algunas históricas caídas bursátiles se han traducido en paro, crisis y gente perdida por las calles; confiemos en que esta última no devenga en algo así, espero no pecar de optimista ingenuo. Los crac bursátiles siempre se tienen que llevar en su desgracia a gente por delante, como los villanos de cualquier película del oeste que se precie.
Lo peor de todo es que, aquí en España, las clases populares no nos hemos beneficiado de la pasada bonanza económica y si nos quedan un buen montón de deudas, de pisos, de coches que no se podrán pagar si en paro nos quedamos, ahora que es tan fácil echarnos por aquello tan maravilloso de la flexibilidad, que nos ha hecho a todos un poco contorsionistas de bolsillo. Encima, nuestros sueldos están más raquíticos que antes de la bonanza, pues en estos años de vacas gordas nunca han subido nuestros emolumentos de una manera acorde con la inflación. Camarero, antes de irse a su casa, póngame un café y cóbremelo al mismo precio que se lo cobra a nuestro presidente del gobierno.
En qué mal sitio del mundo vivimos una inmensa mayoría de la gente. De este capitalismo tan salvaje de estos últimos años sólo se han beneficiado las élites. La prueba es que si un ejecutivo de una empresa en los años 70 ganaba diez veces más que el empleado más bajo, ahora gana 100, 200, 500 veces más que el que menos gana. Una vergüenza. Y son ellos, los máximos beneficiarios de las vacas gordas los que pasarán la crisis con el riñón bien cubierto, apenas preocupados por las incertidumbres que atenazan a la sociedad en su conjunto. Sí, han creado riqueza, pero sólo para ellos, y la miseria que ahora viene, si los gobiernos no son capaces de solventar la crisis, la tendremos que sufrir los demás.
Cuando los EE.UU (el pueblo sin nombre, que diría Julio Camba) tiene gripe, los demás países estornudan. Es lo que está pasando esos días. Estoy ansioso por ver qué recetas neoliberales aplica el gobierno del genocida plutócrata, que ya se han cargado un país y va camino de cargarse otro: el suyo propio. Esperemos que en lo sucesivo, el pueblo norteamericano tenga más cuidado para elegir a sus gobernantes, porque en definitiva, son los de todos.