viernes, diciembre 15, 2006


En España hay mucho Torrente. Todos conocemos muchos ejemplos de nuestro alrededor. Yo os voy a contar el mío.
Mi Torrente proviene de una familia humilde, pero de derechas de toda la vida. Tanto es así, que acostumbra a exhibir unas botellas de vino con las efigies en las etiquetas de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde. El vino, que he probado, es cabezón: da un dolor de cabeza espantoso. No sé si por la cantidad de productos químicos que le han echado en su elaboración o por las dos efigies de las etiquetas, que producen gran pesar.
Uno de los pocos lujos que se ha permitido en su vida es comprar a su mujer medio abrigo de visón para ir los domingos a misa. Medio, porque no tenían para pagar uno entero, ni tan siquiera a plazos. Por cierto, se comenta que los visones de ese abrigo eran muy aficionados en vida a la zanahoria.
Desafortunadamente, el sueldo de este hombre ha sido y es pequeño, y las horas extras que hacía antaño eran para pagarse los viernes el ayuntamiento del guerrero en el burdel, así que su mujer tenía que salir a fregar en casas de postín. Muchas veces, cuando volvía derrengada de pelarse las manos con la lejía y el detergente, se quejaba a su marido del poco sueldo que le pagaban las casas donde iba, a lo que éste invariablemente, solía responder, "Calla, mujer. No muerdas la mano que te da de comer."Ahora, este hombre está mayor y no va tanto de putas como antes. Pero eso sí, su mujer no ha podido dejar de fregar en casa ajenas.
Nuestro hombre es aficionado a la caza. Le encantan esas viriles pitanzas de liebre con arroz. Le encantan los fusiles. Cuando lo de la intentona del golpe de estado, el 23-F, él se preocupó de tener sus armas bien engrasadas y en perfecto estado de revista. Había mucho trabajo por hacer matando rojos. En su casa había todo tipo de trofeos de caza: esa cabeza de jabalí, esa lechuza disecada... Todo para recordar que el hombre es un depredador y si no matas, te matan; ésa era otra de las grandes consignas por las que se conduce en la vida nuestro hombre.
A medida que fueron pasando los años, nuestro hombre pudo tener unos ahorrillos. Era el momento de comprarse un coche que le hiciera señor. Se hizo con un Mercedes 280. Los cilindros llevaban más de veinte años trabajando sin descanso, estaban al borde de la prejubilación. Era de los primeros coches en llevar dirección asistida y casi de los primeros en llevar motor a explosión. Resumiendo: era una tartana de mucho cuidado. Eso sí, se sentía grande nuestro hombre conduciendo por su pueblo el plateado Mercedes; sobre todo disfrutaba cuando montaba con su mujer en el coche y recorría los escasos doscientos metros que separan la casa donde veraneaban de la Iglesia. Una llegada majestuosa a la puerta del templo, digna de ser filmada por la tristemente desaparecida Pilar Miró, estupenda directora, encargada de la retransmisión de la boda de las Infantas.
Desafortunadamente, el que bebió mucho de joven, más bebe de viejo y el Mercedes era coche de grandes tragos. Vamos, que tenía que llevar a la Campsa detrás de él. Por tal motivo, nuestro hombre se veía obligado a prescindir, entre otras cosas, del vermout de después de misa. Lamentaba esta circunstancia, ya que le encantaba hablar en el bar con los parroquianos de política, sobre todo, de los rojos traidores que se manifestaban por todo. Eso sí, él, aunque de derechas, también se manifestaba, pero por las cosas importantes, por las que se debían arreglar. El iba a manifestaciones por España. Lo que a él le llevaba a los infiernos eran esas manifestaciones que hacían los rojos: por la privatización de la sanidad, por la carestía de la vivienda o por la precariedad del empleo, manifestaciones a las que además sólo acudían cuatro. Qué pérdida de tiempo. Utopías a mí... A otro perro con ese hueso. Reivindicar, sí, pero con cabeza.
Que Dios te dé tanta salud como descanso dejas, decían siempre los de su pueblo cuando a finales de verano, cargaba el Mercedes y volvía a la ciudad.
En fin. El caso es que nuestro hombre es feliz. Si hicieran un estudio estadístico, estoy seguro que averiguarían que la gente reaccionaria como él tiene menor índice de depresiones que el resto de la población. Será porque casi siempre ganan los suyos, y ya se sabe lo que pasa cuando el domingo gana tu equipo favorito: al lunes siguiente te encuentras más feliz, pero sigues igual de pobre.
Eso les pasa a los Torrentes de este mundo, que por cierto, suelen ser socios de los clubes que suelen ganar. Que se lo pregunten a Berlusconi.