Adiós, madre coraje. Allá se va otro Quijote apaleado. Otro ser humano luchador contra los males de este mundo. Su causa era buena; había que parar una guerra. No obstante, sus gigantes eran verdaderos y no molinos. Se va siendo traicionada e insultada; nadie dijo que los buenos se libren de los insultos y de los palos, o si no que se lo pregunten al jipi carismático que paseó sus harapos hace dos mil años. Los muy buenos y los muy malos tienen algo en común: son, entre los hombres, los que más escupitajos reciben.
No lo olvidemos: luchaba contra una guerra que lleva cientos de miles de muertos y que la arrebató un hijo. Su causa era noble y tal vez por las blancuras de sus actos la llaman radical.
No hay nada más radical para los hombres grises que el color blanco. Ni siquiera el rojo. El blanco deslumbra, repele, ahuyenta a los que se mueven mejor entre las tinieblas y la negrura. Responden escupiendo bilis.
La bondad es muy poderosa, pero también son poderosos sus enemigos. Madre coraje, te retiras cansada, pues has batallado mucho. ¿Ha perdido tu batalla? Mientras, tu gran enemigo, el presidente de tu propio país, llama a los soldados muertos de la guerra de Irak "nueva generación de héroes" Nunca se vio a un verdugo homenajear a sus víctimas. ¿Nos alegramos, Cindy? El verdugo idiota de tu hijo habla muy bien de él.
Luchaste por esa niña que ahora está muriendo junto a manos de un soldado de la misma edad de tu hijo. Luchaste porque ese soldado no tuviera que cometer ese crimen.
Tú eres mujer pero tus enemigos no son hombres: son bestias, los más primitivos entre los monos. Tú eres lo más avanzado de esta civilización, formas parte de lo que puede que nos salve.
Hubo un caballero que murió en la cama. Por favor, evita ese destino, tú que eres ahora mismo de entre los hombres, la que más te pareces a él. Aún te quedan dos salidas por hacer y por nuestro bien, más te vale cambiar las últimas páginas del libro que una vez escribiera un manco.