miércoles, mayo 16, 2007

Da gusto con la civilización egipcia. Qué envidia dan los Mayas. Estos griegos clásicos sí que sabían hacer las cosas. Y que vivan las catedrales.
En general, nuestros antepasados hacían las cosas para durar, no como nosotros, que con tanta obsolescencia planificada nos van a nombrar el imperio de lo efímero.
Y luego me extraña que me duren poco los contratos que me está haciendo el hospital. Antes, la gente se compraba las cosas con la sana aspiración de que le duraran "toda la vida": los trabajos les duraban hasta que se jubilaban, los coches podían estar rodando hasta pasados treinta años y los hijos heredaban de los padres muebles y haciendas. En cambio, ahora todo tiene que cambiarse. Hasta uno mismo.
Qué hartura de cambio. Qué despilfarro de dinero. Los sueldos duran poco y la camisa que me compré hace dos años tiene un aspecto penoso y un estampado claramente desfasado. Las parejas duran poco. Suelen separarse un cincuenta por ciento de las parejas que se juntan. Cariño, no hagas caso a estas modas viejo-modernas.
Vaya plan de vida. ¿Qué quedará de nuestra literatura, nuestro cine, de nuestros edificios, hechos todos de materiales caducos? Son tan efímeros como estas palabras que os escribo, juguetes del viento ciberespacial cuyo eco poca gente escucha.
Las cosas las hacemos con obsolescencia porque salen de mentes obsoletas, que quieren que todo se gaste rápido para que gastemos rápidamente.