miércoles, diciembre 20, 2006


Estamos en tiempo de regalos. "Los niños son los protagonistas" dice el eslogan de una gran firma de comercio. Pero, sin ánimo de aguarle la fiesta a nadie, y menos a las felices criaturas a las que deseo un porvenir lleno de bondades, hoy voy a hablar de la gran pérdida juguetera que hubo en mi vida:
- La del medio casco de mi airgamboys astronauta.
Hubo otras desapariciones, como las pistolas de mis cliks de famóbil vaqueros, la de parte de la segunda chimenea de mi Tente Titanic o las páginas de la Interviú en donde salía Danuta Lato, en un extra verano del 87; pero no fueron tan fatales como la del airgamboys.
El airgamboys astronauta que yo tenía (por cierto, yo creía que era airgamboys buzo) era un caballero blanco de sempiterna sonrisa y pecas (las pecas se distinguían de los ojos en que eran unos puntitos más pequeños y estaban más abajo), guantes y botas plateados para hacer juego con el módulo espacial con el que viajaba y una pistola transparente de colorines que más parecía para echar agua a los marcianos que rayos láser. Este muñeco me lo compró mi madre tras insistirle largamente, porque no podía soportar que mi vecino tuviera el airgamboys submarinista y yo no tuviera ninguno.Los vendían en una mercería del mercado de mi barrio, donde aparte de hilos y lanas para hacer jerséis ochenteros, podías comprar, aparte de los airgamboys, barriguitas, juegos de agua geyper y coches en miniaturas Guisval de diversos colores.
¡Qué feliz era con mi airgamboys recién adquirido! Pasamos buenos momentos juntos. Le montaba y desmontaba el casco, le ponía y le quitaba la pistola. Le ponía en varias posiciones, porque los airgamboys, a diferencia de los cliks de aquel entonces, si podían cambiar de posición manos y piernas.
Pero llegó una fatídica tarde: Procedí a quitarle una vez más la escafandra, una esfera dividida en dos partes. Una de las partes cayó al suelo pegando varios botes. Se perdió en un punto indeterminado del universo. Es decir: entre el tambor de los juguetes y el armario. No volví a ver nunca más la mitad de la escafandra que hacía a mi airgamboys, astronauta.
¡Qué iba a hacer mi airgamboys astronauta sin su escafandra completa! Busqué, busqué y nada encontré. La desesperación nubló mi ánimo y la decepción por mi juguete incompleto hacía mirarle con una mezcla de pena, pero también de rabia. Mi airgamboys no volvería a ser jamás un austronauta.
¿Cómo le iba a mandar yo por esos mundos de Dios sin una escafandra que le proteja de atmósferas malignas, con metano en suspensión, o lo que es peor, con Whisky? No, no podía hacer eso.
Había que hacer algo con mi airgamboys astronauta. Decidí cambiarle de empleo y aprovechando unas telas también compradas por mi madre en la mercería del mercado, le confeccioné un traje para un nuevo trabajo: héte aquí el airgamboys cocinero.
Por desgracia, las telas mal puestas con las que le hice el mandilón y el gorro de cocinero no terminaban de convencerme, así que se me ocurrió una idea:
- Vecino, ¿me cambias este airgamboys cocinero por el airgamboys submarinista?
- Qué dices tío, si el tuyo tiene manchado el ojo con el supergen que le chorrea del gorro que le has hecho.
Nunca se me dieron bien los trabajos manuales. Volví a mi casa y eché el airgamboys cocinero en el tambor donde guárdábamos, entre otras cosas, la muñeca sin ojo, Tiernecito cuello descoyuntado y tres cliks de famóbil sin pistolas, sin brazos y sin
peluca.
Ha habido otras pérdidas en mi vida, pero que me marcaran tanto como la de la media escafandra del airgamboys, ninguna ¡Desapareció en un punto indeterminado del rincón donde yo jugaba como si fuera una moneda de predisgitador! Todavía hoy no sé si fue una señal de las fuerzas sobrenaturales que nos vigilan, o fui testigo de un cambio de dimensión de la escafandra de mi airgamboys, y ahora hay un niño en la dimensión paralela con dos escafandras de airgamboys. O símplemente, que mi madre barrió detrás del rincón, se encontró con la pieza y en lugar de restituirla en su sitio, la tiró a la basura sin más contemplaciones y sin decirme ni mú ¡Qué crueles pueden ser algunas veces las madres!
En fin, ya os he contado uno de los grandes traumas de mi vida. Otro día os contaré la misteriosa desaparición de la segunda chimenea de mi Tente Titanic, que también tiene tela, no os vayáis a creer.