sábado, agosto 18, 2007

Hace poco, leí que la industria del porno tradicional está contra las cuerdas por el porno gratis de internet, tal y como sucediera con las películas para el gran público, la música y demás. Pero una cosa buena que ha traído internet es que la información también se ha democratizado, y ya podemos enterarnos de cosas que antes nos estaban vedadas porque los medios tradicionales lo querían así. Aunque para esta nueva libertad hay una amenaza: un programa ideado por el joven Virgil Grifith, del Instituto Tecnológico de California, que sirve para descubrir las IP (direcciones electrónicas de los equipos informáticos) de las personas que han escrito una entrada para internet. De momento, el programa ha servido para cosas buenas: gracias a él han salido a la luz malas prácticas de la CIA y el Vaticano, que con todo el descaro del mundo han puesto a operarios suyos a poner manipulaciones y mentiras en artículos del Wikipedia, y parece ser que no han sido las únicas entidades poderosas las que han hecho algo así: también han encontrado entradas manipuladas desde un ordenador perteneciente a unas oficinas del Gobierno de Israel. En definitiva, que estamos ante otros de los intentos de control de la red por parte de instituciones poderosas. No puedo por menos que aplaudir que dicho programa haya puesto la cara roja a unos sinvergüenzas disfrazados de prestigio. No obstante, la parte mala es que esa herramienta también puede servir para tenernos controlados a todos nosotros, los que tenemos la libertad de hablar sin cortapisas porque nos escudamos en el anonimato. Ahora tienen una buena arma para perseguirnos. Bueno, en mi caso personal, como mis lectores no son muchos, tal vez no tenga que preocuparme de eso, pero sí me preocupa toda esa información que a mí me está llegando y de la que se me puede privar porque los gobiernos y las empresas tienen a su disposición una nueva herramienta eficaz para ejercer la censura, o que el miedo de aquél al que su sustento depende de lo que escribe le haga caer en la autocensura. Ya me estoy imaginando a algún oscuro ejecutivo corriendo con un cheque de abultadas cifras a nombre del tal Virgil Grifith para comprar el útil programa.
Soy optimista: espero que nunca logren revertir la situación y nosotros dispongamos esa libertad que nos ha dado Internet y que antes no teníamos. Sí, antes pensábamos que éramos libres, pero gracias a Internet nos hemos dado cuenta de que no. Antes de Internet éramos más vasallos que ciudadanos.
La lástima que en un futuro no muy lejano otras compañías, como las petrolíferas o las automovilísticas corran la misma suerte que la industria del porno y entonces sí que la humanidad habrá dado un gran paso hacia la libertad con mayúsculas.