Una mujer está sentada en la playa, dese donde ellá está, ve un velero y unas gaviotas; sólo unos metros más allá, sin que se percate la relajada bañista, justo detrás de un restaurante, a otra mujer a la que previamente han robado le están golpeando salvajemente. La vida se ve condicionada por el lugar en donde estés.
A mí no me están atracando y golpeando salvajemente, por ahora, pero yo veo la vida casi siempre desde el lado de atrás del restaurante.
En el restaurante puede entrar muy poca gente. De hecho, somos muy pocos en el mundo los que podemos entrar en él y comer.
A veces, lo reconozco, soy también la mujer relajada que mira el velero y las gaviotas; son pequeños instantes que valoro mucho porque son fugaces. También reconozco que en esos momentos de fugacidad pierdo el interés por las cosas mundanas, y no me percato de que a pocos metros de mí alguien está sufriendo. Fugacidad tiene la misma raíz que fuga, al igual que fugarnos. Y todos necesitamos escapar en algún momento.
Estos escritos no son de fuga. Antes al contrario, son escritos de encuentro con la realidad, que a veces se presenta ante nosotros tan desagradable que pueden producir cierta repulsión, que pueden llevar a pensar a un amigo: ¿Por qué siempre hablas de atracos y de peleas, y nunca de gaviotas y de veleros? Quizá amigo, sea una cuestión de carácter. En mi ánimo está denunciar el atraco. Me encanta ver a la gente mirando al mar, porque mirando al mar, soñé, tal y como dice el bolero. Pero no estoy tranquilo mientras haya atracos. Eso sí, te prometo que la próxima vez que vaya a la playa no me quedaré sin un momento de fugacidad, porque tengo derecho también a ser feliz y a reírme.
Y sabes que no miento, amigo mío. Puede que tenga que elevarme más para buscar la verdad, como creo que deseas, pero no te quepa duda que pongo los cinco sentidos en buscarla, aunque a ti te parezca que sólo hablo de los atracos que me interesan.
Y de acuerdo: la playa es la suma de un velero, unas gaviotas, dos mujeres, varios atracadores, un restaurante, un atraco y un instante de felicidad. Pero hay quien sólo hablará de gaviotas, otro que sólo hablará de restaurantes, otro que sólo hablará de mujeres, otro que sólo hablará de felicidad y otro que sólo hablará de atracos. Cada cual habla de lo que más sabe, amigo mío. Y yo tal vez sólo sepa hablar de atracos.
Soy un gran ignorante, amigo mío, y cada vez comprendo más el sentido de aquello tan manido de "yo sólo sé que no se nada". Pero qué quieres que te diga: nadie podrá decirme que no he intentado honestamente buscar la verdad, y bueno, no sé a qué esperas para acompañarme.
No sé a qué esperas para abrir tu blog.