jueves, mayo 03, 2007

¡Qué poco tenía de poeta en su figura Don Antonio Machado! Era fuertote, grande y con desaliño en el vestir. No sé por qué, cuando viene a la mente la figura de un poeta, se piensa en alguien delgado, con ropa elegante y con el pelo abundante y alborotado . Tal vez sea porque esa esa es la imagen de Don Gustavo Adolfo Bécquer. Don Antonio no dejaba de ser en eso un poeta atípico. En eso y en muchas otras cosas.
Porque claro, imaginamos la poesía muy enrevesada y difícil, y la de Machado es cristalina y sin dobleces. Imaginamos que los poetas hablan un español extraño, y Don Antonio hace llano su lenguaje poético.
Tal vez por su llaneza, algunos críticos le han despreciado. Como en demasiadas cosas de esta vida, se desprecia lo sencillo frente a lo complicado, cuando es lo primero lo más difícil de conseguir. Nos perdemos en las sendas de la exuberancia donde es difícil andar, cuando lo verdaderamente placentero es el camino despejado donde se puede pasear relajadamente. A nuestro poeta le gustaba el caminar y tal vez por eso en sus poemas hay muchos, muchos caminos. Es poesía de andar, pero no por casa.
¿quién osa el despreciarlo? El que no entiende. El que lee y no comprende nada y cree que por eso lo leído y no comprendido es materia sublime que no está para sus ojos, pero como quiere ser uno de los sublimes que sí la entienden, hace como que sabe sin tener idea de nada: quiere ser sublime como un cualquiera. Como la famosa obra de Cervantes, el retablo de las maravillas, a su vez inspirada en la tradición, "quien no pueda ver el retablo es que tiene sangre de converso" Esta gente lee poesía y no entiende ni papa. Pero antes muertos a que les llamen conversos. Dirán que es buena, aunque no sepan por qué.
Machado, como aparece claro a todo el que quiera leer es maldito. ¿Cómo osas poeta, de escribir con llaneza? Entonces, no eres poeta, eres otra cosa. Te entendemos demasiado bien, no eres digno de estar en nuestra casa, pues tus palabras nos suenan demasiado. No has escrito para la élite, que somos nosotros. Fuera del paraíso del Parnaso.
Pero al niño que fui no le engañan: leí con ocho años un poema de Machado que me puso los pelos de punta: "madrugada parda y fría.." Sabía que el poeta me comprendía y eso me gustaba. Yo comprendía lo que me decía. Desde entonces, nunca le he olvidado.
Don Antonio, gracias por recordarnos que lo que importa no son los eventos consuetudinarios; lo que importa es lo que pasa en la calle.