Tengo yo un amigo que es ingenioso metiéndose con la gente, pero sus bromas son demasiado hirientes. En el grupo todos éramos objeto de sus puyas y gustaba quedar bien ante las chicas haciéndonos a uno de nosotros objeto de su pimpampum verbal. Había veces que sus bromas eran vitriólicas a más no poder y no sentaban bien, pero no iba a dejar de hacerlas; al fin de al cabo, el darwinismo social montado encima de la burla más cruel le beneficiaba porque le hacía atractivo según para quien.
Los hombres somos violentos, qué duda cabe. Cuando voy al zoo, con los animales con los que más me paro es con los monos de culo rojo. No me paro con las sorprendentes y pacíficas jirafas, ni con los nobles aunque fieros leones; me paro con los monos del culo rojo, porque considero que con sus tretas y puyas, con su lascivia, son los seres más parecidos a nosotros. En los escudos heráldicos hay muchos leones. Pero si hay un animal que nos define, es esa clase de mono. Debería ser el animal que más debiera aparecer en los escudos.
Como los monos del culo rojo, mi amigo es muy peludo, y claro, hubo alguien de la pandilla que vio una buena posibilidad de contrarrestar sus burlas despiadadas. En otros tiempos, ser peludo era señal de belleza masculina; recuérdese el refrán: el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso.
Pero desde no hace mucho, en la tele empezaron a salir modelos masculinos totalmente imberbes. Se empezaron a dar anuncios de clínicas en los cuales se veía a hombres haciéndose la fotodepilación. Lo que en su día fue una ventaja social se transformó para nuestro amigo en un martirio. Hubo un primero que le llamó mono y después fueron todos. Era mucha la bilis que había generado en los demás, tenía demasiadas cuentas pendientes. Hizo verdad aquello de quien a hierro mata, a hierro muere.
Alguna vez, de las pocas veces que he hablado en serio con él, me ha dicho que cree firmemente que la vida o agredes o te agreden. Es verdad amigo, pero también es verdad que nunca se sabe cuándo va a salir a la luz tu punto flaco, así que mejor no agredir mucho.
Llegó el verano y la pandilla hicimos una excursión. Mi amigo apareció con camiseta sin mangas y un pantalón corto. La risa esta vez fue más fuerte que en otras ocasiones. No era por ver al viento sus peludas pantorrillas y sus no menos velludos hombros. Al contrario. Fue porque sus piernas, otrora velludas, ahora aparecían totalmente lisas, como si mi amigo fuera un niño de San Ildefonso. Sus hombros estaban lisos y sonrosados como los de Gwineth Paltrow en una entrega de los Oscar. Mi amigo, que tantas veces humilló, fue ahora doblemente humillado. No pasó buen día en nuestra compañía, aunque aguantó las puyas con flema británica. Era eso o enemistarse para siempre con todos los presentes.
Dice el refranero que detrás de cada burla hay algo en serio. Mi amigo siempre nos decía que no nos tomáramos en serio sus comentarios que eran sólo bromas. Ya. ¿Pero por qué te depilaste?
¿Acaso no era broma que tenías mucho pelo?