domingo, junio 10, 2007

Has vuelto a suspender siete. Tus padres están que trinan. Y tú, que aunque estás disgustado, sólo piensas que hay un montón de muchachas esperándote ahí fuera. Mola el viernes, porque es el día en que comienza el fin de semana. En cambio, el domingo no mola. Te has levantado a las dos, tienes una resaca espantosa y tus padres preguntándote que cuándo te van a dar las notas. Lo peor de todo es cuando sepan que te han quedado siete y es muy probable que el año que viene vuelvas a repetir.
-Todavía no sé cuántas me han quedado.
Mientes como un bellaco y tus padres en el fondo saben que lo haces, pero siempre tienen la esperanza de que esta vez va a ser distinto, que van a recuperar a ese niño que en los primeros cursos de la ESO sacaba en algunas asignaturas sobresalientes y en otras notable. Pero tú, cuando cumpliste quince años, decidiste cambiar de prioridades. El instituto no importaba tanto como una chica de tu pandilla llamada Raquel. Importaba más el calimocho que las matemáticas; las tías valoran más unas buenas Ray-Ban que la clase de lengua. Total, con la música alta apenas se puede hablar nada con las tías. Yy lo interesante que te hacen las gafas aquéllas, ¿eh?
Lo único que te interesa de la biología es cómo perder tu virginidad. Desde que cumpliste quince años, los veranos son mucho más interesantes. y un día, vas en el metro, y ves a una lindísima moza, y sin que te dieras cuenta, el bulto de la entrepierna empezaba a ser mercancía sospechosa. Aunque la viste apenas quince segundos, pues ella se bajaba, estás días y días pensando en ella. Coges la misma línea sin necesidad con la esperanza de volverla a ver. y de tanto pensar y pensar, se ta ha olvidado hacer ese comentario para la clase de filosofía. Otra que cae.
En fin. No es culpa tuya que el cuerpo te esté jugando malas pasadas. No es culpa tuya que las chicas sean tan guapas, huelan tan bien y tengan esas vocecitas tan preciosas, además, tus colegas están igual y tú no ves que sus padres les estén dando tanto la brasa con los estudios.
Eres joven y sólo se vive una vez. Piensas que todo con el tiempo se arreglará. Tus padres insisten en que serás carne de cañón si no terminas el bachiller, pero tú crees que tendrás suerte. Eres inteligente, te dice tu madre. Basta con eso para poder triunfar en la vida, piensas. Para ser programador, por ejemplo. Les dices a tus padres que los mejores programadores no han hecho carrera.
Y siendo eso verdad, y dándote bien la cosa informática, sabes que malgastas tu tiempo delante del ordenador con los videojuegos y enganchado a Internet. Deberías saber que con esos mimbres no se aprende a programar, pero a ti te da igual. El Counter Strike mola mucho y estás pensando quedar con los colegas con los que juegas en red.
Si no lo sabes, te lo diré: perteneces a una de las generaciones españolas que más suerte ha tenido; has tenido una cantidad de tiempo de ocio tremenda y además oferta de actividades amplísima. Afortunadamente, nada te ha faltado y lo has conseguido con facilidad.
Sin embargo, a partir de ahora lo tienes difícil: vas a tener peores contratos y peores sueldos que los de tu padre y tus tíos. No vas a poder emanciparte porque la vivienda está muy cara. Y sabe Dios que otras cosas nos van a quitar a la gente que como tú y como yo somos de la clase baja.
Por de pronto, ya puedes pensar en sacarte esas siete que te han quedado. De acuerdo, las tías están muy buenas, pero todo a su tiempo. No vas a tener más posibilidades de estar con ella sólo por estar pensando ella, aunque sé que es difícil quitártela de la cabeza, como es difícil estudiar sabiendo que los colegas están en la plaza tomándola o al otro lado del ordenador esperándote para otra partidita de Counter Strike.
Por favor, sácate esas siete. Consigue tener una profesión que te permita vivir dignamente. Procura que sea un oficio en el que seas casi imprescindible. Y piensa desde ya en luchar por tus derechos, pues te han quitado mucho y puede que cuando seas mayor compruebes horrorizado que no le puedes los estudios a tus hijos porque esa es otra de las cosas que han arrancado a la clase baja como nosotros.
Ándate con ojo: está en juego tu felicidad.