martes, febrero 06, 2007

Escuchando el conocido tema de Depeche Mode , Enjoy de silence, me he dado cuenta de que me es muy difícil vivir sin ruido. Siempre hay un soniquete constante, que puede ser de los electrodomésticos de tu casa, de la tele o la radio del vecino, los coches que pasan por tu calle, o el tren a lo lejos. El silencio total no existe.
Si te despiertas antes de que suene tu despertador, podrás oir los de tus vecinos. A lo largo del día escucharás sus conversaciones, sus gemidos, sus músicas en forma de flatulencias. Yo soy un gran propagador de ruidos: cuando ando, cuando hablo, cuando existo.
Somos los siervos devotos de la cacofonía. Si salimos a un bar, la música debe estar alta para que nosotros hablemos a voces: No aguantamos quedarnos en silencio con alguien porque no soportamos callar. Yo temo, que si el ambiente hace mutis, me tenga que enfrentar sólo a mis pensamientos. Elimina el diálogo interior, decía una de las enseñanzas de Don Juan de Carlos Castaneda. No hables contigo mismo. Huye del silencio.
Benditos los aires acondicionados que hacen ruido. Benditos los coches que tocan las bocinas y se estrellan y benditos los aviones, que acaban con el mundo cada vez que despegan.
Quién puede esperar un fin del mundo en silencio. Necesitamos que cuando esto acabe sea con una sinfonía de cataclismos y volcanes, que toda la humanidad pierda sus tímpanos al unísono, justo antes de ser juzgados. ¿Cómo podrán oir su veredicto miles de millones de sordos? Un fin del mundo en silencio es decepcionante. El fin del mundo ha de ser un Júpiter tronante a ritmo de música bakala. Nadie quiere un final con música blues. El día que se acabe el mundo ponedme a Wagner, que fue muy bueno componiendo música para los finales trágicos.
En un paseo nocturno en el campo vi a David Gahan disfrazado de rey pasando a mi lado. Nos cruzamos en una carretera que sorteaba un cerro. Me miró y yo le miré a él, pero no nos saludamos. Ni buenas noches ni good evening. Llegué a una presa. Me di un baño. Cuando me zambullí dentro del agua una carpa me dijo telepáticamente que los que viven en el lecho de un pantano nunca tienen estrés. Le pregunté dónde salen las próximas convocatorias para opositar a carpa y ella me respondió que aún tenía que estudiar mucho temario para llegar a ser carpa, pero que si aprobaba, me aconsejaba que eligiera como destino la luna, si es que mi chica me permitía trasladarme allí.
Después del baño, estuve andando un rato y dejé atrás mi pensamiento. Y entonces comprendí lo que me dijo David Gaham:
-El ruido del pensamiento puede ser tan horroroso que puede dejar sordo al niño al que tanto asustaste en sueños.
Entonces, un león de trapo, una jirafa de goma, una muñeca de mi hermana, un coche de policía y yo rompimos a llorar en mi corralito.