domingo, diciembre 31, 2006


Mis suegros tienen una pequeña explotación agrícola con cuarenta olivos. La compraron hace unos treinta años cerca del límite que divide la Comunidad de Madrid con la de la provincia de Toledo. Se la compraron porque, tal vez, la nostalgia de su pueblo andaluz fuera más llevadera en una pequeña parcela para pasar los fines de semana. De hecho, se les iluminan los ojos cada vez que van allí. Mis suegros ya son ancianos, tal vez demasiado para llevar aquello; pero son felices en su pequeño terruño, en su casita, con sus olivos, sus espinacas y su aire limpio.
Pero esa cosa tan bucólica a mi cuñado y a mí nos pone cara de sota de bastos. Esa es la cara que se nos puso cuando nuestras respectivas mujeres nos dijeron:
-El sábado no hagas planes porque tenemos que ir a recoger aceitunas a casa de mis padres.
Pues hala: dos madrileños amantes de la polución a hacer de aceituneros altivos de Jaén.
Siempre que voy a coger aceitunas adonde mis suegros, no sé como los olivos no se ponen a temblar y se les caen las aceitunas solas. Porque desde luego, es para tenernos miedo. Por lo pronto, yo para varear cojo el palo del revés. Es decir, lo cojo por la parte fina y vareo por la parte gorda. Con ello consigo que caigan muchos ramones, que no son rockeros neoyorquinos que se han encaramado a los olivos, sino cómo llama mi suegro a las ramas que caen por pegarles excesivos palos al árbol. Cada rama caída son aceitunas que no tendremos al año siguiente. Varear es un trabajo que requiere de cierta habilidad, cosa que yo no tengo. Si los olivos tuvieran conciencia, seguro que me hacían la zancadilla con las raíces cada vez que paso al lado de ellos.
Y es que donde no hay no se puede sacar: ¡Qué pueden hacer mis suegros con un urbanita que pregunta por el enchufe de la azada! En fin, la ignorancia, que es muy atrevida.
Ante todo, un urbanita cuando va al campo tiene que ser humilde y receptivo para aprender nuevas cosas y confirmar aquello que aprendió en el colegio sobre el medio rural. Por ejemplo, yo aprendí en la escuela que los gallos cantan al amanecer. Efectivamente, un gallo vecino cantó temprano. A las seis. A las seis y media. A las siete. A las ocho. También a las tres. Comprobé no sólo que los gallos cantan al amanecer, sino que también pueden estar un poco zumbados.
El campo tiene también otras cosas buenas: que da hambre y que las cosas saben mucho mejor.
"Venga, a almorzar"dice mi suegra. Un almuerzo consistente en deliciosa y grasienta panceta, delicioso y más grasiento todavía chorizo, mucho pan y mucho vino. Volvemos un ratito a trabajar. "Os traigo unas cervezas, que estaréis sedientos". Cerveza y panchitos. "Venga, que ya es hora de comer". Cocidazo madrileño, bien regado con vino para entonar el cuerpo. Otro ratito más a trabajar. "El café ya está listoooo". Café y excelentes dulces navideños. "Joder, y eso que vine al campo para gastar trabajando parte de lo comido en navidades" Dice mi cuñado."Es que le campo da hambre" Le contesté yo.
Total, que llegó la hora en que los improvisados jornaleros terminamos la jornada. El manto de la noche empezaba a cubrir la parda meseta castellana. Era tiempo de llevar a la almazara el fruto de nuestro esfuerzo para que lo transformaran en ese oro líquido, el aceite, tan valorado por su calidad y tan caro por culpa de los italianos que entraron a saco a por el aceite español.
"joer Manué, pos sí que trae usté jornalero pa tan poca chicha"Le dice el encargado de la almazara a mi suegro. Y mi honrado y honesto Manuel hace ese gesto tan característico suyo de subir los hombro como diciendo "¡y qué quiere que haga!"
El problema de mis suegros es que tratan muy bien a sus peones y así pasa, que los devuelven a casa bien comidos, bien bebidos pero poco trabajados. ¡Si es que no se puede tener a la familia trabajando para ti!

viernes, diciembre 29, 2006

La tele es modelo de comportamiento humano. Nos da tipos en los que basar nuestra conducta. Ahora está de moda el tipo borde y grosero, con una sinceridad tan brutal que pone a las señoras con ansias de redimir a tipos malos. El "Yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho asín" que cantara Jeanette. Los tipos más bordes de la tele son House y Risto Mejide. Bravo por decir lo que los demás no nos atrevemos.
Dan un tipo masculino que gusta, tanto a mujeres como a hombres: están por encima del bien y del mal, actúan como jueces y dicen cosas que a los demás nos costaría un "triunfo" decir; yo recuerdo situaciones en las que he dicho tierra trágame, cuando he sido yo la víctima del ataque de la amenaza borde.
Unas veces, no he sido yo la víctima y otras he presenciado cuando lo han sido otros. Yo casi siempre he sentido conmiseración por el atacado, pero casi siempre ha quedado mejor el borde que su víctima. La gente suele estar con el más poderoso. La víctima, enrojecida de vergüenza, queda en el ridículo más espantoso y le está doliendo el guantazo verbal una semana. Es como los documentales de leones: siempre que logra dar la letal dentellada en el cuello a la gacela sientes pena por ella, pero no puedes dejar de pensar: "es ley de vida".
Y mientras el grosero gana puntos socialmente, bien por el miedo infundido por sus invectivas ("no vaya a ser yo el siguiente", piensa el personal) , o bien porque ha sido especialmente ocurrente (sarcasmos, ironías, retruécanos y metáforas puestos al servicio de la peor leche humana), el receptor de bilis se queda como un tonto mirando al sol.
Menos mal que esto de los bordes de la tele, como todo, es una moda pasajera. A lo mejor tiene el beneficio sicológico de una vacuna, es decir, cuando nos topemos con un tipo grosero, nos acordamos de cómo trataba House a sus colaboradores y se nos pasa el cabreo de no ser los únicos maltratados por la testosterona.
Espero que la próxima moda que llegue sea la de los tipos bonachones incapaces también de decir una mentira, pero con educación. Como yo, que no tengo abuela.
Por cierto, otra cosa que tienen el común House y Risto Mejide: que tienen a su servicio un buen nutrido grupo de guionistas.
Feliz año nuevo.Publicar

jueves, diciembre 28, 2006


Ayer estuvimos viendo mi chica y yo una película absolutamente genial de Billy Wilder: el crepúsculo de los Dioses.
El argumento de la película trata básicamente de la decadencia de las estrellas del cine mudo, del colapso que produjo en sus vidas la irrupción del cine sonoro. Recuerdo una anécdota que me contaron que le pasó a uno de esos actores: tenía una planta magnífica, pero una voz horrible, y por culpa del sonoro tuvo que dejar de hacer películas; su voz sonaba ridícula en las proyecciones.
La película aborda un problema muy actual: el de reciclarte ante el paso del tiempo. Hay veces que el tiempo pasa como un rodillo sobre tu vida. De repente, lo que se te da bien hacer o con lo que te ganas la vida ya no sirve para esta sociedad absurda.
En el cine español pasó, por ejemplo, con una actriz llamada Nadiuska, que cuando pasó la época del destape y envejeció, quedó tirada como un juguete roto, enloquecida y sin posibilidad de reciclarse. Era muy bella, yo he visto sus películas de la buena época (que no dorada, pues el cine español de entonces daba dividendos, pero era bastante malo) y es una lástima cómo ha acabado.
Pasó también en otras profesiones más humildes, por ejemplo, la de los serenos de Madrid. ¡Cúantos hombre serían jubilados entonces porque ya no había forma de competir con los baratos y funcionales porteros automáticos!
El problema es que con el constante y creciente progreso tecnológico, cada vez mayores capas de población se verán perjudicadas por el efecto "juguetes rotos". Las máquinas hacen todo más rápido, más eficientemente, más barato. Comienza a no necesitarse a la gente para controlar las máquinas, ya que lo hacen inteligentes computadoras. Los actores actuales ya tiemblan ante el progreso del cine virtual (¿Para qué pagar caprichosos y caros actores humanos, si tenemos a manejables y sumisos actores virtuales?). Tiemblan también las humildes cajeras de supermercado, ante la inminente llegada del pago automático por parte de los clientes (ya están funcionando de modo experimental en algunos supermercados) En definitiva: está llegando la sustitución total del trabajo humano, tanto intelectual como físico. Está llegando el momento en que ese 20% de la humanidad que tiene la sartén por el mango no necesite al 80% restante. Bueno, puede que entonces, los juguetes rotos tengamos un momento de regocijo.
A ver cómo se las arreglan para vender mercancía a los pobres juguetes rotos.

miércoles, diciembre 27, 2006

Vuelvo a currar. Otra vez, en el útimo sitio donde me contrataron. Es la enésima que empiezo. Mi certificado de vida laboral, ya lleva, por lo menos, tres hojas. He estado en más trabajos que mi madre, mi padre, mi tío y mi otro tío juntos. A ver si encuentro la estabilidad ya de una vez.
Esta noche soñé que iba a un examen de oposición y que me pillaban copiando. Yo dije que era inocente, pero el tío que me hacía el examen estuvo a un tris de echarme. Mi inconsciente lo fabricó con una buena cara de mala leche. Con todo, dejó que me quedara. No obstante, cuando vi los ejercicios, no me sabía las preguntas y yo dudaba entre marcharme y saber que había suspendido en ese mismo instante o quedarme y saberlo un poco después ¡Vaya sueño espantoso! Continúo. Aunque no tenía intención de copiarme, me encuentro la solución de una de las preguntas en unos papelajos que había en el sitio. Eran de un tío que se lo sabía bien. Me acuerdo que entonces me pregunté que cuándo iba a darse la ocasión en que me encontrara con que no hubiera nadie que supiera más que yo. En ese momento me desperté ¡Me está afectando esto de las oposiciones!
Una profesora del departamento de la universidad en la que yo estaba una vez me dijo que ella empezó a vivir cuando aprobó la plaza, que se había pasado toda su juventud estudiando y preparándose. me confesó que a veces se preguntaba si no había perdido ese tiempo tan importante en la vida de los hombres estudiando. Yo, por supuesto, le contesté que en absoluto, que ella no había perdido el tiempo y que ahora tenía la merecida recompensa. Se lo dije pensando en el calvario de temporalidad en el que todavía hoy estoy sumido.
Hay veces que me dan ganas de mandarlo todo al carajo, pero creo que tengo que seguir luchando. Quiero quitarme de una vez por todas la preocupación por el futuro. Ya sé que en esta vida no hay nada seguro, pero creo que esta inseguridad que ahora estamos viviendo ha sido, en cierta manera, inducida artificiosamente. No está bien eso de jugar con nuestro futuro, como si fuéramos burros atados a carros que trabajan para conseguir una zanahoria inalcanzable.
Cambiando de tema, otra de las cosas buenas que me han pasado hoy es que me llamó mi jefa de la universidad. Me llevaba muy bien con ella. No sabéis lo que se lo agradecí. En fin.
Siempre es bueno que te recuerden en los sitios en los que has estado.

martes, diciembre 26, 2006

Estamos todos contentísimos con mi sobrino. Está grande y rollizo; seguro que saldrá listísimo y espero que lleve la vida más feliz posible.
Qué pena que no se dé cuenta de la mayoría de las celebraciones y risas que tenemos por su causa: celebramos cuando se ríe, cuando se hace caca, cuando eructa. ¡Es el mejor tiempo en la vida de un hombre! Si alguno de nosotros eructara después de comer, nos pondrían de guarros hasta arriba. Si lo hiciéramos, por ejemplo, en la comida de la empresa, significaría la muerte social en nuestro departamento y eliminaríamos para siempre nuestra posibilidad de ascenso. Y por supuesto, a la hora de ir al baño, sólo celebramos nosotros mismos el acto de la defecación; si damos publicidad al importante hecho de que por fin no estamos estreñidos, nos dicen guarros y que si no tenemos de otra cosa mejor de la que hablar. ¡Qué afortunado es mi sobrino!
A lo mejor por eso, vivimos la niñez siendo el centro del universo; en los cumpleaños somos los reyes y son hasta reyes los que nos traen el regalo por navidad. Lo malo es cuando crecemos, que siempre llega alguien que te recuerda lo insignificante que eres para la humanidad: la primera chica o chico que te rechaza, el primer jefe que te trata mal.
Es como si nos cargaran cuando somos pequeños las pilas del autoestima y según va transcurriendo el tiempo, las circunstancias nos las van vaciando. Si hay algo que no es recargable es el ego y las neuronas. Empiezas siendo un dios y acabas siendo un vulgar tornillo de este gran engranaje que es la humanidad.
Yo procuraré que mi sobrino se siga sintiendo un rey, intentaré prevenirle de los peligros que le acechan y sobre todo que, si se encuentra con alguien que no le ama, le persuadiré de que no deje nunca de amarse a sí mismo.
Teniendo yo diez años, hubo un tipo muy bruto amigo de mis padres que me dijo unas palabras que se me quedaron grabadas para siempre:
-"a este niño le quedan por recibir muchas hostias"
¡Qué razón tenía el majadero! Reconozco que me hizo touché. Pero también le agradezco que me hiciera lúcido porque gracias a su crudeza ahora veo menos gigantes y sí muchos más molinos.

domingo, diciembre 24, 2006


Fundamentalmente, para desenvolvernos en sociedad nos preocupa tener armas. Queremos tener la espada y el puñal necesarios para defendernos en esta loca civilización: me refiero a un físico esplendoroso y a un cociente intelectual destacable.
Lo cierto es que la mayoría de la gente somos físicamente hablando, del montón; no sobresalimos ni por feos ni por guapos. A todos nos gustaría tener un cuerpo excelente, porque es cierto que el ser guapo abre muchas puertas y predispone a la gente a tratar mejor a los que lo son.
Hay uno de esos tontoestudios ( esas cosas que sirven para hablar con los amigos en las barras del bar o para poner en un blog cuando el autor está espeso ese día y no tiene otra cosa más interesante de la que hablar) que los hombres altos suelen tener mejor sueldo y acaparar los mejores puestos de las empresas. Es curioso, pero si me pongo a pensar en las empresas en las que he estado, casi todos los jefes eran muy altos. Me acuerdo que uno de los hombres más altos que he conocido pasó de ser de un reponedor que llegaba a las baldas más recónditas del almacén a ser un alto jefe que imponía con su estatura a los sufridos, bajitos y mal pagados reponedores. Hablo de los altos, porque ser alto es cualidad valoradísima entre las mujeres. Si eres alto y guapo, tienes los dos pasaportes más eficaces para atravesar las fronteras sociales más inexpugnables.
La belleza se usa como medio de selección de los individuos, de forma consciente o inconsciente, por eso vivimos en la era de la imagen y por eso las clínicas de cirugía estética gozan de gran predicamento.
De todos modos, ya he comentado en alguna ocasión que lo que me gusta cuando voy en tren es observar caras, comprobar lo disímiles que somos físicamente y que la "fealdad" me parece más interesante que la belleza: éste tiene la cara como el capitán Haddock, aquél con sus bigotes tiene la misma pinta que un obrero del diecinueve, aquélla tiene los labios finos de la Gioconda, ¡Joder ésa, Cómo se parece a Sabrina!
No sé quien dijo, que con esto de los progresos de la ingeniería genética, podrían llegar a tener todos los hombres y mujeres del futuro, el aspecto de Ken y Barby. ¡Vaya un mundo aburrido!
Cuando no se es guapo ni atractivo, nos quedamos con el consuelo de creernos inteligentes. Por eso, para que no se hunda nuestra autoestima, huímos despavoridos de los test de inteligencia; si uno puede esquivarlos, no los hace, lo malo es que cada vez las empresas recurren a ellos más asiduamente como forma de selección de personal, pese a que están muy cuestionados por ciertos sicólogos y siquiatras; siempre se pone el ejemplo de aquel señor de la selva que sale que es retrasado mental en el test de inteligencia. El test está hecho bajo los patrones educacionales del hombre occidental, y se dice, con toda la razón, que seguramente un hombre occidental, que haya sacado buena nota en el test, puesto en las misma condiciones que el hombre de la selva, se moriría de inanición, porque el conocer las plantas que comer y saber cómo cazar los animales que en ella viven es el test de inteligencia que tiene que pasar el hombre de la selva para sobrevivir.
Uno de los hombres más inteligentes que se recuerdan, el ajedrecista Bobby Fischer, es un auténtico inadaptado social y un verdadero inútil en todo salvo en el ajedrez. Por ser no es ni buena persona. También tenemos el caso contrario de Albert Einstein, que no sólo es uno de los mayores genios de todos los tiempos, sino también era una excelente persona, pacifista (aunque utilizaran sus ideas para hacer la bomba atómica) y comprometida socialmente. En los listos, de todo hay.
En fin, que lo de guapo y lo de listo está relacionado con nuestro deseo de ascenso social. Lo que tenemos que hacer es abolir la pirámide social, prohibir que se acuda a las clínicas de estética por idioteces y, sobre todo, eliminar los departamentos de recursos humanos. Deseo que las potencialidades de todos estén al servicio de todos y no de unos pocos, los que ahora están arriba y que son los nuevos señores feudales. Tal vez no sean los más inteligentes, pero tienen en nómina a los que sí lo son y están casados (o casadas) con aquellas grandes bellezas que se dejan comprar.

sábado, diciembre 23, 2006


Hoy os voy a hablar de un hombre bien hecho pero mal rematado, de un enebrador de palabras, de un hombre de valles y de montañas. Voy a hablar del poeta un poco cansado.
En un lugar recóndito de la Castilla rural de la posguerra nacieron dos mellizos: un niño y una niña. La niña nació bien, el niño, también, Pero con las manos retorcidas. El galeno no sabía el por qué de esa deformidad. Entonces la ciencia no llegaba a tanto como hoy. Se hicieron muchas suposiciones y conjeturas, que me resisto a poner aquí porque cualquiera de la que vosotros penséis es tan válida como las que hizo la poca ciencia que había dejado la guerra.
El niño llegó en una mano con sólo dos dedos y en la otra con los cinco aplastados. Un verdadero trauma para un matrimonio de agricultores de Castilla, que, como tantos otros, sólo contaban con las manos para ganarse el sustento: manos para la azada, para el ordeño, para la guadaña, para amasar el pan. En la rural y vieja Castilla un hombre con malas manos o sin ellas era un hombre perdido para el futuro. Su vástago no tenía bien las fundamentales herramientas del labriego. Desde aquel momento que el pequeño nació, decidieron ponerle a estudiar y que tuviera un futuro con los libros. Iría a la ciudad, pues el pueblo no es lugar para las manos de ese niño.
El niño fue creciendo, y aprendió a querer a los fresnos, los álamos, las golondrinas, los grajos, los jilgueros, los cerros y las piedras de su pueblo. Aprendió a respetar a los ancianos que sentados estaban en las portadas de las casas, a las mujeres con barro hasta las rodillas. Aprendió a querer al sol, la luna y el aire, como diría ese poema de Alberti. Quiso, en definitiva, la tierra que le vio nacer y con la que soñaría tantas veces en la habitación de una gran ciudad que, con su mar de civilización, nunca podría sustituir a un riachuelo rebosante de berros en sus orillas.
Creció y se divirtió con otros niños de su pueblo, que acostumbrados desde siempre a sus manos rotas, nunca le menospreciaron por ello. Demos todo el valor del mundo a este hecho, pues es cosa difícil de conseguir el respeto de los niños, entonces y ahora. Él peleó por ese respeto y se divirtió con los demás zagales. Todos los amigos que tuvo entonces los tiene ahora hoy . Tuvo, sobre todo, el amor de sus dos hermanas y de su hermano, que aún hoy le siguen amando incondicionalmente. Fueron cuatro Abeles y ningún Caín.
Si algo teme el castellano, éso es al mañana, y los padres de ese niño, llevados por el amor pero también por el miedo al porvenir, decidieron que le tocaba a hacer el bachillerato en la ciudad. Eso requería una inversión importante de dinero, aunque pobres, su hijo de manos rotas debía tener un futuro. El niño tenía marcharse a buscar su sostén lejos de una azada. La tarde de antes de la partida, él y sus hermanos lloraron hasta tener los ojos hinchados. Encima de ellos, las golondrinas hacían las últimas acrobacias del verano. No sabía cuándo volvería a verlas. Una madre también lloraba en silencio mientras cosía. Un padre pedía el vino en la taberna con la boca más seca que otras veces.
Pasaron algunos inviernos y cursos, y muchas tardes, el niño subía la vista de los libros porque se acordaba de su pueblo. Más de un suspenso le cayó por culpa de la nostalgia. Pasaron más años todavía y el niño se transformó en un adolescente en el que principiaba la elegancia: era guapo, de dulce caída de ojos. A partir de entonces, ninguna mujer se fijó en sus manos sino en sus ojos. Desde los dieciséis años, cuando iba los veranos a su pueblo, siempre hubo quien le arrancara gemidos a la orilla del río.
Y bueno, ya sabéis como sigue la historia de Don Juan, que de todo hubo y con todas se las vio. Noches y más noches citándose con Venus. En algunas ocasiones, viviendo un vodevil en un armario. Alguna mujer mayor llamándole crápula y sinvergüenza. Por haber, hasta monjas sé que hubo. Pero este Don Juan fue honrado y aunque en muchos lechos estuvo y muchas conquistas hay en su haber, siempre confesó con algo de humildad que nunca conquistó y siempre fue conquistado. Que él siempre cuando salía nunca sabía si iba a acompañar alguien en alguna cama: quienes lo sabían era las mujeres con las que se iba a encontrar aquella noche. No ligamos, nos ligan, siempre me decía, cuando yo tenía dieciocho años y más interesado estaba en el ars amatoria.
Sirva de ejemplo para los que creen que el atractivo pasa por un quirófano. Las manos rotas de un poeta siempre encontraron un pecho ardiente al que tocar.
Terminó sus estudios y se puso a trabajar. LLegó el momento de sentar cabeza y casó con una vasca cosmopolita y burguesa, con la que tuvo dos hijos. Aunque poeta, montó negocios que en un principio fueron bien. Se aficionó a los viajes, a los buenos restaurantes, a la ropa cara. Fue un cuarentón con estilazo y aunque casado, todavía cotizaba en el mercado de los Tenorios. Si os he de ser sincero, no sé si alguna vez cometió infidelidad, pero como no me consta y lengua viperina no tengo, diremos que los suspiros que arrancó entonces fueron hechos en posición vertical y no en horizontal. Salvo a los de su mujer, claro está.
Desgraciadamente, vino la cuesta bajo y sus negocios, como los de tantos otros, quebraron por la crisis de los noventa. Se quedó, como dice la canción de Sabina, "vencido, calvo y tieso". La ciudad que un día conquistara le cerró sus puertas y aunque amaba a su mujer, las cosas comenzaron a ponérsele muy difíciles a ambos, con el agravante de ser personas en una edad mala para que les cojan en alguna empresa. No pudo encontrar trabajo y su pensión por minusvalía no alcanzaba para mantener un hogar. Gracias a que sus hijos estaban en edad de trabajar, pudieron salir adelante. Vendieron su casa, y el dinero que les dieron por ella sólo sirvió para pagar deudas. Otra historia triste de cómo una familia de clase media deviene en clase baja. El resto, ya os lo podéis imaginar: después de la separación, el poeta decidió volver a su pueblo, a la casa donde pasó sus primeros días de manos rotas.
"estos parajes me perteneces,
aquí abrí mis ojos al mundo
a cielo, al sol, a mis afectos,
aquí soñé con ser un pájaro,
soñé con llegar a viejo
y ser grande como mi abuelo..."
Parafraseando una vez más a Sabina: "y sin dejar de ser el mismo el sabio, que para hacer poesía, sólo tenía que mover los labios..."
Nuestro poeta respira los vientos de su pueblo y los transforma en negro sobre blanco. Es un fue, un será, pero lo mejor de todo, es un es. Después de todo lo que ha pasado y de todo lo que ha sufrido, está en el sitio del que nunca se quiso ir.
Lo siento, pero dejo esta historia inconclusa. Si queréis saber más, preguntad en un viejo pueblo de Castilla por un rapsoda de ojos tristes, de manos y vivencias rotas.

viernes, diciembre 22, 2006


Yo, que me defino como persona progresista, tengo como referentes a premios Nobel de Literatura como José Saramago, Gabriel García Márquez, Harold Pinter o Darío Fo; a otros magníficos escritores como Eduardo Galeano y Mario Benedetti, a premios Nobel de la Paz como Rigoberta Menchú o Adolfo Pérez Esquivel; a grandes periodistas como Ignacio Ramonet. Por supuesto, al gran erudito Noam Chomsky y al brillante Michael Moore. La lista puede ser muy larga.
Les quiero imaginar a todos tan virtuosos en su esfera privada como en su vida pública. Pero tal vez no lo sean. Tal vez tengan cuentas pendientes con alguien. No se le puede pedir a un hombre que esté a la altura de sus ideas. Desgraciadamente, parte de la naturaleza humana son los instintos más bajos: la violencia, la mezquindad, la avaricia, la envidia... No sé, porque no les conozco, si están tocados por alguna de las vilezas que definen en parte a los monos más estúpidos de la creación: nosotros los hombres. Intuyo que como personas que son, algo en la trastienda deben de tener.
Esta reflexión me ha venido a la mente porque me acordé ayer por la tarde de una mujer que conocí en mi último trabajo que cumplía todos los requisitos del progresista: apoyaba toda causa sindical, odiaba los combustibles fósiles, creía en la solidaridad humana, odiaba la dictadura de las multinacionales, el consumismo, la explotación humana, odiaba a Bush... Vamos, que tenía sobresaliente cum laude en teoría del humanismo, del progresismo y de la solidaridad. Pero era una progre-humanista de boquilla; era un auténtico bicho en su vida profesional. Su condición de fija le valía para hacer la vida imposible a los compañeros temporales, que entrábamos para hacer sustituciones. No nos quería enseñar el trabajo, prefería pisotearnos diciendo a la jefa lo competente que era ella y lo incompetentes que éramos los demás. En mi caso particular, llegó a insultarme. Le gustaba ridiculizarnos delante de los clientes que venían a la ventanilla. Era grosera, borde y transformaba una mañana tranquila en un verdadero infierno. Era la encarnación del mismo demonio,pero estaba con todas las causas solidarias. Eso sí, pese a que despotricaba de los coches y la contaminación que generaban, se estaba sacando el carné de conducir.
En fin, de verdad que no soy partidario de echarle en cara a nadie sus contradicciones, porque yo también soy contradictorio; todos somos humanos y quizás el ser humano sea el ser más incoherente e irracional de la naturaleza. Hasta una mísera mosca actúa con más lógica que nosotros (donde hay mierda, hay comida, así que ahí que voy), pero cuando me tocan la moral y las contradicciones son muy gordas, sí me gusta hacérselas ver a quién las comete, como hice con esta señora, con la que por cierto, tuve una muy gorda, y puede que sea la causa de que no me llamen.
De hecho, hay gente a la que quiero precisamente por sus contradicciones. Gente cercana a mí que pese a ser ideológicamente opuestos, reaccionarios en algunos casos, les quiero por afinidad personal, porque pese a su ideología quieren las mismas cosas que yo. Les quiero porque quieren que todo el mundo tenga con qué comer y dónde vivir, porque les preocupa la contaminación de los mares y del aire, porque a veces han sido valientes y han salido en defensa del oprimido, porque no les ha cegado la idelogía a la hora de condenar las acciones de determinados poderosos y porque son buenos conmigo y nunca me han negado un abrazo o una sonrisa. Son gente clásica, algunos con fuertes creencias religiosas, pero buenos y alejados de esos ultraderechistas que sólo predican y fomentan la división y el odio.
Hace tiempo que decidí no clasificar a la gente por su ideología. Se es señor o no se es. Da igual que seas de izquierdas o de derechas. No voy a culpar a nadie por sus contradicciones, pues hasta un sabio como Unamuno tuvo las suyas. culparé a aquél que sea un ruin, un malvado o simplemente un sinvergüenza y podréis creer que no seré más o menos misericorde si es de izquierdas o de derechas.
Las ideologías no han acabado: acabarán el día en que se pongan de acuerdo los hombres buenos de una y otra parte para sacar adelante esta pobre y maltrecha civilización. Digo civilización y no digo mundo porque soy de los que creo que los que corremos peligro somos nosotros. El mundo nos sobrevivirá perfectamente, una vez que recicle la basura que hemos dejado.
¿Acaso no tiene moscas y otros bichos para comerse la mierda?

jueves, diciembre 21, 2006


Hoy he comenzado un curso del paro. Hay que hacer cosas productivas, que no todo va a ser dedicarse a escribir en el ciberespacio, actividad por otra parte propia de bohemios, frikis y drogadictos.
El curso es sobre el apasionante mundo de la contabilidad. Un arte para algunos y una ciencia para otros. Yo, de momento,cuando pienso en contabilidad, imagino a un señor haciendo cuentas y más cuentas, de nariz ganchuda, de cuerpo más bien seco de carnes, y nuez prominente, como el que os pongo en la foto. Pienso en uno como el que está junto al risitas al que le ha tocado el especial de las tragaperras. Alguien que calcula hasta el último céntimo, no como yo, que me pierdo con facilidad con los números y me vuelan con facilidad los euros. Espero que cuando lleguemos a la parte de la contabilidad creativa, me expliquen lo del milagro de los panes y los peces, a ver si puedo hacer lo mismo con los euros. No creáis que todo el mundo domina bien esa parte de la contabilidad. Que se lo pregunten si no a los directivos de ENRON o aquí en España, a los del Fórum Filatélico y Afinsa.
Me he apuntado al curso porque en administración, profesionalmente hablando, he tocado todos los palos salvo el de la contabilidad y no quiero que me echen para atrás en una entrevista porque no sé manejar el contaplus, por ejemplo, que me han dicho que es de muy fácil manejo, pero al no haberlo tocado nunca, pues me da reparo el aceptar un empleo habiéndome tirado el farol diciendo que sé dicho programa. Las mentiras tienen patas muy cortas...
Además, creo que hay que saber un poquito de uno de los principales resortes que mueven esta sociedad de mierda: la Economía, porque, por desgracia, mi formación humanística no la valoran en ningún lado. Tanto leer para nada.
Lo malo del curso es que empiezan desde cero el paquete Office, y todas las herramientas que contiene, salvo el Access (jolines, para hacer bases de datos ya tenemos el Excell) las tengo más que requetesabidas. Soy hombre de letras, sí, pero intento estar al tanto de las nuevas tecnlogías, si no, no me tendríais aquí dando a la tecla.
Otra cosa interesante que tiene el curso es que tiene un apartado de prevención de riesgos laborales y eso es una cosa que piden mucho ahora en las empresas.
Vamos, que es completito. Aunque creo que un administrativo el único riesgo laboral que corre en una empresa es que se haga cortecitos en los dedos con los folios o que se le descargue un boli en la camisa buena que le han traído los reyes. O que le pille el jefe jugando al buscaminas. Este último sí que es un riesgo laboral grande.
En cuanto a mis compañeros de clase, de todo hay: desde la niña recién salida del bachillerato que quiere incorporarse a la vida laboral, pasando por las amas de casa que lo que quieren es reincorporarse, hasta los que como yo, que recién han salido de
un trabajo y quieren dejar el paro cuanto antes. Cuanto antes, me refiero a mayo, que es lo que dura el curso.
¡Destino cruel! A mis años y tengo que estar por la mañana estudiando un curso y por la tarde estudianto oposiciones...

miércoles, diciembre 20, 2006


Estamos en tiempo de regalos. "Los niños son los protagonistas" dice el eslogan de una gran firma de comercio. Pero, sin ánimo de aguarle la fiesta a nadie, y menos a las felices criaturas a las que deseo un porvenir lleno de bondades, hoy voy a hablar de la gran pérdida juguetera que hubo en mi vida:
- La del medio casco de mi airgamboys astronauta.
Hubo otras desapariciones, como las pistolas de mis cliks de famóbil vaqueros, la de parte de la segunda chimenea de mi Tente Titanic o las páginas de la Interviú en donde salía Danuta Lato, en un extra verano del 87; pero no fueron tan fatales como la del airgamboys.
El airgamboys astronauta que yo tenía (por cierto, yo creía que era airgamboys buzo) era un caballero blanco de sempiterna sonrisa y pecas (las pecas se distinguían de los ojos en que eran unos puntitos más pequeños y estaban más abajo), guantes y botas plateados para hacer juego con el módulo espacial con el que viajaba y una pistola transparente de colorines que más parecía para echar agua a los marcianos que rayos láser. Este muñeco me lo compró mi madre tras insistirle largamente, porque no podía soportar que mi vecino tuviera el airgamboys submarinista y yo no tuviera ninguno.Los vendían en una mercería del mercado de mi barrio, donde aparte de hilos y lanas para hacer jerséis ochenteros, podías comprar, aparte de los airgamboys, barriguitas, juegos de agua geyper y coches en miniaturas Guisval de diversos colores.
¡Qué feliz era con mi airgamboys recién adquirido! Pasamos buenos momentos juntos. Le montaba y desmontaba el casco, le ponía y le quitaba la pistola. Le ponía en varias posiciones, porque los airgamboys, a diferencia de los cliks de aquel entonces, si podían cambiar de posición manos y piernas.
Pero llegó una fatídica tarde: Procedí a quitarle una vez más la escafandra, una esfera dividida en dos partes. Una de las partes cayó al suelo pegando varios botes. Se perdió en un punto indeterminado del universo. Es decir: entre el tambor de los juguetes y el armario. No volví a ver nunca más la mitad de la escafandra que hacía a mi airgamboys, astronauta.
¡Qué iba a hacer mi airgamboys astronauta sin su escafandra completa! Busqué, busqué y nada encontré. La desesperación nubló mi ánimo y la decepción por mi juguete incompleto hacía mirarle con una mezcla de pena, pero también de rabia. Mi airgamboys no volvería a ser jamás un austronauta.
¿Cómo le iba a mandar yo por esos mundos de Dios sin una escafandra que le proteja de atmósferas malignas, con metano en suspensión, o lo que es peor, con Whisky? No, no podía hacer eso.
Había que hacer algo con mi airgamboys astronauta. Decidí cambiarle de empleo y aprovechando unas telas también compradas por mi madre en la mercería del mercado, le confeccioné un traje para un nuevo trabajo: héte aquí el airgamboys cocinero.
Por desgracia, las telas mal puestas con las que le hice el mandilón y el gorro de cocinero no terminaban de convencerme, así que se me ocurrió una idea:
- Vecino, ¿me cambias este airgamboys cocinero por el airgamboys submarinista?
- Qué dices tío, si el tuyo tiene manchado el ojo con el supergen que le chorrea del gorro que le has hecho.
Nunca se me dieron bien los trabajos manuales. Volví a mi casa y eché el airgamboys cocinero en el tambor donde guárdábamos, entre otras cosas, la muñeca sin ojo, Tiernecito cuello descoyuntado y tres cliks de famóbil sin pistolas, sin brazos y sin
peluca.
Ha habido otras pérdidas en mi vida, pero que me marcaran tanto como la de la media escafandra del airgamboys, ninguna ¡Desapareció en un punto indeterminado del rincón donde yo jugaba como si fuera una moneda de predisgitador! Todavía hoy no sé si fue una señal de las fuerzas sobrenaturales que nos vigilan, o fui testigo de un cambio de dimensión de la escafandra de mi airgamboys, y ahora hay un niño en la dimensión paralela con dos escafandras de airgamboys. O símplemente, que mi madre barrió detrás del rincón, se encontró con la pieza y en lugar de restituirla en su sitio, la tiró a la basura sin más contemplaciones y sin decirme ni mú ¡Qué crueles pueden ser algunas veces las madres!
En fin, ya os he contado uno de los grandes traumas de mi vida. Otro día os contaré la misteriosa desaparición de la segunda chimenea de mi Tente Titanic, que también tiene tela, no os vayáis a creer.

martes, diciembre 19, 2006

Hoy he hecho un examen y es el mejor examen de oposición que he realizado en mucho tiempo. ¡Me sabía todas las preguntas! La lástima es que son nada más que cuatro plazas y no tiene bolsa de empleo. ¡Lástima! Siempre ha habido cuatro o más personas que han sabido más que yo: en el colegio, en el instituto, en la universidad y en las
oposiciones. A ver si en esta oposición no hay cuatro que sepan más que yo. O mejor, en las de profe, que tengo dentro de un año y siete meses.
La cosa de pone difícil: mis compis del último trabajo me han chivado que van a hacer un filtro muy elevado de puntos, y puede que los puntos que yo tengo no sean suficientes. Si no llego al mínimo de puntuación que marquen, me quedo fuera de la bolsa de empleo, puesto que la bolsa actual en la que yo estoy desaparece y con ella, mi posibilidad de trabajar.
¡Dios mío!¿Por qué me lo pones tan difícil? Los de mi penúltimo trabajo,ni se acuerdan de mí para hacerme un huequecillo ¡Si soy bueno y me porto bien!
En fin, siempre me queda la empresa privada, pero como hasta para ser becario te piden un máster, cosa que yo no tengo...Eso sí, tengo cursos para dar y tomar, pero creo que con éso sólo no vale, pues, qué queréis que os diga ¡Uf!
Pero bueno, hay que ser optimistas; todavía me queda mucho paro y he salido de situaciones peores que ésta. Dios aprieta pero no ahoga, etc... ¡Siempre me acuerdo de Dios cuando las cosas se me ponen difíciles! Espero que me perdone éso de ser agnóstico, porque si no, lo llevo crudo.
Bueno, por ahora sólo me queda esperar y seguir estudiando. Seguiremos informando.

lunes, diciembre 18, 2006

"el umbral de dolor de las familias es muy alto" "las personas de cierta edad compraron las casas con tipos de interés al 16%" Se habrá quedado a gusto.
El que ha dicho tan crueles palabras es D. Pedro Solbes Mira, de profesión, ministro de hacienda español y aspirante a sádico de prostíbulo. Es un hombre que sabe lo que dice; ha ocupado un buen número de puestazos importantes. Es un hombre de talento; le han llamado en dos legislaturas para la cartera de Hacienda . Ha tenido la cartera de asuntos económicos y monetarios de la Unión Europea. Ahí es nada.
Os preguntaréis ¿Cómo puedo yo, pobre y minúsculo parado, poner en entredicho las palabras de tal eminencia gris? Pues porque el señor Solbes ha omitido otras cosas que hacen que piense que nos está comiendo la merienda, y porque una verdad dicha a medias es una mentira de doble fondo. Y basándonos en esto último, el Señor Solbes ha mentido como un bellaco. Sí, es cierto que tenían los de su generación, que por cierto, es la de mis padres, tipos de interés muy altos ,pero aún con intereses tan altos, los pisos se solían pagar de media en diez años ¡CON UN SÓLO SUELDO! Ahora, pese a que los tipos de interés son más bajos, se necesitan dos sueldos y no menos de cuarenta años para pagar una casa normalita en el extrarradio de una gran ciudad. Y no sólo eso: don Pedro Solbes habla desde la seguridad que da ganar más de siete mil euros mensuales y la vivienda (o viviendas, que es posible que tenga más de una o dos) pagada, no como la mayoría de los españoles, que ganan en su mayoría sólo mil, un sueldo a todas luces inconstitucional, porque según el artículo 35 de nuestra constitución :
"1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo."
Mil euros es un sueldo inconstitucional, pues no resuelve las necesidades de una familia y encima, las mujeres ganan menos que los hombres, con lo que hay discriminación de sexo. Y el señor Pedro Solbes, que debería ser guardián de nuestros derechos por su condición de máximo servidor público, en lugar de eso, aplaude la resignación y el incumplimiento de nuestros derechos fundamentales. Bravo.
Probablemente, el señor Solbes, cuando deje esta menudencia de la política (para gente como él ser ministro es una menudencia) entrará en algún consejo de administración de alguna megaempresa donde ganará todavía más que de ministro. No la fruslería de 7000 euros mensuales, no. Hablo de los 600000 euros al año, con contrato blindado, que suelen ganar esa gente por decir que la megaempresa debe superar los beneficios del año pasado.
Hubo otro ministro de hacienda, socialista también, que igualmente animó a los españoles con las siguientes palabras: "hay que apretarse el cinturón"
El ministro en cuestión se llamaba Miguel Boyer y poco después de dejar la cartera ministerial, compró para su señora y para él una estupenda casa con deciocho cuartos de baño. Curiosa forma de apretarse el cinturón. Por cierto, ahora es presidente de una gran compañía dedicada al petróleo. Aplaude las líneas de actuación de los gobiernos conservadores, de hecho, se le suele ver en los saraos que organiza el partido conservador de aquí. Las últimas fotos que he visto de él le he encontrado más gordo. Tendrá que aflojarse el cinturón.
¡Pobres de nosotros! Si son los propios socialdemócratas los que dicen y hacen estas cosas...¿Quién defenderá a partir de ahora a las clases bajas?
Nosotros sí que tenemos poderosísimas razones para decir lo que el conde de Romanones:
-¡joder, qué tropa!
No sé vosotros, pero mi vida es una sucesión de errores de los que no me arrepiento. Situaciones que he provocado, en muchos casos ridículas, unas veces por el exceso de bebida, otras por no sopesar debidamente la situación en la que me veía envuelto, otras por dar prioridad a unas cosas frente a otras. Pero el caso es que, de resultas de todo ésto, me encuentro aquí reflexionando y poniéndolo en negro sobre blanco para vosotros.
Alguna gente piensa que si pudiera reescribir su vida lo haría de otra manera, o que si pudiera dar marcha atrás en la moviola, pues que lo haría para no cometer esa torpeza que parecía insignificante, pero que ha tenido consecuencias desastrosas en su vida. Por ejemplo, en una reunión con compañeros, algo dicho a vuelapluma, sin meditarlo, sin querer hacer daño,y te has granjeado un nuevo grupo de enemigos. No pensaste que les iban a caer tus palabras así de mal, pero al cabo de un tiempo más o menos breve, sufres las consecuencias de unas palabras que no tenían por objetivo el causar dolor o molestia. Crees que éso son cosas de las almorranas y de no las palabras.
Hay quien dice por ahí que somos la suma de nuestros errores y nuestros aciertos, que nuestro conocimiento de la vida depende tanto de los unos como de los otros. Otros llegan más lejos: del error, por muy doloroso que sea el resultado, se aprende más que del acierto.
Como dijo Quevedo: "¿siempre hay que sentir lo que se dice, nunca decir lo que se siente?" Cicerón siempre habló laudatoriamente de la prudencia, pese a que será una de los senadores que más "largaban" en su época (desgraciadamente pagó por ello) y Baltasar Gracián es otro que alabó sobre la prudencia en un libro. Y digo unos pocos ejemplos, porque a lo largo del tiempo han sido muchos que han escrito sobre la prudencia como valor para desenvolverte bien en la vida. Pero, para el que quiere ir más allá no es buena cosa el ser prudente. Ya sabemos que la prudencia es un corsé que viene muy mal para que se produzca la inspiración. Afortunadamente, ni Quevedo, ni Cicerón y casi que ni Gracián fueron prudentes siempre. De haber sido más temerosos, no hubieran salido tan buenos escritores. No es buena cosa para el que quiere vivir , (o vivenciar, como dirían algunos filósofos), paralizarse por la prudencia.
La prudencia, creo, es más cualidad para gobernantes que para el resto de personas, y creo que Gracián pensaba en ellos más que en ningún otro.
Lo que me motivó a escribir este artículo es el pensar que si no fuera por los errores cometidos en mi vida, no hubiera tenido el acierto de estar con mi chica. Digamos que pensé que mis errores habían sido las puertas que yo he tenido que abrir y que finalmente me han conducido al acierto de estar con mi chica. Lo cierto es que ella me quiere pese a mis errores. Pienso que si no hubiéramos cometido "la imprudencia" de unir nuestras vidas, ahora seríamos más infelices.
Ser audaz, o te conduce a un paso adelante o te manda diez pasos atrás, pero no podemos quedarnos en el camino pensando en los golpes que podemos recibir. La vida es un riesgo que debemos de correr. Hay que seguir andando, sí, con un poco de prudencia, vale, pero no dejando que ésta te paralice en tu camino.
Después de todo, nunca nos libraremos de la duda de si es correcto o no lo que hacemos.

domingo, diciembre 17, 2006


Seis comilonas como seis toros Mihura tengo la semana que viene. Cada vez que entro al baño, miro de reojo a la báscula. Hoy hemos decidido ir con la familia a un chino para ver si la comida nos produce descomposición y adelgazamos unos kilitos para entrar con buen pie en las comidas de navidad ¡Vaya manera de comer!
Se comen langostinos como si fueran pipas. Se bebe cerveza y champán en lugar de agua. Parece que no hemos comido en veinte años y los cierto es que la última vez comimos así y en esa cantidad fueron las navidades pasadas ¡Qué horror!
Lo peor es que llegará un momento en que miraremos las ricas preparaciones que tanto tiempo han llevado en la cocina a los aficionados cocineros con una mezcla de reparo y hastío. Los aficionados a los fogones se habrán esforzado al máximo para unos paladares que están ya congestionados de tanta mezcla de sabores y sobresaturados de trabajo. El esfuerzo y el amor puesto por los Paul Bocusse en potencia no tendrá la recompensa merecida de nuestros maltratados estómagos.
Se calcula que los españoles engordaremos de media tres kilos. No importa. Más vale echar carne de más que echarla de menos. Ya los perderemos en enero. Es la primera época en la historia de este país en que la los españoles estamos hartos de comer. En la literatura del siglo de Oro, se hablaba mucho de comida en novelas y teatros, precisamente porque no había. Debemos disfrutar de la bonanza porque nunca sabremos cuándo se va a acabar. Disfrutemos del vino, del que acaso nos privemos por
el cambio climático, disfrutemos del cordero, que tanto ha sido anhelado por nuestros antepasados (Recordad el refrán: de la mar, el mero y de la tierra, el cordero) y disfrutemos del turrón, aunque este año venga más caro por la escasez en la cosecha de avellana. A saber si dentro de unas pocas generaciones dejaremos de tener turrón. Agradezcamos el champán, el pavo, los polvorones y los langostinos, que tan
cerca los tenemos y tan fácil nos ha sido el obtenerlos. Nunca se sabe, a lo mejor, dentro de poco tiempo, deciden hacer con la comida lo que han hecho con la vivienda: ponérnosla por las nubes. Por eso comed, comed, que nunca se sabe.
Hece poco vi un vídeo de una mujer africana que dormía a sus hijos haciéndoles creer que había sopa para cenar. En realidad, en el caldero sólo había piedras y era una artimaña que empleaba la pobre mujer para paliar el dolor de sus hijos por el hambre. Lo que yo daría por compartir con ella y sus hijos mi mesa, que se hartaran de comer como yo.
Por eso, me río de Ferrán Adriá cuando nos ofrece como alternativas gastronómicas las ligeras espumas de zanahoria y demás zarandajas. Quédate, ilustre cocinero, con tan poco saciadores platos, que donde esté el cordero de digestión pesada, que se quiten las espumas que dejan la sensación de no haber comido.
Viva el Almax y vivan los cinturones con un agujero más.

viernes, diciembre 15, 2006


En España hay mucho Torrente. Todos conocemos muchos ejemplos de nuestro alrededor. Yo os voy a contar el mío.
Mi Torrente proviene de una familia humilde, pero de derechas de toda la vida. Tanto es así, que acostumbra a exhibir unas botellas de vino con las efigies en las etiquetas de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde. El vino, que he probado, es cabezón: da un dolor de cabeza espantoso. No sé si por la cantidad de productos químicos que le han echado en su elaboración o por las dos efigies de las etiquetas, que producen gran pesar.
Uno de los pocos lujos que se ha permitido en su vida es comprar a su mujer medio abrigo de visón para ir los domingos a misa. Medio, porque no tenían para pagar uno entero, ni tan siquiera a plazos. Por cierto, se comenta que los visones de ese abrigo eran muy aficionados en vida a la zanahoria.
Desafortunadamente, el sueldo de este hombre ha sido y es pequeño, y las horas extras que hacía antaño eran para pagarse los viernes el ayuntamiento del guerrero en el burdel, así que su mujer tenía que salir a fregar en casas de postín. Muchas veces, cuando volvía derrengada de pelarse las manos con la lejía y el detergente, se quejaba a su marido del poco sueldo que le pagaban las casas donde iba, a lo que éste invariablemente, solía responder, "Calla, mujer. No muerdas la mano que te da de comer."Ahora, este hombre está mayor y no va tanto de putas como antes. Pero eso sí, su mujer no ha podido dejar de fregar en casa ajenas.
Nuestro hombre es aficionado a la caza. Le encantan esas viriles pitanzas de liebre con arroz. Le encantan los fusiles. Cuando lo de la intentona del golpe de estado, el 23-F, él se preocupó de tener sus armas bien engrasadas y en perfecto estado de revista. Había mucho trabajo por hacer matando rojos. En su casa había todo tipo de trofeos de caza: esa cabeza de jabalí, esa lechuza disecada... Todo para recordar que el hombre es un depredador y si no matas, te matan; ésa era otra de las grandes consignas por las que se conduce en la vida nuestro hombre.
A medida que fueron pasando los años, nuestro hombre pudo tener unos ahorrillos. Era el momento de comprarse un coche que le hiciera señor. Se hizo con un Mercedes 280. Los cilindros llevaban más de veinte años trabajando sin descanso, estaban al borde de la prejubilación. Era de los primeros coches en llevar dirección asistida y casi de los primeros en llevar motor a explosión. Resumiendo: era una tartana de mucho cuidado. Eso sí, se sentía grande nuestro hombre conduciendo por su pueblo el plateado Mercedes; sobre todo disfrutaba cuando montaba con su mujer en el coche y recorría los escasos doscientos metros que separan la casa donde veraneaban de la Iglesia. Una llegada majestuosa a la puerta del templo, digna de ser filmada por la tristemente desaparecida Pilar Miró, estupenda directora, encargada de la retransmisión de la boda de las Infantas.
Desafortunadamente, el que bebió mucho de joven, más bebe de viejo y el Mercedes era coche de grandes tragos. Vamos, que tenía que llevar a la Campsa detrás de él. Por tal motivo, nuestro hombre se veía obligado a prescindir, entre otras cosas, del vermout de después de misa. Lamentaba esta circunstancia, ya que le encantaba hablar en el bar con los parroquianos de política, sobre todo, de los rojos traidores que se manifestaban por todo. Eso sí, él, aunque de derechas, también se manifestaba, pero por las cosas importantes, por las que se debían arreglar. El iba a manifestaciones por España. Lo que a él le llevaba a los infiernos eran esas manifestaciones que hacían los rojos: por la privatización de la sanidad, por la carestía de la vivienda o por la precariedad del empleo, manifestaciones a las que además sólo acudían cuatro. Qué pérdida de tiempo. Utopías a mí... A otro perro con ese hueso. Reivindicar, sí, pero con cabeza.
Que Dios te dé tanta salud como descanso dejas, decían siempre los de su pueblo cuando a finales de verano, cargaba el Mercedes y volvía a la ciudad.
En fin. El caso es que nuestro hombre es feliz. Si hicieran un estudio estadístico, estoy seguro que averiguarían que la gente reaccionaria como él tiene menor índice de depresiones que el resto de la población. Será porque casi siempre ganan los suyos, y ya se sabe lo que pasa cuando el domingo gana tu equipo favorito: al lunes siguiente te encuentras más feliz, pero sigues igual de pobre.
Eso les pasa a los Torrentes de este mundo, que por cierto, suelen ser socios de los clubes que suelen ganar. Que se lo pregunten a Berlusconi.

jueves, diciembre 14, 2006


Siempre que llegan estas fechas me acuerdo de los mendigos. Sé que suena a tópico, pero es así. Más que nada, por el frío que hace fuera y lo difícil que se les pone el dormir en estas fechas. Tampoco debe ayudar nada las tremendas luces que ponen los ayuntamientos. Watios y Watios que nos recuerdan que es tiempo de consumir. Para
ellos deben resultar molestas tantas luces, para coger el sueño y por la tontería generalizada que representan.
Si algo caracteriza a los mendigos españoles es su tremenda dignidad. Ejemplos hay a patadas.
Mi madre trabó amistad con un mendigo que siempre andaba por los alrededores de la calle Alcalá de Madrid. Dice mi madre que su forma de pedir era muy peculiar: "dadme algo, pero no me déis billetes, que se me vuelan"
Como podéis comprobar, era un hombre que, pese a su situación, se mostraba por lo general ingenioso y risueño. En una ocasión, el mendigo le pidió a mi madre, y ella le dio parte de la calderilla que llevaba. Al ver ésto, una compañera de trabajo que iba con mi madre pronunció esta desafortunada frase: "no le des dinero, que seguro que se lo gasta en vino" a lo que el mendigo respondió: "¿pero qué quieres, mujer. Con cien pesetas que me ha dado, me hago un crucero o qué?" Aparte de dignidad, este mendigo tenía salidas para todo.
Muchas veces le decía a mi madre que aún acostumbrado a vivir en la calle, su vida no era fácil "¿Por qué no vas a las residencias de mendigos que tiene la Comunidad de Madrid?" "Ay, hija, allí no hay Dios que esté. Todos los días hay trifulcas y yo no quiero líos con nadie""Pero pasarás mucho frío""Ahora, en invierno, pero cuando llega el verano te tumbas en un parque y la verdad es que no se está mal"
También le contó muchas historias. De otros mendigos, mayormente. Todas eran historias de despidos, de divorcios, de alcoholismos, de ludopatías, de drogadicciones, de muertes y de miseria. Todo eran pendientes cuesta abajo, sin posibilidad de volverlas a subir.
Por supuesto, ya sabéis cómo acaba esta historia: un día, mi madre no volvió a ver al
mendigo. Un ser más perdido en la noche de los tiempos y en el terror de la indigencia. A saber si en una fosa común de esas que tiene la Comunidad de Madrid y en la que nadie quiere estar, como en los albergues.
Una vez vi un programa en el cual un periodista pasaba la noche con un indigente madrileño. Al final dijo que había pasado la peor noche de su vida, no porque le agredieran, que por cierto, sí hubo posibilidad de que recibiera alguna torta sin comerlo ni beberlo, sino porque le aterraba la posibilidad de que se viera otra vez viviendo la dura y cruel vida del paupérrimo.
Desgraciadamente, no estamos tan lejos como creemos de llevar vidas de indigentes. Unos pasos mal dados o un poco de mala suerte, y en un abrir y cerrar de ojos, nos podemos encontrar rodando la pendiente que lleva a la miseria.
Mi deseo es que ni a ti ni a mí nos pase jamás. Felices fiestas.

miércoles, diciembre 13, 2006


Bueno, en el paro otra vez.
Recuerdo que en los buenos tiempos, cuando yo era interino y tenía un contrato más o menos estable, no como ahora, que entro y salgo de mi nuevo trabajo como si fuera un yo-yó, que pensaba que no estaría mal pasar de ser de funcionario interino a funcionario fijo. Consolidación del puesto, que llamaban, pero claro, uno del sindicato, con buen criterio, me sacó del error:
-¡Qué dices, hombre! ¿consolidar tu puesto? ¡Tienes que pasar unas pruebas selectivas!
- Pero si las he pasado. Tuve que hacer un sicotécnico, aprobarlo y luego hacer una prueba a ordenador.
- Sabes tú como yo que eso era para una bolsa de trabajo temporal. Eso no vale para hecerte fijo.
Total, que no era legítimo el querer quedarme fijo en mi puesto de sueldo digno, con horario más que aceptable, pagas de vacaciones y navidad. "es verdad, tiene razón ¡Menos mal que el del sindicato me ha sacado del error!"
Pero llegó el día en que me tuve que ir. Y me cagué en los muertos del sindicalista.
Por no defender mi puesto y porque no hay nada más legítimo que mi aspiración de ser fijo en una empresa, estatal o no. Me da igual lo que digan las leyes, porque ya dije en alguna ocasión en que hablé del tema que una cosa es lo legal y otra cosa es lo justo. Justo era que yo me hubiera quedado en ese puesto, con la grapadora y los bolígrafos, que esos sí que tienen puesto fijo en el despacho donde yo estaba. Qué tiempos los que corren en que llegamos al absurdo en que los bienes fungibles tienen más derechos que los propios trabajadores que los utilizan.
Lo que yo pienso es que, desde que un trabajador entra por la puerta de una empresa, estatal o no estatal, debemos defender a ultranza su derecho a quedarse en ella, siempre y cuando las actividades de esa empresa no hayan cesado.
Ahora me estoy acordando de mis dudas, de incluso mi sentimiento de culpa por querer quedarme con mi puesto. Ya no los tengo. Ahora tengo la certeza de que era justo que yo siguiera ahora trabajando allí.

martes, diciembre 12, 2006


El pasado domingo murió un tirano como suelen hacerlo la gente de su ralea: viejo, rico, en la cama e impune. Habrá quién piense que otro tirano, Hitler no murió así. A quien lo diga le recuerdo que Hitler fue la excepción, no la norma.
El tirano murió el pasado domingo nadando en la abundancia, rodeado de los suyos. Muchos le han llorado en su país. Otros, lo han celebrado. Habrá también quien diga, tomando una postura aparentemente equidistante, que no hay que celebrar su muerte. Claro, que estas personas piensan así porque no tienen ningún muerto o torturado en su familia a causa del tirano.
Habrá otro tipo de aparentes equidistantes que dirán que bueno, que después de todo, gracias al tirano, el país goza de la economía más estable de la zona gracias a que cumplió a rajatabla con las directrices de los Chicago Boys enseñados por Milton Friedman. Lo que no te dirán es que el tirano dejó a gran parte de la población de su país en la más absoluta pobreza, sin sanidad, educación ni nada de eso que hace vivir con dignidad a los hombres.
El tirano tuvo grandes amigos: Franco, que murió en la cama, Richard Nixon, que murió deshonrado pero en la cama, Ronald Reagan, que murió en la cama aunque demenciado, Margaret Thatcher, que morirá en la cama y Henry Kissinger, que también morirá en la cama. En esta vida, ser malo es garantía casi segura de morir anciano, rico, en paz y rodeado del cariño de los tuyos.
Se calcula que el tirano causó más de tres mil muertos y cuarenta mil torturados mientras robaba-gestionaba el país. Pero nada es comparable con la actuación de otro sátrapa actualmente ejerciendo de tal.
El sátrapa del que hablo llegó a ser presidente de su país manipulando unas elecciones, mandó su país a una guerra manipulando pruebas y bajo su responsabilidad, hay un incalculable número de torturados y han muerto 600000 personas. Un genocida en ejercicio. Actualmente, este tirano tiene 60 años y todo indica que, si no lo evita su pueblo, morirá viejo, quizá homenajeado por granujas como él y rico, y éso a pesar de que nunca se le han dado bien los negocios. Pero, gracias a él, hemos descubierto que la democracia también puede ser una muy buena fábrica de tiranos. Bueno, exagero, no lo hemos descubierto gracias a él: Hitler se hizo con el poder porque empezaron a votarle un gran número de personas. Viva la democracia.
Yo no quería hablar del tirano recientemente muerto porque ya bastantes palabras sobre él están nadando en el ciberespacio. Si lo he hecho es porque hay un dicho que
me ha impulsado a hacerlo:
-El muerto ya no importa. Importan los que quedan vivos.
El que importa es el sátrapa que aún ejerce.

lunes, diciembre 11, 2006


El otro día estaba viendo el telediario, y recordé porqué hace algún tiempo pensé en dejar de verlos.
Una señorita con los pelos a lo puercoespín, que es la última moda aquí en España entre las presentadoras de telediarios, anunciaba que los sueldos han permanecido sin subir desde 1997. Es decir, somos más pobres que entonces. Como ejemplo, el café con leche que me he tomado esta mañana en el bar. Me ha costado 1 euro con veinte. El mismo café con leche, tomado en 1997, me hubiera costado 100 pesetas, es decir, sesenta céntimos de euro. Justo la mitad.
Estaría bien tomarse un café con leche de hace diez años, pero seguro que la leche no está en las mejores condiciones.
La noticia se presenta disfrazada de imparcialidad. El reportaje viene con una voz en Off en la que, con aspiraciones de neutralidad, profundiza en la noticia introducida por la locutora con pelos de puercoespín. El estilo es aséptico, ya que nos pretende transmitir la gran verdad informativa. Yo, como espectador, me relajo porque pienso que alguien habla así jamás querrá mentirme. Me trago los datos estadísticos y las argumentaciones que dan los expertos como he visto la televisión siempre: sin pensar en lo que veo ni poner en tela de juicio lo que me dicen; es el gran defecto de los que nos hemos educado mirando a la caja tonta.
Entonces, para reforzar la noticia con las voces de la calle, me ponen el testimonio de un hombre y de una mujer en la cual comentan el problema de los ciudadanos para llegar a fin de mes:
-"Es cierto que tengo más problemas para llegar a fin de mes que entonces. A este paso, tendré que pluriemplearme"
-"Tendremos que apretarnos más el cinturón. Qué le vamos a hacer si los sueldos no han subido"
Eso, eso, qué le vamos a hacer. Al oír a este hombre y a esta mujer fue cuando se me dispararon todas las alarmas de mi cabeza. Vamos a ver, señores de la televisión estatal: entre todas las personas que pudieron dar su testimonio, ¿por qué han seleccionado los testimonios de las dos más conformistas? Lo lógico es que hubieran cogido también los testimonios del cabreado, del indignado, del molesto, del deprimido, del enojado, del triste o del compungido. La cacareada pluralidad de la que hablan nuestros políticos. En lugar de eso, cogen los testimonios de los resignados y sólo de los resignados ¿No serán los que más "se ajustan al perfil", como dicen en los Departamentos de Recursos Humanos de las grandes empresas?
¿Eso, por qué es?
¿Porque lo lógico es que cuando nos putean, nos resignemos?
No sé quién me dijo que para que una información sea de lo más neutral posible, hay que aportar todos los puntos de vista. Para ustedes, señores de la televisión estatal, parece ser que el único punto de vista que vale es el del ciudadano resignado, que no puede (ni debe) cambiar las cosas. Así nos va.
Qué tiempos los que corren, que ya la manipulación viene disfrazada de neutralidad. En fin. Sé que no va a acabar la mentira informativa necesaria para que la máquina capitalista siga funcionando triturando vidas, pero que por lo menos que cambien el peinado de erizo de las presentadoras que perpetran los peluqueros (oh, perdón, quise decir, estilistas) de las cadenas de televisión.

domingo, diciembre 10, 2006


Voy a empezar esta entrada diciendo lo que se dicen muchos fiesteros en domingo:
-¡Jodeeer, qué resacaaaaaa!
Entramos una veintena de treintañeros a comer al restaurante, y nada más pasar por el umbral de la puerta del salón donde se iba a celebrar el evento, volvimos a tener dieciocho años.
Siempre, un poco antes de navidades, hacemos la comida de los amigos, una cita de lo más difícil de organizar: "este finde no puedo" "es que al próximo ceno con la empresa"
"a mí es que me viene muy mal en ese día" "Bueno, pero yo si salgo de puente no contéis conmigo" Total, que después de unos cuantos dimes y diretes, todo el mundo se pone de acuerdo y por fin tenemos fecha de cena. Segundo problema: el local. Tiene que ser forzosamente en la ciudad donde vivimos, por lo de no coger coches y emborracharnos a gusto. También tiene que ser un sitio que ponga bien de comer, no sea que nos suceda lo que el otro año, que nos sirvieron la comida mal y fría.
Una vez resueltos estos prolegómenos, ya es hora de ponerse a cenar. La gran cita esperada todo el año. Es cuando se produce la gran bacanal.
Cerveza a tutiplén. Vino y sangría por ríos. Comida y más comida. Gritos y jaleo. Bromas de tres tipos: de las que se ríe todo el mundo, de las que se ríen sólo los participantes en ella y las que sólo se ríen los que las hicieron y hay uno que se pone muy serio. Las parejas se besan y los solteros estudian el panorama para ver si, bajadas las defensas, es posible una incursión en territorio enemigo.
Litros de alcohol corren por mis venas, mujer. Postre, café y copa. Cigarrillos, mucho humo. Muchos fumadores pasivos. Nos vamos a un Pub. En el camino, tres de nosotros se meten en una obra y cogen una carretilla. Quince años tiene mi amor cantan sus novias. Dejan la carretilla no porque se lo digan sus parejas, sino porque en el pub no les dejan entrar con ella. Una vez dentro del local, empezamos a Bailar con más o menos gracia, con más o menos soltura. Bueno, a estas alturas hay más gracia (las carcajadas de los que nos ven bailar) que soltura. Streaptease improvisados, de varón siempre, escenificaciones del amor entre hombres rudamente actuadas. Una soltera que se queja porque el que le acaricia no le gusta.
Son casi las seis y nos quedamos solos. Ya es hora de irse. Yo maldigo mi suerte porque sé que la resaca es segura.

sábado, diciembre 09, 2006


Madrid podría ser el paraíso de los solteros y de las solteras. Si ambos grupos quisieran o se quisieran.
Hay miles de mujeres y hombres buscando sus príncipes azules y princesas. Tal vez por eso, no se encuentran entre sí.
Las mujeres buscan al hombre rudo y a la vez delicado, simpático pero serio, divertido pero trabajador, con futuro profesional pero con un punto bohemio, idealista pero pragmático. La cuadratura del círculo, vaya.
Los hombres buscan a las mujeres que no... que sean...que...Los hombres buscan a las modelos que salen con los futbolistas, con toreros o con otros modelos. Vaya, los hombres buscan a las mujeres de los anuncios de lencería que hay en las paradas del autobús. La pena es que los hombres son celadores, enfermeros, teleoperadores y las mujeres sólo quieren a futbolistas, toreros y modelos o las tres cosas a la vez. También que salgan en el "Aquí hay tomate".
Los hombres y mujeres solteros se quejan de su soledad y se preguntan dónde están sus medias naranjas. Si tú sales por Madrid por las zonas de copas como Huertas, Tribunal, bajos de la Castellana, etc, verás a miríadas de hombres solteros con una copa en la mano buscando a su modelo, que normalmente está besuqueándose en una esquina con un apolíneo aspirante a modelo, futbolista o torero. Hay veces que los hombres de las copas, para ver si alguien se deja besar, intercambian palabras con las aspirantes a princesas, pero éstas llevan puesto un cinturón de castidad, cuya llave sólo tienen Adonis de culo redondo y abdomen con forma de tableta de chocolate.
En muchas casas de príncipes y princesas hay ordenadores, que ponen a disposición de sus dueños de miles de alternativas para que salgan de su soltería: los Chat, el messenger, los contactos...Sin embargo, es escaso el éxito de estos programas porque el número de aspirantes al trono no decrece.
Esta gente busca y no encuentra. Los solteros se quejan de que las aspirantes a princesas son bordes con ellos, no les siguen a la conversación, ponen un muro de defensa infranqueable. Ser madrileña y urbanita tiene esas servidumbres: Hay que ser borde. Como dijo un uruguayo que pasaba por aquí:
"Follar en Madrid es un milagro"
El Milagro de que solteros y solteras se pongan de acuerdo.

viernes, diciembre 08, 2006


Una de las cosas de las que menos se habla en estos tiempos actuales es de la nostalgia. Parece que es un sentimiento que se ha erradicado de nuestras vidas.
Eso estaba pensando yo cuando escuchaba en el autorradio del coche una canción de un grupo español llamado "Loquillo y los Trogloditas" llamada "Diez años atrás". La canción era un tema nostálgico de un tiempo perdido.
Lo curioso es que yo hacía que no oía esa canción diez años. Podía recordar perfectamente el momento en que la escuché. También recordaba que en esa época tenía nostalgia de diez años antes. Aunque suene petulante, ya he dicho en alguna ocasión que ahora estoy mejor que nunca y que no siento la nostalgia de tiempos pretéritos.
Se utilizó mucho la nostalgia en el romanticismo. El romanticismo es el movimiento literario de la melancolía. Se buscaban ruinas y cementerios. En definitiva, se buscaban vestigios del pasado. De resultas de esa explosión de melancolía, se produjo la exaltación de las nacionalidades, dando lugar, entrado el siglo XX, a los nacionalismos, que es una forma de añoranza por un país perdido y no vivido. Éstos, a su vez, dieron lugar a guerras por algo que en muchos casos, no había existido más que en el cerebro de unos cuantos iluminados.
La nostalgia es, en definitiva, la magdalena mojada en té de Proust; cuando viene a tu memoria el recuerdo lo hace acompañado de la sensación placentera de haber vivido antaño algo mejor.
a colación con las magdalenas, otra de las nostalgias recurrentes es el paraíso perdido de la infancia, ese estadio en el que vivíamos despreocupados y en un mar de inocencia. Para muchos hombres y mujeres la infancia es su patria chica. Es el estadio alegre en el que aprendías sin esfuerzo y que el mundo era una sorpresa constante. También era cuando eras más tú: podías ser el más egocéntrico del mundo, nadie te lo reprochaba. Al fin de al cabo, se estaba desarrollando tu personalidad y nadie te iba a culpar de no pensar más que en ti mismo. Recordamos nuestra infancia con las caricias con que los demás nos regalaban y la atención que nos prestaban. Por ser niños, otros se ocupaban por nosotros de los feos asuntos del cotidiano pasar . Por eso, por la despreocupación, mucha gente echa de menos la infancia.
Luego está la nostalgia de la adolescencia, de la que la gente añora el despertar sexual y la radicalidad en los sentimientos típica de la época.
Hay una nostalgia que es la más respetable de todas: la morriña. La morriña es un término gallego que define el proceso melancólico por el que pasa un inmigrante de un país cuando se acuerda de su tierra natal.
En general, aunque la nostalgia tiene un punto placentero, por lo general es mejor no experimentar ese punto, porque a continuación de ese hormigueo tan gustoso a los sentidos, viene un fatal sentimiento de pérdida por lo que ya no está.
Por eso, escuchando la canción de Loquillo, no me dejé llevar por la nostalgia de diez años atrás.

martes, diciembre 05, 2006


Es bonito hacer este blog todos los días, escribir un rato es, quizás, la afición que más me llena; tener algo que has creado tú es maravilloso. Aunque si hablamos de crear, la verdad es que con la escritura creamos poco. Casi todo de lo que podemos hablar ya se ha dicho antes: del amor, de la codicia humana, de la violencia... Lo más que podemos hacer es decirlo con nuestras palabras, pero poco podemos decir nuevo que antes no se haya dicho ya.
El proceso de creación de este blog es similar a lo que se viene haciendo desde hace siglos; no estoy realizando nada nuevo. Lo único relativamente reciente es el medio, Internet, que dicen muchos que es la gran biblioteca soñada por Borges.
Desgraciadamente, el tener este torrente inmenso de información no me va a hacer mejor escritor, como a un médico no le hace ser mejor el poder acceder a toda la información que tiene a su disposición sobre medicina.
En el fondo, todo sique siendo igual que antes. No vale la información que no está en tu cabeza. Para hacer bien una cosa lo que vale es lo que esté buceando por tus neuronas.
Esta reflexión viene porque ni Cortázar, García Márquez, Wilde, Delibes o el propio Borges necesitaron de esta gran biblioteca que es internet para hacer grandes sus obras. Sólo necesitaron su talento y unas cuantas lecturas, que, como ya intenté demostrar una vez, ni siquera hizo falta que fueran buenas.Por ejemplo, Delibes dijo en alguna ocasión que aprendió a escribir leyendo derecho mercantil. Como un lindo jardín necesita del estiércol, la literatura más sublime necesita de la mala, o mejor dicho, de la no tan buena.
Hacer una buena creación es hacerlo con estilo. Otros puede que lo hayan hecho mejor que nosotros. Lo único que podemos aspirar es a que esto guste a mucha gente.
Invito a todo el mundo a ser creador de lo que sea, sin miedo a que lo que sea, no sea como se quería que fuera.

lunes, diciembre 04, 2006


Hay quien considera que Laguna no es la ciudad dormitorio más idónea para vivir; pero Laguna es mi ciudad. Somos 187.087 habitantes según los últimos recuentos y aunque antaño la agricultura y la ganadería eran sus principales actividades, hoy los lagunenses no nos dedicamos mayoritariamente a eso. Algunos hasta tienen un blog.
Si en otras zonas de España preguntáis por Laguna, muchos no la conocerán, y eso que supera en población a muchas capitales de provincia.
Laguna ha ido creciendo estos años discretamente, casi sin que nadie se enterara. La única referencias histórica importante es que un tal Jeromín, hermano bastardo del rey Felipe II, pasó unos años por aquí siendo niño; luego también dicen que hay una necrópolis visigótica,del siglo IV A.C. cosa que por otra parte no la hace singular dentro de España; porque a nada que se excave se encuentran yacimientos arqueológicos de más o menos importancia en cualquier pueblo, villa o ciudad de España.
En cuanto a las referencias literarias, pocas son también. En la novela de Fortunata y Jacinta, Don Benito Pérez Galdós pone a uno de sus personajes a sanar en el manicomio de Laguna. Si por algo es definida Laguna es por su antiguo y vetusto manicomio.
Laguna pudo ser una ciudad bonita, pero no la dejaron. Si hubiera venido por aquí en los años setenta un arquitecto sueco con cierta sensibilidad social, nos hubiera hecho unos barrios obreros bonitos, con buen trazado urbano, con estupendas zonas de recreo. En definitiva, algo para recrearse con la vista y cómodo para vivir. En lugar de eso, constructores sin escrúpulos pensaron para Laguna feos y caóticos barrios de aceras estrechas, en las que casi puedes hablar de terraza a terraza con el vecino del bloque de enfrente.
Por cierto, que nuestros bloques de pisos tampoco son un ejemplo de belleza. Son construcciones abigarradas, antiestéticas, de ladrillo visto. En su mayoría no tienen ascensores para subir a las plantas superiores, cosa que está empezando a pagar la población que ya comienza a envejecer. Con todo, son funcionales: casi todas tienen baño, calefacción y electricidad. Aunque en su momento fueron baratas, hoy en día es casi imposible el hacerse con una de ellas si no estás hipotecado por treinta años y trabajando la pareja.
Otro de los problemas es que los edificios se hicieron en su mayoría sin garaje, por lo que en Laguna es muy difícil aparcar. Para paliar el problema, se han construido en las calles una gran cantidad de aparcamiento subterráneo para los coches. Me imagino que, en un futuro, cuando hagan excavaciones en Laguna, pensarán que los Lagunenses éramos mineros que vivíamos en el subsuelo y que nos drogábamos con monóxido de carbono.
El problema más grave con el que se enfrenta hoy Laguna es que es una de las ciudades
más contaminadas de Madrid. Por lo pronto, tiene una demasiado cercana fábrica de chapas para botellas que no cesa de soltar humo tóxico de las pinturas que usan para decorar esas chapas. Alrededor de la estación de tren, donde está la fábrica, huele muy mal y se cree que los frecuentes casos de tumores en el barrio más cercano se deben a la contaminación que genera dicha fábrica. Tampoco parece que las chimeneas de la misma tengan los convenientes filtros antihumos.
Con todo, quiero a mi ciudad. Aquí están mi familia y mis amigos, tengo cines, tengo
varios teatros municipales, tengo conciertos, tengo bibliotecas y tengo bares donde disfrutar en compañía de una cerveza y del buen vino. Tengo los cercanos parque de los Pinos y de Polvoranca, donde poder pasear y hacer deporte.
Laguna es una ciudad fea y desconocida de Madrid, pero es el lugar donde están almacenados mis recuerdos más felices y donde siempre que vuelvo de otros lugares, me invade una sensación de paz y tranquilidad porque estoy volviendo a casa.

domingo, diciembre 03, 2006


Hay gente que tiene la suerte de encontrar su amor verdadero a los quince años, pero lo cambia por un Rolex de titanio. Es el caso del hombre del que os voy a hablar.
Él encontró el amor verdadero, como ya he dicho, siendo adolescente, y pasó un primer año viviendo en una nube. En agosto del año siguiente cumplió los dieciséis. Celebró su cumpleaños en el pueblo donde todos los años veraneaba con sus padres. Parte de la celebración de ese cumpleaños fue el beso más largo que se dio con una chica que conoció en la plaza del pueblo, mientras la orquesta tocaba.
Un borracho les miraba con envidia por aquel magreo de película.
Mientras, en la playa, a la luz de una fogata, una chica decide no darle la boca a un chico que, por otra parte, era muy guapo y simpático. Poco después le explicó que tenía novio en Madrid y que no se lo tomara mal. El chico, despechado, la espetó "a saber lo que está haciendo ahora tu novio"
Pasaron tres años. Entramos en la década de los ochenta del pasado siglo. Ella estaba haciendo Magisterio, él, Ingeniería Técnica Industrial. Con toda la actividad que tenían sólo podían verse los sábados. Los viernes ella se iba a hacer ensayos de teatro con el grupo de la parroquia. Él se reunía con los camaradas del partido.
Uno de esos viernes, el director de la obra le pidió a ella que para hacer más creíble a Julieta, debería dejarse besar por el actor que hacía de Romeo. Ella le pidió que por favor lo cambiara por un abrazo, porque su novio real iba a ir a la representación y no le gustaría ver cómo la besa otro, aunque fuera de mentira. Mientras tanto, Juanito discutía con un farmacéutico de guardia porque éste no le vendía profilácticos.
"Reaccionario de mierda. Que sepas que vuestro tiempo se ha acabado"
Mientras, una camarada del partido le esperaba en un seiscientos aparcado en doble fila.
Pasaron unos pocos años y llegó el momento de la boda entre Juan y Julieta. Después del banquete, el novio hace un aparte con la hermana de la novia.
-Joder, Inés,ya va siendo hora de que tú y yo nos empecemos a llevar bien. ¿No te he dicho nunca que estás todavía más buena que tu hermana?
-¡Qué hijo de puta eres!
Con el paso del tiempo, don Juan fue cambiando de marca de colonia. De Brummel, pasó a Massimo Dutti, de Massimo Dutti a Esencia de Loewe. Pero llevara la colonia que llevara, todas las mujeres con las que se acostó a lo largo del tiempo les gustaba cómo olía aquel tipo. A la que más le gustaba es a una que dejó la carrera de Magisterio, que dejó de hacer de Julieta porque quería quedarse en casa cuidando de los dos hijos que habían tenido. A su marido siempre le hacía el nudo de la corbata antes de que éste se marchara al trabajo. Don Juan siempre encontraba quién le deshiciera la lazada.
Hubo otras cosas que cambiaron en ese hogar: de un seiscientos pasaron a un Ford Scort, del Ford Scort a un Renault 25, del Renault 25 a un BMW 535 y de éste, a un Porsche Cayenne, que los todoterrenos son lo más apropiado para la gran ciudad.
-Cariño, ¿Sabes lo que te voy a regalar en tu cumpleaños? El peugeot 307 ese que te gusta, para que lleves a los niños al colegio.
La noche anterior Juan había estado con un bellezón rubia que le había cobrado 900 euros por pasar la noche con ella.
Cuando se reunían con los viejos amigos de la juventud, a Juan, cuando estaba sólo con los hombres, le gustaba alardear de lo bien que marchaba su empresa, de cenas en Zalacaín, de lo que son capaces de hacer en la cama las bellezas del este y de partidos en la Champion desde el palco del Bernabéu. Cualquier otro tema le traía sin cuidado, salvo el de la política:
- Quien no es de izquierdas de joven no tiene corazón y quien no es de derechas de viejo no tiene cabeza, así que ya sabéis a quién votaré yo. Y ya está bien de restregarme eso de que milité en el PCE.
A la empresa de Juan llegó una joven abogada separada, que tenía un hijo. Después de varios viajes de "trabajo" a Venecia, Chipre e Ibiza, Juan decidió contárselo todo a Julieta:
-cariño, a mi lo que me gustaría es seguir tal y como estoy ahora, contigo y con ella. ¿Por qué no lo intentamos un tiempo?
Al día siguiente, Julieta y Juan comenzaron con los trámites de divorcio.
Por la noche, la abogada, para celebrar el que por fin Juan se había decidido el ir a vivir con ella, le regaló a éste un Rolex de Titanio.
Os preguntaréis quién me ha contado esta historia. Pues fueron varios de los que conicían a Juan. Pero la que más cosas me reveló fue Julieta, que supo casi todo de las andanzas de su don Juan y que siempre le quiso ver como su Romeo.
En realidad, nunca dejó de hacer teatro. El papel en el que se especializó fue el de mujer tonta que nunca se enteraba de lo que hacía su marido. Lo hizo todo por él. No es para menos, pues era su amor verdadero.

viernes, diciembre 01, 2006


El 22 de septiembre no fue el primer día de otoño. Hoy, día uno de diciembre, podemos decir que sí que lo es. Es decir, se producen los fenómenos normales de esa estación y en este hemisferio: las hojas de los árboles han caído después de amarillear, los pájaros migratorios por fin se van al sur, y yo, cuando me he levantado esta mañana, he sentido un frío atroz. Como debe de ser.
Cuando era un poquito más joven (muy poco) acudíamos a hacer botellón a la plaza oscura
¿Por qué le llamábamos plaza oscura? Porque es una plaza y es oscura.Obvio. Pero, ¿a que tiene un nombre muy evocador? Como de novela de espadachines.
Pasábamos un frío de mil demonios, y aunque maldecíamos una y mil veces la climatología, era bueno que pasáramos frío; es la cosa normal. Ya nos procurábamos el calentarnos con vino con cocacola y cerveza. Recuerdo cuando agarraba el vaso de plástico del que bebíamos y tener las manos rojas del frío reinante. A mí me encantaba ir a esa plaza, porque era el centro de reunión del fin de semana donde poníamos en común nuestros problemas y hablábamos un montón. Algunos días nos daban las dos de la mañana y todavía no habíamos entrado en los bares a ligar. Era un contraste tremendo: la plaza oscura, solitaria, silenciosa y fría y el pub de turno, lleno de luces, con un calor tremendo y con gente hasta la bandera.
Ahora la gente no va a la plaza oscura a hacer botellón, ni tampoco hace tanto frío. Algunas cosas cambian a peor.
Yo entiendo que los vecinos se quejaran del ruido que hace la gente que participábamos en el botellón. También entiendo que les moleste la basura generada(en nuestro caso, no, porque se encargaba el más ecologista de mis amiguetes de hacer que la recogiéramos, no porque fuéramos especialmente cívicos) pero cuando veo a la chavalería haciendo botellones, no me permito ni tan siquiera un gesto de reproche. Antes fui yo y ahora son ellos. El botellón es la forma barata de poder salir los fines de semana cuando no tienes muchos cuartos en el bolsillo.
Pero me estoy saliendo del tema: yo quería hablar una vez más sobre lo nefasto y evidente del cambio climático y me he retotraído a mis tiempos de la plaza oscura.
Para terminar este artículo, y dada la proximidad de las navidades, voy a formular un deseo para cuando lleguen:
Hielo, mucho hielo en los charcos y mucho hielo en los cubatas.