domingo, junio 24, 2007


Los hombres no somos perfectos. La naturaleza podría haber sido más generosa tanto en nuestro diseño como en nuestras capacidades, que con ser grandes, no están dando los resultados esperados, por eso estamos como estamos. Pero podría ser peor. Podríamos haber sido fabricados por una multinacional, con lo que la historia de la evolución humana podría haber sido muy distinta:
En un principio, para hacer un hombre, un dios podría haber tenido tan sólo unas latas, unas maderas, unos pocos cables, unas tuercas, unos cuantos clavos y un serrucho. Con esos mimbres, ese dios, un ingeniero avispado y bigotudo, hubiera hecho el primer prototipo de hombre, que le hubiera quedado parecido al hombre de hojalata del mago de hoz. Entre otras fallas de diseño que nos podríamos encontrar: el andar poco garboso, los pies planos, que se chocara constantemente con las paredes, que no tuviera tetillas...
Con el devenir del tiempo, se podrían sustituir la madera y el metal por el plástico rígido. Aparecerían las articulaciones y los diseños serían más agradables para la vista: por fin, los hombres tendrían tetillas.
Habría una edad dorada en la cual los hombres serían un signo de distinción: una casa que no tuviera al menos un planeta con hombres, no se tendría por una casa civilizada. Tener una colonia de hombres, para observarles en sus costumbres, sería un signo de distinción social y un entretenimiento para las visitas, que observarían los mundos civilizados a través de microscopios.
Las factorías de hombres vivirían su edad dorada: trabajando a pleno rendimiento, serían muchos los pedidos de hombres que les hicieran. Nuestro dios particular, ese ingeniero bigotudo y avispado que os digo, tendría su propio taller de investigación y desarrollo en un punto alejado y distante del universo, fuera de la mirada de curiosos: pongamos que se llamase "la tierra".
Llegaría una invención que marcaría una nueva época en la comercialización de los hombres: el látex. Con la llegada de ese látex, los hombres no tendrían problemas de roturas en su cobertura externa, con la consiguiente pérdida de líquidos del interior. En el apartado estético, las tetillas saldrían mucho mejor y además, dando estructura de bulbos al conjunto, con suavidad de líneas y redondeces, se alcanzaría una nueva era en el diseño de los hombres. En el apartado de cinética, se conseguiría que los hombres bailaran el tango y el foxtrot a la perfección y en el apartado de la fonética, se harían grandes hallazgos en gorgoritos que vendrían muy bien para ejecutar la canción melódica y la copla. Aparte de esas grandes innovaciones, se producirían otras menores que caben reseñar aquí: la mano de cinco dedos, muñecas también para los pies, sistema de inspiración-respiración para resaltar estados emocionales y dos ojos a los lados en lugar de uno en el centro, para ver en tres dimensiones y no en dos y así evitar los impactos contra las paredes, al tener sensación de profundidad y volumen.
Los obreros de la fábrica de hombres estarían contentos: habría muchos pedidos y los sueldos no serían malos. Pero puede que un día, nuestro dios bigotón supiera por que en otro punto de la galaxia hay obreros que trabajen como esclavos y por menos dinero. Entonces decidiría despedir a media plantilla, bajar el sueldo a la otra media que quedaba y comenzar a construir una factoría de hombres al otro lado de la galaxia.
Pasarían los años y la fabricación de hombres seguiría yendo bien: habría demanda, pero habría un problema con el consejo de administración de la empresa: seguirían considerando los costes de producción demasiado altos, así que decidirían implantar medidas que abaraten el producto final: se compraría un látex más barato que el que se usaba antes; se volvería a un sólo ojo por cara y se vendería como "estilo retro"; a las variantes masculinas se les quitaría del pecho las tetillas que adornaban el pecho y a las femeninas el ombligo. De resultas de aquello, los hombres de nueva fabricación volverían a golpearse en las paredes y se despellejarían enseguida. Como consecuencias positivas, las mujeres no volverían a criar pelusa en los ombligos.
Luego habría otro problema, que en el pasado pasaría desapercibido con los primeros hombres fabricados pero que preocuparía muchísimo porque había saturación en el mercado: las ventosidades de los hombres dejaríam el ambiente irrespirable en multitud de salones del universo. Como el Dios bigotón y su consejo de administración no querrán gastarse los duros en investigación y desarrollo, pronto el universo se convirtiría en pura flatulencia.
Conclusión: que menos mal que no fuimos creados por el director de una multinacional. Sin duda, las cosas podían estar mucho peor de lo que están. Yo, por ejemplo, no me imagino un porvenir sin tetillas. Menos mal que la madre naturaleza no repara en gastos ni es avara.