lunes, marzo 31, 2008


Hay días que no debería leer los periódicos. Esta mañana me he desayunado leyendo esta noticia en el País:
"El continuo encarecimiento del crudo y el elevado precio de algunos alimentos han vuelto a incrementar la inflación armonizada"
Pero la cosa no acaba aquí:
"Además, ha disparado las alarmas en Bruselas, que ha pedido "extremo cuidado" para evitar subidas encadenadas de otros precios y, especialmente, de los salarios."
¿Qué les hemos hecho nosotros a Bruselas para que no quieran que nos suban nuestros irrisorios salarios? ¿Saben lo que es vivir con esas insignificancias pecuniarias? No me hace falta consultar su renta per cápita, pues sé que un ciudadano belga tiene mejor pasar que un sufrido ciudadano español. No olvidemos, según estadísticas recientes, que más del 40 % de los españoles ganamos menos de mil euros mensuales. Sólo unos pocos afortunados de la piel de toro gozan del estipendio de un europeo medio. Nuestro coste de la vida es como la Europa desarrollada; nuestros ingresos, buenos para vivir en un país en vías de desarrollo.
Se pone difícil la vida; se encarecen los productos básicos, los combustibles, las hipotecas; el paro crece; y tenemos unos representantes fantoches que aconsejados por el mismísimo Belcebú según parece, hacen un llamamiento a la moderación salarial. Me pregunto quién les podría moderar en sus aportaciones a la estupidez humana, dignas de aparecer en un catálogo de la historia universal de la infamia.
Yo, como español, me siento insultado cuando piden que me modere en mis pretensiones de ganar más dinero. En los tiempos que corren tal vez sea necesario salir a la calle en pro de unos ingresos más altos para la generalidad de la ciudadanía, pero me pregunto quién saldrá. En una manifestación en la que estuve reclamando el derecho a la vivienda, sólo éramos seiscientas personas, ¿cuántos estaremos en caso de reclamar mejores salarios? Sospecho que también muy pocos. Los madrileños se quedarán en sus casas o acodados en la barra del bar, lamentando con gran aparato gestual lo que cuesta llegar a fin de mes, en una de esas tormentas verbales tan latinas que nunca sirven para nada. No habrá en el mundo tempestad más inútil que el discurso de la queja de los que tenemos temperamento sureño.
En fin, otra vuelta de tuerca, otra estafa más. Esta se llama el timo de la moderación o contención salarial, lo que se prefiera ¿A cuanto asciende nuestro Umbral de dolor, que diría nuestro ínclito Ministro de Hacienda Pedro Solbes? Lo mismo nos sorprendemos a nosotros mismos.
En realidad, la vocación del pueblo español en su conjunto es ser pobre. Más de quinientos años viviendo en la miseria, salvo cuatro gatos, produce cierta morriña. Estos treinta años largos de prosperidad económica desde la transición tienen algo de contranatural, ajeno totalmente al carácter español de siempre. Este es un país de mendicantes, del Lazarillo, de la misericordia de Galdós, de la Busca de Baroja. Eso de la sociedad del bienestar no deja de ser cosa de bárbaros del norte y ya lo dijo Unamuno: que inventen ellos. Y le faltó decir que para ellos. Cuándo se ha visto un español con salario alto. Eso queda mejor para un sueco. Si hasta estábamos aumentando en estatura media. Sólo faltaba aumentar el salario medio y volvernos rubios. Donde se ponga un mísero español moreno que se quite un saludable y próspero sueco. Sólo faltaba perder nuestra miserable idiosincrasia nacional.