sábado, febrero 10, 2007

Antes de empezar a escribir periódicamente, cuando iba en un ascensor, cuando dejaba de escuchar a un profesor en clase, cuando estaba en la playa descansando o mirando las estrellas una tarde sin luna de verano, echaba de menos el tener una libreta donde apuntar todas las ideas que me surgieran. Pensaba que podría escribir una enciclopedia con todas las ideas distintas que se me ocurrieran.
Pero empecé una tarde de octubre a escribir y me di cuenta de que en realidad siempre pienso en las mismas cuatro cosas, todas relacionadas con la lucha por la vida y todas muy similares a las que se os ocurren a vosotros. No son tan geniales como yo pensaba y creo que ya he hablado de todo lo que me preocupa. Sería dar vueltas a lo mismo si volviera a hablar del amor, de la brutalidad caníbal del capitalismo (ahora llamado neoliberalismo), de la injusticia o de las angustias que azotan al hombre moderno, que llevan por ejemplo, a que una mujer joven y sana muera prematuramente. No sé si la hermana de la princesa murió por ingesta excesiva de barbitúricos o porque le dió un ataque al corazón ; simplemente no me parece normal que ella muriera. Simplemente.
Estoy seguro que sus angustias eran muy parecidas a las mías. Hay algo contranatura en esta sociedad en que vivimos, y creo que esa es la idea fundamental que está enquistada en mi cabeza y que expreso de mil formas diferentes. No es una idea original mía, ni por supuesto, es una idea a la que yo pueda estirar mucho en mi blog. En el ascensor, en la playa, mirando a las estrellas me venían ideas que no eran más que reflejos de una misma idea que ya alguien le puso nombre: angustia existencial.
Por supuesto, voy a seguir escribiendo. Fue Picasso el que dijo que a él la inspiración siempre le pillaba trabajando. Sé que me repetiré a algunas veces, que me pasará como a Luis Cernuda, que toda su obra parece sacada de un mismo poema troceado en mil cachos, pero no por eso voy a dejar de seguir escribiendo. Ya os dije una vez que tengo que cumplir los tres objetivos del hombre. No me será difícil lo de plantar un árbol. A ver si puedo tener un hijo. Para no morirme, puedo estar escribiendo el libro toda la vida. Dividido en cachos, como el gran poema de Cernuda.