jueves, febrero 15, 2007

Antes, tú acababas tus estudios y punto. A trabajar se ha dicho. Ahora no basta con eso. Mientras trabajas de temporal, tienes que hacer en tu tiempo libre cursos y máster para poder competir con otros en el difícil mercado laboral que nos ha tocado vivir.
Lo de antaño molaba mucho. Salías de la universidad con tu título debajo del brazo y ¡hala! El chalé en las afueras y el audi sólo era una cuestión de tiempo. Daba igual si en la universidad habías estado hincando los codos o haciendo el gañán con la tuna, el caso es que el haber pasado por las aulas universitarias te garantizaba un buen puesto. Daba igual, por supuesto, lo tonto que fueras. El universitario español tenía el futuro a sus pies. La cosa era porque en los años sesenta, uno de cada veinte españoles tenían título universitario, y claro, ser licenciado de lo que fuera daba caché y prestigio. Sentaban cátedra sin ser catedráticos. Ahora, sin embargo, uno de cada cuatro españoles tiene título universitario, no tienen prestigio en modo alguno y la mayoría de los licenciados son pobres.
Tal vez por eso muchos licenciados se hayan visto obligados a iniciar la carrera de los diplomas, que me imagino yo hará que muchos no aparezcan por sus casas hasta bien tarde. Hay diplomillas, diplometes y diplomazos. Otra forma de criba.
Esto viene a colación porque estoy trabajando en un proceso selectivo para la administración pública. Hemos empezado dicho proceso con licenciados y diplomados y ya os mencioné en una ocasión que ha habido gente que ha venido con una maleta llena de papeles. Esos masteres y demás certificados de anís del mono de menos categoría dan puntos para conseguir la ansiada plaza fija. Os puedo asegurar que la gente está desesperada por encontrar trabajo estable, sino de qué iba a sacrificar tanto tiempo libre del que no va a poder tener otra vez jamás en cursos cuyo único valor es el certificado de horas que expiden.
Titulillos, titulazos y tituletes, ésa es la cuestión. Otra zanahoria más en frente de nuestros morros. Y mientras, no se sabe quien, negándonoslo todo: dónde vivir, dónde trabajar, cómo existir.