lunes, octubre 08, 2007

Los preparadores que he elegido para que me ayuden con la oposición me recuerdan constantemente que la memoria es una de las pérdidas más importantes de la enseñanza actual. Y no porque me lo digan ellos, si no porque lo veo yo. Esos profesores jubilados tienen una formación en cultura clásica que ya la quisiera para mí, lo digo con toda la humildad del mundo, porque no reconocerlo sería deshonesto y porque no me queda más remedio, qué carajo.
Se supone que ese matrimonio tienen la misma titulación que yo, sin embargo, el marido esta mañana me ha dado una lección de mitología griega que me ha dejado patidifuso. Todavía estoy asimilando la cura de humildad a la que me ha sometido el viejo profesor. Me hubiera gustado haber estado a la altura de las circunstancias, pero desgraciadamente no tenía en el disco duro información con la que poder salir airoso. Me avergüenzo de no saber más de lo que sé de ese apartado de los clásicos.
Yo provengo de un plan de estudios donde el bachillerato era mucho más laxo que el que tuvieron su esposa y él. Se nota más de lo que a mí me gustaría. La enseñanza en cultura clásica del mío era mucho peor y temo que eso redunde en una peor calidad de mis clases, aunque voy a hacer todo lo posible para resolver esas carencias, que las oposiciones no sólo sirven para desesperarme; sirven también para refrescar viejos conocimientos olvidados e incluso para adquirir otros que tal vez debería haber aprendido mucho antes.
Me siento un poco pequeño al lado de ellos. Me gustaría que, si llega el momento de que yo imparta clases, pueda dar a mis alumnos una enseñanza de calidad. Espero. Para eso también sirve esta maldita oposición.