martes, noviembre 28, 2006


Ayer os hablé de unos cuantos sueños que tuve. Terminé hablando del que más me había impactado de todos, en ese en el que veía un yo más mayor atacándo a mi yo niño. Pues bien: os voy a hablar de otro sueño que me ha impactado y que he tenido desde los doce años hasta hoy; un sueño que siempre he tenido despierto.
El sueño del casco de sapiencia memorizador y generador de intelecto.
Con doce años, en diciembre me quedaron tres asignaturas: lengua, ciencias naturales y matemáticas. Me quedé sin reyes. Todo porque no tenía el casco memorizador de datos históricos y generador de ecuaciones. Ese casco en el que te quedas dormido y por la mañana te levantas haciendo raíces cuadradas mientras desayunas.
Sin duda ese casco es absolutamente necesario: dado que el plomo y la acetona han mermado el rendimiento de mis neuronas, tienen la obligación de suministrarme un casco de introducción de conceptos por ser un desgraciado miembro de la descerebrada generación que nació entre el sesenta y el ochenta. ¡¡YO QUIERO MI CASCO!!
Yo no podía con las conjugaciones verbales. Tampoco podía con la propiedad conmutativa y asociativa, que confundía con la desiderativa ( de lengua) y no podía saber si la Tenia era un parásito o el nombre de un grupo de rock urbano de los que estaban de moda en la época.
El casco me liberaría de tener que estar estudiando los odiosos libros de texto. Mejor aún: me libraría de los madrugones para ir al colegio. Se acabó el esfuerzo de aprender. Casco de aprender, y este mes, de regalo, dos tarros de extracto de baba de caracol que viene bien para el cutis.
Ya sabéis lo bien que me vendría el casco de aprender y de desarrollar el intelecto ahora que tengo que hacer oposiciones.
Inventores: dejad de inventar tonterías como los politonos e inventad de una vez el casco de sapiencia memorizador y generador de intelecto.
Ya verás qué risa cuando en el tribunal que me toque comprueben con horror que tienen que aprobar a todo el mundo.