miércoles, enero 17, 2007


En el siglo XIX hubo varias modas curiosas dentro del panorama literario. La primera moda, inspirada en el Werther del gran escritor Wolfang Goethe, consistía en que la gente se suicidaba en cuanto tenía un desengaño amoroso o un amor imposible. Las gentes europeas, sobre todo los hombres, a las primeras de cambio se pegaban un tiro o se tiraban al viaducto. Lo hizo, por ejemplo, nuestro genial articulista, don Mariano José de Larra. Para que luego digan que la literatura no influye en la vida de las personas. En este caso, influyó en la duración de la vida. En cierto sentido, estaba mal visto ser longevo. Si te morías pronto y por un desamor, en el entierro quedabas como un señor.
El morirse pronto tuvo sus influencias a posteriori: algunos cantantes como Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Jim Morrison o últimamente Kurt Cobain, decidieron dejar este mundo jóvenes porque el morirse viejo era de carcas, y nunca mejor dicho. Yo no sé si antes del romanticismo estaba de moda el morirse pronto, pero dudo que haya un período tan maniaco-depresivo como éste.
El siglo XIX fue un siglo de cambios, de rupturas y embrión de revoluciones, aunque también de colonialismos genocidas. Fue también de ruptura de tabúes (no tantos como luego en el XX) porque, en unas sociedades como las europeas con la religión tan presente y poderosa tuvo lugar también otra curiosa modas: la de escribir novelas en las que aparecen sacerdotes enamorados. Un sacerdote en aquella época tenía mucha más autoridad que hoy, y hablar de que se podían enamorar era cosa cuando menos peligrosa. Pues es lo que sucede en la Faute de L'abbe Mouret de Zola, O Crime do Padre Amaro de Eça de Queiroz (por cierto, se ha llevado al cine hace poco), La Regenta de Clarín o La fe de Palacio Valdés. Todas hablan de un clérigo que está hecho polvo porque tiene ganas de romper el celibato con alguien y le martirizan sus dilemas morales. Por cierto, esto da lugar a otra de las modas del siglo XIX :la de hablar de las mujeres en apuros. Ahí la lista sí que sería larga. De hecho, alguna de las anteriores novelas a las que hago referencia hay muchas mujeres y muchos apuros.
Otra cosa que estaba muy de moda era lo de lo bonito que son las banderas y la exaltación de las costumbres de tu región o de tu país. No vamos a hablar de lo perniciosos que han sido esos cultos "necionalistas" a lo largo del siglo XX y aún ahora en el siglo XXI.
Bueno, y os preguntaréis a qué viene todo esto. Pues viene a cuento de que a veces no nos damos cuenta de que perdemos nuestra vida en el absurdo; bien por amar a una persona que no se lo merece, por la imposición injusta de una determinada institución o por las líneas artificiales impuestas por no se sabe quién. Los hombres gastamos nuestras vidas en modas o comportamientos idiotas. Ahora mismo, la gente muere de inanición en un hospital o en las pasarelas por la absurda anorexia, vemos películas tremendamente violentas, con mucha sangre y vísceras, cuando afortunadamente son cosas que la mayoría de la gente no ve en su vida cotidiana. Por no hablar de la moda de las privatizaciones, la moda de grabar en el móvil cómo se maltrata a un pobre muchacho de instituto o la moda de matar a tu mujer a nada que te lleve la contraria.
¡Qué difícil es ser creativos! Hasta para ser malos imitamos clichés que pertenecen al imaginario colectivo. De hecho, casi siempre lo malo suele ser lo más repetido, imitado o usual. Los maltratadores podían tener la moda de ir al sicólogo la primera vez que levantan la mano a sus mujeres. En lugar de eso, prefieren hacer lo de siempre: matarlas a golpes.
Bueno, y para acabar, os deseo que seáis muy originales para poder encontrar la verdad. Como podéis comprobar, es lo que intento yo todos los días. Sí, ya sé que no soy original, que das una patada al módem y te salen cientos de blogueros, pero qué demonios, uno hace lo que puede y espera que lo que puede hacer, al menos guste. Uno es todo lo original que puede llegar a ser. Tened en cuenta que mis genes no son más que una mala copia de los de mis padres ¡Qué le vamos a hacer!