domingo, mayo 27, 2007



Hay una vieja copla cantada por Joselito que me tiene perplejo. Se trata de "Dónde estará mi vida", cantada en una película de los años 50 titulada "la saeta del Ruiseñor" dirigida por Antonio del Amo, un director que hizo películas familiares, sin pretensiones; desideologizadas, si se me permite la expresión. Bueno, más bien, sin otra ideología que la que permitía el nacionalcatolicismo imperante pero sin imperio, que no vea usted lo que les escocía la cosa a los jefazos del régimen franquista. Pero eso ya es otra historia.
El asunto de la canción tenía su miga:

"Una vez un ruiseñor,
con las claras de la aurora,
quedo preso de una flor..."

Hasta aquí todo normal, salvo que según me informa mi buen amigo el veterinario amante de los pájaros, jamás se tuvo constancia de que un ruiseñor quedara atrapado dentro de una flor. Los ruiseñores son insectívoros y no gustan del polen ¿Acaso quedó atrapado por buscar a una abeja, que sí gusta de su sustancia? Pues tampoco, como veremos en el siguiente verso:

...lejos de su ruiseñora"

Uyyyy, que me huelo la tostada. ¿Qué hace un ruiseñor, dejando a la señora Rui solita? Me temo lo peor:

"esperando su vuelta en el nido,
ella vio que la tarde moría,
y de noche cantándole al río,
medio loca de amor le decía:"

¡Ay, Dios mío, que lo de la flor era metafórico! Que en realidad, esa flor con la que pasó tanto tiempo el ruiseñor era, en realidad, otra ruiseñora. ¿Cómo le dejaron cantar a un inocente niño de nueve años (o trece, según dicen las malas lenguas?) esa canción de adulterio y corrupción de ruiseñores? Pero sigamos con la copla:

"¿Dónde estará mi vida?,
¿por qué no viene ?
qué rosita encendida,
me lo entretiene,"

¡Pobre ruiseñora, imaginándose cómo su pareja se entrega al goce carnal con otra! Por ello, ruega al agua que fluye que con su eterna sabiduría que devuelva al camino recto al disoluto ruiseñor, que le prevenga contra las ruiseñoras de mala vida:

"agua clara que caminas,
entre juncos y mimbrales,
díle que tienen espinas,
las rosas de los rosales,"

En un arranque de dignidad, de temperamental ruiseñora andaluza, ella declama que no es pera podrida en los siguientes versos:

"díle que no hay colores,
que yo no tenga,"

Pero finalmente, la ruiseñora se rinde. Quiere demasiado al licencioso ruiseñor:

"que me muero de amores,
díle que venga."

¿Pero cómo puede tener tanta suerte el jodío ruiseñor? ¡No es justo! ¡La ruiseñora le perdona que se fuera de picos pardos! O sea, que vuelve al nido que ha corrompido con su adulterio. En tiempos como los de ahora, que se deshacen el 50% de los nidos de ruiseñores, iba a volver ése. A dormir al parque, con las flores, por capullo, dicen las ruiseñoras de ahora, cuando los ruiseñores se van con el trinar a otra parte.
Lo que no entiendo es que en tiempos en los que la censura imponía su ley con una moral de vía estrecha, pusieran en una película para consumo familiar una canción que habla sobre el adulterio...¡Cantada por un niño! No me extraña que luego de mayor, Joselito se convirtiera en traficante de armas y de drogas. Empiezas cantando sobre adulterios a los nueve (o trece) años y mira cómo puedes acabar. Otra víctima de la doble moral franquista ¿No me digáis que no es para volverse loco?
En fin, Luscinia megarhynchos, permitidme daros dos consejos:
- Mucho cuidado con las flores; no seáis capullos
- Mucho cuidado con ver el cine de Barrio con vuestras abuelas. Pueden producir daños irreparables a vuestro cerebro.
Alguno de los humoristas del Jueves tienen la teoría de que los que nos dedicamos a escribir bitácoras en realidad lo que hacemos es masturbarnos, y bueno, algo de razón tienen; el hecho de escribir tiene algo de onanista por el placer que causa el hecho de escribir, aunque también puede ser un proceso algo penoso, cosa que la masturbación no lo es, salvo que se recurra a prácticas aberrantes.
Escribir puede resultar penoso si el pensamiento no fluye, si uno se queda parado ante el abismo del folio (o el fondo) blanco. Aunque no lo parezca por la regularidad que tengo a la hora de escribir, yo también padezco de ese problema, y se pasa mal, porque piensas que lo que escribiste por última vez va a ser eso precisamente, lo último que escribes en tu vida.
Qué demonios: escribir no es masturbarse. Cuando escribes estableces un diálogo, cosa que normalmente no ocurre en la masturbación. Puede ocurrir, con esos modernos contactos que se establecen en Internet, pero la masturbación normal de toda la vida empieza y acaba en ti. Escribir, por contra, siempre lo haces para que lo vean otras personas. Quien se masturba para que lo vea otras personas es un poco degenerado o vive de ello. La masturbación empieza y acaba en uno mismo; la escritura siempre se tiene vocación de que otros participen de lo que has hecho.
Hasta alguien como Juan Ramón Jiménez, que se jactaba de escribir para sí mismo y para una pequeña élite, se llevó un disgusto monumental cuando recibió unas crítica demoledora de su obra "Platero y Yo" que le hizo el vitriólico y a veces cruel Luis Buñuel. Nadie escribe para sí mismo ni para guardar sus obras en un cajón, salvo Miguel Mihura, que tuvo su genial obra "Tres sombreros de Copa" guardada en uno durante veinte años.
Por tanto, yo soy de los que piensan que escribir no es masturbarse. Cada cosa a su tiempo. Y es de perogrullo que escribir y hacer el amor es mucho mejor que masturbarse.
Depender para tu placer de los demás es una condena, pero también la mayor de las satisfacciones.