jueves, abril 12, 2007

He estado revisando el juramento Hipocrático y no dice nada de saludos. Seguiremos informando.
Los médicos tienen ganada su buena fama. Nada que objetar. Pero dentro de los facultativos españoles se ha desarrollado una fea tradición mucho más antigua que la bordería de House:
consiste en no hacer el saludo de cortesía cuando se cruzan con otras personas o no devolverlo cuando se lo han dado. Claro que, como en todo, hay honrosas excepciones.
Mi sobrina comenzó este año los estudios de medicina. Le está yendo bien, pero le delatan sus orígenes; no proviene de una familia de seguidores de Hipócrates, así que devuelve el saludo a todo el mundo, desde el bedel hasta el catedrático. En cambio, sus compañeros, más avisados de la tradición galénica en cuanto a comportamiento social se refiere, suelen no devolver ningún saludo, ni siquiera a sus condiscípulos, salvo, según me dice mi querida sobrina, cuando uno de esos condiscípulos ha sacado una nota que es digna de admiración.
Yo he estado trabajando en un centro de salud, y puedo confirmaros por experiencia propia que la costumbre de la no salutación es cosa muy extendida, entre veteranos y noveles, entre féminas y varones; el ser galeno implica no devolver los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches para no entablar conversación que de lugar a equívocos. Por eso, si os veis en el trance de estar perdidos en los pasillos un Hospital o ambulatorio español, os recomiendo no preguntar nunca a un médico, aunque no os quepa duda de que sabe perfectamente la respuesta: os podéis encontrar con un mohín de desprecio e indiferencia con poco esfuerzo por el disimulo. Preguntad mejor a las sufridas señoras de la limpieza, que ellas, por sus conocimientos de los edificios y por buenas maneras, os contestarán con amplitud de detalles a vuestras dudas.
Insisto: no todos los galenos están cortados por el mismo patrón, pero la mayoría es silenciosa cuando les lanzas los buenos días. Una anécdota: se metieron dos médicos ya maduros, en el ascensor de una gran Hospital madrileño. Se cierran las puertas. El ascensor asciende un instante para después pararse en una planta que no era donde nos bajábamos ninguno, y se sube una señorita joven, también médico, que nos dice a todos un sonoro y bien pronunciado buenos días. Todos los presentes respondimos, salvo los galenos, un poco molestos con la señorita por no haber aprendido en la facultad la elemental lección de la no salutación galénica española. Era obvio que los tres se conocían, pero también es verdad que cuanto mayor se hace el ser humano, más guardián de las tradiciones es. Estos galenos, que mientras para otras cosas eran bien modernos, como la de untarse la cara con potingues para aparentar morenez en pleno invierno, sin embargo, se mostraron bien clásicos con la señorita a la hora de guardar la tradición de no devolver el saludo a sus inferiores. Por una razón o por otra, no la consideraban de su cuerda.
Consultando el programa de asignaturas con mi sobrina, intentamos averiguar dónde venía la asignatura, que debería ser troncal por su importancia, que se llamara algo así como: "No devolver el saludo ajeno: Teoría y práctica" No venía nada. Parece ser que es una materia que se aprende por tradición oral. O más bien no; se aprende por tradición no oral.
En fin. Vaya por delante mi admiración para todo aquél que ejerce la medicina (lo digo sin ironía). Si, además, devuelve los saludos, menos peldaños les quedan para alcanzar la perfección humanística.
Bueno, me despido. A todos los que no son médicos que devuelven el saludo y a los que sí lo son y lo devuelven...
Buenos días.