lunes, marzo 24, 2008


The office es mi último hallazgo en lo que a teleseries se refiere. Se trata de una comedia americana de humor muy inglés, dado que de la isla que está al norte de Francia partió la fenomenal idea de contar la historia de una oficina cualquiera, con unos empleados cualesquiera y con un jefe tan incompetente como cualquiera.
Con esos mimbres la cosa podría ser muy aburrida, pero el caso es que no lo es. Es más,
pocas veces he visto una rutina tan divertida hecha a base de mezquindades y estupideces de los personajes, que de eso todos los humanos tenemos un poquito, mal que nos pese. Pero también está hecha de gotitas de nobleza y de solidaridad, pues al fin de al cabo son retratos humanos, y ya sabemos que todos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Michael Scott, el director de la oficina, resume mejor que ningún otro esto que escribo. Es un patán, pero, de vez en cuando, nos sorprende con alguna demostración sincera de bondad.
La serie no cuenta nada nuevo. La sensación que a mí me deja después de haber visto un capítulo es la de haber vivido una situación análoga a lo narrado, o haber sufrido el comportamiento de un compañero mío de antaño similar al de un personaje de la serie. Bien cierto es que cuentan con suma gracia situaciones que en la vida real serían muy desagradables. No obstante, raro es el episodio en el que no he acabado con una sonrisa en los labios, tal vez aliviado de no trabajar en una oficina donde dirija un jefe tan disparatado y a la vez que resulte tan familiar, en los dos sentidos.
Pam y Jim son otros de los personajes de la serie y quizá, junto con Michael, los de mayor protagonismo. Su historia es la más vieja del mundo:
-ella estaba con Roy, y...
-no lo podía soportar
-Perdí el control, Dwight
-No podía dormir
-No podía concentrarme en nada
-Hasta hubo cosas raras
-como que la comida no me sabía a nada
¿Os suena, verdad?
No por estar contada mil veces, de mil formas diferentes, desde distintos prismas, una historia así deja de gustar. En este caso, los crueles directores de la serie nos lo relatan en secuencias brevísimas de escasos minutos al final de capítulos que se cierran picarescamente con los títulos de crédito, en los que esperamos con ansiedad los siguientes episodios para ver qué es lo que pasa con esta linda parejita que quizá sea la más vieja del mundo.
Me tiene enganchadísimo la serie, y no por lo fresco, hilarante y original que tiene, que es mucho. Es por lo de siempre. Por eso y por lo demás os la recomiendo, aunque sufráis como yo el suspense, aunque tengáis que bajarla en inglés (la cuarta no está todavía disponible en castellano). Bueno, a lo mejor no os obsesiona tanto como a mí. O tal vez sí.