domingo, septiembre 30, 2007


Reconozco que suelo leer los foros que se montan en los periódicos digitales para comentar una noticia. Una pena. Nada tienen que ver con las tertulias amables en las cuales gente de todo tipo de ideología mostraban sus pareceres de forma amable y educada y el debate resultante era enriquecedor para todos. Esos debates desparecieron hace ya demasiados años en las radios y televisiones.
Ahora parece que el debate político lo hacen orcos anónimos que escudados detrás de un teclado, vomitan bilis verde y ponzoñosa, dejando sus opiniones particulares no sin proferir insultos de la más baja especie a los que no opinan como ellos o tienen una opinión diametralmente opuesta.
Os animo a que echéis un vistazo a los foros de periodista digital, el plural o los de libertad digital. Allí podréis comprobar cómo verdaderos cafres, sin entrar en el signo político de cada uno, escriben auténticas abyecciones, amparándose en el anonimato que da un nick y la cobardía de no tener enfrente a quienes insultan y desprecian. Son los orcos anónimos, a la espera de que lo peor ocurra para poder dar rienda suelta a sus más bajos instintos.
Cuando leo esos foros pienso en la guerra de Yugoslavia y en nuestra guerra incivil, enfrentamientos donde hombres en teoría civilizados no dudaron en torturar y asesinar en nombre de una bandera. En ambas guerras hubo quién que no dudó de coger un puñal y degollar a su vecino y violar a la hija de éste; hubo quién que desde una ventana cogió un fusil y asesinó a todos aquellos que hacían cola para conseguir un poco de leche; y hubo también el que no dudó en delatar a aquella persona de ideología opuesta o etnia diferente a sabiendas de que estaba llevando a la desgracia a una persona inocente. Todo eso pasó en esas guerras y siempre existirá la amenaza de que vuelva a pasar en nuestro territorio, por muy civilizados que creamos ser como pueblo.
Algunos de los orcos españoles ahora se conforman en verter la bilis por el teclado, pero el día que las cosas se tuerzan cambiarán sin dudarlo las palabras por las balas y puñales y los usarán sin ningún escrúpulo. Nada nos garantiza que ese día nunca llegue. Por desgracia, la historia tiende a repetirse.
En este rincón del mundo ahora están las cosas en calma. Pero en Birmania corre la sangre por las calles en los días que, mire usted por donde, la junta militar ha prohibido Internet.
A saber qué atrocidades estarán cometiendo sus orcos anónimos.

sábado, septiembre 29, 2007


Hoy, en el diario 20 minutos, he visto una noticia sin la cual nuestras vidas carecerían de sentido. Es por ello que me he visto en la obligación de difundirla aquí desde este humilde rincón del ciberespacio que también es el vuestro. Si estabais inmersos en dudas existenciales, ahora sí que podréis liberaros del pesado fardo de la angustia vital. Procedo a dar la importante noticia, aparecida hoy en la versión digital del diario gratuito 20 minutos:
Construyen una mansión para Barbie en París y se ignora el futuro de Ken
* La villa de Mademoiselle B. se exhibirá en un museo de Arquitectura.
* Diez arquitectos colaborarán en la exposición.


http://www.20minutos.es/noticia/282235/0/barbie/mansion/paris/

Creo que para construir mi casa sólo se necesitó un arquitecto, pero claro, no me voy a comparar con los glamurosos muñecos Barbie y Ken. Por cierto, el futuro de este último está más crudo que el de Fernando Alonso en Mc Claren. Algo huele a podrido en Dinamarca. Perdón, quise decir en Francia.
Y sólo comento el titular porque os confieso que no he leído nada en absoluto del cuerpo de la noticia. me imagino que el pobre Ken estará pasando un calvario terrible. Tiene el gran estigma del segundón. Estar a la sombra de una gran estrella como lo es Barbie no es fácil para nadie, y menos para un muñeco de plástico de veinte centímetros que con un sólo diente cubre toda la boca. Por cierto, fijáos bien en su sonrisa para la foto: totalmente forzada.
He de decir que los teleñecos también tenían su casa y nadie se preocupó en sacarlo en portada, pero claro, los teleñecos tenían la nariz gorda y los ojos saltones, no eran tan glamurosos como la cuellilarga Barbie. La prensa se rinde ante la belleza, bien sea de plástico o de silicona, pero nunca de trapo.
No podemos pedir a una revista del colorín que abra su portada con el apartamento en el suburbio de la Rana Gustavo o el chalé adosado de la cerdita Peggy. Sería poco fino y Boris Izaguirre se pondría de uñas. Puede que nos volviera a enseñar el pene como represalia.
Les deseo todo lo mejor en su nueva mansión a Barbie y a Ken. Espero que los rumores de ruptura no sean ciertos y podamos verles felices trotando por la campiña inglesa con el pequeño Pony y comiendo un panal de rica miel con los osos amorosos. Vamos, justo lo que yo querría para mí.

viernes, septiembre 28, 2007



Los tragones andamos a la greña con Ferrán Adriá. Y yo, como representante de ese colectivo, os doy dos razones:
-La primera, que es realmente difícil reservar mesa en el Bulli. Sólo abre seis meses al año, y aunque dice la wikipedia que los precios no son desorbitados (para un mileurista como yo cualquier precio es desorbitado) Son pocos los que se han dado el gustazo de comer en el Bulli. Contaba la prensa desafecta con los socialistas que hasta el actual ministro de industria Joan Clos hizo que un helicóptero les llevara a él y a sus invitados porque llegaban tarde, dado que Ferrán Adriá es muy exigente con la puntualidad. De ser la cosa verdad, Joan Clos demuestra ser el peor de los pijos, que también los hay entre la progresía (palabro que gustan mucho de usar los neoconservadores para descalificar a los socialdemócratas, incluso para aquellos socialdemócratas que son también neoconservadores).
-La segunda razón es que dos de sus platos más famosos atentan contra el gusto del tragón tradicional: me refiero al aire de zanahoria y a la deconstrucción de la tortilla de patata. En el primer caso, para los que gustamos de las comidas copiosas, conceptos como "aire" y "zanahoria" nunca se debieron de mezclar. A mí, el oír estas dos palabras juntas hace que se me disparen todas las alarmas del cerebro. Inmediatamente tengo que pensar en otro dos conceptos no deconstruídos: "Bocata" y "panceta". Mi salud mental es lo primero y mi salud estomacal, lo segundo, que para algo se inventó el Almax.
El segundo atentado contra el tragón tradicional es el perpetrado con la genial
tortilla de patata. Al parecer, Ferrán Adriá la presenta en una copa y se come con cucharilla. Eso es una herejía para todos los que tenemos nuestra infancia hecha de tardes de merienda basadas en el bocadillos de tortilla de patatas. ¿Qué será lo siguiente, quebrantar las leyes del chorizo? Espero que no se atreva, el muy sacrílego. Además, ¿acaso no es otra cosa el chorizo que cerdo deconstruído?
Ferrán Adriá ahora goza de las mieles (no deconstruídas) de la fama y el prestigio. Le tildan de genial, aunque yo pienso que no era menos genial el cocinero del general carlista Zumalacárregui, al que se le atribuye la invención de la tortilla de patata ¿Para cuándo una estatua de ese hombre con su sartén? Nada se sabe, en cambio, de la primera persona que se le ocurrió salar el jamón serrano o de aquél que se le ocurrió mezclar por primera vez cosas tan dispares entre sí como los calamares y el arroz. En cualquier caso, todos ellos fueron tan sobresalientes como lo es hoy el propio Ferrán Adriá, y pido para ellos las tres estrellas de la guía Michelín a título póstumo.
Es más, Ferrán Adriá no nos engaña a los tragones. Esas modernidades a las que debe su fama no son, en modo alguno, tan buenas como las creaciones de la cocina tradicional, de las que a buen seguro, muchos comensales de el Bulli se acordaron mientras desaborearon el aire de zanahoria.

jueves, septiembre 27, 2007


El problema que todos tenemos como seres humanos es poder hacer más grande ese agujerito por donde miramos y poder ver más cosas que las que vemos. Nuestro mundo es una puerta inmensa y tremendamente agujereada.
El agujero por donde mira cada uno es diferente del que miran los demás. Actualmente, hay más de seis mil millones de mirillas.
Normalmente, sueles ver las mismas cosas que el que tienes al lado. Tal vez por eso piensas de una manera aproximada a la suya. También crees que mienten los que tienen las mirillas más alejadas a ti, y no te cuestionas que tal vez desde su rincón de la puerta están viendo cosas totalmente diferentes a las que ves tú, pero que no dejan de ser una verdad como las tuyas.
Las bitácoras son resultado de las cosas que ve cada cual por su mirilla, tal vez la más moderna y democrática, pues antes la opinión de la masa se la llevaba la campana extractora de humos de un bar, en donde se mezclaba con grasa de fritanga.
Las bitácoras es un producto eminentemente democrático, y es el resultado de las inspecciones por millones de mirillas que están repartidas por el mundo.
Ya sabéis por dónde voy: la suma de todas las mirillas del mundo es la verdad y ya lo dije en otra ocasión, creo que en el internet de las bitácoras se puede encontrar una gran suma de verdades, que no mentiras, como nos quieren hacer creer. Los blogueros somos honrados porque sólo tenemos que rendir cuentas a nuestra propia conciencia y no a la cuenta de resultados de una editorial.
Si queréis amplitud de miras (o de mirillas) leed mucho internet y leed mucho a los autores clásicos, que con inteligencia lúcida (o no tan lúcida, que la locura también es buena para mirar a través de la puerta) supieron interpretar mejor que nadie lo que vieron al otro lado de la puerta .

miércoles, septiembre 26, 2007

Hay una noticia que no ha aparecido en ningún periódico ni ha sido comentada por ninguno de los tertulianos que aparecen normalmente en radio y televisión. La noticia es la siguiente:
"Zapatero estrecha la mano a un conocido genocida y torturador"
¡Qué fuerte! Nuestro presidente estrechando la mano al más famoso de los criminales de la actualidad. Sin embargo, nadie se ha hecho eco del asunto. Ni tan siquiera sus enemigos mediáticos más acérrimos, que lo único que han hecho es reírse porque nuestro presidente no sabe inglés. O sea, que para ellos es más importante que nuestro presidente sepa inglés que el estrechar la mano a un genocida.
Genocida: "Hola, Como estás?
Zapatero: "Fine, Thanks"
Bueno, Zapatero dijo lo último en español. Pero en cuestión de corregir a nuestro presidente, yo, el primero. Menudo soy. A mí a corrector no me gana nadie.
Se ha computado hasta el tiempo que ha durado el encuentro. Cuatro segundos. Zapatero ha tenido que excusarse por dedicar tan poco tiempo a un genocida. Un conocido periódico de Internet, "el semanal digital" se lo reprocha sibilinamente con el siguiente titular:
"La excusa que puso Zapatero para justificar su pobre charla con Bush"
Se tienen que hacer cargo los intrépidos reporteros al servicio de la gran empresa que no es fácil sacar temas de conversación con un genocida. Deben ponerse en situación:
Zapatero: ¿Qué tal llevas el trabajo?
Genocida: Pues hombre, la cosa no va mal. Ayer murieron en un mercado 86 personas. De seguir así, tendremos todo el petróleo que queramos allá por el 2057. Bueno, ¿y tú que tal con tus mileuristas?
¡Es que no vamos a comparar algo tan serio como el petróleo con algo tan infantil como los mileuristas, treintañeros inmaduros como son! Un genocida sí que tiene asuntos de importancia. No se pueden comparar los problemas de tan magno hombre con los de un oscuro presidente socialdemócrata de un desconocido país del oeste de Europa ¿O era del sur? ¿o era de los dos? ¿Dónde está España? Por eso, casi todos los artículos de opinión era para señalar la insignificancia de Zapatero frente al gran genocida.
"le han echado,
No le quieren,
pobrecito qué va a hacer,
sólo busca un amiguito,
que lo sepa comprender"
Eso cantaban al perro Tristón en un anuncio de los 80. Vale también para nuestro compungido presidente, que se quedó con la mano tonta. En la prensa enemiga no comprenden que es muy difícil para uno que aspira a ser un buen hombre el hacerse amigo de genocidas.
Debería haber aprendido de su antecesor en el cargo:
"why can’t we be friends,
why can’t we be friends?"
Seguramente Aznar escuchó esta canción del grupo Smash Mouth esforzándose por
entender la letra. Había que aprender inglés: "Estamos trabajandouuu en ello"
Y mientras aprendía inglés a marchas forzadas, ningún diario publicó:
"El presidente Aznar se enorgullece de su amistad con un conocido genocida"

martes, septiembre 25, 2007

Hace tiempo que leí por ahí que el varón es polígamo por naturaleza (de mi colección de datos inútiles, Tomo XI, pag. 712) y que la monogamia es la mayor aportación cultural de las mujeres. Una forma de control del otro sexo.
¿Quién inventaría esa teoría? Os aseguro que yo no. No es políticamente muy correcta, porque pone en evidencia el censurable deseo de todo hombre de ser un don Juan, de ir de flor en flor, y eso choca con una de las instituciones más respetadas de la sociedad: el matrimonio.
El matrimonio pasa por tiempos difíciles. Hoy en día en España el 50% de las uniones se van al garete, y parece ser que la cosa va a más. En el siglo pasado, la institución del matrimonio fue atacada duramente por el anarquismo y el comunismo, por ser el germen de una de las instituciones que más odiaban: la familia. Ya se sabe que la familia es el gran baluarte de la tradición. Sí se quería romper con el modelo imperante de sociedad había que atacar al más fuerte de sus pilares. Esto chocó con la realidad más inamovible: por mucho que tu quieras, tus padres no dejarán de ser tus padres, ni tus hermanos dejarán de ser tus hermanos. Así que la gente vivía en la contradicción de amar (u odiar) a su familia y someterse a las doctrinas del partido.
Eso inspiró a los jipis, que no por tales y por vivir en comuna eran comunistas; muchos se dejaron las pelambreras al viento obedeciendo a los cantos de sirena que llamaban al amor libre. Sometida a crítica la unión convencional del hombre y la mujer, llegó el "nos vamos a poner la botas jipis". Pero claro, sólo se ponían las botas algunos, más o menos los de siempre, y los despechados y enfadados por no conseguir la utopía fornicadora, se cortaron las melenas, se pusieron gomina,leyeron con fruición a Milton Friedman y son hoy los máximos adoradores de la familia, pues se han casado dos y hasta tres veces. A su manera, lograron ser los grandes jodedores del 68.
Entonces es falso que el hombre es polígamo por naturaleza. Sólo algunos lo son, generalmente los que cuyo físico mejor se ajusta al patrón de belleza al uso o los que mejor se venden a sí mismos. Y siempre ha sido así. Mientras que Don Quijote siempre ha sido el más progresista y monógamo de nuestros personajes nacionales, Don Juan siempre ha sido el más conservador y polígamo. Luego la idea de fornifollar a tutiplén nada tiene de moderno. El homínido de donde procedemos quería beneficiarse a todas la hembras. Pero llegó la mona y dijo que hasta aquí habíamos llegado. Por eso la madres de todos nosotros fue una mona africana y del padre no sabemos nada, salvo que vivió a la sombra de su mona y déjese usted de mirar otros traseros.
Y aquí acaba la breve historia de la poligamia humana. Justamente por donde no empezó.

lunes, septiembre 24, 2007

Estimados conciudadanos:
El 9 de Noviembre de 1989 caía el muro de Berlín. Entonces vimos lo que había. Miles de ciudadanos pugnaban por salir de la utopía. ¿Quién quiere utopía? ¿No se acuerdan ya de esos pobres alemanes del Este, cómo salían en tromba del otro lado del muro? Eso marcó la llegada a nuestra era. El fin de la utopía. El fin de la historia. Por fin dejamos de ser los gestores de las utopías. Ya no tenemos obligación de hacer cumplir vuestros sueños. Sólo nos mueve el teneros bien entretenidos; por la buenas, con la televisión, y por las malas, con el número creciente de preocupaciones que os procuramos.
Ya no somos los gestores de las utopías, eso está claro. Somos gestores de vuestra pobreza. Ello nos proporciona sobresalientes emolumentos, comparado con lo que hacemos que recibáis vosotros. Y más dinero tendremos cuando salgamos de la política, que es cuando verdaderamente nos recompensarán los servicios prestados a los que verdaderamente servimos, que por supuesto, no sois vosotros, tristes ingenuos. Y más tristes que os vais a quedar.
La caída del muro de Berlín supuso la llegada de nuevas libertades. Para nosotros. Ya no teníamos que seguir construyendo un estado de bienestar para ahuyentar de vuestras mentes la utopía comunista. Se acabó el seguir fomentando lo gratuito dentro del capitalismo, era una verdadera aberración para el modelo de sociedad que queríamos construir. Bueno, nosotros no. Nuestros amos.
Cobráis por el mismo trabajo mucho menos que antes; os cuesta mucho más pagar vuestra casa; las empresas os contratan y os echan cuando quieren, las hay que incluso reconocen que nunca ha sido tan barato el contratar a alguien y tan fácil echarlo a la calle; no podéis tener hijos y dentro de poco, a la que os descuidéis, privatizaremos la sanidad, os saldrá caro hasta poneros malos. Seréis, en definitiva, mucho más desgraciados que vuestros padres, que corrieron en el mayo del 68 a ninguna parte.
Nosotros gestionaremos vuestra miseria, que para eso nos pagáis. Estamos liberados de vuestros sueños y de vuestras esperanzas, ahora sólo queda vuestras pesadillas, de las cuales sí que somos los verdaderos responsables.

domingo, septiembre 16, 2007


Los pueblos de España tienen una tradición desconocida, pero que cuenta con un arraigo popular muy importante:
Se trata de la tradición de acudir beodo perdido a los hospitales. Todo español menor de treinta años que no haya acudido borracho perdido a un hospital debería ser desterrado y perder la nacionalidad ipso facto.
Lo confieso: yo seguí la tradición con la consiguiente pérdida de neuronas y por eso escribo las cosas raras que escribo. Como castellano viejo, debo ser guardián de las tradiciones y dejar que se perpetúen hasta el infinito y más allá. Nuestra sanidad es gratuita y por tanto debemos hacer uso y despilfarro de ella. Y no hay nada mejor para ello que acudir borracho perdido a las urgencias de un hospital. Bienaventurado el que acuda para que le pongan la B-12, porque verá a Dios dos veces.
La tradición se remonta a antes de que hubiera cobertura sanitaria universal y gratuita, cuando no había los asépticos hospitales de hoy en día. En el pueblo de mi padre, en una zona remota y perdida de Castilla, una vez resolvieron la intoxicación etílica de anís de un vecino metiendo al susodicho en un estercolero. Para los que no lo sepáis, os diré que lo bueno que tiene el estiércol cuando fermenta es que se pone calentito, que no cariñoso. La borrachera con la señora Brizard o con el señor Mono tiene como efecto que deja tiritando al sujeto emborrachado. Literal. Al beodo en cuestión tuvieron que ponerle entre cacas de animales para que se le pasara el frío. No siendo esto suficiente, tuvieron que ponerle encima cinco mantas.
A la semana siguiente vagó como un fantasma por el pueblo, incapacitado para las labores de labranza.
Pero esos son daños colaterales, amigos míos, al igual que las neuronas que pierden para el estudio los infantes que participan en las fiestas. No pidamos a nuestra chiquillería que España sea lo que el país no ha sido nunca: el motor de Europa. Habremos sido el paganini de Europa, pero nunca el motor. Ya lo dijo Unamuno: "que inventen ellos" Nosotros somos especialistas en cosas inamovibles, como los ladrillos y el señor que duerme la mona.
Y no nos tachen de poco innovadores, pues somos la primera potencia de Europa en consumo de cocaína, que es cosa relativamente nueva. Gramitos a nosotros, todos los que queráis, que nada queda por inventar.
En fin, que las fiestas llegan y los comas etílicos a las Urgencias, también. Y luego echamos la culpa a los emigrantes de que por ellos nos vamos a cargar la cobertura sanitaria gratuita...y universal.
Viva España y muera la inteligencia. Quiero decir, las neuronas.

sábado, septiembre 15, 2007

Ahora mismo estoy enganchado con otra estupenda serie de la HBO: "a dos metros bajo tierra". Los protagonistas son tres hermanos y su madre que viven y trabajan en una funeraria. Estaba muy complacido con lo que estaba viendo, hasta que llegó el séptimo episodio de la primera temporada.
En él se enterraba a un veterano de la primera contienda de Irak.
Me venía venir la porquería manipuladora y efectivamente, vino: La hermana pequeña estaba hablando con un psicólogo, o con un orientador, no me acuerdo. En un momento dado, la secuencia cambia de plano y la chica dice algo así como: "tengo que hacer algo que merezca la pena", justo detrás de un muy visible cartel que ponía: "Marines U.S Army". Entonces recordé que en el año 2001, cuando está fechado ese episodio, en el imperio empezaban a sonar tambores de guerra.
Qué pena. Una serie tan buena y manchada por esa ponzoña ideológica. El gobierno de los Estados Unidos necesitaba a jóvenes que sirvieran de carne de cañón para una guerra, jóvenes que a lo mejor en un momento dado estaban viendo esa serie por cable en la HBO y pensaron: "Pues a lo mejor no es tan mala idea ser militar" Ese era el verdadero fin del séptimo episodio de a dos metros bajo tierra.
Ahora hay series donde dicen las cosas más a las claras: Kiefer Sutherland interpreta a un salvapatrias que no duda en aplicar la tortura por el bien de su país. La gente que la ha visto dice que es bastante entretenida. Y no me preguntéis quién es esa gente, que de todo debe haber, desde el que le pagan por decir que la serie es estupenda hasta el fulano que se lo pasa "bomba" viendo esa serie. Y perdonad el mal chiste.
Para que este fascismo televisivo se presente en el dos mil siete sin complejos y sin que la gente se escandalice, primero ha habido que preparar mentalmente a la gente metiendo fascismo de frascos pequeños en productos aparentemente más inocuos en el dos mil uno. Es lo que sucedió en "a dos metros bajo tierra".
Pero estas dos no son las únicas con propaganda fascista:también he visto ponzoña ideológica en el CSI Miami y en alguno de los episodios de House.
De esas series no me siento traicionado. Sé lo que me voy a encontrar en la despreciable 24 y por eso la va a ver su abuela, y he reconozco haber tolerado las bobadas dichas en House y en CSI Miami; al fin de al cabo esas series no son más que mediocridades disfrazadas de efectismo.
Pero me duele encontrar esa basura en una serie realmente buena como lo es "a dos metros bajo tierra". La basura con el tiempo huele, y es probable que si hubiera visto el episodio siete de la primera temporada cuando se estrenó, allá por el 2001, se me hubiera pasado desapercibido el maldito cartel de los marines; pero hoy sé lo que pasó: EEUU quería declarar la guerra a IRAK y necesitaban jóvenes que se alistasen, y puede que lo tuvieran decidido incluso antes del once de septiembre.
Qué curioso que utilizaran una serie de muertos para conseguirlo.

viernes, septiembre 14, 2007


Estoy un poco confuso, en uno de esos días en que me digo: "Demonios, lo absurdo no es la vida; el absurdo eres tú"
¿Pues no es de personajillo absurdo que uno de mis primeros pensamientos de la mañana sea: "voy a conectarme a Internet a ver qué ha pasado con McLaren"?
¿Y qué me importa a mí lo que suceda con esa acaudalada firma de coches de competición?
¿Le importa a Ron Dennis, jefe de la escudería, los reveses que me da la vida?
Yo leo mucho la prensa, y en esta semana era inevitable encontrarse en cualquier periódico digital la noticia del conflicto de McClaren con la FIA (Federación Internacional de Automovilismo)
¿Y a mí qué carajo me importa?
Mira que tengo cosas importantes en las que pensar, pero en lugar de eso, busco con expectación en la red el curso de las tribulaciones de una maldita escudería inglesa, a cuyos dueños les importa un carajo todo lo que no sea esos SCALEXTRIC gigantes en donde el que empieza el primero siempre acaba el primero.
Noto que me pierdo. Con la cantidad de cosas importantes en las que pensar, me da por evadirme en un juego de intrigas y millonarios. Ya veis, a todos nos acaban gustando las telenovelas y los cuentos, aunque vengan disfrazadas de campeonatos de Fórmula 1.
Futuro incierto para Fernando Alonso ¿Seguirá en Mclaren sufriendo el calvario, o un hada buena le rescatará y le pondrá en un brioso corcel, quiero decir, en un coche que te cagas?¿Desaparecerá Hamilton en los vientos de la historia o será el digno rival de nuestro campeón en el futuro?¿Habla Ron Dennis con el espejo que utiliza al afeitarse? En próximas entregas "Orgullo y pasión en la Fórmula 1"
Y luego me quejo de que tengo el perolo lleno de basura; se sorprenden mis allegados del enorme torrente de datos inútiles que puedo almacenar (eso sí, algunos me han hecho ganar en el Trivial).
Desde que se inventó la tele y los periódicos llegaron a las masas el mundo no ha vuelto a ser el mismo. Tenemos las azoteas llenas de trastos inservibles y quedamos tristemente preparados para ser hombres masa.
Caramba, han multado a McLaren con cien millones. Con ese dinero se podrían comprar muchos SCALEXTRIC, pero... ¡Lo que yo haría con ese dinero, madre mía, y no precisamente comprar cochecitos!

jueves, septiembre 13, 2007


Se lo digo muchas veces cuando vienen a limpiar mi puesto:
-pocas tareas habrá más importantes que las vuestras en nuestro centro de trabajo.
Estoy hablando de las fenomenales e invisibles señoras de la limpieza.
El trabajo en la limpieza no está ni bien pagado ni es agradecido. Tal vez sea debido a que la limpieza hace brillar porque es invisible e invisibles son las que la realizan. La paradoja de la mujer de la limpieza es que cuando mejor hace su trabajo, menos se ve: la gente no se percata de que un centro está limpio, pero sí cuando está sucio; sólo vemos el trabajo de una mujer de la limpieza precisamente cuando ésta no hace bien su trabajo, cuando los despachos, los vestíbulos y demás están llenos de porquería.
Por eso, las pocas huelgas que ha habido en el sector de la limpieza han sido muy sonadas. Y casi siempre han conseguido todo lo que han pedido, pues nadie quiere someterse a la exposición prolongada de la mierda. Cuando empieza a aparecer la porquería en los rincones es justo cuando nos ponemos nerviosos y solicitamos la pócima contra la invisibilidad. Hasta entonces, las señoras de la limpieza apenas son para nosotros turbulencias en el aire a las que decimos un apenas audible "buenos días", salvo honrosas excepciones.
Su trabajo nos previene de epidemias e infecciones y hace, además, la vida cotidiana más agradable y segura. Son parte de la medicina preventiva de las oficinas. Pero, como al ser un trabajo que nadie quiere hacer pues no tienen tanto prestigio como los médicos, las señoras de la limpieza tienen que apechugar con esa falta de estima social y la falta de dinero a fin de mes que ello conlleva.
Tal vez por eso las señoras de la limpieza son víctimas de subcontratas y precariedad, mientras que a los médicos les suele contratar directamente el propio centro.
Hace poco, vino un inspector de trabajo al hospital y preguntó por el gerente. Se quedó perplejo por dos cosas: comprobó que el hospital estaba regido por una señora, y que la señora gerente no respondía por las condiciones de trabajo de las señoras de la limpieza, dado que de la limpieza del hospital se encargaba una empresa subcontratada. Lo de siempre. Si tenemos inspectores de trabajo que no saben que la mayoría de los centros públicos tiene a su personal de la limpieza subcontratado y que pueden tener jefes que son mujeres ¿Qué idea van a tener sobre las penalidades del personal de la limpieza?
Muchos me tacharán de loco si digo que una señora de la limpieza debería cobrar un mínimo de mil doscientos euros al mes por ciento cuarenta horas de trabajo, aunque a lo mejor las empresas no les pagan eso por ser invisibles. Pero no creáis que estoy siendo excesivamente magnánimo ¿Acaso puede vivir en Madrid con dignidad una mujer separada y con hijos, pagando un alquiler, con ese sueldo? Pues no, la verdad. Y os aseguro que ese es el perfil de muchas de las señoras de la limpieza ¿Con cuánto vive el hombre invisible? Seguro que le pagan más por ser hombre y trabajar en el espectáculo. Por cierto, aquí no vale decir que las casadas no cuentan, porque tienen el sueldo del marido ¿No es acaso éste, un argumento de verdadero machismo?
Y luego, las señoras de la limpieza arrastran, junto con los vigilantes de Seguridad, la mala fama de que son los gremios que roban en las oficinas. Es uno de los momentos en los que se hacen visibles al mundo. A las primeras que se preguntan cuando ha habido un robo es a las señoras de la limpieza. Todo empieza con la siguiente pregunta: "¿Quién ha sido la última en entrar en este despacho?" Cuando hacen esa pregunta, a la señora de la limpieza siempre tiene ganas de decir: "¿Y quién nos dice que ha sido un último en vez de una última?" Pero se calla, porque si algo caracteriza a los seres invisibles y por tanto, desapercibidos, es la prudencia.
Por eso creo firmemente que si hay una nueva revolución la deberían comenzar las señoras de la limpieza, el colectivo más maltratado por la precariedad y la subcontratación de toda España. Si ellas no hacen nada, difícilmente lo haremos los demás, los que vivimos un poco más a gustito gracias a ellas.

miércoles, septiembre 12, 2007

Querido hijo:
acabo de estar con un viajante griego del que me he hecho amigo llamado Heródoto y me ha sorprendido gratamente el encuentro. No pensaba que allende de nuestras costas hubiera gente tan preparada y que supiera de tantas cosas, pero para mi sorpresa la hay, y este hombre es la prueba de ello. Aunque he de decir que su sabiduría la da por cuentagotas, pues no es de las personas que hablen mucho; es más dado a la observación y escucha todo lo que digo con mucha atención. Noto, además, que me observa con interés. Es, como yo, escritor, y me cuenta que en su tierra como aquí está muy valorada esa habilidad, pues son pocos los que practican el arte de la escritura. Dicen que es un hombre con dinero, aunque él dice que son patrañas. No sé si creerle. Yo me figuro que nadie está tanto tiempo fuera de su casa si no cuenta con una pequeña fortuna. Heródoto me explicó que en su tierra no eran muchos más que los de aquí los que supieran el arte de la escritura. Él, como yo, se siente muy afortunado practicarla. Él ha visto mucho y sabe mucho, que es a lo más que puede aspirar un hombre en esta vida, y olvídate de todas las riquezas del faraón, que ése no sabe de casi nada.
¿Entiendes, hijo, por qué llevo toda la vida queriendo que aprendas a leer y a escribir correctamente? Con esto puedes tener un medio de vida que te haga tener un buen pasar en este mundo y te prepare mejor para el otro, si es que lo hay. Aunque ya sé, hijo mío, que estás en la edad en que todo hombre duda de todo. No te culpo que dudes de mí, aunque creéme que me duele. Daría mi posición y mis privilegios porque entendieras todo lo que yo te intento enseñar.
Sé que la escritura es un proceso de aprendizaje difícil,costoso y que requiere cierta habilidad, y crees, porque me lo dices muchas veces, que tú no eres bueno para ello. Pero hijo, ya te he explicado muchas veces que yo era un torpe escribiendo y que vencí esa torpeza a base de mucho esfuerzo. He llegado lejos en esto por mi trabajo, levantándome pronto cada mañana y dejándome la vista en los papiros.
No sé si Heródoto tendrá hijos y si tendrá los mismo pesares que tengo yo contigo y tus hermanos. Parece ser que ha estado en la guerra, pero yo digo que no hay campaña militar que se compare a la educación de los hijos. Todos me dicen que no hay padre que se preocupe más de sus hijos que yo, que para eso está tu madre, pero qué quieres que te diga, hijo, cada cual hace o deshace con sus hijos a voluntad, y la mía es que vosotros estéis lo mejor posible en este mundo.
Me cuesta mucho hablar contigo y por eso estoy escribiendo este papiro. Todavía no sé si te lo voy a entregar, porque a medida que voy redactando me avergüenzo de lo que escribo y temo que lo que te esté diciendo sea lo correcto. ¿Ves, hijo? Tú me acusas de verlo todo claro, pero ya ves que yo también tengo mis flaquezas. Me reprochas muchas veces mi fervor religioso, que cómo es posible que un hombre como yo que ha visto tantas cosas me entregue con tanto ardor a toda esa parafernalia hecha expresamente para impresionar el pueblo. Heródoto me comenta que de donde procede pasa igual: la gente se entrega a las festividades religiosas y él en esos días no tiene muy claro qué es lo que se está haciendo y a quién beneficia todo aquello. ¿A los dioses?
Hijo, si alguien lee esto, puedo perder todos mis privilegios y tal vez algo más, pero te lo tengo que decir: En una de nuestras charlas, Heródoto me comentaba de la cantidad de dioses con los que se ha encontrado a lo largo de sus viajes, y ha visto tantos dioses y tanta estupidez que ha llegado a la conclusión que en realidad los dioses para lo único que sirven es para mantener controlados y entretenidos a los pueblos. Yo le dije que en ésto no difería el pueblo egipcio a los demás y que no conocía a mayores estafadores que a nuestros propios sacerdotes. Ya ves, tu padre, hablando mal de la gente que le hace los encargos, la gente que, en definitiva, le da de comer. Pero tengo que serte sincero, hijo mío: al igual que yo, cuando escribo sobre dioses sólo pienso en técnica y calidad, cuando veo figuras y pinturas no veo nada más que el trabajo de los buenos artesanos, y los dioses que representan en realidad no existen, igual que no existen los dioses en mis papiros, sólo yo y el poco talento que pueda atesorar.
De acuerdo, hijo mío, me puedes reprochar que ore, cante y me arrodille como el más fiero de los devotos, decirme que soy el peor de ellos, que soy un hipócrita que se arrastra ante dioses inexistentes ¿Pero no ves, hijo, que todo lo hago por ti?
Me presto a esta farsa por vosotros, hijo. Aprendí a escribir con esfuerzo por vosotros y me esfuerzo en adorar a los dioses porque a vosotros no os falte de nada. La prudencia, hijo es una virtud que te hará eludir conflictos. Me dice el amigo extranjero que con la edad se pierden todas las certezas de antaño porque se pierde la inocencia, pero se ganan otras que más vale ocultar. Qué bien se expresa el griego. Hijo mío, te envidio por tu inocencia y por tus certezas y créeme si te digo que a mí me gustaría volver a ser como tú y así entendernos mejor. Cuánto me cuesta que me entiendas. Maldita sea, por qué recurrir al artificio de escribir si se puede hablar; porqué me entenderé mejor con un griego que con mi propio hijo.
A pesar de lo que pienses, te quiero, hijo mío.

Miró el papiro. Pensó que mostrando la verdad a su hijo lo estaba entregando a los cocodrilos. Era engañando a su hijo como le protegía. no quería para su hijo la desdicha, el desprecio en el peor de los casos, el sometimiento a la vergüenza pública. Quemó el papiro. Su hijo se había salvado.

martes, septiembre 11, 2007

Es una suerte tener buena memoria para el pasado. Te ayuda a entender mejor tu presente y a valorarlo en su justa medida. Recuerdo ahora, que empieza a quebrarse mi ánimo con la llegada del otoño, las hojas amarillas y todo eso, otros otoños más grises que los que se me presenta éste, cuando otras carencias mayores quebraban mi ánimo y yo veía que las noches se presentaban con una negrura mayor que nunca. Pero entonces, como ahora, había una pequeña luz que brillaba. Era, como ya sabéis, pues los suspenses que genero son de fáciles deducciones y desenlaces, la esperanza que todo iba a ir mejor.
Suelen, los que están a mi alrededor conseguir sus objetivos vitales antes que yo los míos. La razón, tal vez que me pierdo con facilidad en los vericuetos de la vida, y cuando me quiero dar cuenta, otros que tienen una edad parecida a la mía me han tomado la delantera.
Pero qué le vamos hacer: a mí me llegan las cosas tarde, pero suelen ser muy buenas cuando llegan. Decía Fernando Fernán Gómez que a él le llegaban las cosas diez años más tarde. A mí me ha pasado algo así: las cosas buenas me han llegado con una demora de diez años también. Esperemos que a partir de ahora se adelanten los plazos, pero más espero todavía que sigan llegando los sueños cumplidos.
La esperanza es el mejor antídoto contra la depresión. Yo creo que gracias a mis ilusiones, parafraseando a Khalil Gibran, siempre he visto brillar el sol entre las nubes después de una larga tormenta. La esperanza combate el miedo a los truenos y protege de los rayos. Tal vez sin ella no sobrevirías a una tormenta; el sueño del hombre despierto, decía Aristóteles que era.
He conseguido muchas de las cosas que eran causa de mi frustración y de mi pena, y no creáis que eran cosas materiales, que me importa una higa lo que vale cualquier objeto. Ahora son otras las causas de mi pesar y espero tener las fuerzas que tuve entonces para conseguirlas. Para ello cuento con mi mejor amuleto: mi mujer, que gracias a ella he logrado uno de uno de mis mayores éxitos vitales: conseguir el amor verdadero. Llegaste tarde, pero llegaste.
Tuve, tengo y tendré fracasos. Y dado que últimamente me está dando por citar, para terminar, escribiré una frase de Samuel Johnson:
"Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción".
Pues eso, que no os extingáis.

lunes, septiembre 10, 2007


Lo que más temo a la hora de escribir es el silencio de mi cerebro. Escribir es como preguntar a mis neuronas:
-Señoritas, tienen algo que contarme hoy?
Y las muy puñeteras la mayor parte de las veces se quedan calladas, en un silencio que conozco desde hace años. Como aquella vez que con ocho años intenté buscar el chiste definitivo y sólo me salió uno de un señor que iba a una gasolinera a pedir una lata de sardinas:
-¿Me da usted una lata de sardinas?
Y después, mutismo neuronal. Desde entonces no sé cómo termina el chiste. Empezó hace más de veinte años y todavía no he encontrado el final del chiste definitivo. Los Monty Python si que inventaron un chiste definitivo; gracias a ellos, Alemania perdió la Segunda Guerra Mundial porque sus soldados se murieron de risa.
Si a mí me cae una manzana de un árbol, mis neuronas se quedan como están; no dirían siquiera: "mmmmm, qué rica manzana" porque saben que las manzanas no me gustan. Si no se me puede ocurrir de buenas a primeras la ley de la gravedad, ¿Cómo voy a terminar el chiste de la lata de sardinas? Mi chiste quedó en un bucle infinito. A lo mejor me estoy aproximando a otra ley de la física que desconozco:
-¿Me da usted una lata de sardinas?
-Aquí sólo se venden gasolinas
-¿Me da usted una lata de sardinas?
-Aquí sólo se venden gasolinas
-¿Me da usted una lata de sardinas?
-Aquí sólo se venden gasolinas
-¿Me da usted una lata de sardinas?
-Aquí sólo se venden gasolinas
Y nada, que el chiste se queda como en un disco rayado. Todo porque no puedo idear ese final tan gracioso por cuya inexistencia llevo frustrado veinte años.
Decía el filósofo Leopold Witgenstein que de lo que no se puede hablar, mejor callar. Y claro, un chiste que se conduce mal tiene que acabar mal a la fuerza. Quizá debería haberme callado y no comenzar el chiste. Reto a cualquiera de mis lectores más rijosos a que finalicen un chiste con tal mal comienzo. Quizá debería haberme callado ese principio de chiste; desde pequeño siempre perdí todas las oportunidades de callarme.
Para crear, como todo en la vida, se necesita tener sobre todo un buen comienzo; y mezclar sardinas con gasolina no conduce a nada bueno.

domingo, septiembre 09, 2007

Salíamos del trabajo dos de mis compañeras y yo. Ellas estaban poniendo a caldo a otra compañera, que recientemente se había incorporado para hacer una sustitución. Yo quería que acabara pronto la conversación, porque me aburre y me incomoda profundamente la cizaña que tan bien crece en los centros de trabajo. No pagan nada por recoger cizaña, sin embargo, se cosechan toneladas en el mundo laboral, a todos los niveles. Al gobierno propongo que prepare una ley que subvencione la recogida de cizaña en otros entornos laborales distintos de los agrícolas.
El caso es que, habiendo despellejado a base de bien a la compañera, llegado un momento de la conversación, la que peor habló dijo: "Pero déjala. Todo el mundo opina igual de ella. En definitiva, somos como nos ven los demás."
¿Somos los que nos ven los demás? Me pregunté yo cuando me separé de ellas. Y entonces recordé la cantidad de veces que he estado en un entorno más o menos hostil donde la visión que los demás tenían de mí no era buena. A todos nos ha pasado eso. Habiendo hecho muy poco para merecerlo, para un grupo concreto de gente eres esa parte de la humanidad a la que odia. Qué mal se pasa cuando eres de la parte fea del mundo que nunca pensabas que ibas a ser: eres del culo del mundo siniestro de alguien, hablando en plata.
"Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota" Caray, Groucho, cómo te pasas. A cuánta gente en nuestra vida no habremos parecido idiotas. Cuánta mugre mental no se nos habrá impregnado en el cerebro por el hecho de percibir que para un grupo determinado de gente no somos más que idiotas.
Como decía Goethe: "Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano" En fin, que no os duela que un grupo de gente os crean idiotas. Nada de lo que hagáis hará que os vean de mejor manera, y puede que incluso su inquina hacia vosotros provenga del hecho de que sois más virtuosos que ellos.
Lo único que os debe preocupar es que no os llenen el cerebro de inmundicia, la cizaña, el veneno que puede mataros lentamente. Yo ya no me dejo, me he inoculado, pues yo soy el único idiota con el que puedo contar. Que se jodan, que no van a conseguir matarle.

sábado, septiembre 08, 2007

Una mujer está sentada en la playa, dese donde ellá está, ve un velero y unas gaviotas; sólo unos metros más allá, sin que se percate la relajada bañista, justo detrás de un restaurante, a otra mujer a la que previamente han robado le están golpeando salvajemente. La vida se ve condicionada por el lugar en donde estés.
A mí no me están atracando y golpeando salvajemente, por ahora, pero yo veo la vida casi siempre desde el lado de atrás del restaurante.
En el restaurante puede entrar muy poca gente. De hecho, somos muy pocos en el mundo los que podemos entrar en él y comer.
A veces, lo reconozco, soy también la mujer relajada que mira el velero y las gaviotas; son pequeños instantes que valoro mucho porque son fugaces. También reconozco que en esos momentos de fugacidad pierdo el interés por las cosas mundanas, y no me percato de que a pocos metros de mí alguien está sufriendo. Fugacidad tiene la misma raíz que fuga, al igual que fugarnos. Y todos necesitamos escapar en algún momento.
Estos escritos no son de fuga. Antes al contrario, son escritos de encuentro con la realidad, que a veces se presenta ante nosotros tan desagradable que pueden producir cierta repulsión, que pueden llevar a pensar a un amigo: ¿Por qué siempre hablas de atracos y de peleas, y nunca de gaviotas y de veleros? Quizá amigo, sea una cuestión de carácter. En mi ánimo está denunciar el atraco. Me encanta ver a la gente mirando al mar, porque mirando al mar, soñé, tal y como dice el bolero. Pero no estoy tranquilo mientras haya atracos. Eso sí, te prometo que la próxima vez que vaya a la playa no me quedaré sin un momento de fugacidad, porque tengo derecho también a ser feliz y a reírme.
Y sabes que no miento, amigo mío. Puede que tenga que elevarme más para buscar la verdad, como creo que deseas, pero no te quepa duda que pongo los cinco sentidos en buscarla, aunque a ti te parezca que sólo hablo de los atracos que me interesan.
Y de acuerdo: la playa es la suma de un velero, unas gaviotas, dos mujeres, varios atracadores, un restaurante, un atraco y un instante de felicidad. Pero hay quien sólo hablará de gaviotas, otro que sólo hablará de restaurantes, otro que sólo hablará de mujeres, otro que sólo hablará de felicidad y otro que sólo hablará de atracos. Cada cual habla de lo que más sabe, amigo mío. Y yo tal vez sólo sepa hablar de atracos.
Soy un gran ignorante, amigo mío, y cada vez comprendo más el sentido de aquello tan manido de "yo sólo sé que no se nada". Pero qué quieres que te diga: nadie podrá decirme que no he intentado honestamente buscar la verdad, y bueno, no sé a qué esperas para acompañarme.
No sé a qué esperas para abrir tu blog.

viernes, septiembre 07, 2007


En las fiestas de los hombres poderosos se precisan muchos zapatos y muchos trajes. La inmortalidad exige ir bien vestido, independientemente de los vaivenes de las modas. Lo que más odian los hombres y mujeres en el poder o a la sombra de él es el concepto de finitud y siempre hay que acudir a lo clásico para ir bien vestido. Lo clásico es lo más infinito que en este mundo se conoce.
De entre los más clásicos, un Pinochet de esmoquin observaba a una radiante Imelda Marcos también clásica. Entre los invitados, estaba Ronald Reagan. Margaret Thatcher todavía no había venido. Los ochenta eran suyos, y no de la movida madrileña. Ellos sí que vivían en una fiesta. Pinochet lo obervaba todo desde una esquina, y dejó que su mente flotara:
"Reloj, no marques las horas, porque sí que voy a enloquecer si me tengo que retirar de esta fiesta continua que es mi vida. Mi gozo costó mucho trabajo y es fruto de la muerte de un pueblo; que no cometa la Parca el error de llevárseme consigo, pues soy muy valioso. La danza de la muerte no la bailo yo; yo y los que son como yo estamos por otras danzas sin fin y para eso necesitamos muchos trajes y muchos zapatos. Todos los que estamos aquí hemos costado muy caro; no permitas que nos marchemos."
De repente, todos los del baile se volvieron a él y cantando a coro le recordaron las palabras del poeta:

Recuerde el alma dormida,
abiue el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
quánd presto se va el plazer,
cómo después de acordado
da dolor,
cómo, a nuestro parescer,
qualquiere tiempo passado
fue mejor.

A los que les respondió Pinochet:
- Ya lo sé, ya los sé, cualquier tiempo pasado fue mejor. Por eso hice lo que hice. Soy el preservador del pasado en el futuro, pues es mi camino de la inmortalidad.

De repente, notó que un codo frío le tocaba. Giró la cabeza. Era la parca, también vestida de esmoquin:
-Yo también estoy invitada a esta fiesta. Me tenéis harta y me estoy aburriendo. Todos los que estáis aquí me dais mucho trabajo, creí que quedaríais agotados de asesinar después de la Segunda Guerra Mundial, pero los monos de culo rojo siempre queréis más sangre.
-¿Has venido a por mí?
-No. Te quedan veinte años.
-Eso es falso. Yo soy inmortal y tengo la gloria y mi esmoquin es mejor que el tuyo.
-Al menos los buitres no me despojarán de él.
-¿De qué me estás hablando?
-Nada. Cosas mías.

La parca se marchó y Pinochet miró fijamente los zapatos de Imelda. Todavía no eran las doce. No se quedaría sin sus zapatos por el momento. Se acercó a ella:
-Princesa ¿Estabas tú en el coro?
-No, me temo que yo también estaba escuchando.
-Entonces no alucinaba.
-Bueno, yo creo que alucinábamos los dos.

De repente, irrumpió en el salón Margaret Thatcher completamente borracha. Pasó al lado de Videla y vomitó encima suyo. Ronald Reagan murmuró: "Estos chiquillos". Margaret señaló con el dedo a Pinochet.
-Me das asco, pero te invito a tomar el té a las cinco.
-Acepto la invitación y le comunico que la amo. A mí a hipócrita no me gana ningún anglosajón.

Dieron las doce y todos desaparecieron. Desaparecieron también el esmoquin de Pinochet y los zapatos de Imelda. y dijo Pinochet:
-Qué vergüenza. Verme así desnudo. Sic transit gloria mundi, ya me lo decía mi madre.
- No te preocupes -le dijo Imelda- No eres casi nada. Sólo un puñado de letras y una mala idea que alguien tuvo. Encima no eres inmortal.
-Menos mal. No me hacía a la idea de pasar una eternidad vestido de esmoquin.

jueves, septiembre 06, 2007

La tertulia ha perdido le prestigio de antaño para la generalidad de los españoles; la charla amena de sobremesa ha perdido su sentido y la gente prefiere echarse a dormir la siesta; los jóvenes ya no aprenden escuchando a los mayores porque para eso está internet y las reuniones de café en las empresas cada vez son más cortas y tensas porque las empresas son el reino del "todo lo que digas podrás ser utilizado en contra tuya en cuanto te des la vuelta".
En eso de descubrir la verdadera cara de las tertulias los argentinos nos llevan la delantera: parece ser que en alguna parte del antiguo granero del mundo, según la Wikipedia, decir "estoy Tertuliado" o "estoy en tertulias" equivale a decir que estás cansadísimo o que estás metido en líos gordos.
Leo también que Tertuliano, al que le pidieron prestado el nombre para inventar las tertulias, era abogado, y no hay nada que produzca más sensación de pesadez y abulia que el oír a un abogado hablar de leyes. Los abogados hablan mucho. El propio Cicerón, que algo de leyes sabía, era un palizas de cuidado, capaz de hablar y hablar en el senado durante horas. No creo que muchos utilizáramos la maquina del tiempo, en caso de inventarse, para estar presentes en uno de sus discursos, por muy brillante que fuera el antiguo orador.
Acaso sean esos argentinos los que den con el verdadero sentido de la palabra tertulia en el contexto actual: algo pesado, denso e insoportable.
En España, en cambio, en algunos lugares tenemos idealizada la tertulia. El prestigio viene de que hubo un tiempo en que la televisión se llenó de tertulias, y verdaderamente eran muy buenos espacios para aprender. Recuerdo, por ejemplo, un programa llamado La Clave, donde intelectuales y políticos se ponían a hablar después de la proyección de una película; o las tertulias de sobremesa que organizaba Jesús Hermida, en donde eran habituales gente como Camilo José Cela y Francisco Umbral, donde hablaban de lo divino y de lo humano y mientras, te enseñaban.
Ser tertuliano tenía prestigio social, a veces muy merecido: había la costumbre antes incluso de la invención de la televisión de que las fuerzas vivas de un pueblo cualquiera de España se reunieran para charlar en la hora de la siesta. El cura, el guardia civil, el médico, el alcalde y el terrateniente se reunían entorno a una mesa camilla para hablar de lo divino y de lo humano. Famosas eran también las tertulias del Café Gijón, donde lo más granado de nuestra intelectualidad se reunía para aprender y ser visto.
Pero ahora las tertulias han cambiado. La culpa, de la televisión y de la radio: ahora tienen otra naturaleza: un hatajo de desalmados que sólo quieren lucrarse a costa de manipularnos a los que les escuchamos. Y esto vale tanto para las famosas tertulias televisivas de los programas-basura del corazón como para los programas de la radio que obedecen a oscuros intereses empresariales y políticos. Ya no se busca la luz sino las tinieblas; no se trata de enseñar deleitando; ya sólo se trata de sorprender engañando; las tertulias no arrojan verdad: sólo son comercio.
El dinero lo corrompe todo y las tertulias no iban a ser menos. Siempre tuve idealizadas las conversaciones de las cuatro de la tarde; pero ayer encendí la televisión a esa hora y había un programa donde ponían a caldo a un famoso cualquiera. Entonces pensé que tal vez debería dormir más la siesta.

miércoles, septiembre 05, 2007


Los cuentos son pequeñas historias de miedo que sirven para prevenir al niño de los peligros futuros. Hace tiempo escribí sobre Caperucita, dando mi interpretación sobre el trasfondo del cuento. Pero en mi infancia había otras historias que me producían todavía más pavor: las historias de las familias marcadas por la tragedia de la heroína; las historias de los zombies del extrarradio.
Cuando en los fines de semana, mis padres se juntaban con los amigos, era raro que en algún momento no se contara alguna de esas historias horrorosas. Principiaban los ochenta, y en una ciudad obrera de la periferia como la mía era frecuente que entre sus gentes se abordara el tema en convites y demás reuniones. No era para menos, pues era un tema de actualidad muy presente en la vida diaria. Yo recuerdo que en mis correrías infantiles no me era difícil ver, en algún rincón de los sitios más apartados de la ciudad, jeringuillas usadas y pedacitos de papel de aluminio renegridos, restos de alguna sórdida fiesta al aire libre de la noche anterior.Yo no tocaba las jeringuillas prevenido por mi madre, pero reconozco que las miraba con la fascinación infantil con que se mira lo desconocido. Estos recuerdos me vienen de la época en la que todavía no habían saltado las alarmas por la epidemia del SIDA. De haber sido así, el miedo de mi madre a que nosotros saliésemos a la calle hubiera sido mucho mayor.
Si yo tenía entonces ocho o diez años, los que empezaban a tomarle el gusto a la heroína tendrían entre dieciocho y veintipocos años. Es decir, de una generación anterior; la versión heavy del NO FUTURE punki, que les tomaron la delantera en eso de ser joven y pesimista; no obstante, nuestros heavies llegaron rápido al mismo sitio, a lomos del caballo apocalíptico de la periferia.
Mis padres y sus amigos contaban historias de otros progenitores un poco mayores que ellos cuyas familias estaban destrozadas porque uno o varios de los hijos cayeron en la droga fatal. Historias que hablaban de ruina psicológica y ruina económica. De casas desmanteladas poco a poco. De delgadeces extremas, de cuerpos llagados.
Ese universo tenebroso tan cercano a fuerza tenía que hacer mella en la mente de un niño impresionable. De todos los niños impresionables de la periferia. Y tal vez por eso, nosotros, la generación que sucedimos a los zombies del extrarradio descartamos la heroína como forma de pasar el rato. Nos dio por estudiar y aqui nos tenéis: los universitarios peor pagados de la historia.
Ahora ya se ven muy pocos zombies del extrarradio. Los pocos que quedan son fácilmente identificables: todos con cuarenta y tantos, sombras de si alguna vez fueron algo, dejadez en la higiene, ropas raídas, casi siempre un chándal que antaño era de vivos colores y que ahora aparecen apagados, sepultados en la grisura del polvo recogido por dormir en el suelo. Otros se han quedado en el camino: fotos de equipo de fútbol de colegas en las que del once titular, sólo quedan cuatro. Y los menos, héroes anónimos difícilmente identificables entre el maremágnum del centro comercial, que han librado una de las batallas más difíciles por las que puede pasar un hombre: la de desengancharse.
El consumo de heroína ha caído en picado en estos últimos veinte años. Es lógico, la publicidad negativa les ha hecho perder a los camellos gran parte de sus potenciales clientes: nosotros, unos tipos cualquiera de la periferia proletaria que se desesperan al asomarse al futuro. ¿A quién le importa nuestras vidas? ¿A quién le importó las vidas de los que nos precedieron, los del chándal, unos tipos cualquiera de la periferia proletaria?

martes, septiembre 04, 2007

Cómo se pasa el tiempo. Ya llevo 304 entradas. Disculpad que no haya hecho esto en una cifra más redonda, en la trescientos, pero es que me he despistado y sin querer darme cuenta, he rebasado el número redondo. Y avanzo al doce de octubre con rapidez, y entonces hará un año que escribo este blog.
Mi primera entrada era de queja por estar parado. La situación no se puede decir que haya mejorado, porque en octubre volveré otra vez a estar en el paro. Los contratos siguen siendo precarios y las únicas promesas que hace la oposición es bajada de impuestos y privatizaciones ¿Es que no tienen otra cosa mejor que ofrecer? ¿No hay en España ya suficientes subcontratas que pagan una miseria por trabajos precarios, como para que la oposición ofrezca más de lo mismo? Y mientras, los sindicatos, firmando otro acuerdo de moderación salarial para moderar más los ya muy moderados salarios, exiguos, empequeñecidos gracias a una inflación irreal, mucho menor que la real. A ver si se moderan ellos en concesiones.
Quedan diez meses para mi gran enfrentamiento con el estado, es decir, la oposición. En el lado izquierdo del cuadrilátero, un mindundi pidiendo un salvoconducto de supervivencia; en el lado derecho, un coloso gris que reparte unos mamporros fenomenales y que suele perder sólo una de cada cien peleas ¡Ufff! A ver si logro vencerle para completar uno de mis ansiados proyectos vitales: ser profesor.
O mejor dicho, ser aprendiz de los que están pidiendo paso, que no sé quién va a enseñar a quién.

lunes, septiembre 03, 2007


Me cuentan que hace poco sacaron a concurso las oposiciones para cubrir plazas de inspectores de trabajo, y por la enorme dificultad del examen, muchas quedaron desiertas. Bien por papá estado: si alguien sobra en España son los inspectores de trabajo.
Las historias que se oyen de inspectores de trabajo versan de que el único lugar que inspeccionan es el despacho del jefe o del encargado, y como estos sitios reúnen las condiciones óptimas de habitabilidad, pues dan el visto bueno a la empresa y a otra cosa, mariposa. Tampoco hace falta interpelar a un trabajador cualquiera de la empresa en los sitios donde la habitabilidad esté peor y sea más incómoda la entrevista. Un trabajador siempre dará una visión sesgada del quehacer diario de la empresa. El trabajador siempre será parcial y subjetivo, preso de sus emociones e ignorante de los números que hacen funcionar a la empresa. Sin embargo, el jefe o representante de la empresa podrá aportar al visión global y objetiva, en números e informes, que podrá dar al inspector de trabajo los datos que éste necesita. De ahí al apretón de manos sólo hay un paso. Si hay algo que le gusta al buen funcionario son los datos. Los inspectores de trabajo españoles son los mejores funcionarios del mundo, de ahí que sus oposiciones sean tan difíciles, tan llenas de datos como están.
Cuentan de un inspector de trabajo que tenía prisa por acabar la inspección porque tenía que irse al campo de golf; cuentan que avisan con quince días de antelación a las empresas de que van a realizar una inspección; cuentan que algunos se han llevado parte del dinero negro de las empresas para inspeccionarlo mejor en su casa; cuentan todas esas cosas que a lo mejor son mentira, porque si algo caracteriza al pueblo español es la envidia, y nada envidia más el español de clase baja que al funcionario de clase media, con su puesto vitalicio, sus pagas y sus trienios.
El patrón y empleado españoles odian con igual fuerza al inspector de trabajo. Aunque el primero le adule y le agasaje hasta la extenuación, le ve como un enemigo de la religión, como un hereje del dios mercado. Si pudiera, acabaría con ellos sin más contemplaciones. El dios mercado, para ser poderoso, exige no tener ningún tipo de cortapisas, ni legales ni de las otras. Si el dios mercado no pudiera hacer lo que quisiera, no sería un dios. Por eso , haciendo caso a las palabras que una vez pronunciara Michael Corleone "ten cerca a los amigos pero más cerca aún a tus enemigos" Ellos procuran tener muy cerca a los inspectores de trabajo. De su bolsillo.
Los empleados, sin embargo, no los ven por ninguna parte, ni en su bolsillo ni en ningún sitio. Los valientes que han comunicado las irregularidades de la empresa ven que con su acción no han conseguido nada. La vida sigue igual, que diría Julio Iglesias. Muchos piensan que en realidad no existen, que son un mito como los unicornios. Otros dicen que una vez vieron uno en el despacho del jefe. El caso es que para los empleados los inspectores de trabajo son criaturas con poderes sobrenaturales que un día vendrán a vencer a los ogros. Pero como las criaturas nunca se han decidido a hacerlo, les han cogido un poco de manía.
Yo creía que tenía un inspector de trabajo en mis bolsillos. He hurgado en ellos y compruebo que se me ha escapado ¡Con la ilusión que me hacía que desfaciera los entuertos de la España neoliberal! Bueno, tal vez esté matando ogros o jugando al golf. Será mitológico, el tío.

domingo, septiembre 02, 2007


la tarea que más me despierta sentimientos de culpa de mi trabajo es, sin lugar a dudas, cuando al nacer un bebé, le creo su representante en letras y números en el ordenador. Es decir, cuando le meto en la jaula que es la red del hospital que forma parte de esa gran cárcel cibernética del mundo entero. Qué mal me siento porque rompo su anonimato e imposibilito para siempre que sea invisible a la maldad de este mundo. Está en un laberinto de donde muchos Minotauros no le dejarán salir. Es, a partir de un momento determinado, un reo más de la burocracia, como usted, como sus padres y como yo. De verdad que yo no quería ocasionarle tanto mal. Si la burocracia es simplemente penosa como ahora, no hay problema. Pero ay, que no llegue el día en que la burocracia se convierta en una poderosa máquina de matar, devorando uno a uno a los hijos de los hombres que están detrás de los datos, cual Saturno demencial.
Si se piensa lo que hago es una verdadera faena para la criatura: desde que yo hago su equivalente numérico y alfabético, éste ya no se podrá escapar de la inmensa red de telaraña que es este estado concreto de las cosas. Le podrán poner multas a placer, embargarle por la hipoteca, meterle en juicios y en el peor de los casos, ir a la cárcel o imponerle la pena de muerte, que nunca se sabe cuánto se pueden torcer las cosas con esto de las hipotecas. Todo porque sus datos están en una ficha informática, porque yo le creé en datos para que el mundo le controlara al antojo de los gobernantes y la gente de malvivir por venir.
No sé si me podrán perdonar alguna vez esa multitud de bebés a los que yo he metido en el mundo casi infinito de los ceros y los unos. A veces sueño que soy un hombre sin identidad, intocable para los tentáculos del diabólico sistema, libre en definitiva, y de la euforia paso a sentirme culpable: menuda faena les hago a esos niños que sólo merecen felicidad. A veces maldigo a aquél que con caligrafía preciosa y elegante, de antigua enseñanza religiosa a palmetazos, me dejó perfectamente localizable para la rapiña de usureros y domesticadores que ha puesto esta sociedad para que me persigan y me tengan bien recogido y adocenado. Ahora, por ese pecado original de bella grafía, preso me hallo de la hipoteca, las facturas y las obligaciones que van a este fulanito de tal que vive en la calle cual que soy yo.
En fin, mis queridos niños, perdonad por ser yo el primero en dar vuestras señas de identidad al monstruo. No sabéis las cosas que tiene que hacer uno para ganarse la vida. Vosotros os veréis en tesitura parecida a la mía, hijos míos: alimentar al sistema para que él os alimente o llevado al extremo, por lo menos que no os devore.
Sin duda, las hormigas son más libres que nosotros los datos.

sábado, septiembre 01, 2007

Hola Diego:
Me pediste que te escribiera algo y como a mi me gusta complacer a los niños pues aquí me tienes, escribiéndote. No es que te lo prometiera, pero las peticiones de los niños son más importantes que las de los adultos, porque los niños soléis pedir cosas que merecen la pena, no como nosotros los adultos, que como tenemos las cabezas llenas de cosas sin importancia, lo que queremos no merece la pena.
Pero eso se debe a que los diez años de un niño nada tienen que ver con los de un adulto. Por ejemplo, tú en estos últimos diez años no has hecho más que cosas importantes: aprender a andar, aprender a hablar, a nadar, a montar en bicicleta, a leer y a jugar... Sin embargo, yo, en estos diez años no he aprendido nada de importancia. Bueno, sí, a volar una cometa, pero no me acuerdo de haber aprendido otra cosa importante. Ahora que me doy cuenta eres más listo que yo, porque a ti te ha dado más tiempo a aprender más cosas que a mí en estos últimos diez años.
Ahora mismo estás aprendiendo a tener amigos, y eso sí que es difícil para un adulto como yo. Cuando cumplas más años te darás cuenta de lo valiosos que son los amigos. Ahora, tú bajas a la calle y con un poquito de esfuerzo, en el parque, te podrás hacer amigo fácilmente de otro niño. Sin embargo, si yo bajo a la calle y le propongo de buenas a primeras que un tipo de mi edad sea amigo mío, lo más probable es que piense que estoy majareta y me eche de su lado o me pegue un puñetazo. Te sorprenderá, pero es que los adultos somos así de raros y así de tontos. Los niños, sois más listos y por eso os podéis hacer gran cantidad de amigos.
Pero claro, eso de que los adultos somos un poco estrambóticos no te pilla de sorpresa: cuando nos juntamos tu tía y yo con tus padres empezamos a hablar de cosas aburridísimas las cuales a ti te traen sin cuidado: quieres marcharte cuanto antes de donde estamos. Te voy a contar un secreto: a nosotros también nos aburren, pero como estamos preocupados, no nos queda más remedio que hablar de ellas. Los adultos, cuando no están preocupados, hablan de las mismas cosas que los niños: de jugar al fútbol, de ver lugares bonitos, de montar en bicicleta, de nadar...
Recuerdo que yo con tu edad tenía prisa por ser lo que soy ahora: un adulto. Se me concedió ese deseo, pero como contrapartida yo arrastro una maldición: que a medida que se pasa el tiempo, las tardes cada vez son más cortas. Me explico: antes, con tu edad, una tarde podía durarme una eternidad. Sí, yo me aburría como tú lo haces ahora. Sin embargo, me fui haciendo adulto y ahora las tardes se pasan en un suspiro y créeme, no mola, porque te sorprenderás si te digo que las tardes deben ser largas, para que dé tiempo a disfrutarlas. Que conste que yo me disgustaba tanto como tú, pero qué remedio, si las tardes cuando eres pequeño te parecen un muermazo.
Te queda mucho por aprender y quiero que seas feliz mientras aprendes. Con el tiempo te darás cuenta que saber muchas cosas es maravilloso, pero cada vez serán menos cosas importantes las que aprender, así que disfruta de los que te enseñan, de tus padres y profesores. Y juega con tus amigos, que las tardes son muy largas y te da tiempo de hacer muchas cosas. Ya tendrás tiempo de que se te hagan cortas.
¿Vale, cielo?