sábado, febrero 24, 2007

Grave problema es el estar también sujeto a convencionalismos sociales con tus allegados, pese a lo mucho que te quieren. Es la teoría de la flatulencia no frustrada que voy a exponeros ahora mismo. Ojo, digo flatulencia, porque parece ser que para mis amigos argentinos "estar en pedo" significa estar bebido y no estar soportando el gas letal de otra persona (camarerooo... Otra copa, por favor).
Estás en un ascensor lleno de gente y de repente tienes ganas de expeler una ventosidad. Puedes arriesgarte a que salga silencioso pero también cabe la posibilidad de que salga Júpiter Tronante envuelto en una nube de metano. Si sale con silenciador, pueden pasar dos cosas: que sea inodoro o que asfixies a los tres inocentes que están a tu lado. Piénsatelo bien cuando te venga una flatulencia en un ascensor; de ti dependen que vidas humanas se queden en un muero porque no muero. Los espacios cerrados están contraindicados contra los bárbaros del sur. En cambio, si sale con todo un aparato de rayos y truenos, pero sin molestias a las doce tribus de Egipto, date por satisfecho, porque afortunadamente no vas a volver a ver a nadie de esa gente que esta pensado "¡pero qué cerdo es este tío!"
Sin embargo, si estás en tu casa, con tu pareja, con tus hermanos, cuñados y padres, nada importará que tu trombón de varas resuene por encima de toda la orquesta. Lo único que pasará es que una ejército de flautas traveseras te ataque con una serie de agudos recordándote con melodía rechinante la parte animal de tu ser. Pero egoísta como eres, y a sabiendas de que te van a seguir queriendo igual, volverán los oscuros gases a pasear por los rincones más cercanos de la sección más femenina de los instrumentos de viento.
Así que ya sabéis, niños: lo de los pedos hacerlo en vuestras casas en compañía de vuestros mayores y, por supuesto, nunca aplicad una llama cerca de vuestras posaderas frente al ser amado, pues eso significaría vuestra muerte social y el fin de una bonita historia; la llama del culo nunca enciende la fogata del amor.
Por cierto, cuando son las flautas traveseras las que sueltan melodía por su parte trasera, hay que tomárselo con más humor que si somos los trombones de varas los ejecutores. Sus melodías, por lo general, son más breves y espaciadas en el tiempo, pero cuando más daño hacen es con su silencio. Cuando una flauta travesera abre lo mejor de dos mundos y sale el gas cautivo y desarmado, se echan a temblar los apéndices nasales de los santos varones que aunque no morirán entre dolores, si lo harán entre olores. En esos casos, yo recomiendo la técnica aplicada con éxito a mi hermana y a mi mujer: un pellizco por no irse la baño. Las guardianas de las buenas costumbres pedorretiles no sólo no deben ser honradas, sino también parecerlo.
Por último, un consejo: huid de aquellos hipócritas que dicen que sus seres amados sueltan por la fontanería de la entrepierna Channel número 5 y cuyos gases huelen a agua de rosas. Si son capaces de mentir por una cosa así, qué no dirán a nuestras espaldas.
(Cuando nos hayamos ido en do mayor, claro).