viernes, octubre 20, 2006

¿qué os dije en el primer artículo?
Que el de Cuéntame seguro se sacaba las oposiciones antes que yo. Así ha sido. Ya es un honorable profesor de instituto. Que vuelen las campanas. Que suelten las palomas.
Cuando era pequeño, la televisión me indujo a pensar que todo era fácil: tú veías en la tele cómo un hombre se libraba de la pobreza porque había localizado una mina de diamantes, gracias a las indicaciones de un viejo rumboso, que iba diciendo por ahí localizaciones de minas de diamantes a todo el que se encontraba. Veía a un Sonny Crockett que resolvía los crímenes a bordo de un estupendo Ferrari Testarrosa porque su sueldo de funcionario era para morirse y Jessica Fletcher, esa anciana escritora, necesitaba poco menos de media hora para resolver un crimen que a la policía científica (real, no la del CSI) le hubiera llevado aclarar varias semanas. Siempre he pensado que en realidad era una manipuladora de pruebas, que era ella la que cometía los asesinatos y luego se las apañaba para encaquetárselos a otros.
Cuando se reunían mis padres con los padres de mis amigos, se quejaban de que nosotros todo lo habíamos tenido muy fácil, que en sus tiempos ellos con nuestra edad sí sabían lo que es trabajar, decían que si nos moríamos de hambre en una panadería y otras cosas por el estilo.
Pero qué podemos decirles a nuestros progenitores: la televisión nos ha metido en la cabeza que todo es fácil de conseguir, lo que se nos ocurra: el amor, el dinero... En la televisión las catedrales se hacen en poco menos de media hora, no en setenta años que es lo que realmente tardaban de media y un científico podía descubrir partes de la estructura del cerebro en poco menos de seis capítulos que duraba un documental.
El descubrimiento más doloroso que haces cuando te haces mayor es que los sueños no son fáciles de conseguir, y que jamás tendrás una mansión como las que tantas veces has visto en la tele, ni tan siquiera un triste piso similar al que te criaste, porque los pisos ya tienen precios de mansión.
Lamentablemente, uno de los grandes engaños que ha hecho la televisión a los de mi generación y los de las siguientes es que todo es fácil y rápido.
Me alegro por el curilla de Cuéntame, que ha conseguido en dos episodios lo que yo tardaré en conseguir dos años, si es que todo se da bien y no tardo más, que no sería de extrañar.
Enhorabuena, que lástima que en estos casos la realidad no supere a la ficción.
¡Aleluya, aleluya!