martes, enero 23, 2007
En mi pueblo había un manantial que en tiempos servía para regar los campos de labranza y dar de beber a las bestias, pero como en mi pueblo ya no hay campos que regar ni bestias a las que dar de beber, decidió el alcalde que ese manantial se podría vender. En realidad, nunca pensó en tal cosa. Pero vino un representante de una poderosa y conocida empresa dedicada al comercio de alimentos y bebidas que le abrió los ojos:
-Oye, es una pena que se pierda toda esa agua. La firma a la que represento podría hacer una planta embotelladora de agua mineral que sin duda beneficiará al pueblo. La industria del agua mineral es ecológica, no contamina. Crearemos puestos de trabajo y progreso. Eso sí, nos tenéis que ceder los terrenos donde construir la planta porque el progreso es lo que tiene y tal y cual.
Evidentemente, el alcalde dijo que sí. A alcalde ecológico no le gana ningún alcalde de Castilla. Le había impresionado mucho el ejecutivo de la poderosa empresa que encima le tuteaba dándole confianzas, el muy majete. Es que un señor engominado, con traje y corbata pero que encima sea sencillo impone mucho, además, el pueblo necesitaba el progreso y el tal y cual. Luego también molaba eso de que te invitaran a un restaurante caro y también molaban esas cosas que te dan por ser alcalde pero que nadie puede demostrar que te han dado, el tal y el cual.
El resto es más fácil: sólo se necesita que el ayuntamiento apruebe el proyecto, unos viajecitos a la administración autonómica, otros pocos a la administración central, mordidas por aquí, influencias por allá y ¡et voilà! Ya tenemos aprobada el proyecto de nuestra maravillosa planta embotelladora de agua mineral.
-¿Qué es eso que están construyendo tan feo al pie de la sierra? ¿A quién se le ha ocurrido dejar construir esa fea mole de hormigón que está destruyendo el paisaje?- Se preguntaban los que emigraron antaño del pueblo y volvían todos los veranos a pasar las vacaciones.
-Es la nueva planta embotelladora.-le contestaban los que vivían permanentemente en el pueblo- Es fea, sí. Pero traerá progreso al pueblo y la gente trabajará allí y tal y cual.
Y pasaron unos pocos meses. LLegó por fin el momento de inaugurar la planta. Había que contratar trabajadores. Se hizo un proceso de selección. Al final sí cumplieron con su promesa y contrataron personas del pueblo. A catorce. Uno de los agraciados fue un sobrino del alcalde. Pero no os penséis que entraron en el reino de la jauja mineral: les pagaban 90000 de las antiguas pesetas por un contrato a jornada completa, temporal y tal y cual.
Pasaron los meses. decenas de camiones entraban y salían del pueblo desde primera hora de la mañana. El silencio con el que dormían las gentes se hizo cosa del pasado: camión que sube, camión que baja.
Cuando se venía por la carretera desde la capital, era imposible no darse cuenta del feo edificio. Cuántas veces alguien dijera aquello de:
-¿Quién ha autorizado poner esa mole ahí?
También era fácil que otra persona contestara con otra pregunta:
-¿Acaso te opones al progreso?
y bueno, el caso es que los del pueblo no se opusieron en modo alguno al progreso. Pero más de uno decía que aquí no se veía ganancia por ninguna parte. Hasta el sobrino del alcalde optó por marcharse de la fábrica -es que pagan una mierda- y bueno, al final alguien preguntó: ¿bueno, y ésto, en qué ha beneficiado al pueblo?"
Por si fuera poco, España estaba atravesando la sequía más dura que había habido en años
y claro, hubo quien que, en el bar del pueblo, pensó en voz alta qué pasaría si necesitaran el agua del manantial en un futuro. No faltó quien el contestara: Pues nos tendríamos que joder y comprársela a los de la planta.
Ya era demasiado tarde. Los de la asociación ecologista dijeron en su día que el alcalde vendió algo que es más valioso que el oro por casi nada. Mal negocio. Han timado al pueblo. El agua potable escasea en el mundo y no es bueno que el poco que queda se deje a manos privadas. Cuando se lo expusieron así, contestó:
-"joder con los ecologistas. Se oponen al progreso y tal y cual"
Si en un supermercado vais a la sección de agua mineral, fijáos en las etiquetas de las botellas. Uno de los pueblos que veréis será el mío. Y pensad que es el verdadero progreso: si comprarla en un supermercado o que mane gratuita desde el grifo de vuestra casa. Para no aburriros con disertaciones ideológicas diré que yo, por lo menos, lo tengo muy claro.
Y tal y cual.
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