No os he dicho que mañana tengo un examen.
Se trata de uno de esos exámenes a los que nos hemos presentado mi chica y yo, que nos han posibilitado el poder comer durante los último siete años.
Eso sí, siempre los contratos que nos han hecho han sido temporales.
Mi chica consiguió por fin el año pasado su primer contrato fijo. Yo, a mis treinta años, todavía no sé lo que es tal cosa. Ver para creer.
La oposición de mañana es de operario de la escala más baja. Contra lo que se pueda creer, estas oposiciones son muy difíciles, debido a la gran cantidad de gente que se presenta: ya os hablé en un pasado comentario que en las de auxiliar administrativo, del grupo d, se presentaron más de treinta mil personas para unas pocas plazas.
Para los que no se han presentado nunca, diré que este tipo de exámenes suelen ser una parte de psicotécnicos y otra parte de legislación. El de mañana como excepción es sólo psicotécnico.
Hay sesenta plazas para las que se presentarán unas 5000 personas. Una barbaridad, total, para que los elegidos ganen poco más de mil euros y el trabajo no sea otra cosa que el llevar cosas de un lado a otro u ordenar y limpiar un poco el taller. Lo sé porque ya he estado haciéndolo.
Como supondréis por mis palabras, estarán otros agraciados, aparte de los sesenta seleccionados, que les pase lo que a mí en el pasado: que opten a plazas temporales. Normalmente, se crea una bolsa de trabajo con los que no han podido conseguir plaza fija.
En cualquier caso ¡qué locura la de esta sociedad el que sea un privilegio el ganar mil euros de manera regular y permanente!
La lástima es que no me queda más remedio que el presentarme mañana, pese a que odio tener que perder la mañana del domingo en un examen de mierda como éste.
¡Qué ganas tengo de coger plaza de profe!