viernes, febrero 23, 2007


Supongo que muchos habréis visto Casablanca, una de las mejores películas de todos los tiempos. La película que vi de niño y que sigue ilusionándome de adulto.
Recuerdo que la primera vez que la vi fue en una pequeña Grundig de catorce pulgadas en blanco y negro. La echaron a las diez de la noche aproximadamente. Lo recuerdo porque casi todos los días me solía acostar sobre esa hora, pero como me metí enseguida en la historia, convencí a mi madre que por una vez me dejara quedarme hasta tarde. La sensación imborrable que me dejó la tengo tan viva que me puedo ver perfectamente en mi pijamita, con los ojos como platos, viendo una de las películas más bellamente contadas.
¿Cómo es posible que les saliera una película tan buena como Casablanca sin tener el guión escrito desde el principio? Es algo que no puedo comprender. Además, todo encaja como un puzzle, está hecha de tal manera que todo parece estar concebido para ese final que le dieron. Después, me enteré que tenían preparados varios finales. Menos mal que se quedaron con el único que podía hacer grande esa película.
Lo curioso es que, al igual que los Rambos de Silvester Stallone o la película "Boinas verdes", de John Wayne, no era otra cosa que una película de propaganda. Mientras que la primera era una exaltación patriótica yanqui en plena Guerra fría, la segunda era una apología de la guerra de Vietnam, mi amada película no era otra cosa que propaganda contra los nazis disfrazada de película romántica. Pero demonios, qué importa la propaganda que meten viendo esa película. Ahora se dice mucho en España la frase de que el tiempo pone a cada cual en su sitio. Hicieron la película pensando en
dirigir la opinión pública, pero afortunadamente fueron mejores cineastas que propagandistas.
Otra cosa que he leído por ahí es que Casablanca era considerada por la propia Warner
un producto de serie B. Tal es así que estuvieron a punto de darle a Ronald Reagan el papel de Rick (¡jodeeeer!). De hecho, Humprey Bogart hasta entonces, había desarrollado una carrera desigual, y a pesar de haber hecho un año antes el Halcón Maltés, otro gran peliculón, distaba mucho de ser considerado una estrella de primera fila. En cuanto a Ingrid Bergman, parece ser que la cogieron por ser sueca y europea, porque en la cerrazón de los estudios no entraba que un bellezón yanqui pudiera ser infiel. En fin, me imagino que después del resultado muchos bellezones yanquis se tirarían de los pelos.
Yo la he visto catorce veces y las que me quedan. Nunca me cansa. Es tan brillante que no sabes cómo pudo salir algo así de ese juego de improvisación que armaron entre guionistas, productores, actores y director. No se entiende. A lo mejor es eso lo que llaman la magia del cine.
La otra gran película de aquella época, Ciudadano Kane, era, sin embargo, todo lo contrario: una máquina de relojería con un engranaje complicadísimo en el que nada estaba puesto al azar o al capricho, creada por un genio de veintiséis años que quería demostrar al mundo su valía. La película me gusta y toca un tema muy actual: la ambición de un señor dedicado a la propaganda y manipulación. Con una orientación mucho más comercial, muchos años después, en la saga Bond surgió "el mañana nunca muere", con Pierce Brosnan de protagonista luchando contra un magnate de la prensa dispuesto a desatar una guerra con China para vender más periódicos. Esta vez, se cumple el dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Bueno; empiezo hablando de cine y sale el tema de las propaganda. Cuál es el mensaje que nos deja Rick Blaine: hay que ser íntegros y luchar por lo que está bien.
Ese es el verdadero mensaje de la película, y el odio a los nazis... Qué importa ahora.