viernes, septiembre 28, 2007



Los tragones andamos a la greña con Ferrán Adriá. Y yo, como representante de ese colectivo, os doy dos razones:
-La primera, que es realmente difícil reservar mesa en el Bulli. Sólo abre seis meses al año, y aunque dice la wikipedia que los precios no son desorbitados (para un mileurista como yo cualquier precio es desorbitado) Son pocos los que se han dado el gustazo de comer en el Bulli. Contaba la prensa desafecta con los socialistas que hasta el actual ministro de industria Joan Clos hizo que un helicóptero les llevara a él y a sus invitados porque llegaban tarde, dado que Ferrán Adriá es muy exigente con la puntualidad. De ser la cosa verdad, Joan Clos demuestra ser el peor de los pijos, que también los hay entre la progresía (palabro que gustan mucho de usar los neoconservadores para descalificar a los socialdemócratas, incluso para aquellos socialdemócratas que son también neoconservadores).
-La segunda razón es que dos de sus platos más famosos atentan contra el gusto del tragón tradicional: me refiero al aire de zanahoria y a la deconstrucción de la tortilla de patata. En el primer caso, para los que gustamos de las comidas copiosas, conceptos como "aire" y "zanahoria" nunca se debieron de mezclar. A mí, el oír estas dos palabras juntas hace que se me disparen todas las alarmas del cerebro. Inmediatamente tengo que pensar en otro dos conceptos no deconstruídos: "Bocata" y "panceta". Mi salud mental es lo primero y mi salud estomacal, lo segundo, que para algo se inventó el Almax.
El segundo atentado contra el tragón tradicional es el perpetrado con la genial
tortilla de patata. Al parecer, Ferrán Adriá la presenta en una copa y se come con cucharilla. Eso es una herejía para todos los que tenemos nuestra infancia hecha de tardes de merienda basadas en el bocadillos de tortilla de patatas. ¿Qué será lo siguiente, quebrantar las leyes del chorizo? Espero que no se atreva, el muy sacrílego. Además, ¿acaso no es otra cosa el chorizo que cerdo deconstruído?
Ferrán Adriá ahora goza de las mieles (no deconstruídas) de la fama y el prestigio. Le tildan de genial, aunque yo pienso que no era menos genial el cocinero del general carlista Zumalacárregui, al que se le atribuye la invención de la tortilla de patata ¿Para cuándo una estatua de ese hombre con su sartén? Nada se sabe, en cambio, de la primera persona que se le ocurrió salar el jamón serrano o de aquél que se le ocurrió mezclar por primera vez cosas tan dispares entre sí como los calamares y el arroz. En cualquier caso, todos ellos fueron tan sobresalientes como lo es hoy el propio Ferrán Adriá, y pido para ellos las tres estrellas de la guía Michelín a título póstumo.
Es más, Ferrán Adriá no nos engaña a los tragones. Esas modernidades a las que debe su fama no son, en modo alguno, tan buenas como las creaciones de la cocina tradicional, de las que a buen seguro, muchos comensales de el Bulli se acordaron mientras desaborearon el aire de zanahoria.