lunes, julio 16, 2007

Hace tiempo leí en alguna parte que a principios de siglo supuso un pequeño pero importante drama humano la llegada de las farolas eléctricas en las ciudades. Me refiero a los operarios que se ocupaban del mantenimiento de las luces de gas. De repente, se quedaron sin trabajo y por lo tanto, sin sustento. Familias enteras con un lúgubre interrogante encima de sus cabezas.
Sobre una cosa parecida trató con mucho acierto Benito Pérez Galdós en su novela "miau": en ella trata de un funcionario y su familia que se ven abocados a la pobreza porque deciden cesarle. El hombre queda hundido, a la espera de que vuelva a requerirle el estado y poder recuperar así su medio de vida.
Ejemplos de situaciones similares a ésta hay muchos: los porteros humanos que desaparecen con la llegada de los porteros automáticos, los mineros que pierden su trabajo por la llegada de un carbón más barato de otros puntos del planeta; los trabajadores de astilleros que pierden su trabajo porque es más barato construir barcos en otros sitios; la teleoperadoras que pierden su trabajo porque la empresa de Telecomunicaciones encuentra más baratas las teleoperadoras argentinas... Ejemplos, los hay a miles.
Para evitar las anomalías derivadas estas situaciones, el gran capital nos propone como solución a los trabajadores el reciclarnos, venga, a reciclarse, y cuando hayamos terminado de reciclarnos, volvernos a reciclar otra vez. Que el soldador de astillero haga un curso de Word; que la teleoperadora, de idiomas, que el minero, de técnico instalador de placas solares (la energía del futuro, oiga). Si alguno de ellos tiene suerte de recolocarse gracias a este reciclado, será en empleos en peores condiciones laborales y de derechos que los que tenían anterormente. Y mientras, Antonio Fidalgo, secretario general del mayor sindicato español, Comisiones Obreras, defendiendo en las FAES las políticas neoliberales que han llevado a estas tristes situaciones. Y Federico Jiménez Losantos, el gran periodista fascista español, lanzándole loas y parabienes porque "Fidalgo representa el sindicalismo moderno"
Es curioso que, sin embargo, a Fidalgo no se le escuchara nada sobre la modernización de ciertas empresas. Me refiero, por ejemplo, a la modernización que tendría que llevar a cabo las empresas discográficas, ancladas en el formato cd que empieza a ser rechazado por el consumidor. Les recomendaría que para adaptarse a los nuevos tiempos bajaran el precio de sus productos, si es que verdaderamente quieren ser modernos en su lucha contra la piratería. Tampoco estaría de más una modernización de las empresas petroquímicas, cuyos productos venenosos deberían haber sido cambiados por otros menos contaminantes hace mucho tiempo. Igual sucede con la industria automovilística: llevan años haciendo los coches con motor a explosión ¿no va siendo hora de sustituirlos?. También se podría hablar del reciclaje de las industrias textiles: tantos años empleando mano de obra en estado de semiesclavitud exige una adecuación a los tiempos actuales, en los cuales queda feo la explotación. Por no hablar de la modernización de los bancos, que practican hoy más que nunca el viejo arte de la usura, y ya va siendo hora de que lo abandonen por prácticas más humanitarias.
En fin, son ideas tontas y locas de éste vuestro humilde servidor. Ya empiezo a entender mejor lo que significa la palabra neoconservadurismo: lo neo es para los obreros, es decir, nuevas formas de esclavitud, explotación, pobreza y maldad; y conservadurismo, que es el respeto por las castas dominantes y sus tradiciones, al dios dinero y a sus canales que posibilitan que el dinero entre en los mismos sitios de siempre.
Y mientras, Fidalgo haciendo de monigote con corpachón del nuevo fascismo. Pues qué bien, allá él con su conciencia. Pero no veo ésta buena manera de reciclarse. Tal vez, la mejor hubiera sido dimitir y largarse a su casa. Esa sí que es una buena forma de modernizarse. Ya estás tardando, Antoñito monigote. Recíclate de una vez y para siempre.